Jmf - Vamos chicos, tenemos que llevar estos barriles antes del amanecer.
Mientras tanto, el consigliere Spike había conseguido que los presos fuesen liberados tras el interrogatorio. Aportó varias pruebas que les servían como coartada, para explicar qué hacían allí y que no tenían nada que ver con nada ilegal. Además, el cargamento de alcohol nunca fue encontrado ni pruebas de él ya que el barco de los encapuchados, uqe había sido requisado, era un barco distribuidor de comida para perro, además de otros juguetes para mascotas.
Consigliere Spike - No os preocupéis, dentro de un rato estaréis fuera.
Renata - Eso espero, porque no aguanto más aquí dentro.
Edoardo - Supono que eso va por todos.
Consigliere Spike - Qué remedio, si la situación de todos era parecida. Nos debéis una Razgrici.
Edoardo - Estamos en paz por el robo del cargamento.
Consigliere - Nosotros no lo tenemos, así que apúntatela.
Ortigosaurio - De todas formas, casi estamos más seguros aquí, con lo que pasó en el muelle parece que hay alguien que quiere quitar de en medio a bastante gente. No sé qué guerra entre familias os traéis pero es peligrosa.
Al Calebetti - Yo sólo quiero salir de aquí. No tenemos más que andar con ojo.
El consigliere volvió para informar al Don y partir a ayudar a Jmf con la distribución del alcohol. Había tenido que mentir para mantener los intereses de su familia.
Sin embargo, no se habían dado cuenta de que había tres personajes que los siguieron hasta los almacenes. Don Ederello estaba en lo cierto, con una pequeña ayuda no les resultó difícil encontrar el enclave donde tenían la mercancía. Aunque no era ninguno de los puestos habituales, estaba muy cerca, quizá Don Beltrani pensó que el mejor escondite era dejarlo tan a la vista, falló en este caso.
Arovi - Bien, después de vigilar un rato la zona que me dijisteis, he visto alguna actividad sospechosa en ese portal. No me han visto pero no me quiero poner en juego. Me marcho ya, si tienes lo mío no os molestaré más y permaneceré con la boca cerrada.
Yaun - Está bien, aquí tienes, ahora lárgate antes de que nos escuchen... y gracias por todo.
Yaun le pasí a Arovi un sobrecito con un poco de polvo en su interior. Arovi llevaba mucho tiempo realizando pequeños trabajos a escondidas para la mafia lo que le había puesto en una posición privilegiada. No pertenecía a ninguna familia pero todas necesitaban de su inforamación en algunos momentos por lo que a la vez gozaba de cierta inmunidad porque a ninguna de ellas le convenía eliminarla.
Arovi - Nos vemos.
Al irse le guiñó un ojo a Ill Penetti, recordándole el trato que tenían. Acercarlos hasta el alcohol le venía muy bien y si de camino conseguía droga mataba dos pájaros de un tiro. Le encantaba utilizar su toque femenino malévolo para extorsionar a los hombres. Los mafiosos eran como pequeñas marionetas en sus manos.
Ill Penetti - No me gusta, no crees que igual que nos ayuda a nosotros puede ir ahora a contarles a ellos que les queremos robar? Por un poco de polvo puede hacer lo que sea.
Yaun - Es probable, pero ayuda más de lo que perjudica.
Yaun - Vale, he reconocido a un par de dueños de bares bajo la protección de Beltrani. Tenemos que reorganizarnos y trazar un plan para ir a apretarlos y que pasen a estar bajo nuestra protección, con ello iremos tomando el control del alcohol local por local.
Ill Penetti - No creo que sea difícil.
Yaun - No, el problema vendrá después cuando los Beltrani se enteren.
En medio de la noche, terminó el interrogatorio a los presos y los dejaron salir. Les devolvieron sus efectos personales, que a pesar de que no habían ayudado mucho a probar su inocencia, al final no dieron problema. Los miembros de la mafia suelen llevar algún arma escondida, ya sea una pistola o una pequeña navaja.
Edoardo - Espero que hayáis mantenido la boca cerrada. Esto no quedará así, nos veremos pronto Beltrani.
Edoardo se perdió por un callejón, supuestamente para reunirse con algún miembro de su familia que estaría esperándolo. Se llevó con él a Ortigo, puesto que todavía era su mercenario, al no estar terminada la lucha por el contrabando de alcohol.
Al Calebetti y Renata comenzaron a caminar para dirigirse al despacho del Don, los estaría esperando muy interesado en conocer los detalles del interrogatorio. Sin embargo, eso era lo que menos les preocupaba a ellos ahora mismo.
Renata - Oye Calebetti, ahora que estamos a solas, no puedo perder la oportunidad de preguntarte cuáles son tus intenciones.
Al Calebetti - A qué te refieres?
Renata cogió del cuello de la chaqueta a Calebetti y lo empujó contra la pared, para ponerle una pequeña navaja en el cuello.
Renata - Me refiero a qué intención tenías anoche de matar a Jmf.
