Érase una vez en Wesh City

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Érase una vez en Wesh City

Mensaje por Ill » 01 Feb 2016 12:36

Prometí esta mierda hace un año pero bueno, ya dicen que más vale tarde que nunca xD
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Por hablar me queda pendiente hacer la versión fic de la partida steampunk spaghetti western del juego El Asesino, así que ahora que ando motivado vamos a ello aprovechando el final de la partida de El Asesino más reciente, Furia en la carretera (de la que también he pillado alguna que otra cosa). De nuevo hay ciertos aspectos a tener en cuenta:

- Los personajes van a mantener sus roles pero con algún que otro apaño para que encaje con la narrativa. Aparte de eso, personajes como el Sheriff toman más protagonismo en la historia (en resumen, que el protagonista es él).
- Voy a tomarme ciertas licencias para evitar hacer una transcripción del juego original, poder desarrollar la historia mejor y dar alguna que otra sorpresa (aunque lo dudo, no es que sea precisamente bueno escribiendo).

Sin nada más que decir os doy la bienvenida a este nuevo fic de la comunidad, espero que os guste (aunque me he ido muy a la mierda respecto a la historia original, mucho más que en Reshtromo). Os dejo con el prólogo de la historia que, por cierto, me he sacado del culo :3


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I

Último tren a Wesh City
Érase una vez, hace mucho tiempo en un lugar muy lejano, un pequeño tren de mercancías recorría las desoladas vías del inhóspito desierto de la región de Wesh, un lugar abandonado por Dios. Extendiéndose mucho más allá del horizonte, el yermo era una zona muerta, sólo poblada por depredadores, bandas dispersas de forajidos y el destacamento de Wesh City, una pequeña ciudad de paso hacia la que se dirigía el tren. El convoy, a juzgar por el logo impreso en todos sus vagones, pertenecía a la compañía Faulkner, una empresa de transporte, importación y exportación de todo tipo de artículos propiedad de James M. Faulkner, también conocido como Jmf. El tren tenía como destino la ciudad pero antes de llegar al último punto de desvío había cambiado su rumbo, alejándose del destacamento para desconcierto de los empleados de la compañía y trabajadores de la estación que aguardaban la llegada del tren para ponerlo todo a punto para el gran evento que iba a celebrarse en el lugar.

Lo que no sabían en la ciudad era que el tren había sido abordado por la banda de Eder Acio, un conocido forajido que llevaba meses saqueando los alrededores del destacamento sin dejar ningún rastro que condujera a su escondrijo en las montañas, bien resguardado de los intrusos y curiosos que se atrevían a adentrarse en las vastas y áridas llanuras de la zona. La banda de Acio no era muy grande, a lo sumo eran ocho personas contando su líder, pero no habían tenido problemas de eliminar a los tripulantes del tren rápidamente y apoderarse de él para sus propios fines.

- ¿Qué se supone que llevan en este tren para que tengamos que asaltarlo?-. Preguntó uno de los forajidos que estaba en el último vagón del convoy junto a un compañero suyo.

- El jefe dice que el cargamento es extremadamente valioso, que podremos venderlo y vivir como reyes-. Le respondió el otro.- No sé si creerlo teniendo en cuenta la escasa vigilancia y resistencia que han ofrecido esos pobre infelices.



Enzarzados en su plática no vieron a tiempo el aparato volador que se aproximaba hacia ellos, posándose sobre el vagón proyectando su sombra a través del techo de cristal del compartimento. Para cuando los forajidos se percataron de la compañía no deseada dos hombres cayeron a través del vidrio abriendo fuego, acabando con la vida de ambos antes de que pudieran reaccionar y desenfundar sus revólveres.

- Buena puntería sheriff-. Dijo el alguacil Ortigosaurio a su superior.

- Deja los elogios para luego, todavía queda trabajo por delante-. Respondió el sheriff de Wesh City, el implacable Calebson.- Deprisa, tenemos que parar el tren antes de que Lilith Morrigan se quede sin combustible.

No tardaría en venir alguien a investigar el ruido, así que ambos agentes de la ley se apostaron a ambos lados de la puerta de conducía a los demás vagones y Lilith se alejó momentáneamente para esperar la señal y dirigirse a la locomotora. Uno de los miembros de la banda de Eder Acio entró apresuradamente sin reparar en los dos intrusos, viendo solamente los cuerpos de sus compañeros. Calebson golpeó con la culata de su revólver al forajido en la nuca, dejándolo fuera de combate instantáneamente:

- A éste nos lo llevaremos a casa, para que dé ejemplo al resto.

Tras atar, amordazar y entregar el bandido a Lilith el sheriff y su ayudante pasaron al siguiente vagón, vacío a excepción de los cadáveres de varios miembros de Faulkner.

- Malditos, sólo estaban haciendo su trabajo...

- No te preocupes Ortigo, se hará justicia con estos canallas.

Ambos abandonaron el compartimento y avanzaron al siguiente, donde los recibieron otros tres miembros de la banda de Eder Acio que los descubrieron nada más entrar. El vagón contaba con grandes cantidades de cargamento, así que los intrusos pudieron resguardarse del fuego enemigo tras unas cajas metálicas cercanas a la compuerta de acceso.

Calebson echó un rápido vistazo mientras los bandidos recargaban y vio cómo dos iban armados con revólveres mientras que el otro llevaba consigo una escopeta de triple cañón que hizo mella en el metal de la cobertura del sheriff tras errar su portador el tiro al esconderse a toda velocidad. Los pistoleros se comunicaron entre sí mediante señas mientras seguía lloviendo sobre ellos una lluvia de balas, y en el momento en el que el cuarteto de cuatreros pararon a recargar a la vez Calebson y Ortigo salieron de sus escondrijos raudos y veloces vaciando sus revólveres con una precisión abrumadora; tres tiros, tres muertos.

- Veo que mis lecciones tienen efecto después de todo-. Elogió el sheriff a su segundo después de que éste abatiera con un disparo certero entre las cejas al escopetero.- No creo que tengamos problemas para recuperar el tren.

Antes de adentrarse al último vagón previo a la locomotora recargaron de nuevo y se prepararon, ya habían armado suficiente follón como para que Eder Acio no estuviera listo para su llegada. El sheriff abrió la puerta al compartimento siguiente y rodó hacia su interior para cubrirse tras otra caja metálica; Ortigo esperó ocultó tras el umbral de la compuerta. Lilith realizaba batidas sobre el vagón, buscando a los dos forajidos restantes como apoyo aéreo, pero no podía ver bien desde ahí arriba. De pronto un disparo proveniente de la locomotora impactó de lleno sobre una de las válvulas de la pequeña aeronave, haciendo que la ayudante del sheriff perdiese el control y tuviese que efectuar un aterrizaje de emergencia sobre unas dunas cercanas a las vías mientras Calebson y Ortigosaurio seguían en el tren.

- Ese maldito Eder Acio es un diablo disparando, he de admitirlo-. Comentó Ortigo.- Espero que Lilith esté bien.

- Saldrá de ésta.- Contestó Calebson-. Tenemos que centrarnos en reducir a esos malhechores y parar el tren antes de que sea demasiado tarde.

- ¿Demasiado tarde para qué?-. Preguntó Ortigo extrañado.

- ¿No lo recuerdas? ¡La vía todavía está en construcción, si no paramos este trasto en los próximos minutos nos despeñaremos por el barranco Reshi!

Efectivamente, el tren se dirigía hacia un tramo en obras de la vía, un puente a medio acabar cuya intención era atravesar el descomunal barranco que cubría la distancia más corta entre el desierto de Wesh City y la civilización.

- Si perdemos el tren la riqueza de la ciudad se verá diezmada, la empresa Faulkner dejará de operar en la zona y perderemos la mejor oferta de negocio de la que disponemos-. Explicó el sheriff a su ayudante.

- Siempre podemos ir tirando de la mina de carbón de mi familia, señor-. Respondió Ortigo.

- Faulkner es nuestro principal comprador, si se larga no habrá carbón ni tecnología que valgan-. Apuntó Calebson.- ¡Vamos!

El sheriff rodó hacia otra cobertura seguido por Ortigo, avanzando juntos y poco a poco para evitar sorpresas. Si desde la locomotora habían tenido a Lilith a tiro sin mostrarse era muy probable que ellos también estuvieran en la mira del tirador. Y efectivamente, otro disparo venido de la nada le arrancó el sombrero a Calebson, fallando por muy poco su objetivo original.

- ¡Maldita sea!-. Exclamó el agente del orden pasándose la mano por la cabeza mientras se agazapaba tras un baúl.

- ¿Un francotirador?-. Preguntó Ortigo asomándose ligeramente.- ¡No lo veo!

- No es un simple francotirador-. Dijo Calebson.- Es el jodido Mariachi...

- ¿El segundo de Eder Acio?

- El mismo, no sé cómo se me ha podido olvidar.

El Mariachi era la mano derecha de Eder Acio, un tirador mortífero maestro del camuflaje. El sheriff pudo verlo durante unos segundos mientras perseguía a la banda tras uno de sus primeros asaltos a un pequeño asentamiento a varios kilómetros de Wesh City pero antes de que pudiera identificarlo correctamente una bala venida de la nada le voló los sesos a su caballo y lo derribó, permitiendo que los bandidos escaparan. Aparte de eso, nadie sabía qué pinta tenía aparte del propio Eder Acio. Es más, muchos se preguntaban cómo alguien así podía estar a las órdenes de otra persona.

- Ese bastardo nos separa de Eder y la locomotora, ¿qué vamos a hacer?-. Preguntó el alguacil a su superior.

El sheriff pensó durante unos instantes; la locomotora del tren pitó de forma ensordecedora.

- Parece que no nos queda otra, tendremos que cargar por delante-. Dijo finalmente.- Siendo dos objetivos móviles no podrá derribarnos a los dos.

- ¿Está seguro, señor?-. Preguntó Ortigo dudoso.- No estoy muy seguro...

- Tranquilo, tenemos una baza a nuestro favor-. Explicó Calebson.- Uno de nuestros hombres de la ciudad me entregó esto antes de salir.

El agente sacó de su cinturón una pequeña esfera de cristal con un polvo grisáceo dentro y se la enseñó a su ayudante.

- Es una bomba de humo, o al menos un prototipo-. Detalló el sheriff.- El humo será tan espeso que ni ese endiablado Mariachi podrá acertarnos.

