Fanfic: Todo o nada

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Lucy Norton
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Re: Fanfic: Todo o nada

Mensaje por Lucy Norton » 29 Jul 2016 00:06

41.

Creo que hoy nada puede salir mal. Aún me dura el subidón de la victoria, y saber que yo he contribuido en buena parte, me anima aún más. Desde luego que el partido de hoy se puede catalogar como estratosférico. Todos hemos rendido a un nivel excepcional.
He decidido salir con mi hermana y con Amanda a cenar por ahí. Las he llevado a un bar que, aunque no es demasiado conocido y su aspecto bastante cutre, sirven una variedad de platos y tapas para chuparse los dedos.
Claire y Amanda charlan a mi lado animadamente. Me alegra ver que se llevan tan bien aunque Amanda esté hoy bastante enfadada conmigo. He intentado hablar con ella, pero no quiere. Sólo me ha contestado que la deje tranquila en lo que queda de día.
No entiendo por qué se ha enfadado tanto. Estoy harto de explicarle que Jill es una gran amiga y nada más, que a mí sólo me importa ella, es decir, Amanda. Qué complicado es tratar con las mujeres. Ojalá existiera un libro que explicara cómo trabaja el cerebro de una mujer, porque yo, sinceramente, no lo entiendo.
Vale, reconozco que las celebraciones quizá han sido demasiado efusivas, pero tampoco hemos hecho nada raro. Sí es cierto que en esos momentos de euforia no controlas lo que haces; yo mismo lo he experimentado. Pero bueno, habrá alguna solución a la que se pueda llegar. Me importa mucho todo esto.
Se acerca un camarero a traernos la carta y le pedimos las bebidas. Yo pido una Coca-cola, Amanda cerveza sin alcohol y Claire tinto de verano. ¡Ay, hermanita! Cómo se nota que no tienes que conducir. Hemos venido en dos coches porque Amanda tiene que trabajar en cuanto terminemos aquí.
He quedado con mis compañeros a las doce en un bar de copas bastante conocido y concurrido de Raccoon City: el bar Jack. He ido pocas veces porque pilla bastante lejos de mi piso. Además, aparcar en el centro es toda una odisea, aunque hoy siendo miércoles no creo que haya demasiada bulla.
El partido me ha dejado exhausto, y a decir verdad, tengo muchísima hambre. Me comería hasta las piedras del río. Echo un vistazo a la carta para que qué me voy a pedir. Conforme voy leyendo se me hace la boca agua. Todo tiene una pinta deliciosa. Al final me decanto por un solomillo de ternera con una guarnición de patatas con salsa barbacoa, una tapa de boquerones en vinagre y otra de ensaladilla rusa. Sí hubiera estado solo con Claire seguramente hubiéramos acabado en algún burguer o algo parecido, pero hoy no me parecía adecuado llevarlas allí.
Mientras las chicas se deciden, cojo el móvil para cotillear qué es lo que se dice en las redes sobre el partido. Pero antes miro un mensaje que me ha escrito Joseph.

Oye, cabrón, ¿podrías recogerme para ir al bar? Mi hermano necesita el coche para ir a trabajar.

Y lo acompaña con una cara de angelito. Me rio. Qué capullo.

Claro, pasaré a recogerte a eso de las once y media. ¿Quiénes vamos al final?

Me meto en Facebook y veo que la mayoría ha escrito algún comentario. Richard me ha etiquetado en una de las muchas fotos que nos hemos hecho en el vestuario. Le doy a me gusta y leo por encima lo que han escrito los demás.
Barry comenta que falta Jill en la foto, y Forest le responde que habrá que usar el Photoshop para incluirla. Sonrío y decido responder.

No os preocupéis, que cuando ganemos el campeonato nos haremos una todos juntos.

Veo que Joseph me ha contestado. Al final sólo vamos el propio Joseph, Forest, Richard, Jill y yo. Vaya, pensaba que íbamos a ser muchos más. Sin darle mucha importancia, sigo echando un vistazo al Facebook y me paro en una publicación de Jill de hace diez minutos.
Sale una foto suya entrando por el túnel de vestuarios con el chándal puesto y la mirada al frente.

No puedo estar más orgullosa de mis chicos. Habéis demostrado que con trabajo y esfuerzo se puede conseguir todo. Muy contenta con mis sensaciones en la pista. ¡No puedo esperar al último partido! Justo a tiempo.

Hay muchísimas respuestas en su publicación. Vaya, desde luego que nos estamos convirtiendo en personas muy populares en el poco tiempo que llevamos jugando. Creo que Jill se merece una respuesta sincera y de gratitud.

Modestia aparte… Es gracias a ti que hemos ganado. Llegaste, como bien dices, justo a tiempo.

El camarero llega para tomarnos nota y se marcha con todo lo que le hemos pedido apuntado. Ya escribiré algo mañana en mi tablón, no es para menos. Le doy un sorbo a mi refresco ante la atenta mirada de Claire.
-Bueno, ¿y cómo os conocisteis? Contádmelo absolutamente todo.
Miro a Amanda y sonrío. Le cojo una mano. Está muy tensa. Debe haberse puesto con la regla, porque no encuentro otra explicación a su malhumor.
-Chris y yo nos conocemos desde hace tiempo –comienza explicando Amanda mirando a mi hermana -. Desde que llegué a Raccoon City hace cerca de un año, me fijé en él. Aunque él trabaja para la élite y yo en el departamento de homicidios, a veces coincidimos por la comisaría.
-Además, también vamos al mismo gimnasio –añado para meterme en la conversación -. Empezamos a hablar… y una cosa llevó a la otra.
-Vaya… así que lo vuestro fue un amor a primera vista –comenta mi hermana alegre y mirándonos alternativamente. Me encanta verla tan feliz -. Pues conociendo a mi hermano pensaba que iba a tardar más en sentar la cabeza.

Oh, mierda. No vayas por ahí Claire.