Al Calebetti - Qué dices? Nadie mató a Jmf, yo estaba escondido.
Renata - Y una mierda, puede que un hombre no sea lo suficientemente observador, pero yo vi perfectamente la misma ropa que llevabas aunque te pusieses una capucha. Sabía que tu mala reputación te precedía.
La expresión de Al Calebetti cambió radicalmente, ahora funcía el ceño e intentaba librarse del agarre de Renata. El forcejeo hizo que se cortara un poco el cuello con la navaja que lo apretaba, pero consiguió quitársela de encima de una patada. Renata cayó al suelo
y esta vez fue Calebetti el que la sujetó apuntandola con su arma.
Al Calebetti - No es lo mío guardar lealtad a ninguna familia. El negocio del alcohol parecía muy seguro, la mejor opción era hacerse con él y formar una nueva familia con mis propios matones. Ahora que te has dado cuenta de que mi fidelidad no era real, no me quedará otra que matarte.
Renata - Será si puedes!
Renata todavía tenía la navaja en la mano y tras conseguir librar el brazo de la presa de Calebetti se lo clavó en la garganta. Calebetti empezó a perder el conocimiento por la falta de sangre, no sin antes hacer un último esfuerzo para disparar una bala con su arma, que se perdió en la frente de Renata. Los dos murieron en las calles para protagonizar los titulares del periódico al día siguiente.
"Dos Beltrani se matan mutuamente en las calles de Reshilia"
Un dolor de cabeza más para Idraneliot Ness, que no daba abasto con todo lo que estaba sucediendo.
La noche no terminaba, puesto que Edoardo y Ortigo habían sido recogidos por Subrosio para ir también a espiar los almacenes de los Beltrani. Como decía Ill Penetti, Arovi era capaz de dar información a cualquiera y es lo que se dedicaba a hacer.
Cuando llegaron, ya había sacado toda la mercancía. El almacén estaba abierto y poco quedaba dentro de él, algunos barriles que probablemente no tuvieron espacio dentro de las furgonetas.
Edoardo - Maldición, no hemos podido averiguar nada de los destinos de la distribución.
Ortigosaurio - Está bien, es mi trabajo que esto salga bien, así que me quedaré aquí lo que queda de noche. Si viene alguien a por lo barriles que quedan le seguiré.
Edoardo - Estás seguro?
Ortigosaurio - Sí, después de la fortuna que me vais a tener que pagar por esto, qué menos que esté bien hecho.
Edoardo y Subrosio partieron y Ortigosaurio se sentó en un escritorio que había en una esquina. la oscuridad lo cubría pero no tenía mucho espacio para ocultarse. Sólo esperaba que si alguien llegaba no se percatase de su presencia, puesto que los barriles estaban en la entrada, a bastantes metros de distancia y su "escondite", es una de las esquinas traseras de la nave.
No tuvo que esperar mucho tiempo para que alguien entrase, la puerta estaba abierta, así que era difícil saber si era alguien que participaba en la operación o si otra persona ajena al entorno estaba husmeando. Se quiso acercar para ver mejor, procurando mantenerse agachado y oculto entre algunas cajas que poblaban la nave. No se dio cuenta de que en su camino había una pequeña libreta de albaranes que descansaba en el suelo y la pisó. El crujido resonó en toda la nave, alertando a la figura que había entrado.
- Eh? quién anda ahí?
Ortigosaurio - Vale, vale, lo siento...
Le resultó familiar la cara que vio y no tuvo miedo de salir, aunque no separó la mano del arma que guardaba bajo la chaqueta.
Ortigosaurio - Qué haces aquí? Puede ser peligroso...
- Tienes razón, será mejor esconderse. Volvamos a donde estabas, está vez sin pisar nada eh?
Ortigosaurio - Tienes razón, ha sido muy patoso por mi parte.
Ortigosaurio se dio la vuelta para mostrarle el camino hacia el escritorio donde se había ocultado en un principio, pero no alcanzó a dar ni un paso antes de que le dispararan una bala por la espalda.
Justiciero - Amiguito, nunca debes darle la espalda a alguien con un arma. Eso lo enseñan el primer día de clase. Un mercenario menos ayudando a la mafia, está ciudad comienza a estar limpia de verdad.
Justiciero - Esa bala ha resonado como el demonio en esta nave tan vacía, no tengo tiempo para jugar más, tengo que irme. Con un poco de suerte, encontrar un cadáver aquí perjudicará a Don Beltrani.
[/b]
Bueno bueno bueno, otro bañito de sangre que da la vuelta a la partida. Renata, Calebetti y Ortigosaurio, pasen a mostrar sus cartas. Y los demás a la ronda de votaciones!
Todo parece sentenciado para terminar en la siguiente noche, veremos si no hay sorpresas al final.
Pequeña leyenda:
No pertenece a ninguna familia
Beltrani
Ederello
Razgrici
Personaje enigmáticamente anónimo