Dicho eso contó hasta tres con los dedos para guiar a su subordinado, arrojó la bomba lo más lejos que pudo y disparó para detonarla. El cristal estalló y su contenido se prendió de forma instantánea, generando una espesa cortina de humo negra a través de la cual era prácticamente imposible ver. Ocultos gracias a la humareda, Calebson y Ortigo avanzaron rápidamente hacia la parte delantera del tren. Sólo una puerta más los separaba del interior de la locomotora, el último bastión de Eder Acio y el Mariachi, que parecía haberse retirado adentro.

Sin mediar palabra Calebson entró de una patada con el arma por delante, sólo para encontrarse con que no había nadie allí dentro.

- ¿Qué demonios...?

Había una nota clavada con un cuchillo en la chapa que recubría la caldera de la locomotora. Extrañado, la arrancó y leyó:

Yo gano, "sheriff"


Se oyó una explosión y el compartimento se sacudió violentamente, tanto que Calebson perdió el equilibrio y cayó de culo al suelo. Cuando el vagón se estabilizó Ortigo entró apresuradamente:

- ¡Son ellos, sheriff!

- ¿Qué?

- ¡Están en el vagón anterior!

Calebson se levantó y salió del interior de la locomotora, viendo para su sorpresa cómo se alejaban del resto del convoy al haber sido destruidos los enganches que unían la locomotora con los demás vagones, cuya marcha aminoraba poco a poco. Al frente, saludándole jocosamente a modo de burla y con una sonrisa de superioridad de los labios, se encontraba el propio Eder Acio. Tras él, cubierto por una capucha, estaba el Mariachi.

- ¿¡Cómo narices han hecho eso!?-. Exclamó Calebson.- ¿¡Cómo han podido hacer eso en nuestras propias narices!?

- ¡Tenemos problemas más graves más adelante, señor!-. Gritó Ortigo.

El barranco Reshi se encontraba ante ellos, con las obras de la vía justo delante, llenas de obreros trabajando en ellas. Calebson entró de nuevo en la locomotora y accionó los frenos instintivamente, descubriendo con horror que habían sido saboteados. No había remedio, la locomotora iba a despeñarse con ellos dentro, aún incluso si los frenos hubiesen funcionado. Saltar del tren en marcha no era una opción, el impacto contra el suelo los mataría sin duda.

- Parece que estamos atrapados-. Comentó Ortigo.

- Nos han engañado como a niños pequeños, maldita sea...-. Murmuró Calebson.- Era una trampa para eliminarnos y de paso llevarse un buen botín.

Si vamos a estrellarnos lo menos que podemos hacer es avisar a los obreros-. Dijo Ortigo haciendo sonar el pito del tren repetidamente. A más o menos un kilómetro de distancia, en las obras, los trabajadores se percataron de lo que se dirigía a toda velocidad hacia ellos y empezaron a evacuar la zona.

El tren embistió la primera barrera, destrozándola como si fuera de papel. El morro de la locomotora sufrió daños considerables y las llamas del motor empezaron a extenderse por la cabina, obligando a Calebson y a Ortigo a retirarse a la parte trasera del vagón.

- ¡Jefe!-. Gritó una voz femenina desde arriba. Era Lilith, que había conseguido arrancar de nuevo la máquina voladora y se encontraba planeando sobre la locomotora.- ¡Agárrense!

Dicho eso se desplegaron dos cables desde ambos laterales de la aeronave; Calebson se encaramó a uno mientras Ortigo hacía lo mismo con el otro. Lilith remontó el vuelo y sacó a sus compañeros de la locomotora en llamas, que atravesó la segunda barrera de seguridad, descarriló y tras deslizarse varios metros sobre la gravilla y la arena cercanas a la vía en construcción cayó al vacío, explotando de forma apoteósica y provocando una nube de llamas y humo negro que se alzó hasta el cielo.

Los obreros ya se encontraban reunidos al filo del barranco observando el amasijo ardiente del fondo cuando Lilith, Ortigo y Calebson, con el bandido todavía inconsciente y amordazado asegurado en el compartimento trasero, aterrizaron cerca para intentar poner orden.

- Va a ser una larga noche de papeleo...-. Comentó Ortigo. Los tres estaban abatidos, y las consecuencias serían catastróficas tanto para ellos como para Wesh City si no arreglaban la situación rápidamente.

- Tenemos que asegurarnos de que la verdad no sale a la luz, no hasta que capturemos a esos malhechores-. Dijo Calebson.- Si el Sr. Faulkner se entera de lo que realmente ha pasado aquí... no lo quiero ni imaginar.

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Re: Érase una vez en Wesh City

Mensaje por Caleb » 02 Feb 2016 06:14

=D> =D> =D>

Excelente prólogo! Me pareció bien dinámico, y me gustó bastante su desarrollo. Creo que el conflicto macro quedó bastante claro, ahora a ver qué pasa con Wesh City y sus fuerzas de la ley xD

A esos bandidos hay que colgarlos!

Muy buena intro, apruebo plenamente.

---

Por un momento pensé que iba a darse una escena así, con Ortigo como el Wray xDD

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Re: Érase una vez en Wesh City

Mensaje por Ele Alzerav » 02 Feb 2016 20:28

Un Caleb salvaje apareció! xDD se le echó de menos en esa partida, ahora tiene oportunidad de meterse en el universo :P

Lo que sí, es que esto empieza teniendo tan poco que ver con la historia de aquella partida que casi no paga ni derechos de autor :lol:

Vamos a ver que tal el siguiente capítulo =D>

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Re: Érase una vez en Wesh City

Mensaje por Ill » 03 Feb 2016 22:52

II

La perla del Oeste


A pesar de los intentos del sheriff por intentar encubrir el asalto como un desgraciado accidente los rumores sobre lo que de verdad había ocurrido no tardaron en recorrer como la pólvora las calles de Wesh City. Calebson seguía haciendo como si no pasara nada pero sus vecinos lo miraban mal al pasar, y a menudo oía murmullos poco amistosos a sus espaldas. Mientras tanto, el secuaz de Eder Acio se negaba a hablar y permanecía encerrado en al celda más oscura y recóndita de la comisaría, vigilado a todas horas por Ortigo y Lilith cuando el propio sheriff no estaba.

Pasó una semana y media antes de que Calebson perdiera los papeles completamente. Se encontraba en la taberna de la plaza principal de la ciudad tomando un trago cuando un ciudadano furioso y borracho desenfundó su arma contra él. Calebson lo redujo tras un primer disparo fallido y, para acabar de una vez con los rumores de su inutilidad e imponer respeto, ordenó su ejecución en la plaza de la ciudad. A la mañana siguiente los vecinos de Wesh City se despertaron descubriendo que se había montado una plataforma con diversos artefactos, desde una horca mecánica hasta una guillotina a vapor, para ajusticiar a cualquier infractor de la ley o sospechoso de ello y mantener a raya a los habitantes de la ciudad, como según Calebson todo sheriff debía hacer. Atraída por el morbo, la gente se reunió alrededor de la máquina, donde Ortigo se encontraba enganchando al acusado a la horca mientras Calebson observaba. Cuando el alguacil terminó de asegurar al prisionero, el sheriff se dirigió a los asistentes:

- ¡Habitantes de Wesh City, escuchadme con atención!

Se podía respirar la tensión en el ambiente, así como los cuchicheos de la multitud.

- ¡Como sabéis, durante las últimas semanas han estado circulando rumores sobre lo que de verdad ocurrió en el tren de Faulkner y mi capacidad de mantener la ciudad segura de bandidos! ¡En su momento comuniqué la verdad, que había sido un desgraciado accidente que casi nos cuesta la vida a mi ayudante y a mí, pero parece que habéis perdido la fe y la confianza en mí ya que ayer por la noche la ola de mentiras, acusaciones y descalificaciones hacia mi persona culminó en una agresión intolerable que no puedo pasar por alto!

El tumulto enmudeció, expectante.

- ¡Como recordatorio para el futuro voy a recordaros cómo trato yo con los infractores de la ley y la falta de respecto hacia sus representantes, ya sea ciudadano o forajido!

Dicho eso tiró de la palanca que había a su izquierda y el suelo desapareció bajo los pies del acusado, cayendo como un plomo hasta ser detenida su caída por la cuerda enganchada a su cuello. Algunos gritaron de terror, otros de indignación, otros permanecieron impasibles y otros celebraron mientras la víctima se retorcía en la horca, asfixiándose poco a poco hasta que finalmente dejó de sacudirse y pasó a mecerse suavemente sobre el suelo, muerto.

- ¡Que quede claro!-. Gritó Calebson tras volver a tirar de la palanca, retrayendo la cuerda y dejando el cadáver al alcance de Ortigo para que lo bajara.- ¡Mientras yo siga vivo, mi ciudad estará limpia!

Mientras el cuerpo sin vida del hombre era subido a una carreta una sombra cubrió una porción importante de la plaza. Se trataba de un dirigible de tamaño considerable que hacía maniobras para atracar en el puerto aéreo al norte de la pequeña ciudad. El diseño de la aeronave consistía en una canasta de base elíptica que colgaba, mediante fuertes cables, de un enorme globo ovalado de color ámbar, bastante mugriento, pero en buen estado de conservación. La mayor parte de la canasta era de hierro con ventanas de ojo de buey, pero la parte delantera parecía una elegante jaula de hierro y cristal. Un par de alas, con seis motores de hélice cada una, sobresalían de la canasta del aparato.

- Parece que nos hemos perdido una buena ejecución-. Dijo James M. Faulkner en voz alta mientras observaba la plaza a través de los ventanales.

James M. Faulkner, también conocido como Jmf, era el capitán de la nave y el dueño del tren saqueado por la banda de Eder Acio. Vestía con una gabardina, un chaleco y pantalón negros, una camisa blanca, una elegante corbata, un sombrero de copa y unas enormes botas que contrastaban con el resto de su atuendo. En su ojo derecho había un robusto monóculo que parecía estar incrustado en su rostro y colgando de su espalda había un rifle Winchester.