-¿A qué te refieres? –pregunta Amanda curiosa. Le lanzo una mirada de advertencia a mi hermana, pero no me hace caso.
-Pues porque cada semana se liaba con una distinta –responde Claire negando en silencio. Amanda me taladra con la mirada. Maldita sea. Buena la has liado, hermanita.
-¿Eso es verdad?
En ese momento llega un camarero con algunas de las cosas que hemos pedido. Dios, mi salvación. Me deja las tapas que pedí sobre la mesa y le doy un gran sorbo a mi bebida para quitarme el mal trago de encima. ¿Qué va a pensar ahora de mí? ¡Ay, madre!
-Bueno, no dejemos que nuestros estómagos rujan… ¡A comer! –digo para desviar la atención hacia la comida, porque yo estoy realmente hambriento.
Empiezo con la ensaladilla rusa, y me sorprende lo suave que está. El atún, la mayonesa, las patatas, todo está en su punto. En cuanto a los boquerones, he de decir que, aunque de sabor estaban tremendos, me hubieran gustado un poco más picantes.
Termino mucho antes que Claire y Amanda, y me pongo nervioso. Ojalá no tarde en venir lo que queda. Consulto mi reloj. Son las diez y media. Puedo cenar tranquilamente, aunque si mi hermana sigue yéndose de la lengua… Mal vamos.
-¿Y cuánto tiempo lleváis juntos? –inquiere mi hermana terminando su tapa de costilla a la miel -. ¿Desde antes del anuncio?
-No, después –contesto de malhumor haciendo especial hincapié en la palabra después. Vuelvo a mirarla, y esta vez parece captar que está yendo demasiado lejos.
-¡Ah, es verdad! ¡No me acordaba que me lo comentaste! ¡Qué tonta!
Se ríe y le da un sorbo a su bebida. Espero que no saque nada más del tema, porque sería capaz de enfadarme con ella… aunque no recuerdo haberlo hecho nunca con ella. Es mi ojito derecho.
-¿Hasta cuándo te quedas en Raccoon, Claire? –pregunta Amanda interesada.
-Me iré el sábado seguramente. La semana que viene tengo dos exámenes.
-¿Qué estás estudiando?
-Estoy terminando el instituto. Espero empezar la universidad en septiembre.
-¿Sabes ya qué quieres estudiar?
-Me atrae mucho derecho… pero a ver cómo están los precios. Bastante tiene mi hermano con pagar lo suyo.
-Ya sabes que lo hago encantado –añado de buen humor -. Debo velar siempre por los intereses de mi pequeña.
Me guiña un ojo y yo le sonrío. ¡Y Amanda me sonríe! Bueno, mi hermana ha conseguido sacarme un punto.
-Es el mejor hermano que se puede tener, aunque a veces me saque de mis casillas.
-Hombres… -murmura Amanda poniendo los ojos en blanco. Ambas ríen.
-¡Eh! –protesto poniendo cara de enfado. ¡No es justo!
El camarero nos trae lo que faltaba, y atacamos la comida sin dudarlo. El solomillo estaba de muerte: jugoso, tierno y sabroso. En su punto exacto. Son cerca de las once cuando abandonamos el local. Claire y Amanda se han quedado muy satisfechas con el sitio que he elegido. Eso me alegra mucho.
Nos detenemos en el exterior. Amanda está preciosa con el conjunto que ha elegido: un top blanco con unos pantalones negros bastante ajustados y unos zapatos de tacón. Es una pena que esta noche no vaya a ser mía, y tampoco sé si sigue enfadado conmigo. Se me pasan por la cabeza muchas cosas que podría hacer con ella…
Yo he elegido una camisa de cuadros marrones y verdes con unos pantalones piratas y unos zapatos negros. Como una vez me dijo Jill: elegante pero informal. Sonrío al recordarlo. Mi hermana también me lo ha comentado en alguna ocasión.
-Bueno, pues yo me tengo que marchar a currar –se despide Amanda poniendo los ojos en blanco -. Ha sido un placer conocerte, Claire.
-Lo mismo digo –y se dan la mano sonriendo. Amanda me mira.
-Te veo mañana. Ya vamos hablando.
Y me da un beso en la mejilla. Me quedo mirándola hasta que se pierde de vista. Sigue enfadada. Mierda. Me busco los líos yo solito. En fin, lo mejor será que acerque a Claire al apartamento y recoja a Joseph.
-Chris… ¿puedo preguntarte algo? –me interrumpe el pensamiento mi hermana. La miro y asiento sin dudarlo.
-Lo que quieras.
-A ver cómo te lo digo… ¿tú quieres a Amanda?
La miro sorprendido. Por supuesto que sí. De no ser así, no estaría con ella. Menuda estupidez.
-¿A qué viene eso?
-Al verte hoy jugar, me he dado cuenta de que pareces tener más confianza y que te sientes muy a gusto con Jill.
Oh, oh, Stop. No pienso seguir por ese camino. Me niego. Ya me estoy empezando a hartar de toda esta mierda.
-Mira –mi tono es más borde del que pretendo, y lo noto por cómo Claire retrocede un paso -, Jill y yo somos muy buenos amigos. Nos llevamos muy bien, pasamos muchas horas juntos entre las mismas paredes… Es normal que tenga confianza con ella y con el resto. Además, ella tiene su pareja, y yo la mía. Fin de la historia.
-Pues… es una amiga que se preocupa mucho por ti.
Arqueo una ceja sorprendido.
-¿Qué quieres decir?
Mi hermana sonríe y saca su teléfono móvil.
-Si estoy aquí… es en parte porque Jill me convenció para que viniera –me confiesa con total sinceridad. Me quedo boquiabierto.
Eso sí que no me lo esperaba. ¿Qué Jill habló con Claire para que viniera al partido? No sé ni qué decir ni qué pensar. Siempre he pensado que había sido Amanda la que estaba detrás de esto… Cielos, ¿qué hago ahora?
-Me escribió por Facebook el fin de semana pasado. Mira.
Mi hermana me pasa el teléfono, y nervioso y un tanto agradecido leo el mensaje.

¡Hola Claire!
Perdona que te escriba sin conocernos. Soy Jill Valentine, compañera de tu hermano en los S.T.A.R.S.
Imagino que te habrá contado que estamos participando en una competición de baloncesto con el resto del equipo. Sí, además de polis tenemos que ser deportistas. ¿Qué te parece? (Ese comentario me hace sonreír).
Bueno, el caso es que nos quedan dos partidos muy importantes… y desgraciadamente tengo muy pocas posibilidades de participar en ellos.
Hace cerca de un mes sufrí un accidente mientras trabajábamos. Estuve debatiéndome entre la vida y la muerte, pero gracias a Dios he salido adelante, y estoy prácticamente recuperada. Sin embargo, los médicos no están muy por la labor de dejarme jugar.
¿Por qué te cuento todo esto? Verás, veo a Chris más nervioso de la cuenta. Sé que se siente responsable de lo que ocurra en los partidos porque es el mejor jugador. Esa tensión a la que se está sometiendo temo que pueda afectarle. Por eso, y si no estás muy liada con los exámenes, le harías muy feliz viniendo a apoyarle.
Chris me ha contado lo mucho que te echa de menos, y creo que es la oportunidad perfecta para que os veáis y os pongáis al día de vuestras cosas.
Encantada de hablar contigo y que tengas mucha suerte con los exámenes.

Tardo unos segundos en reaccionar tras leer el enorme mensaje de Jill. Así que ha hecho todo esto por mí, a sabiendas de que pueda romper con su novio si se entera. Bueno, y Amanda… Puf, madre mía. Que ni se entere.
Todo esto me ha dejado muy sorprendido, más de lo que quiero reconocer. Con esto, Jill me acaba de demostrar que es una amiga de verdad y de confianza.
Tráiler estatuas de Anticolat
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Re: Fanfic: Todo o nada

Mensaje por Lucy Norton » 05 Ago 2016 10:00

¡Hola a todos! Aquí tenéis el siguiente capítulo. ¡Disfrutadlo!
42.


Son un poco pasadas de las doce. He tardado un poco más de la cuenta en arreglarme. Vamos, tampoco es que vaya a una boda, pero creo que la situación requiere que vaya más o menos presentable.
Al final me he decantado por un top azul, una falda vaquera y unos zapatos negros con un poco de tacón. No estoy demasiado acostumbrada a llevarlos, y ya los pies me están matando.

Pues guapa, todavía te queda un rato grande.