Jmf había viajado a Wesh City personalmente por dos razones: averiguar qué había ocurrido con su preciado tren, con el que pretendía hacer negocios en la zona, y buscar nuevos tripulantes para su aeronave; un ingeniero extra, gente que supiera usar armas, tal vez un buen cartógrafo y con un poco de suerte algún cocinero. El único ingeniero de la nave, una mujer llamada Augusta, era bastante hábil pero lamentablemente había perdido un brazo varios años atrás y necesitaba otra persona para darle mantenimiento a su prótesis mecánica. Pyotr, el médico a bordo, tenía algunas habilidades mecánicas pero no eran suficientes.

Una vez atracada la aeronave Jmf se dirigió a sus tripulantes:

- No sé cuánto tiempo nos va a tomar esto, así que mantengan listo el dirigible para partir en cualquier momento por si acaso. Salgan a divertirse si lo desean, pero asegúrense de que hay alguien siempre en la aeronave para evitar problemas. Me hospedaré en el hotel de la plaza principal; la comisaría no anda lejos y en el bar cercano seguro que encontramos a alguien interesado en unirse a nuestra tripulación.

Un poco al sur del aeródromo, sobre el tejado de un taller de varios pisos, una chica se encontraba trabajando en un extraño artilugio instalado allí.

- ¿Piensas pasarte ahí todo el día, Roxanne?

La mirada de la joven se posó en el pequeño hombre que se asomaba por un compartimento que conducía al interior del edificio.

- El ala derecha no responde correctamente. Tengo que ajustarla y ver la forma de hacer el sistema más veloz y ligero-. Respondió la chica al chico.- Que yo recuerde, la idea de este invento fue tuya, Levi.

- ¿Y no puedes hacerlo en otro lugar que no sea el tejado? No soporto ver cómo esa escoria te mira como si la que estuviese mal eres tú-. Replicó él.

Roxanne sonrió con amplitud, se colocó en su sitio su bombín morado y negro y clavó la vista en Levi:

- No entiendo cómo puedes ser malhablado y refinado al mismo tiempo.

- Algún día te enseñaré-. Contestó Levi.- ¿Bajas o no?

- No quiero ver la ejecución, ni a la gente que disfruta viéndola. Me enferma, de verdad.

Levi asintió, suspirando. Se sentó con ella en el tejado, mirando al amanecer anaranjado.

- Algún día, señorita Rivaille, nos largaremos de Wesh City y dejaremos a toda esta mierda atrás-. Le dijo.

- ¿Ése es tu sueño?

- Es mi promesa.

Mientras tanto, en la taberna de la plaza del pueblo, se había aglomerado un elevado número de personas que, tras la ejecución, se habían reunido allí para hablar y tomar algo. AlbertWesker6699, un mecánico local absorto en sí mismo, se encontraba arreglando el sistema del dispensador de cerveza. En una mesa cercana al fondo se encontraba Oddro, un joven de veinticinco años de carácter afable que trabajaba en la tienda de alimentación de sus padres y al que le gustaba llevar una vida sencilla y sin muchas complicaciones.

Un poco más cercano a la entrada del local se encontraba Chrisisra, el panadero de la ciudad. Era una persona delgaducha, pálida y debilucha a primera vista pero él sabía todo de todos sus clientes, era una persona muy atenta; cualquier mirada, cualquier gesto, lo guardaba en su infinito cerebro y, si hacía falta, lo usaba para su beneficio. Había sido uno de los que había vitoreado durante la ejecución, así que era evidente que estaba a favor de la cruzada extremista del sheriff.

En la barra se encontraba una mujer, cercana a las tres décadas, junto a su tercer vaso de whisky del día. Todo el mundo la llamaba Rena pero nadie sabía a ciencia cierta lo que hacía, ya que muchas veces se le veía salir del pueblo y volver semanas después. Cuando alguna vez le preguntaban por su trabajo sólo se limitaba a decir.- Comercio -. pero nunca se supo cuál era el motivo de sus negocios, ni por qué andaba armada siempre. Como resultado de ello más de una vez los habitantes de Wesh City se inventaban algunas historias casi fantásticas sobre ella. Lo cierto era que sus armas más de alguna vez la habían salvado de asaltos u otros tipos de agresiones. Era conocida, también, por sus peleas en el bar, donde sus habituales borracheras se juntaban con una mala leche tremenda cuando alguien la molestaba más de la cuenta.

Pasado un rato la gente comenzó a salir del bar para dirigirse a sus quehaceres, entre ellos Rena que se puso de pie, metió la mano al bolsillo de su pantalón y dejó un montón de monedas en la barra para luego tomarse de un trago el whisky que quedaba en el vaso. Cuando salió del establecimiento caminó alejándose de la plaza, pasando por delante del burdel de Wesh City.

Y allí estaba Agar Rovi, la prostituta mas famosa de la ciudad, mirando la más reciente ejecución en la plaza desde el balcón del burdel, desde donde disfrutaba de una vista privilegiada. El edificio era de los más grandes y destacables de la ciudad, sin duda la cereza del pastel que representaba su corrupción y decadencia. El sheriff creía ser el salvador de ese nido de maleantes en que se habían convertido la ciudad y sus alrededores y a consideración de Agar era el peor de todos, no por nada era el mejor de sus clientes aún estando "felizmente casado”. No solamente le tenía asco a Calebson por eso, sino por un evento trágico que había ocurrido muchos años antes, cuando el sheriff tomó juramento y se convirtió en el protector de Wesh City:

Agar era una adolescente de quince años prometida para casarse con un joven adinerado hijo de un socio de su padre Walter Rovi, quien era el dueño del banco de la ciudad en ese entonces. Calebson llegó entonces a la ciudad, y en una sucesión de hechos bastante extraños su padre termino culpado de estafar a todos sus clientes. Tras no poder encontrar evidencias que lo exculparan y no se hallara rastro del dinero robado el señor Rovi fue ejecutado en la misma plaza de forma sádica y atroz a manos del propio Calebson, quien al ser nuevo quiso dejar bien claro quién mandaba en “su” ciudad. Después de eso Agar perdió no sólo a su padre, sino su estatus, su dinero, su prometido y finalmente la dignidad. Deambuló por las calles sin nadie que le tendiera la mano, muriendo de hambre hasta que Amanda Bane llegó de otra ciudad a colocar su burdel y, como los hombres necesitados, el dinero no tardó en abundar. Amanda no tardó en recaudar lo suficiente como para trasladarse del modesto edificio que había adquirido inicialmente al antiguo banco de Walter Rovi, tras lo cual le ofreció a Agar, sin saber su historia ni su relación con el inmueble, trabajo consolando hombres. Ante la desesperación Agar aceptó y todos se regocijaron al saber que la hija del estafador ahora vendía su cuerpo, hecho que no tardó en saberse en toda la ciudad. Ya habían pasado diez años de aquéllo y hacía dos que la señora Bane había fallecido legando el burdel a Agar. Podría haberse marchado de la ciudad y dejar su doloroso pasado atrás pero no tenía motivación de vivir a esas alturas; no sabía trabajar, no tenía familia ni amigos, nada le interesaba... era una muñeca sin alma usada para el disfrute ajeno. Lo único que le daba motivos para levantarse cada día era la poca lealtad que le guardaba al recuerdo de Amanda y la posibilidad de ver algún día cómo Calebson pagaba por todo lo que le había hecho...
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Re: Érase una vez en Wesh City

Mensaje por Caleb » 03 Feb 2016 23:43

Buen capítulo! Presentando los personajes y habitantes de este pueblo tan dejao de la mano de dios (y su concha). A ver cómo se desarrollan los eventos.

Calebson termina siendo un sheriff tiránico y borracho!
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Re: Érase una vez en Wesh City

Mensaje por Ill » 06 Feb 2016 15:51

III

El forastero enmascarado


Ya era bien entrado el mediodía cuando un viajero solitario recorría un pequeño camino en dirección a Wesh City montado en una mula. Ataviado con sombrero y gabardina granates, un uniforme rojo y negro con máscara incluida, un pañuelo rojo que le tapaba la parte inferior de la cara (ya de por sí cubierta) y dos revólveres en sendas fundas montaba silbando mientras le daba a intervalos regulares trozos de zanahoria al animal. Tras él había cargado un enorme macuto que se contoneaba con cada paso.

- ¡Ánimo Betty, no estamos lejos!

La mula rebuznó como si contestara a su dueño.

- Lo sé, lo sé-. Respondió éste acariciándole el lateral del morro.- Ha sido un viaje muy largo y estás cansada, ¡pero tendrás todas las zanahorias que quieras cuando lleguemos!

Betty rebuznó de nuevo y más fuerte antes de pararse, lo que llamó la atención de su jinete. Ante ellos se encontraban tres hombres de dudoso origen, con las caras cubiertas por pañuelos y con revólveres. En el lateral del camino podían verse sus caballos esperando.

- ¡Vaya, nativos!-. Los saludó el viajero alegremente.- ¡No esperaba encontrar muestras de civilización hasta...!

- Cierra el pico y baja de esa mula, despacio-. Lo cortó de mala gana uno de los tres hombres encañonándolo desde la distancia.

- Caballeros, no sé qué quieren pero les aseguro que...-. Siguió el viajero ignorando aparentemente el aprieto en el que se encontraba.

- ¡Baja de esa mula ahora mismo o te bajo yo!-. Gritó furioso el bandido de nuevo, esa vez disparando justo delante de la mula, lo que la asustó.

- ¡Guau querida, calma!-. Exclamó el extraño vagabundo dándole palmadas al animal y acariciándole la crin para evitar que se encabritara.

Una vez Betty se relajó, el viajero se dispuso a bajar:

- Seguro que hay algún modo de solucionar esto de forma pacífica, mis buenos amigos.

- ¿Es que quieres un disparo en la cara, idiota?-. Preguntó otro de los bandidos.- ¡Baja de ahí, despacio, y cállate de una vez.

- ¡Y pon las manos donde podamos verlas!-. Ordenó el último.

El viajero bajó de Betty con las manos en alto, encarándose ante el trío de forajidos que le apuntaban con sus armas.

- ¡Fuera ese sombrero!-. Escupió el bandido que estaba al frente.- Queremos verte bien.

- Si tú lo dices...-. Murmuró el extraño, quitándose el sombrero lentamente con la mano derecha y sosteniéndolo en alto tras hacerlo. La máscara era roja y negra, al igual que el uniforme, pero sus ojos blancos, a través de los cuales el viajero parecía ver perfectamente, eran tan expresivos como unos de verdad.

- ¿Qué hace a alguien llevar esas pintas en esta época del año?-. Le interrogó el segundo bandido.

- Amigo mío, es una larga historia y el día es muy corto-. Contestó el viajero.- Me dirijo a Wesh City, para vuestra información, y sería un detalle si pudiéramos acabar con esto para que pudiera seguir mi camino.

- ¿Cómo dices?-. Soltó el primer maleante.- ¿Eres estúpido o qué, no te das cuenta de que te estamos robando?

- Algo sospechaba, sí, pero confiaba en que pudiéramos zanjar este encuentro tan violento de forma satisfactoria para todos...

- ¡Desengancha el macuto de la mula o te vuelo la tapa de los sesos!-. Ordenó el bandido al frente sin dejar de apuntarle.

- ...pero veo que no hay otro remedio.

Con una velocidad cegadora el extraño desenganchó su gabardina y la arrojó al trío, dejando a la vista dos katanas que llevaba enganchadas a la espalda. Aprovechando el escaso margen que esa distracción le otorgaba desenfundó sus revólveres y disparó hasta vaciar los tambores de ambas armas a través de la gabardina; cuando ésta cayó los tres forajidos estaban en el suelo. El eco de los disparos aún se podía oír perdiéndose en la distancia cuando el viajero, guardando sus armas, se acercaba a recoger su prenda y comprobar el estado de sus asaltantes; dos yacían muertos mientras el tercero intentaba alejarse a rastras dejando un rastro abundante de sangre en la arena del desierto. Cuando vio que el extraño se acercaba intentó dispararle pero antes de poder apuntar recibió una patada en el brazo que le hizo soltar el arma, que salió volando hacia un pequeño desnivel en el lateral del camino. Chascando la lengua en desaprobación y negando con la cabeza, el extraño se agachó a su lado:

- No puede decirse que no lo haya intentado, ¿verdad amigo?

El bandido le escupió una mezcla de saliva y sangre a la cara, a lo que el enmascarado apenas reaccionó.

- Eso no ha sido muy cortés, a decir verdad.

El viajero desenvainó una de sus katanas e hizo el amago de ahorrarle la miseria al bandido pero cuando estaba a punto de pincharlo como a un cerdo reculó:

- ¿Sabes qué? En agradecimiento por esta acogedora y cálida bienvenida te voy a dejar vivir, sólo para que veas lo simpático que soy después de todo.

El tipo hizo el signo de la paz con la mano derecha, se levantó limpiándose con el pañuelo el escupitajo, se volvió a poner la gabardina y el sombrero y se dirigió hacia su mula.

- Vamos Betty, ya vamos con bastante retraso.

Tenía un pie ya en uno de los estribos cuando oyó jaleo a sus espaldas, a la izquierda del camino. Se giró instintivamente y vio a unos cinco hombres a caballo y armados más, gritándole y mentando a su por fortuna difunta madre. Parecía que los tres bandidos del camino no estaban solos después de todo.

- Oh mierda...



El sujeto de la máscara saltó al lomo de Betty y la hizo arrancar a correr, con las balas silbando tras ellos, no sin antes hacer que la mula pasara por encima del bandido herido para chafarle las pelotas de un pisotón (¡cosa que ocurrió!). El hecho de que Betty fuese una mula más el enorme macuto que llevaba a cuestas estaba haciendo que poco a poco los cinco bandidos recortaran la distancia más y más. Si no hacía algo iban a atraparlo, así que agarró un palo que llevaba la mula colgado en un lado, ató una zanahoria entera a él y lo enganchó en un compartimento especial que el animal llevaba en la cabeza, motivando a Betty a correr sin pararse sin necesidad de que su jinete la espoleara. Hecho eso, el enmascarado giró sobre sí mismo y se colocó dando la cara a sus perseguidores, quienes estaban cada vez más cerca y, cual stormtrooper borracho, eran incapaces de acertar en el blanco. Tras examinar uno de los muchos bolsillos del macuto el hombre misterioso sacó un par de lo que parecían unas esferas metálicas con protuberancias con un botón. Tras activar aquellos extraños dispositivos los arrojó a sus perseguidores, adheriéndose a dos de estos y explotando tras pitar durante unos segundos. Los restos de bandido y caballo de bandido empaparon a los tres supervivientes, quienes a pesar de la sorpresa no cesaron en su intento de derribar al tipo que había matado ya a cuatro de los suyos.

- ¿No os rendís, eh?-. Masculló el perseguido.- ¡Muy bien Betty, SCHUTZSTAFFEL!

Aún corriendo con los ojos centrados en la zanahoria que se mecía sobre su cabeza, la mula levantó la cola y soltó un ñordo considerable que cayó como un saco de patatas al camino. Uno de los caballos pisó el producto fresco, resbalando y cayendo al suelo estrepitosamente mandando a su jinete contra un montón de cactus que crecían en el borde de la curva que acababan de pasar.

Los dos bandidos restantes cesaron su persecución tras eso, maldiciendo y tratando de acertar una última vez a su fallida víctima. El extraño volvió a su posición original, desenganchó el palo y la zanahoria de éste y se la dio directamente a Betty, que empezó a comérsela con efusividad. El jinete se dio la vuelta una última vez:

- ¡Y espero que recordéis este día como el día en que CASI le robáis la mula al famoso e intrépido Illpool!-. Se despidió el enmascarado riendo y agitando su sombrero mientras Betty, rebuznando de alegría por haber conseguido al fin la zanahoria, y él se perdían tras una curva; se podía ver ya Wesh City en el horizonte.
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Re: Érase una vez en Wesh City

Mensaje por Ill » 10 Feb 2016 01:20

IV

Un día corriente en Wesh City
Ya era bien entrada la tarde. El sheriff Calebson se encontraba reunido con Jmf en su oficina discutiendo sobre el incidente del tren:

- Mis fuentes alegan que fue un asalto armado por parte de una banda local-. Acusó el dueño de Faulkner.- ¿Qué pretende, Calebson?

- ¡Fue un accidente, maldita sea!-. Se defendió el sheriff arrugando su rostro maltrecho de cincuentón.- Sus fuentes se equivocan.

- ¿Y qué hacían usted y sus ayudantes ahí, si puede saberse?-. Preguntó sarcásticamente Jmf.- ¿Por qué no sobrevivió ninguno de los trabajadores a bordo del tren?

Calebson iba a soltar otra mentira cuando Tecgarasil, un joven ingeniero extremadamente talentoso que trabajaba para la comisaría diseñando equipo y armamento nuevo para poder subsistir él y su madre, entró en la habitación:

- Señor, ha ocurrido un problema-. Anunció el muchacho con nerviosismo alternando la mirada entre Calebson y Jmf, que lo miraba molesto por haberlos interrumpido. El sheriff, por otra parte, parecía complacido por la intromisión.

- ¿Qué ocurre, chico?-. Preguntó Calebson levantándose de su silla, claramente interesado en zanjar la discusión.

- Le necesito en el laboratorio-. Dijo Tecgarasil.

Calebson se encogió de hombros mirando a Jmf:

- Qué le voy a hacer, Faulkner, se me requiere en otro lugar; seguiremos con nuestra charla más adelante.

- No crea que voy a irme de aquí sin respuestas tras el viaje tan largo que he realizado, sheriff-. Le avisó Jmf.- Volveré mañana a primera hora.

- Sí, claro-. Se despidió Calebson echándolo “amablemente” de su despacho, tras lo que cerró la puerta con llave y se dirigió con Tecgarasil al laboratorio de la comisaría, el lugar donde el joven y sus compañeros diseñaban y mejoraban el equipo de Calebson, Ortigosaurio y Lilith Morrigan.

Jmf examinó con recelo la cerradura del despacho durante unos instantes, tras lo cual se marchó en dirección al hotel. Así como entró en el edificio por la esquina más cercana apareció Illpool montando a la burra Betty, atrayendo las miradas y cuchicheos de los transeúntes. Un individuo de aspecto huraño observaba la escena desde un callejón cercano. En la ciudad era conocido como César, un tipo reservado y apartado del resto de la comunidad que vivía en una cabaña destartalada en las afueras con su gato, al cual llevaba en brazos y se encontraba acariciando en ese momento. Cuando no estaba encerrado en su casa haciendo Dios sabía qué se pasaba el tiempo merodeando por los rincones más oscuros de Wesh City, acechando:

- Vaya, parece que tenemos un forastero en la ciudad...

Levi se encontraba realizando unas compras de última hora. Roxanne necesitaba un par de piezas para terminar de arreglar el misterioso aparato en el que trabajaba incesamente día tras día y le había pedido el favor al chico, que se acercaba a la tienda de armas de la ciudad. Las piezas necesarias saldrían muy caras sueltas si las compraba en un taller, así que se dirigía a la armería para comprar un rifle de repetición láser para desmontarlo y aprovechar sus partes, cosa que salía increíblemente más barato que comprárselas individualmente a un mecánico como AlbertWesker6699.

Cuando entró en el establecimiento no vio al dependiente por ninguna parte. Tras adentrarse más en la tienda oyó unas voces viniendo desde la parte trasera, así que se asomó por la puerta tapada con una cortina que conducía a la trastienda:

- ...mañana volveré a por mis armas, espero que seas consciente de lo que pasará si no están listas para entonces.

Un tipo bastante alto y fornido, con una barba poblada cubriéndole gran parte de la cara, estaba amedrentando junto a dos secuaces casi igual de altos que él al armero, que se encogía contra la pared contra la que le habían arriconado:

- ¡Sí, sí, no hay problema!

Los cuatro se percataron de la presencia de Levi, quien volvió rápidamente atrás cuando vio que se había metido donde no le llamaban. Poco después apareció la figura amenazante del barbudo con sus acompañantes detrás. Se llevó el dedo a los labios mirando fijamente a Levi, después apartó su abrigo para que éste pudiera ver el enorme revólver que llevaba encima y lo señaló a él. Levi asintió y se apartó para dejar paso a los tres matones. El dueño y dependiente de la armería, Alex Kemp, apareció cabizbajo poco después:

- ¿Quieres algo?-. Preguntó de mala gana.

- ¿Te quedan rifles de repetición láser?

- Sí-. Respondió Alex con voz seca.- ¿Para qué quiere uno alguien como tú?

Levi percibió que esa última pregunta iba con malicia, pero lo ignoró y contestó:

- Para desmontarlo y aprovechar las piezas.