Tengo suerte y encuentro aparcamiento justo enfrente del local. Me lo ha cedido un joven que, al reconocerme, no ha podido salir de su asombro hasta pasados unos segundos. Suerte que no pasan coches, si no ya estarían pitando.
Termino de aparcar y cojo mi bolso del asiento del copiloto. Necesito distraerme un rato con mis compañeros. Tom no lo está poniendo nada fácil. Durante la cena hemos estado hablando de lo que esperamos de nuestra relación.
Yo, sinceramente, mucho. Tom ha insistido una y otra vez que no quiere verme cerca de Chris nunca más. Eso es imposible. Trabajamos en el mismo despacho espalda con espalda. No puedo dejar mi trabajo por un ataque de celos de mi novio. ¿En qué estará pensando?
Lo único que pude prometerle es que intentaré ser menos efusiva en las celebraciones y que seguiré manteniendo con él una relación de amigos. Tom pareció entenderlo, pero no estaba demasiado contento.
No quiero llevarme mal con Chris. Es el mejor amigo que he tenido aquí en Raccoon desde que llegué.
Además, todo por lo que hemos pasado juntos últimamente ha hecho que nuestra relación se estreche mucho más. Abro la puerta del pub y me sorprendo al ver que, a pesar de que es mitad de semana, hay bastante gente. Algunos tipos que hay en la barra se me quedan mirando.
Al reconocerme, se dan con los codos unos a otros. Suspiro. Ya debería acostumbrarme a todo esto. Siempre he llamado mucho la atención de los hombres, pero por motivos muy diferentes. Busco con la mirada a mis compis, pero no lo veo por ningún lado. Sigo atrayendo la mirada de muchos, y los cuchicheos no se hacen rogar conforme avanzo hacia el interior.
Y entonces, casi al final, junto a una mesa de billar, veo a los cuatro charlando en unos cómodos sofás y con bebidas en las manos. El primero en el que me fijo es en Chris. ¡Está guapísimo con esa camisa de rayas!

¿Por qué estoy pensando esto?

-¡Eh, la reina de la fiesta ha llegado! –exclama Forest levantándose de su asiento. Los demás aplauden. Yo hago una reverencia y camino hacia el sofá sonriendo.
Me siento en la esquina izquierda junto a Chris. Él me sonríe y yo se la devuelvo. Lleva una colonia que huele realmente bien. Le preguntaré cuál es para comprársela a Tom. Dejo mi bolso en el respaldo comprobando que está bien cerrado.
-¿Qué te apetece, Jill? –me pregunta Joseph. Lo pienso unos segundos. Debo tomar bebidas sin alcohol porque luego me toca hacer el camino de vuelta.
-Conociendo a Jill… ¡Un San Francisco! –opina Chris divertido. Lo miro sorprendida. ¿Cómo ha sabido que estaba pensando en un San Francisco?
-¡Qué cabrón! –exclamo sin salir de mi asombro -. ¡Me has leído el pensamiento!
Le doy un suave puñetazo en el hombro antes de sacar la cartera de mi bolso.
-¡Eh, que hoy invita la casa!
-¡Ni hablar! –protesto riéndome. Son de lo que no hay.
-Venga, aflojando la pasta –ordena Joseph con una sonrisa pícara y pasando la mano por delante del resto. Todos le sueltan un dólar, y Joseph sonríe satisfecho -. Es lo menos que podemos hacer por nuestra mujer maravilla.
Me río.
-¿Mujer maravilla?
-¿No has leído la prensa? –me pregunta Richard sorprendido. Joseph pone rumbo a la barra -. Para ellos ahora eres… ¡la mujer maravilla!
-No me lo puedo creer. Ya no saben qué inventarse.
-Pero para nosotros siempre serás la maestra de las ganzúas –bromea Forest bebiendo de su copa.
Todos nos reímos. Es el apodo que me puso Barry tras descubrir la facilidad con la que soy capaz de abrir puertas y cualquier objeto que tenga un candado o cerradura. Me ha pedido que le enseñe, y yo le he prometido que en cuanto tengamos un hueco practicaremos con algunas de las cerraduras del despacho.
-Pero bueno, ¿ya estáis de cachondeo y no me esperáis? –bromea Joseph llegando con mi bebida. La cojo y le doy un trago. Deliciosa. Lo malo es que se me ha olvidado decirle que no le pusiera alcohol.
-Aún sigo sin creerme que hayamos ganado –comenta Richard mirando al suelo. Sí, a mí también me cuesta creerlo. Nos mira a Chris y a mí -. De no ser por vosotros dos… ya estaríamos eliminados.
-Bueno, tampoco exageres –contesta Chris tras beber de su cerveza. Heineken. Tiene buen gusto hasta para eso -. Nosotros dos no podemos hacerlo todo.
-¡Es que ha sido increíble cómo ha cambiado el partido desde que llegó Jill! –exclama Joseph con un tono de voz sorprendido.
-Chicos… que me pongo colorada –bromeo llevándome las manos a las mejillas. Mis compañeros ríen.
-En serio, a veces da miedo la facilidad con la que os entendéis –dice Richard poniéndose un poco más serio.
-Créeme –responde Chris poniéndose una mano en el pecho -. A mí también.
-¿Visteis la cara que se le quedó a Irons? –pregunta Forest aguantando la risa -. Parecía que se había tragado una avispa o algo de eso.
-Ése vive amargado de la vida –opina Joseph bebiendo de su refresco.
-Él fue quien decidió que yo no jugara a pesar de que los médicos insistían en que lo hiciera –les confieso con la mayor tranquilidad posible. No se lo he contado hasta ahora a nadie, aunque tampoco es que haya tenido oportunidad. Lo descubrí en una conversación de los médicos mientras estaba en el banquillo.
Mis compañeros se quedan boquiabiertos. Sabemos que Irons es capaz de cualquier cosa, y más si se trata de jugar sucio.
-Lo sabía –murmura Chris mientras bebo del San Francisco.
-¿Qué ese cabrón ha sido capaz de perjudicar al equipo? –pregunta sorprendido Richard.
-¿Y te sorprende? –ironiza Chris con una ceja arqueada -. El árbitro estaba comprado, y seguro que fue él.
-Chris, ésa es una acusación muy grave –le advierto poniéndome seria. Ya me han comentado, sobre todo Barry, la tendencia que tiene a criticar todo lo que hace Irons. Sé que casi siempre tiene razón, pero una de ésas le puede costar el puesto.
-Que me la chupe si hace falta. No voy a parar hasta desenmascararlo.
Le doy un codazo para hacerle callar. Ya se está yendo demasiado de la lengua. Ya hemos hablado muchas veces de las ganas que tiene Irons de deshacerse de nosotros, y de ponernos en ridículo siempre que puede. Pero nuestro trabajo es servir y proteger a Raccoon City, y para eso estamos.
-Oye, Jill –me interumpe el pensamiento Joseph -. ¿Cómo sabías que Irons te había metido en la convocatoria? ¡Ni los árbitros se ponían de acuerdo!
Comparto una rápida mirada con Chris. ¿Lo cuento o no lo cuento? Algo me dice que no, que es nuestro pequeño secreto.
-¿Crees que me iba a quedar de brazos cruzados después del espectáculo que estabais dando? ¡Ni hablar!
Mis compañeros sueltan unas carcajadas y Joseph asiente convencido con mi respuesta. Suspiro aliviada. Qué difícil me resulta mentir.
-¿Os apetece un billar? –propone Forest antes de terminarse su bebida. Todos asienten entusiasmados. Yo no sé dónde meterme. No sé mucho acerca del billar, sólo algunos trucos para ganar dinero fácil y poco más.
-Un duelo a muerte entre el equipo Alpha y el equipo Bravo –comenta Forest emocionado.
-Y ganará el Alpha, por supuesto –se reivindica Chris chocándole la mano a Joseph. Se detiene delante de mí, pero no reacciono -. ¿Qué ocurre, Jill?
-Es que… -comento con dificultad y tragando saliva -. No sé jugar muy bien.
Chris me sonríe y me pone una mano en la rodilla. Como casi siempre, su contacto activa todos mis mecanismos, y me hacen recordar aquella vez que sus dedos pasaron una y otra vez por mi espalda.