- Son doscientos dólares-. Le informó Alex, claramente queriendo cerrar la venta cuanto antes.

- ¿Puedo ver antes su estado?-. Preguntó Levi.

- ¿Por qué? No vas a usarlo para disparar.

- Quiero ver el estado de los componentes, asegurarme de que no me vendes una chatarra-. Insistió Levi.

- ¿Estás llamándome timador?-. Se defendió Alex.

- No negaré que existen ciertos rumores sobre ti por la ciudad, teniendo en cuenta lo chismosa que es la gente por aquí-. Dijo Levi.- Las piezas son para algo importante, así que me gustaría ver el estado del arma antes de darte el dinero; ya sabes, la vida está difícil por aquí y no es sencillo sacar dinero.

Malhumorado, Alex entró en la trastienda de nuevo sin decir nada y permaneció allí durante unos minutos. Finalmente salió con un rifle de aspecto pesado y robusto en las manos que dejó en el mostrador con un ruido sordo.

- Son doscientos dólares-. Repitió Alex.- ¿Te lo llevas o no?

- Dame sólo un momento.

Levi examinó todas las partes del arma detenidamente y trasteó el cañón, el sistema de disparo neumático y el condensador de energía. Una vez hubo terminado se dirigió al armero:

- Trato hecho, me la llevo-. Dijo sacando el dinero de su bolsillo.- Sobre esos tres tipos que había antes aquí...

- No es asunto tuyo-. Le cortó Alex de mala gana cogiendo el dinero.- ¿Necesitas algo más?

Levi se quedó parado durante unos instantes antes de negar con la cabeza, recoger el rifle y salir de la tienda de vuelta a su taller; había olvidado lo antipático que podía llegar a ser el señor Kemp, pero aún así era la mejor opción para comprar armas y otro equipo barato y ahorrarse un buen pellizco. Dentro de la armería, Alex giró el letrero de la puerta para que desde fuera se leyera “Cerrado”, echó el cierre y bajó las persianas para que ningún curioso pudiera ver el interior

- Vamos Doc, puedes salir-. Dijo a la nada.

Una luz azulada se encendió en un oscuro rincón, tras un montón de trastos, y de allí salió un pequeño dron circular que rodó por el suelo que se paró a los pies del armero. Ese curioso aparato era un sensoide, un tipo de androide fabricado por una empresa que hacía muchos años había caído en la quiebra y había descontinuado la producción de esos aparatos, que contaban con la peculiaridad de poseer un núcleo de uranio que le proporcionaba energía infinita pero que también podía provocar una explosión descomunal, razón por la que se habían eliminado todos los sensoides de la vida cotidiana y posteriormente había sido declarado ilegal tener uno. Doc era una reliquia familiar al igual que la tienda, así que Alex no pudo deshacerse de él sin más y aún lo conservaba; lo consideraba su único amigo en esa ciudad de mierda y a menudo se encargaba de su mantenimiento para poder conservarlo todo el tiempo posible. ¿Qué más le daba si explotaba? Odiaba Wesh City y a sus habitantes, y si no moría antes ejecutado por asesinar a los tres matones que le exigían armas cada dos por tres a lo mejor le hacía un favor y todo.

En su regreso a casa, Levi pasó por la taberna de la ciudad. Fuera, en el tablón de anuncios donde la gente colgaba noticias o mensajes dirigidos a sus vecinos, habían colocado un cartel nuevo:

¿Quieres explorar nuevos horizontes?
¿Quieres trabajar con lo mejor de lo mejor?
¿Quieres afrontar nuevos retos?
¿Quieres ganar buen dinero?
¿Posees conocimientos de ingeniería, mecánica, armamentística y similares?

Faulkner Inc. busca jóvenes promesas como tú para sus próximos negocios

¿A qué esperas? Estamos realizando entrevistas en Wesh City
Las entrevistas se realizarán en el dirigible de la compañía, de 16:00 a 20:00, todos los días hasta la semana que viene
Si tienes cualquier duda contacta con James M. Faulkner, hospedado en la habitación 103 del Hotel Wesh


¿Se le había presentado por fin la oportunidad de largarse de ese lugar de mala muerte junto a Roxanne? Tenía que decírselo nada más llegar a casa, sin duda...

Dos personas salieron agarradas dando traspiés y agitando los brazos al aire de la taberna, sacando a Levi de sus pensamientos. Reni y un tipo bastante gordo, ambos borrachos, estaban enzarzados en una pelea encarnizada, tanto que la mujer le partió el botellín de cerveza que llevaba en la mano al hombre en la cabeza y siguió dándole mientras el pobre tipo intentaba mantener la consciencia y el sitio. Seguramente el sheriff aparecería pronto a poner orden y no quería que lo pillase en medio, menos aún con la actitud tan extremista que había adoptado, así que se apresuró hacia casa mientras la gente se arremolinaba alrededor de la trifulca. Entre la multitud se encontraba el tendero Oddro, horrorizado ante la situación, y el recién llegado Illpool, que se abrió paso hasta el frente del círculo y empezó a arrojar billetes a la pareja.

Cuando por fin llegó a casa y tras dejar el rifle en la mesa de trabajo, Levi encontró a Roxanne de nuevo en el tejado, sólo que esa vez no estaba trabajando en su aparato sino contemplando el horizonte, donde el Sol empezaba a descender para dar paso al firmamento estrellado del desierto. Levi golpeó la trampilla con los nudillos para avisar a la joven de su presencia:

- Oh, ya has vuelto-. Dijo Roxanne ligeralmente sobresaltada.- ¿Has conseguido las piezas?

- Sí, ahora mismo me pondré a desmontarlas y a dejarlas listas para que puedas trabajar cuanto antes con ellas-. Contestó Levi.

- No hace falta que lo hagas ahora-. Le respondió la chica.- No pasa nada si espero a mañana para seguir.

- Bueno, como quieras-. Asintió Levi, haciendo el amago de volver a bajar.

- No, ven-. Lo detuvo Roxanne.- Quédate conmigo, aunque sea sólo un ratito.

Levi sonrió y subió al tejado, avanzó hasta Roxanne y se sentó junto a ella. Las estrellas aparecían progresivamente a medida que la luz del Sol se atenuaba, dejando a la vista un espectáculo de luces precioso que no tenía nada que ver con la inmundicia de Wesh City. Tras unos minutos contemplando esa idílica estampa, Levi cogió de la mano a Roxanne:

- Creo que he encontrado la forma de salir de aquí de una vez por todas.
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Re: Érase una vez en Wesh City

Mensaje por Ele Alzerav » 10 Feb 2016 02:10

La empresa de Faulkner se lo está currando desde luego xD

Muy bien Ill, estamos ansiosos de acción pistolera y sanguinaria
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Re: Érase una vez en Wesh City

Mensaje por Caleb » 10 Feb 2016 06:48

Muy bueno! Ya ves, Levi y Roxanne pueden encontrar algo de paz en esa ciudad tan infame xD también vi algunos datos interesantes como lo del sensoide, a ver qué pasa con eso.

Illpool la liará tarde o temprano, tiene toda la pinta.

xD

Estaré al tanto por la continuación!
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Re: Érase una vez en Wesh City

Mensaje por Jmfgarcia » 10 Feb 2016 08:16

Cuanto hype. No perdia las esperanzas del fic basado en la partida steampunk. Lo mejor es que lleva buen ritmo de publicación.

Veamos si Levi y Roxanne son capaces de alcanzar la felicidad o si cae sobre ellos una tragedua mayor. Y que bien que Lilith tenga un mejor rol que solo ser carne de cañon la primera noche.

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Re: Érase una vez en Wesh City

Mensaje por Ill » 13 Feb 2016 02:18

V

Secretos


El sheriff seguía su patrulla nocturna tras detener la trifulca del bar y encerrar a los involucrados en el calabozo; una simple pelea de bar no merecía mayor castigo que estar entre rejas un par de días para calmar los ánimos. La taberna había vuelto a la normalidad e incluso Tecgarasil, tras solucionar junto al sheriff el problema por el que le había molestado anteriormente, se encontraba bebiendo tranquilamente con AlbertWesker6699, un buen amigo suyo fuera del trabajo con el que colaboraba a veces en su taller.

Calebson se disponía a continuar su ronda cuando reparó en el individuo enmascarado del fondo de la taberna, a quien no había visto durante la pelea entre Rein y el tipo obeso. El extraño no se percató de su presencia ni cuando el sheriff se paró a pocos centímetros, ya que estaba enzarzado en la lectura de un panfleto informativo de la ciudad hablando sobre el incidente del tren del día anterior y los problemas con las bandas de forajidos de la zona de Wesh. Calebson carraspeó con rudeza.

- ¿Qué asuntos te traen a mi ciudad, forastero?

Illpool levantó la mirada y se echó el sombrero para atrás para ver mejor al hombre que se estaba dirigiendo a él.

- ¿Es usted el sheriff de la ciudad?-. Preguntó en respuesta.

- Así es, y no me gustan los forasteros que aparecen de la nada-. Contestó Calebson posando la mano sobre la culata de su revólver. Llevaba demasiados años siendo sheriff como para fiarse de cualquier desconocido que preguntara por él.

Illpool se dio cuenta de ese detalle y levantó las manos en consecuencia:

- ¡No se confunda, amigo mío, no vengo a causar problemas!

- ¿Ah, sí?

- Soy un hombre de negocios y los negocios son lo que me ha traído hasta aquí-. Explicó Illpool aún con las manos en alto.- Si me permite...

Bajo la atenta mirada de Calebson, Illpool introdujo lentamente su mano derecha en un bolsillo de su pantalón, sacando una tarjeta que le pasó al sheriff deslizándola por encima de la mesa. Calebson tomó la tarjeta sin quitar los ojos de encima al forastero y la miró por encima: el nombre Illpool aparecía bien grande en el centro de la tarjeta, con un símbolo de diana con un dibujo de la máscara del individuo con el subtítulo “El mejor cazarrecompensas de todo el Salvaje Oeste”.

- Cazarrecompensas, ¿eh?

- ¡Así es!-. Respondió Illpool con entusiasmo.

- ¿Cómo es que nunca he oído hablar de ti?

- Eso es algo que yo tampoco me explico, es la primera vez que llego a una ciudad y la gente no me reconoce automáticamente-. Explicó el mercenario.