¡Para, no sigas más si no quieres correrte aquí mismo!

Debo haberme puesto colorada, porque Chris no deja de mirarme.
-No te preocupes –me anima Chris cuando Richard va a la barra a pedir los palos -. Es sólo para pasar el rato.
Asiento lentamente sin estar muy convencida. Bueno, todo sea por divertirme un rato. Chris y yo seguimos mirándonos mientras escucho a Forest y a Joseph hablar a nuestro lado. Dios, es realmente guapo. Todos sus gestos y su rostro es perfecto.

¡Ay no, bonita. La bigamia no es lo tuyo!

Cierto. Con uno soy más que feliz, y ahora mismo a pesar de que hemos discutido, Tom es mi mayor felicidad. Chris me coloca un mechón de pelo detrás de la oreja y el corazón empieza a latirme con más fuerza. Demonios. ¿Cómo consigue ese efecto en mí?
-Jill… -su nombre en sus labios suena como música para mis oídos -. Quería darte las gracias por traer a Claire. Me ha animado mucho verla.
Sonrío ampliamente. Lo sabía. Sabía que era buena idea hablar con Claire para ver si podía venir al partido. Mi mayor temor era que tuviera algún examen, pero me confirmó que hasta la próxima semana estaba libre.
-Para algo están los amigos.
Estamos muy cerca el uno del otro. Casi puedo notar su aliento. Sólo tengo que girar un poco la cabeza para besar sus labios… y la tentación es muy grande.
-Pero bueno, chicos. Que no es momento de ligar –bromea Richard pasando por nuestro lado con los palos.
-No estamos ligando –se defiende Chris separándose un poco de mí.
Qué calor. Termino de beber mi San Francisco y miro la hora. ¡Son casi la una! ¡Cómo pasa el tiempo! Sigo a mis compañeros hasta la mesa de billar. Forest introduce una moneda y las bolas salen por un tubo hasta una red.
Joseph coge un triángulo negro que hay en un lateral y empieza a colocar las bolas. Veo que lo hace poniendo lisas y rayadas mezcladas y la negra en el centro. Richard me pasa uno de los tacos y lo compruebo.
Debe medir más de un metro. Es de madero lisa y tiene un mango y marrón. Se me dan mejor otro tipo de herramientas, la verdad.
-Bueno, las damas primero –me anima Forest indicándome las bolas que hay en el centro. Las miro con horror.
-Preferiría omitir esta vez eso de damas primero –murmuro situándome en la parte superior de la mesa. Chris y Joseph, que están a mi lado, sonríen.
Tras colocar el palo entre mis dedos y pensarlo un poco, golpeo la bola blanca hacia el centro. Consigo desperdigar la mayoría de las bolas, pero no meto ninguna. Bueno, podría ser peor.
Al final, y por una paliza casi aplastante, perdemos contra Richard y Forest. Ellos están locos de contentos, y Chris y Joseph niegan en silencio. No paran de decir que los Bravo ya han conseguido ganar en algo a los Alpha.
Mientras veo cómo Joseph va introduciendo de nuevo las bolas en el tubo se me ocurre una idea un tanto… ladronzuela. Ahora he dejado de ser la chica buena de Raccoon City, y he vuelto a ser la famosa hija de Dick Valentine.

Si me vieras ahora…

-Eh, Joseph –llamo su atención. Me pongo justo enfrente cuando me mira -. A ti que te gusta apostar… ¿Quieres hacer una apuesta?
Él se ríe. Los demás me miran con curiosidad.
-A mis chicas las respeto siempre. Mezclar juego con mujeres… no es un buen cóctel.
Suelto una carcajada. Por dónde me ha salido el tío.
-Venga, va. Seguro que te va a gustar.
Cojo dos bolas lisas. Una la pongo cerca de un agujero, y la otra a pocos centímetros por detrás. Luego coloco la blanca detrás de ésta última. Qué divertido. Las caras que se les va a quedar.
-Es muy simple. Hay que meter la bola amarilla sin que la blanca toque la roja. Puedes usar cualquier elemento de la mesa salvo la bola roja. ¿Qué dices?
Todos me miran con cara de circunstancia, como si me hubiera vuelto loca. Me siguen mirando sin saber muy bien qué decir. Saben que mi proposición tiene truco, pero sienten curiosidad por conocer el resultado. Puedo verlo en sus caras.
-Os voy a dejar que cada uno tiréis una vez –les digo para animarlos -. Si alguno de vosotros consigue meter la bola, os invito a una copa a cada uno –se quedan boquiabiertos. La cara de Chris es todo un poema -. Si yo gano, me invitáis vosotros a una copa. Y si fallamos todos… nos quedamos como estábamos. ¿Trato hecho?
-Es imposible, Jill. No hay forma… -opina Richard sin salir de su asombro.
-Vamos a intentarlo. Lo peor que os puede pasar… es invitarme a una copa.
Le tiendo la mano a Joseph. Duda unos instantes, pero finalmente, y un poco a regañadientes, me la estrecha. Su orgullo no se lo permite. Bueno, vamos a ver qué genialidades se les ocurre a estos caballeros para impresionarme. El primero es el propio Joseph. Se da una vuelta por la mesa negando con la cabeza. Sonrío divertida. Pobres. Cuando se den cuenta de lo fácil que es engañarles con este juego…
Joseph intenta pasar la bola blanca por encima de la roja… y no lo consigue. Golpea la bola roja desplazándola un poco hacia la derecha.
-¡Buen intento! –le animo mientras refunfuña y coloco en su lugar la bola roja -. ¿Quién va ahora?
Richard ocupa el lugar de Joseph. Intenta esquivar la bola tirando hacia la derecha, y la bola blanca sale despedida hacia abajo. Niega con la cabeza varias veces y le pasa el taco a Forest. Forest prueba a tirar hacia arriba. La bola blanca da en la pared y baja entre la bola roja y la amarilla, pero sin darle.
-Joder, tío, esto es imposible –se queja cediéndole el palo a Chris.

Bueno, señor Redfield, veamos de lo que es capaz.