- No nos gustan los de tu calaña, quizá sea eso-. Respondió Calebson con brusquedad.- ¿Por qué la máscara?

- Eso, amigo mío, es una pregunta a la que no puedo responder-. Dijo Illpool sin bajar las manos.- Asuntos personales.

- En esta ciudad todos los asuntos personales son mis asuntos-. Contestó el sheriff.- Y más cuando aparece un enmascarado de la nada cubriendo su cara, evidentemente ocultando algo.

- Seguro que podemos llegar a un acuerdo que acabe conmigo manteniendo mi bonita cara en secreto y con usted fiándose de mí-. Dijo el mercenario.

- ¿Eso crees?-. Espetó Calebson.

- Póngase cómodo y déjeme ir a buscar un par de jarras bien frías-. Le propuso Illpool.- Tengamos una amistosa charla y verá que no soy una amenaza ni para usted ni para su querida ciudad, puede que incluso hagamos “negocios”.

Calebson se mostró escéptico, aún sin apartar la mano de su arma, pero aún así accedió a la oferta y se sentó con cautela. Desde la calle, a través de una ventana, César llevaba un rato observando a los dos hombres. Cuando Illpool se levantó para dirigirse a la barra, César se marchó por un callejón que había a su espalda en busca de más reuniones que espiar. Se dejó caer por la panadería de Chrisisra, a quien encontró trabajando a altas horas de la noche como era costumbre. Le llamó la atención encontrar también ahí a Agar Rovi, quien se encontraba charlando con el panadero mientras éste amasaba panes y otros productos para el día siguiente. ¿Sería un cliente especial, quizá? De ser así, no sabía que las prostitutas de la ciudad trabajaran a domicilio.

Antes de volver a casa, César pasó por la comisaría, donde se podía ver el interior porque la puerta estaba abierta de par en par. Dentro, el investigador pudo ver a Ortigosaurio de guardia, recostado sobre su silla con los pies sobre la mesa leyendo tranquilamente un panfleto similar al que César había visto leyendo a Illpool. Tras él, al fondo, podía ver a Rena en su celda, apoyada como si estuviera aburrida en los barrotes.

- Suficiente por hoy-. Se dijo a sí mismo, alejándose de la comisaría en dirección a su cabaña.

Nada más llegar a casa su gato lo recibió con un maullido suave y corrió a cruzarse entre sus piernas, frotándose con cariño. César lo acarició con suavidad detrás de las orejas, a lo que el gato ronroneó aún más de felicidad y cuando tuvo suficiente se escabulló por las escaleras que conducían al sótano de la casa, cubiertas normalmente por una trampilla de plomo disimulada con el suelo. César bajó tras su mascota, que ya se había metido en su cuna para cuando él llegó, y se dirigió directamente a una mesa repleta de papeles, informes y diversos artilugios electrónicos de aspecto extraño. Escribió con cuidado todo lo que había presenciado y oído ese día, tras lo que se acercó a una de las paredes del sótano, cubierta de papeles, fotografías y otros objetos y aferró la nota junto a las demás en lo que parecía la obra de un psicópata, o en su defecto de alguien con un plan mayor que atañía a Wesh City y a todos sus habitantes.

Ya era bien entrada la madrugada cuando Calebson se marchó de la taberna, con ligeramente más alcohol en sangre del que debería, en dirección a casa. No había cumplido su ronda, pero a juzgar por la tranquilidad de la noche nadie echaría de menos al sheriff patrullando por las calles y llamando a puertas aleatorias hasta que los habitantes de la casa o taller abrieran para confirmar que todo estaba en orden. No quería que su mujer le echase la bronca por llegar borracho así que decidió tomar la ruta “turística” para bajar el nivel de alcohol antes de volver a su hogar, pasando primero por la comisaría para comprobar que todo seguía en orden y los presos en su sitio. No contaba con que era el cambio de turno y se encontró con Ortigosaurio, que se iba también a casa, y con Lilith Morrigan, que acababa de llegar para suplir a su compañero.

- ¿Todo bien, jefe?-. Preguntó Ortigo.- ¿Alguna novedad?

Calebson tardó un poco en responder tras mirar fijamente a su subordinado unos instantes:

- Todo en orden.

Ortigo y Lilith se miraron entre sí, ambos conscientes del estado del sheriff.

- ¿Seguro?-. Preguntó Lilith.- ¿No ha visto nada raro durante la ronda?

- Así es-. Asintió el sheriff.- Quería reportarme y ver que todo estaba en orden por aquí, ¡y como así es me voy a casa!

Calebson atravesó de nuevo la plaza, pasando justo por delante de la máquina de ejecuciones, y si hubiera mirando la fachada del hotel Wesh habría visto una figura descendiendo por ella desde el tejado con un arnés especial; por desgracia no se dio cuenta de nada y siguió su camino.

El escalador furtivo descendió hasta llegar a la ventana de la habitación 103 donde su objetivo, Jmf, se encontraba de espaldas revisando notas e informes referentes al tren accidentado sentado ante el escritorio del dormitorio. El acechador preparó el pequeño arma que llevaba en su muñeca derecha, una pequeña ballesta capaz de disparar un proyectil letal para un adulto, y apuntó a la nuca de su víctima, totalmente desprevenida y ajena al peligro en el que se encontraba. La flecha salió disparada atravesando la ventana sin hacer apenas ruido, directa a la cabeza de Jmf. En una fracción de segundo, Faulkner se agachó para recoger una hoja que se le había caído y el proyectil impactó contra la lámpara, reventándola y alertando al empresario. Jmf agarró su revólver de doble cañón de la mesita adyacente y se apresuró a la ventana; llegó demasiado tarde, ya no había rastro de su asaltante más allá de los pequeños cristales rotos y la propia flecha, mellada por el impacto contra la lámpara.
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Re: Érase una vez en Wesh City

Mensaje por Ill » 15 Feb 2016 04:13

VI

Punto de ruptura


El Sol apenas había salido cuando los curiosos abarrotaron el hotel Wesh intentando ver qué había ocurrido en la habitación 103. Ortigosaurio no se encontraba de servicio pero aún así acudió en cuanto Calebson le avisó para que Lilith pudiera quedarse en la comisaría. Mientras el alguacil guardaba silencio ante la puerta cerrada de la habitación, acosado a preguntas e intentos de entrar; César no podía faltar a la cita.

Dentro de la habitación se encontraban Jmf, el sheriff Calebson y Tecgarasil, quien se encontraba examinando la escena.

- Como lo oye, Calebson-. Explicó Jmf.- Alguien me disparó con un proyectil a través de la ventana y se esfumó tras fallar por escasos centímetros.

Tecgarasil encontró el susodicho proyectil bajo el escritorio, entre los cristales y la porcelana de la lámpara rota por el impacto:

- Parece una flecha-. Apuntó levantándola para que el sheriff y Jmf pudieran verla.- Nunca había visto nada similar.

- Yo sí-. Dijo Jmf.- Está modificada, pero reconocería este tipo de proyectil en cualquier lugar; es un prototipo fabricado por mi empresa y el tren que según usted, Calebson, se estrelló por accidente llevaba un cargamento de ellos.

El sheriff palideció.

- ¿Va a contarme de una vez lo que pasó de verdad con mi tren y su cargamento?-. Preguntó Jmf.- Lo averiguaré tarde o temprano, depende de usted el modo y las consecuencias.

- Me temo que...

- Deje de tomarme por un idiota, Calebson-. Lo cortó Faulkner.- Es evidente que el tren fue asaltado, que robaron el cargamento y que ahora intentan quitarme de en medio usando mis propios productos por alguna razón. No puede ocultarme la verdad, ya no.

Calebson se rindió, finalmente:

- No quería que la ciudad me tomase por un inútil, y tampoco quería que decidiera no volver a realizar negocios aquí.

- De eso se ha encargado usted solo mintiéndome y, a juzgar por lo cerca que han estado de matarme, fallando en su cometido de proteger la ciudad y sus habitantes. Haga su trabajo y yo haré el mío, pero no espere que vuelva una vez me marche.

- ¿Se va a quedar en la ciudad tras el intento de asesinato?-. Preguntó Tecgarasil sorprendido.

- En mi dirigible, donde se están realizando las entrevistas para conseguir nuevos miembros para la tripulación y donde realmente hay gente en la que confío y con la que puedo contar-. Detalló Jmf mientras empezaba a recoger sus cosas.- Está claro que el sheriff no está a la altura de las circunstancias.

Calebson estaba temblando de la ira y la impotencia, así que antes de cometer alguna locura salió como una furia de la habitación y se abrió paso entre los curiosos de fuera, seguido por Tecgarasil y Ortigosaurio, de vuelta a la comisaría. ¿Así que Faulkner lo tomaba por un inútil e iba a dejar de hacer negocios en Wesh City? Le iba a demostrar a ese empresario de pacotilla lo que significaba cuestionar su honor y reputación como sheriff encontrando el cargamento robado y al asesino para restregárselos por la cara aunque eso acabara con él. Nada más salir chocó con Alex Kemp, tirando al suelo todos los trastos que éste llevaba encima:

- ¡Mira por dónde andas, estúpido!-. Le escupió sin darse siquiera la vuelta.

Ortigosaurio pasó de largo tras Calebson mientras Alex se agachaba a recoger sus cosas. Tecgarasil se detuvo y le ayudó:

- Disculpa al sheriff, anda un poco estresado.

Alex Kemp no contestó, se limitó a asentir con la cabeza y siguió su camino después de haber recogido todo. Cuando llegó a su tienda se encontró la puerta abierta de par en par, lo que provocó que su corazón diera un vuelco pues la había cerrado con llave antes de salir. Al entrar encontró todo revuelto, como si hubieran entrado a robar, pero pronto oyó voces y risas provenientes de la trastienda, voces que le resultaban desagradablemente familiares. Atravesó la cortina con cautela, encontrándose al matón bigotudo y a sus dos amiguetes trasteando entre sus cosas y, lo que era peor, jugueteando con Doc.

- ¡Ah, Alex, perdona que no haya esperado a que volvieras!-. Lo saludó con tono burlón el bigotudo.- La impaciencia me ha podido.

Alex no lo escuchaba, sólo tenía ojos para uno de los dos secuaces de ese bastardo, que tenía a Doc fuertemente agarrado con una mano y lo zarandeaba de un lado para otro.

- ¿Qué demonios es esto?-. Preguntó mientras lo meneaba.

- Es un sensoide, idiota-. Le respondió su compañero.- Qué raro, pensaba que eran ilegales.

- Y lo son-. Añadió el bigotudo.- ¿Quién iba a decir que nuestro pequeño Alex desafiaría la ley de esa manera? Tienes suerte de que el sheriff no esté al tanto...

- Has venido a por tus armas, ¿no?-. Le cortó Alex de forma bastante fría antes de abrir una puerta que conducía a su taller personal, lugar donde trabajaba en sus encargos y creaba sus propios artilugios cuando tenía tiempo libre. Tras unos segundos salió con un morral que le dio con brusquedad al tipo del bigote, quien abrió el morral para comprobar que estuviera todo y rió:

- Bueno, parece que nuestro amiguito le ha puesto empeño esta vez-. Dijo removiéndole el pelo a Alex.- Vámonos, chicos.

El matón tiró a Doc al suelo, rompiéndole la cárcasa en el lugar del impacto. Alex estaba al límite, tratando de controlarse, cuando le soltó al bigotudo:

- ¿No piensas pagarme?

El tipo se detuvo en seco y se dio la vuelta, mirando a Alex Kemp como si hubiera mentado a sus antepasados.

- ¿Cómo dices?-. Exclamó furioso.

Arrojó el morral a uno de sus acompañantes, pateó a Doc, que justamente rodaba por delante para esconderse bajo una estantería, agarró a Alex Kemp del cuello de la camisa, lo alzó en el aire y lo estampó contra la pared.

- ¿Tras retrasarte crees que te voy a dar un mísero centavo?-. Gritó el bigotudo.- Tienes suerte de que no te denuncie al sheriff o te meta un tiro en esa cara de mierda que tienes.

Le escupió en la cara. Alex perdió el control, viendo sólo un destello blanco de furia que tomó control de su cuerpo. Aún agarrado por el bigotudo, estiró el brazo derecho haciendo aparecer una cuchilla de debajo de la manga; antes de que su atacante pudiera darse cuenta de qué estaba pasando ya se la había hundido con ferocidad en la garganta. Los otros dos matones reaccionaron sacando sus revólveres pero Doc, aún funcional, desplegó una especie de antena que disparó una descarga eléctrica a ambos, inmovilizándolos el tiempo suficiente para que Alex los degollara igual que a su jefe.

Cubierto de sangre, Alex volvió con el bigotudo, que aún luchaba por su vida tapándose la herida mientras se asfixiaba. Intentó agarrar su revólver pero Alex le apartó la mano de una patada y, separando la cuchilla del artilugio que la ocultaba bajo su ropa, se la clavó en el suelo. El tipo intentó gritar, provocando solamente que más sangre brotara de la herida, y por un momento pareció suplicar clemencia con la mirada, rebosante de miedo. El armero se limpió el escupitajo y parte de la sangre de la cara y observó al hombre que había estado atormentándolo durante años mientras éste se debatía entre la vida y la muerte tratando inútilmente de detener la hemorragia con la mano que le quedaba libre.

- Es hora de limpiar esta ciudad de escoria-. Dijo Alex con una voz carente de sentimiento alguno, tras lo que pisoteó la cabeza del tipo con todas sus fuerzas en repetidas ocasiones hasta que escuchó el cráneo romperse y no quedó nada más que una pulpa rojiza donde antes había una cara y un bigote poblado.

Ya completamente relajado, Alex regresó a la entrada de la tienda, la selló a pesar de tener la cerradura rota, corrió las cortinas de los escaparates y regresó a la trastienda. Doc se aproximó a él con su luz tintineando, claramente dañado.

- No te preocupes, Doc-. Dijo el chico mientras se agachaba con cuidado a recogerlo.- Yo me ocuparé de ti.

Tras eso, entró en el taller para reparar a su mejor amigo.
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Re: Érase una vez en Wesh City

Mensaje por Ill » 19 Feb 2016 00:12

VII

Un descubrimiento inesperado
La noche volvió a caer en Wesh City. Calebson ya había dejado libre a Rena, que pronto volvió a la taberna a su rutina diaria de agotar las reservas de whisky del tabernero. AlbertWesker6699 se encontraba de nuevo también en la taberna, esa vez arreglando la gramola:

- ¿Te queda mucho?-. Le preguntó el barman.

- Sólo ajustar un par de paneles-. Contestó Albert.- ¡Ajá, ya está!



El barman le pagó el arreglo y le ofreció una jarra de cerveza gratis, a lo que el mecánico aceptó gustoso. Vio a Rena sola en la barra, así que se sentó junto a ella, quien lo fulminó con la mirada.

- ¿Una noche dura?-. Le preguntó intentando flirtear.

- Normal-. Contestó la mujer de forma seca y devolviendo su atención al vaso de whisky.

- ¿Ha sido el sheriff duro contigo?

- Como siempre-. Se limitó a contestar Rena, tras lo que terminó el vaso de un trago y pidió otro golpeando la barra con él.

Albert dio un trago a su cerveza antes de seguir intentando entablar conversación:

- Siempre te veo por aquí metida, ¿va todo bien?

- No es asunto tuyo.

- Vamos Rena, algo tiene que pasar para que te pases casi todo el día aquí bebiendo y metiéndote en peleas-. Insistió el mecánico poniéndole la mano en el hombro.

- Te aconsejaría quitar la mano de ahí si no quieres perderla-. Lo amenazó mirando fijamente al barman mientras éste vertía más licor en su vaso.

Albert captó la indirecta, así que apartó de la mano y se fue, dejando a la misteriosa Rena sola de nuevo.

En ese mismo instante se encontraban reunidos Calebson, Ortigosaurio, Lilith Morrigan y Tecgarasil en el laboratorio de la comisaría, examinando más a fondo la flecha con la que habían intentado asesinar a Jmf y discutiendo sobre el plan a seguir:

- Si esta flecha procede del cargamento del tren la situación está clara-. Explicó Ortigo.- Eder Acio se ha colado en la ciudad y por motivos que desconocemos ha intentado quitar de en medio a Faulkner.

- ¿Y de verdad se han tomado la molestia de manipular las flechas?-. Apuntó Lilith.- ¿Con qué motivo harían algo así?

- Para intentar despistarnos y poder pillarnos por sorpresa en el futuro-. Dijo Calebson.- Son unos cabrones astutos pero esta vez los hemos pillado con las manos en la masa.

- ¿Y cómo ha podido pasar esto?-. Preguntó Tecgarasil.- Los sistemas de vigilancia y las cámaras de los puestos exteriores no han registrado nada raro, sólo han entrado y salido ciudadanos en la ciudad desde que ocurrió el asalto al tren y dudo mucho que alguno de los hombres de Faulkner haya intentado matarlo habiéndolo tenido a merced en su dirigible todo este tiempo.

- Podrían estar intentando alejar las sospechas-. Dijo Lilith.- Sería muy evidente si Faulkner apareciera muerto en el dirigible aquí o durante el viaje de ida.

- ¿Y nadie está teniendo en cuenta al payaso de la máscara?-. Añadió Ortigo.- Llegó poco después que el dirigible, podría haber atacado a Faulkner perfectamente.

- Estuve reunido con él poco antes de que ese idiota diera la voz de alarma-. Dijo Calebson.- Es imposible que haya sido él.

- ¿Reunido?-. Preguntó Lilith.- ¿Con ese tipejo, por qué?

- No es asunto tuyo y no atañe a la situación-. Respondió el sheriff.

Lilith se mostró molesta ante la actitud de su superior, pero prefiriró no decir nada y dejar que la conversación siguiera.

- Bien, ¿pues cuál es el plan, sheriff?-. Preguntó Lilith enfatizando sus últimas palabras con un deje despectivo.

Calebson pareció ignorar el tono de su segunda alguacil, pues siguió hablando como si nada:

- Vamos a registrar la ciudad de arriba a abajo, que no quede piedra sobre piedra. Quiero ver las paredes y los tablones de anuncios cubiertos de folletos anunciando que se ofrecerá una recompensa a cualquiera que ayude, ya sea con información o entregándonos al infiltrado directamente para que le haga compañía a nuestro huésped de las celdas. Desplegaré también los bots para que nos ayuden.

- Me encargaré de los panfletos-. Dijo Tecgarasil.- Volveré en un rato con ellos.

A la mañana siguiente la ciudad amaneció cubierta de panfletos informando a los ciudadanos de que notificaran cualquier actividad sospechosa y proporcionaran cualquier información sobre el atentado contra la vida de James M. Faulkner a cambio de un buen puñado de dólares. Calebson sabía que hacer público y confirmar el rumor que llevaba extendiéndose desde el día que Eder Acio atacó el tren sólo iba a añadir más leña al fuego pero no veía otro remedio, ya que el desierto era muy vasto y no podía cortar por lo sano yendo a buscar a ese maleante pudiendo éste esconderse en cualquier grieta o agujero.

Roxanne y Levi leyeron la noticia mientras daban un paseo:

- La verdad es que no nos vendría nada mal ese dinero-. Comentó Roxanne.

- No pienso ensuciarme las manos en los asuntos turbios de esta ciudad, si es lo que estás pensando-. Contestó Levi.

- Era sólo un comentario-. Le reprochó la chica.- Además, si conseguimos un puesto en el dirigible cualquier cantidad será pequeña al lado de lo que ganaremos ahí.

- Y podremos salir de aquí, que es lo más importante-. Dijo Levi.

Illpool, por su parte, sentía las miradas de la ciudad entera clavadas en su nuca. Siempre había un tipo raro y huraño siguiéndolo a todas partes, incluso cuando estaba en los establos dando de comer a Betty, e incluso parecía que el panadero, al que había acudido en varias ocasiones ya para comprar comida para él, le observaba desconfiado.

La paranoia colectiva, sin embargo, no duró mucho. A altas horas de la tercera noche tras el anuncio de la recompensa, Calebson se encontraba en su despacho revisando los archivos que tenía en su poder sobre todos los ciudadanos de Wesh City que había ido recopilando a lo largo de los años.

- Buenas noches sheriff, ¿me permite?-. Dijo una voz desde la puerta.