Chris mira durante unos instantes las dos bolas. Se lo piensa y apunta hacia abajo. La bola blanca da en la pared y va directa hacia la amarilla. Empiezo a preocuparme. Mierda. Lo puede conseguir. Pero la bola se va desviando y da primero en la roja y luego en la amarilla.
-¡Eh, ésa no ha estado mal! –exclamo poniendo bien las bolas. Chris levanta las manos en señal de derrota y me pasa el taco. Doy la vuelta y me sitúo en el otro lado. Hora de mostrar mi as en la manga -. Recordáis que os dije que se podía utilizar cualquier elemento de la mesa menos la bola roja, ¿verdad? –todos asienten con curiosidad. Me agacho y cojo el triángulo. Lo coloco de forma que en su interior quede la bola roja.
-No puede ser –dice Forest llevándose las manos a la cabeza.
-¡Maldita sea! –exclama Joseph.
-Esto no es verdad –escucho decir a Richard mientras golpeo con la bola blanca el triángulo y meto la bola amarilla sin problemas. Sonrío satisfecha.
-Bueno, me parece que tenemos ganadora –bromeo sin dejar de sonreír -. Un San Francisco pero sin alcohol. No creo que quede muy bien que me paren con una copa de más.
Mis compañeros ríen y Forest se marcha a por mi bebida. Chris no me aparta la mirada. Me gustaría saber qué es lo que está pensando.
-Como ya te dije, antes de la Delta Force tuve otra vida.
Tráiler estatuas de Anticolat
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Re: Fanfic: Todo o nada

Mensaje por Lucy Norton » 12 Ago 2016 10:16

¡Hola de nuevo! Espero que os vaya todo muy bien. Aquí tenéis un nuevo capítulo. El momento de la verdad.
43.

Lo único que puedo decir desde mi posición es que no cabe un alfiler. Tanto dentro como fuera del estadio está a rebosar. Se han vendido todas las entradas, y fuera se esperaba que estuviera lleno también. Los que no han conseguido entradas al menos pueden seguir el partido en una pantalla gigante que ha instalado el ayuntamiento.
Me he quedado sorprendido al ver que todo el mundo va vestido de azul, igual que nuestro uniforme. Hoy vamos de azul, algo raro, y los de Salt Lake City, que están a nuestro lado, de verde. No dejan de mirarnos. Nos quieren intimidar, pero no lo van a conseguir.
Esos cabrones se van a llevar su merecido por la derrota del primer partido.
Todos estamos callados. Sólo se escuchan los gritos de la grada. Parece que están cantando algo. Barry, que está delante de mí, se gira sorprendido y me acerca a la salida del túnel.

Allá van con el balón en las manos,
y ninguno los podrá detener.
El estadio vibra con la emoción
de ver jugar a los S.T.A.R.S.
a S.T.A.A.A.A.A.A.AR.S.

Me quedo boquiabierto. Me giro y le hago un gesto a Jill para que venga. Se une a nosotros sin saber muy bien por qué.

Solamente juegan para ganar,
da igual el rival.
Y no hay nadie meeeeeejor para la aficioooooon.
¡Valentine! ¡Redfield! Los magos del balón.
¡Wesker! ¡Marini! ¡Sueños de campeón!
¡Burton! ¡Frost! Raccoon City es su pasiooooon.
Hay que ganar otra vez.

Nos miramos los tres completamente boquiabiertos. Esto es demasiado… ¡Nos han compuesto hasta una canción! Seguimos oyendo a los aficionados de fondo sin saber qué decir. El locutor empieza a calmar los ánimos, y presente a los S.T.A.R.S. de Salt Lake City, que son recibidos con una gran pitada que me obliga a taparme los oídos.
Se lo merecen por lo guarros que fueron. Seguro que el público se les va a echar encima.
El locutor nos presenta, y camino con paso firme hacia el centro de la pista recibiendo una gran ovación de los asistentes, que no dejan de corear nuestros nombres. Formamos un corro y saltamos gritando nuestro lema.
-¡Corazón! ¡Orgullo! ¡Coraje!
Nos separamos dispuestos a calentar para afrontar este intenso duelo. Saludo a mi hermana, que está sentada detrás del banquillo. Es una pena que Amanda no haya podido venir. Ha entrado a trabajar ahora, y no termina hasta las cuatro de la madrugada.
Me acerco al lateral de la canasta y estiro las piernas en el momento en el que nos quedamos completamente a oscuras. Vaya, ¿qué es lo que pasa? El único reflejo que se ve es el de la pantalla y de los flashes de las cámaras.
Empieza a sonar una música. Creo que es de Gladiator. En la pantalla sale un vídeo. Es del partido anterior. Nos veo salir del túnel de vestuarios.
-El partido va a comenzar… o ganas o te vas a casa –y sale a Brad en la pantalla. Luego aparece el salto inicial -. Los S.T.A.R.S. de Maine tienen la posesión. Abren para Trapp… y anota de tres –ahora aparece Forest sosteniendo un balón. En el vídeo, jugamos nosotros -. Wesker con la pelota, aguanta, se la pasa a Chris. Chris amaga y lanza… ¡pero cambia y pasa a Forest, que pierde el balón! Los S.T.A.R.S. de Raccoon City pierden de quince al descanso. Parece que su aventura está llegando a su final –aparecen Richard, Joseph y Barry, y luego un mensaje: pero todo no estaba aún perdido. Y se produce un gran estruendo al ver a Jill en la pantalla. Vuelve a aparecer el vídeo, exactamente cuando Jill viene camino del vestuario -. ¡Atención! Hay movimiento por la zona de vestuarios…! ¡No es posible! ¡Es Jill Valentine! –aparece Kenneth en la pantalla antes de que continúe el vídeo -. Jill bota la pelota. Penetra en la zona. Se la va a pasar a Chris… cambia a Wesker. Tira de tres… ¡Dentro! –cambia de jugada -. ¡Se acaba el tiempo! ¡Hay que tirar! Driven roba la pelota, pero Jill la sigue de cerca, saltan… ¡vaya taponazo! ¡No en mi casa, señorita Driven! –sonrío al ver la jugada. Es realmente espectacular -. Jill corre hacia el área. Se la da a Barry. Barry se la devuelve. Jill deja una bandeja… ¡y anota con falta personal! ¡Qué jugada! –escucho a algunos de mis compañeros reír al ver a Jill sacar músculos. El vídeo muestra ahora el final del último cuarto -. Maine con el balón. Quedan tres segundos. Trapp se la deja a Driven. Driven se levanta delante de Jill… ¡y la clava! ¡Maine gana de tres con siete segundos por delante! –y aparece un mensaje mientras sale mi imagen en la pantalla: y entonces… El público me vitorea. La jugada que me sé de memoria -. Chris se la pasa a Jill. Jill al capitán Wesker… ¡interceptado! ¡El balón va fuera! Jill corre para salvarlo… ¡y lo consigue! Chris lanza de tres… ¡Dentrooooooo! ¡Dios mío! ¡Esto es increíble! ¡Iban perdiendo de quince! ¡Mira cómo lo celebran! –me estoy emocionando al ver las imágenes. Ya tengo los vellos de punta desde el principio. Sale Enrico en la pantalla y vuelve a aparecer el vídeo -. Chris va de espaldas, gana metros en la zona. Se para, se la pasa a Jill que viene como un obús… ¿Qué ha sido eso? ¿Cómo ha metido esa canasta a una mano? ¡Increíble! Los S.T.A.R.S. de Maine con el balón… ¡atención! Jill roba el balón. Chris corre con ella. Deja el balón en el tablero… ¡Guau! ¡Va a partir el aro como siga así! Vaya dos… ¿Qué han desayunado hoy? –río al oír el comentario. Salen Edward y el capitán, que recibe una gran ovación. A continuación, aparece otro mensaje: y los sueños se hacen realidad -. Maine saca de banda… ¡hay lío! ¡El balón está en el suelo! ¡Chris se hace con él! ¡La lanza hacia el otro lado! ¡Jill la recibe! ¡Sí! ¡Sí! ¡Siiiiii! ¡Pellízquenme! ¡Esto es un sueño! ¡Raccoon City gana en la prórroga después de ir perdiendo de quince!
Se me salta una lágrima en el momento en el que la luz vuelve. El público grita y aplaude con fuerza mientras nos recomponemos. Nunca había visto las imágenes de televisión, y lo único que puedo decir es que son impresionantes.
Joseph aplaude con fuerza cuando nos ponemos a calentar. Oigo a Forest gritar algo, y a algunos de mis compañeros reír. Echo un vistazo al equipo rival. Todos sonríen ampliamente mientras hablan salvo el capitán, que está bastante serio.
Cinco minutos después los fisios dan por terminados los estiramientos y nos disponemos a tirar a canasta. Se puede respirar el buen humor que reina en el equipo. Eso es lo mejor que nos puede pasar.
-Oye, si sigues dejándote el pelo largo te van a confundir con un hippie, Speyer –bromea Kenneth cuando Forest se dispone a tirar.
-Piérdete, mamón –contesta con una sonrisa antes de lanzar de unos cuatro metros. El balón entra limpiamente. Ahora es el turno de Kenneth, y luego el mío.
-¡Eh, Kenneth! –grita Jill desde casi el fondo de la pista -. ¡Anímate con un triple!
Kenneth y yo nos reímos. Eso ha tenido su gracia.
-Ni de coña.
-Venga, va –lo anima Richard que está detrás de mí. Kenneth se lo piensa unos segundos. Se acerca a la línea de tres y lanza casi sin pensarlo. El balón va a tablero y entra limpiamente.
Todos gritamos de alegría y felicitamos a Kenneth. Yo le doy unas palmadas en la espalda y le animo a tirar más veces. Los de Salt Lake City nos miran con cara de circunstancia. Decido pasar de ellos.
Seguimos tirando unos minutos más, y estoy un poco preocupado. He fallado más de la mitad de mis tiros, pero es que Jill no ha metido ni una. Dios, qué gafe. Parece que el único que está más fino es el capitán. Suena la bocina para avisarnos de que quedan dos minutos y nos acercamos al banquillo. Tengo curiosidad por saber qué alineación va a sacar.
-Frost, Speyer, Redfield, Wesker, Sullivan… en sus manos está el devenir del encuentro –anuncia Irons soltando babas en todas las direcciones. Qué asco de tío -. Va a ser un partido muy físico, así que no dejen bajo ningún concepto que se acerquen al aro. Les ganan en centímetros, pero ya saben que no tiene importancia si mantienen la calma y juegan como saben. ¡Vamos, espabilen!
Me separo del círculo y me despojo del chándal un tanto incrédulo. ¡Ha dejado a Jill en el banquillo! La miro preocupado. Ella se encoje de hombros y me da a entender que no pasa nada. Me uno al resto de los titulares dispuesto a demostrar que vamos a por el partido. Veo al animador dirigirse hacia el centro de la pista con un micro en la mano. Frunzo el ceño. ¿Qué es lo que pasará?
-Permítanme que antes de que dé comienzo el encuentro, llame a uno de los nuestros para que venga a dedicarnos unas palabras –mira hacia la zona donde estamos casi todos reunidos -. Jill, ¿serías tan amable de venir un momento?
Miro a mi compañera, que parece haberse quedado bloqueada. Y entonces sonrío al caer en la cuenta. Van a felicitarla por su cumpleaños. Edward le da un suave empujón y Jill empieza a caminar con lentitud hacia el centro de la pista.
Me cruzo de brazos y observo la escena divertido. Espero que no sea un cumpleaños demasiado amargo.
-Bueno, Jill, un pajarito me ha chivateado que hoy… ¡es tu cumpleaños! –el público ruge entusiasmado. Jill sonríe tímidamente y saluda con la mano -. ¿Qué quieres decirle a toda esta gente que ha venido a apoyarnos en un día tan especial?
-Que son la mejor afición que se puede tener y que vamos a darlo todo para conseguir el campeonato.
Me uno al ruidoso aplauso de la afición junto al resto del equipo. Por supuesto que lo vamos a dar todo… y más.
-Y como no podía faltar… -continúa hablando el animador -. ¡Vamos a desearle un feliz cumpleaños a Jill a la de tres! ¡Una! ¡Dos! ¡Tres!
Todos juntos cantamos cumpleaños feliz mientras veo a Tom dirigirse hacia el centro con una tarta. Cuando termina la canción, Tom se sitúa al lado de Jill, y ésta lo mira sorprendida.
Jill sopla las velas de la tarta y volvemos a aplaudir. Me están empezando a doler las manos de tanto aplaudir. Veo que Jill prueba un poco de la tarta con una cuchara y asiente sonriendo. Le da un abrazo a Tom y se besan… pero parecen hacerlo con demasiada frialdad.
Tom se aparta casi de inmediato y se marcha hacia las gradas siendo aplaudido por un sector del estadio. Jill vuelve con nosotros y le da un abrazo a los que van a salir conmigo. Por último, se detiene ante mí y me abraza con fuerza.
-No empieces la fiesta sin mí –murmura antes de separarse. Sonrío. Esto debe empezar desde ya.
No entiendo por qué Irons ha decidido dejarla en el banquillo. Sus motivos… secretos tendrá. Comparto una rápida mirada con el capitán, que está tan serio y profesional como siempre.
Miro hacia las gradas y sonrío a mi hermana antes de situarme en mi puesto. Espero que sea un día inolvidable.

Hasta aquí el nuevo capítulo. Como podéis ver, todos están muy concentrados, dispuestos a darlo todo para conseguir la victoria y el campeonato. En los siguientes capítulos veremos cómo se desarrolla todo... y habrá sorpresas.
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Re: Fanfic: Todo o nada

Mensaje por Lucy Norton » 19 Ago 2016 10:09

¡Hola una semana más! Fiel a mi cita, aquí tenéis el siguiente capítulo. Vamos a ver si son capaces de aguantar hasta el final, porque el partido no va a ser nada fácil, sobre todo para Jill.

44.