Calebson alzó la vista y vio allí a César, agazapado tras el umbral mirándolo fijamente. No le caía bien y sabía que el sentimiento era recíproco, pero aún así lo invitó a entrar con un gesto con la mano tras dejar a un lado un dossier bastante abultado sobre Roxanne Rivaille.

- ¿Qué ocurre César?-. Preguntó Calebson.- ¿Tienes algo para mí?

A pesar de su disgusto mutuo, César hacía personalmente las veces de confidente para el sheriff sin que nadie más estuviera al tanto. Calebson pensaba que eso se debía a que el investigador se preocupaba por Wesh City, sin conocer ni hacerse una mínima idea de los motivos reales por los que le ayudaba; de haber sido así probablemente lo hubiera arrestado o incluso ejecutado.

- Tengo información sobre el intento de asesinato de Faulkner, si le interesa-. Informó César entrando en la oficina pero sin acercarse a la mesa.

- ¿Tú qué crees?-. Contestó el sheriff de mala gana.- ¡Habla o deja de hacerme perder el tiempo!

César paseó la vista por la estancia durante unos instantes, como era ya costumbre en él, antes de empezar a hablar:

- Esta tarde he pasado por el colmado para comprar comida para mi gato y otros artículos. El tendero Oddro parecía más nervioso que de costumbre, así que levantó mis sospechas.

Calebson arqueó las cejas:

- Continúa.

- Tras esperar fuera a que cerrara la tienda y se marchara a la cantina entré por mis medios y empecé a investigar, seguro de que encontraría algo ahí...-. Explicó César tranquilamente.

- Espero que así sea y así justifiques ese crimen, ermitaño-. Lo amenazó el sheriff.

- Di con esto escondido tras un montón de cajas y demás objetos.

César arrojó una flecha exactamente igual que la que había sido disparada contra Faulkner sobre la mesa del sheriff, que se sobresaltó.

- ¿Qué demonios?

- La encontré en un saco junto a decenas más-. Añadió César.- Si se dirige usted mismo a la tienda las encontrará sin ningún problema.

Sin perder ni un segundo Calebson se levantó y se arremangó la manga izquierda de la gabardina, dejando a la vista un brazalete con multitud de botones, una pantalla, un micrófono y un altavoz al que habló:

- Unidades W-02, W-05 y W-10, busquen y tráiganme al tendero Oddro inmediatamente.
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Re: Érase una vez en Wesh City

Mensaje por Ill » 27 Feb 2016 10:31

Los exámenes, trabajos y violaciones por detrás rutinarias me están impidiendo mantener el ritmo de escritura y publicación de antes :V
VIII

El sadismo de Calebson
Las unidades W, unas sondas autónomas fabricadas por Tecgarasil con un radio de acción que abarcaba la ciudad y unos pocos kilómetros alrededor, arrinconaron a Oddro en un callejón cercano a la taberna, de donde volvía tras pasar un rato antes de volver a casa. Tras reducirlo con descargas eléctricas lo llevaron a la comisaría donde Calebson esperaba con una celda preparada. Mientras tanto, Ortigo y Lilith registraron la tienda donde efectivamente encontraron el saco con los proyectiles utilizados en el intento de asesinato escondido en el almacén, muy bien resguardado.

Un cubo de agua del abrevadero a la cara lo despertó, encontrándose atado de pies y manos a una silla metálica. Se encontraba en una especie de sótano, poco iluminado y mugriento. A su alrededor había dos aparatos eléctricos con muy mala pinta, conectados a una palanca que Calebson agarraba mientras lo miraba con asco y sadismo en los ojos.

- ¿¡Qué cojones es esto sheriff!?-. Exclamó asustado Oddro tras apartarse el pelo mojado de la cara con una sacudida de cabeza.- ¿¡Qué está pasando!?

Calebson contestó accionando la palanca, lo que provocó que las máquinas dispararan una descarga eléctrica que recorrió al tendero de arriba a abajo, amplificada por la silla de metal y el agua que acababa de tirarle encima. Oddro se estremeció y sacudió mientras gritaba como nunca lo había hecho en toda su vida durante unos cinco segundos antes de que Calebson volviera a tirar de la palanca, deteniendo la descarga. Oddro se abatió hacia delante, temblando y desprendiendo humo.

- ¿Por qué estás compinchado con Eder Acio?-. Preguntó el sheriff como si nada hubiera pasado.- ¿Qué sacas de una alianza con ese bastardo?

- ¿Q...qué?-. Contestó Oddro tartamudeando y con voz débil.

Calebson hizo el amago de tirar de la palanca otra vez, pero se detuvo cuando Oddro gritó:

- ¡No sé de qué me está hablando, lo juro!

Calebson arqueó las cejas y soltó la palanca de nuevo, acercándose un poco a su prisionero:

- Hemos encontrado las pruebas que te vinculan con el intento de asesinato de James M. Faulkner, que a su vez está vinculado con el asalto al tren de hace semanas-. Le explicó el sheriff a escasos centímetros de su cara.- He de admitir que me sorprende que Eder Acio haya conseguido manipular a un ciudadano como tú, y mucho más que haya conseguido colar las armas robadas del tren en la ciudad para que las usaras.

- No... no sé de qué me está hablando...-. Musitó Oddro al borde de la inconsciencia.

- ¿Cuál es el objetivo a largo plazo, eliminarme a mí y a mis ayudantes para poder tomar la ciudad para ellos?-. Siguió preguntando Calebson ignorando lo que decía el tendero.- ¿Qué beneficio sacas tú de esto?

- Le juro... que no sé de qué está hablando...

- Quizá esto te refresque la memoria.

Calebson se acercó al saco de flechas, apoyado cerca de la puerta de salida de la estancia, y se lo arrojó encima a Oddro, esparciendo su contenido por todo su alrededor.

- ¿Qué...?-. Seguía preguntando Oddro sin saber qué demonios pasaba.

- Aunque también puede que lo haga esto-. Añadió Calebson acercándose a la palanca, de la que volvió a tirar.

Los gritos de dolor y las descargas eléctricas podían oírse desde el piso de arriba, en la comisaría.
Ortigo hacía oídos sordos mientras redactaba el informe pero Lilith se veía claramente disgustada ante la situación:

- Ha perdido completamente la cabeza-. Le dijo a su compañero.

- Si no fuera por él estaríamos mucho peor-. Contestó Ortigo sin levantar la mirada de su máquina de escribir.

- ¿De verdad te crees esa mentira?-. Preguntó Lilith.- Está coaccionando, torturando y ejecutando a la población, ¿es que no lo ves?

- Si eso nos permite atrapar a esa banda...-. Contestó Ortigo señalando la celda donde permanecía encerrado el hombre de Eder Acio.- ...no puede ser tan malo.

- Cuando me convertí en su ayudante escuché las historias de cómo había conseguido el puesto y cómo actuaba durante sus primeros años en el cargo pero me convencí a mí misma de que eran exageraciones y mentiras-. Explicó la alguacil.- Ahora veo que me equivoqué y que los demás tenían razón.

- Estás histérica, Lilith-. Dijo Ortigo, esa vez levantando la mirada y dejando de escribir.- Las medidas del sheriff pueden ser un poco extremas, lo reconozco, pero gracias a ello tenemos un forajido en esa celda y hemos atrapado al autor del golpe contra Faulkner.

- Presunto autor-. Le corrigió ella.- Cualquiera podría haber colocado los proyectiles ahí para desviar la atención hacia Oddro.

- Supongo que eso lo sabremos dentro de poco-. Zanjó Ortigo retomando su trabajo.

Lilith lo miró furiosa, cosa que él ignoró mientras continuaba escribiendo, y salió de la comisaría en dirección a las afueras. César, apostado en un callejón cercano, pensó en seguirla para ver qué iba a hacer pero prefirió seguir merodeando por ahí para captar información sobre el interrogatorio.

Mientras tanto, en el dirigible de Faulkner, éste y Augusta, la ingeniera de la nave, se encontraban entrevistando por turnos a los candidatos que se habían presentado esa tarde para unirse a la tripulación. Faulkner en persona estaba entrevistando a Roxanne mientras Augusta hacia lo mismo con Levi con AlbertWesker6699, quien había superado la entrevista antes, esperando fuera del despacho del dueño de la empresa.

- Y dígame, señorita Roxanne-. Preguntó Jmf sentado tras su escritorio.- ¿Qué le ha llevado a querer unirse a mi tripulación?

- Hace tiempo que quiero salir de la ciudad y ver mundo-. Respondió Roxanne desde su silla frente a la mesa.- Me parece una oportunidad perfecta, sobre todo teniendo en cuenta los problemas por los que está pasando la ciudad actualmente y, principalmente, el sheriff.

- Creo que entiendo perfectamente a qué se refiere-. Apuntó Jmf ajustándose el monóculo para leer mejor el currículum de Roxanne.- Veo que posee amplios conocimientos en mecánica e ingeniería en general, ¿cómo es que Calebson no aprovecha sus talentos?

- Es un cerdo machista y un idiota-. Contestó Roxanne sin tapujos.

- Pero uno de sus ayudantes es una mujer.

- Pura fachada-. Añadió la joven.- Le dio el puesto para devolverle un favor a un amigo suyo pero casi siempre la tiene en la comisaría “de guardia” mientras anda con ese tal Ortigo siguiéndole por todas partes como un perrito faldero.

- Ya veo...-. Murmuró Jmf terminando de repasar el currículum antes de dejarlo sobre la mesa y levantarse.- Muy bien, acompáñeme y le mostraré el resto de la aeronave y del personal.

Jmf se levantó y abrió la puerta, indicando a Roxanne que saliera por ella con él. Fuera estaban esperando Augusta, AlbertWesker6699 y Levi.

- ¿Todo listo?-. Preguntó Jmf a Augusta, quien asintió con la cabeza.- De acuerdo, que todo el mundo me siga y no toque nada, ya llegaremos a esa parte más adelante para ver si su experiencia es suficiente para mantener el dirigible en el aire.

Levi pasó junto a Roxanne y le guiñó el ojo, a lo que ella sonrío; por fin, tras tanto tiempo podrían largarse de ese agujero inmundo para no volver jamás.
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Re: Érase una vez en Wesh City

Mensaje por Jmfgarcia » 10 Mar 2016 03:29

Muero por un nuevo episodio de esto. El proyecto todavia está en marcha, ¿verdad?.

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