Terminamos el primer cuarto perdiendo de tres. A pesar de que no hemos jugado nada mal, el juego físico de Salt Lake City nos está sacando de nuestras casillas.
Me levanto junto al resto del banquillo y felicito a mis compañeros conforme van llegando. Todavía no he disputado ningún minuto, y la verdad es que me muero de ganas por salir y ayudar. A saber qué estará planeando el capullo de Irons.
Sin muchas esperanzas, me sitúo en el círculo que hemos formado en torno al jefe de policía. Comparto una rápida mirada con Chris. Está nervioso. No ha empezado como a él le hubiera gustado. Si es que cuando la pelota no quiere entrar…
-Han dejado muchos agujeros en la zona –espeta nuestro querido jefe dirigiendo su mirada porcina hacia cada uno -. Ellos están marcando el ritmo, y si esto continúa así… ya pueden despedirse.

Sabes infundir muchos ánimos, cabrón.

Día a día, y a pesar de que sé que no es lo correcto, empiezo a entender el odio de Chris por el jefe Irons. Sigue sin entrarme en la cabeza cómo ha sido capaz de llegar a ser jefe de policía.
-He realizado algunos ajustes de cara segundo tiempo –continúa explicando mientras escribe en la pizarra -. Valentine –y yo sonrío encantada. Bien, por fin voy a salir -, juego rápido para buscar tiros cómodos. Burton, Marini, bloqueos a los hombres altos para sacarlos de la zona. Atentos en defensa. No dejen que entren en la zona.
Me quito el chándal mientras suena la bocina. Observo sorprendida cómo Irons sienta a Chris y al capitán, y saca a Forest y a Joseph en su lugar. No es que jueguen mal… pero no es lo mismo. Nos toca a nosotros poner el balón en juego.
Me acerco al lateral a la espera de que Barry me la pase. Me sonríe, pero yo no puedo hacerlo. No sé a qué demonios está jugando Irons. El árbitro le da el balón a Barry, y con un pase picado, llega a mis manos.
El público no deja de animar en ningún momento. Es una sensación realmente gratificante. Me detengo en la línea de tres, y espero. Enrico acude en mi ayuda haciendo un bloqueo. Salgo de él pero ya tengo a dos defendiéndome. No puedo avanzar. Si lo hago, perderé el balón.
Uno de ellos me da un fuerte golpe en la mano. Grito de dolor y suelto el balón. El árbitro no pita nada. Suerte que estaba Joseph por allí para coger la pelota. Vuelvo a salir al perímetro con la mano dolorida. Imagino que será su forma de decirme que no se andan con contemplaciones.
Quedan diez segundos. Debemos ir creando la jugada. Camino hacia Joseph, y bloqueo. Avanza unos metros y me devuelve la pelota. Y entonces vuelvo a tener a dos defendiéndome. Escondo el balón. Tengo que pensar algo rápido.
Enrico levanta las manos llamando mi atención justo debajo del aro. Doy un pase picado por la izquierda, y cuando mis defensores se giran ya es demasiado tarde. Enrico deja una bandeja completamente desmarcado. Sólo estamos un punto por debajo.
A mi mente viene todo lo que hablamos Chris y yo en el último entrenamiento. Tengo mucha desventaja de altura, y necesito hacer todo lo posible para molestar. No le pierdo de vista. Fija su mirada en mí. Abro los brazos para mantener el equilibrio y espero.
De pronto, noto un fuerte golpe en las costillas y caigo al suelo sujetándome el costado. Cierro los ojos y aguanto las lágrimas. El árbitro no pita nada. Instantes después oigo un clamor general del público. Supongo que habrán anotado.
-Jill, ¿estás bien? –escucho la voz de Barry preocupado. Abro los ojos y asiento lentamente. El partido está parado.
Acepto la mano de Barry y me levanto con algo de dificultad. En el banquillo, la mayoría está protestándole al árbitro la jugada. No sé por qué, pero me da que esta vez vamos a tener la misma suerte con los árbitros que en el partido anterior.
El capitán intenta calmarlos ánimos. No queremos que nos pase como la otra vez. Camino con lentitud hacia la banda recuperando la respiración. El árbitro toca el silbato, y Enrico me pasa el balón. Lo dejo botar dos veces antes de cogerlo.
Corro hacia la parte derecha y espero. Barry hace un bloqueo y voy a canasta. Pero dos enormes brazos se interponen y me impiden avanzar. Están siendo tan duros como pensábamos.
Saco el balón hacia Joseph, que amaga con ir a la derecha, pero su defensor lee sus intenciones y no pica. Salgo fuera de la línea de tres. Joseph me devuelve el balón, y sin esperar, abro hacia Forest. Hago un bloqueo y Forest pasa por detrás.
Mi defensor se va con él. Levanto las manos para llamar su atención. Estoy sola. Recibo la pelota cuando veo que quedan tres segundos. Lanzo desde el perímetro… pero no tengo suerte. El balón da en el aro y cae en las manos de un rival.
Joder, estaba sola y he fallado. Sigo de cerca a mi defensa. Intenta pasar de la línea de tres, pero no le dejo. A pesar de que me saca bastante altura, no es capaz de irse. Esconde el balón cuando intento quitárselo; Barry acude en mi ayuda e intentamos forzar la pérdida. Meto la mano y me tiro al suelo en el momento que consigue evitarnos.
El tipo ve a uno de sus compañeros solo en la zona, y no lo duda. Cuando Enrico acude a estorbar ya es demasiado tarde: falta, canasta y tiro libre. El banquillo de Salt Lake City lo celebra con euforia mientras me levanto del suelo con ayuda de Barry.
Suspiro con resignación situándome fuera del triple. Me ajusto la cerpa antes de observar con impotencia cómo el tiro libre va dentro. Ahora estamos seis abajo. Salt Lake City serían los campeones en este momento.
Enrico me pasa el balón y cruzo casi corriendo la línea divisoria. No me dejan ni pensar. Ya tengo a dos armarios empotrados defendiéndome. Forest pasa por detrás y se la paso. Me adentro un poco en la zona. Enrico bloquea a mi defensor, y el balón me llega cuando estoy en la esquina.
Amago el tiro al ver a un tipo lanzarse sobre mí. Paso el balón hacia mi derecha, hacia Forest, que está desmarcado. Se levanta de inmediato y levanto el puño mientras vuelvo al área. El banquillo entero está levantado celebrando la canasta también.
A ver si podemos llegar al descanso con el marcador por delante o empatados. Agarro a mi marcador por el pantalón. Sé que no debo caer en ese juego, pero si entran en la zona no tendré nada que hacer.
Está de espaldas. Meto la mano, pero no consigo darle al balón. El árbitro toca el silbato. Me pita falta. Me llevo las manos a la cabeza. ¡Si no lo he tocado! Niego en silencio. Desde luego que están haciendo todo lo posible para perjudicarnos.
Presiono la salida de balón y casi consigo que Enrico la robe. Con un ojo vigilo a mi marca y con otro al que lleva el balón, que juega en el poste defendido por Enrico. Se levanta… ¡y vaya gorro de Enrico! El balón cae cerca de mí y lo cojo con fuerza.
Vuelvo al ataque. Barry bloquea y me meto en la zona. Corro hacia el aro para dejar una bandeja. Tengo vía libre. Me levanto y suelto el balón en el momento en el que noto un golpe en la mano, la misma de antes. La bandeja se sale y vuelven a coger el rebote.
-¡Falta! –grito al árbitro cuando paso por su lado. Me lanza una mirada de advertencia. Oigo a Irons gritar algo, y cuando me doy cuenta hemos encajado canasta.
Sólo eran cuatro defendiendo. Mierda. Irons pide tiempo muerto. Le choco las manos a mis compañeros cuando llego al banquillo sin demasiado ánimo. No me está saliendo nada. A este ritmo nos va a costar mucho darle la vuelta a la tortilla.
De no ser por Chris y por el capitán Wesker, iríamos perdiendo de veinte por lo menos. Le doy un gran trago a mi botella de agua recordando las indicaciones del médico sobre la importancia de hidratarse con la tensión baja.
Escucho a medias lo que dice Irons. No estoy muy concentrada. Miro al marcador. Quedan poco más de cinco minutos para el descanso. Aún hay tiempo de reacción. La bocina suena justo cuando terminan las explicaciones de Irons. Veo a Chris y al capitán Wesker quitarse el chándal. Sonrío. Ya era hora.
Pero la sonrisa se me borra cuando veo que, además de ellos dos, Irons les indica a Richard y a Edward que salgan. Le dice claramente a Richard que va a ocupar mi lugar. Barry y yo somos los sacrificados. Me pongo mi chándal con parsimonia mientras vuelve a reanudarse el juego. Me siento cruzada de brazos junto a Barry.
No es justo. Todavía siento las piernas frescas, y estoy seguro de que junto a Chris y al capitán puedo hacerlo mejor. Chris anota la siguiente canasta y aplaudo ausente. No sé a qué espera Irons para cambiar el rumbo del partido. Nos estamos estancando en los tres o cinco puntos de diferencia.
Es tal y como dijo Chris. Nos están dejando que llevemos el ritmo dentro de unos límites. Son conscientes de que si nos dejan más margen de maniobra nos pondremos por delante con toda seguridad.
-¿Todo bien? –me pregunta Barry en el momento en el que Edward hace una falta cuando el rival ha tirado. Otro dos más uno. Mierda.
-Claro. ¿Por qué lo preguntas? –respondo mientras los jugadores se colocan en sus posiciones.
-Por tu gesto… diría que no.
Miro de un lado a otro con desconfianza. Irons está lo suficientemente lejos. Está cerca de la zona arbitral gritando algo. Los gritos del público apenas me permiten oír. La actitud que están mostrando es ejemplar.
-¿A qué juega el capullo de Irons? Vale que no tenga ni puta idea de esto, pero podría mostrar un poco más de interés por el equipo.
Barry me sonríe.
-¿Qué está insinuando, jovencita? Voy a tener que controlar sus amistades.
Suelto una carcajada. Ya sé por dónde va.
-Barry, no me negarás que aquí está pasando algo raro.
-No soy quién para opinar, pero lo que me diferencia de otros es que sé morderme la lengua. Dar tu opinión libremente puede traerte problemas.
-Osea, que tú también lo crees.
Arqueo una ceja sorprendida. Jamás hubiera pensado que Barry preferiría callarse a decir lo que piensa. Siempre lo he considerado como un hombre sincero y honesto que se preocupa mucho por su familia y sus amigos.
Ya sé qué decir unas palabras u otras en un momento determinado pueden ser una auténtica bomba de relojería. El capitán anota una canasta en suspensión y aplaudo distraídamente. Vamos seis por detrás, y queda poco más de un minuto para el descanso.
Desde el banquillo puedo verlo todo. Tenemos más problemas de la cuenta con la defensa. Llegamos tarde a las ayudas, y dejamos desmarcadas a nuestras defensas. Y eso es exactamente lo que pasa. Chris llega tarde a una ayuda y comete falta cuando el balón va hacia canasta.
Enrico se levanta a mi lado y blasfema en italiano. Por sus gestos… diría que no está diciendo nada bonito precisamente. Para nuestra fortuna, el tiro libre no entra, y Chris se queda con el balón. El entrenador de Salt Lake City pide tiempo muerto.
-¡Valentine! –me grita Irons haciéndome una seña para que entre en la pista. Me levanto y animo a mis compañeros con palabras. Todavía no está todo perdido.
Me quito el chándal y me coloco la cerpa mientras nos situamos en círculo para escuchar a Irons. A ver con qué nos sorprende.
-Será un milagro si logran darle la vuelta a esto con la porquería que estoy viendo ahí fuera –pongo los ojos en blanco. Maldito cabrón. Chris tiene la mandíbula apretada, y apuesto cualquier cosa a que se está controlando para no decirle cuatro cosas -. Defensa cero. Ataque cero. ¿En qué piensan?
Realmente no estamos jugando mal del todo. No estamos teniendo mucha suerte. Eso es todo. Irons insiste una y otra vez en que debemos aplicarnos más en defensa, que hemos permitido muchas canastas fáciles.
Con sus berridos resonándome aún en los oídos, camino hacia la pista seguida por Wesker, Chris Joseph y Kenneth. Wesker pone en marcha el balón desde el lateral. Aguanto el balón con seguridad y espero. Mando el balón hacia la derecha, a Joseph. Hago un bloqueo y casi me caigo al chocar contra la mole que tengo delante. Joseph penetra un poco en la zona y vuelve a sacar el balón hacia Chris, que avanza de espaldas. Salen dos a marcarle. Se detiene y me la pasa. Se la envío a Wesker, que se levanta desde el perímetro, pero el balón no entra.
Los de Salt Lake City se quedan con la posesión. Es una lástima haber fallado esa oportunidad tan clara. Defendemos en zona. Sabemos que no tiran muy bien del exterior. Es con toda seguridad la última jugada antes del descanso, y debemos esforzarnos para que la sangría no sea mayor.
La recibe el capitán del equipo cerca del poste, donde Kenneth está vigilando. Estoy segura de que se lo va a poner difícil. Además, los casi dos metros que mide mi colega imponen bastante.
-¡Tira! –grita uno de ellos al ver que el tiempo de posesión se les está acabando. El tipo se da la vuelta… ¡y vaya tapón de Kenneth! El balón va directo hacia fuera, a la derecha de mi posición.
Corro hacia él y lo agarro justo antes de pisar la línea. Lo lanzo hacia el interior y me dejo caer sobre el banquillo. Me vuelvo a dar otro golpe en el costado, pero esta vez no me ha dolido tanto.
-¡Venga, vamos! –me anima Enrico ayudándome a levantarme y dándome un empujón hacia la pista.
Quedan cinco segundos. Echo a correr hacia la otra área. Chris tiene en ese momento la pelota en el perímetro. Está defendido de cerca por dos. Me mira. Me ve venir. Me pasa el balón y me levanto de tres cuando queda un segundo.
Suena la bocina, e instantes después, la pelota da en el tablero y entra. No puedo oír nada más. El rugido del público es ensordecedor. Levanto el puño y suspiro aliviada. Por fin he metido mi primera canasta.
Todos mis compañeros me felicitan con abrazos y halagos antes de poner rumbo al vestuario. Una ventaja de cinco puntos no es nada. El problema es que tenemos que remontar dieciséis.

Hasta aquí este capítulo. En el siguiente continuaré con el desenlace, donde sabremos que pasará... Muchas gracias a todos los que me seguís semana a semana.
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Re: Fanfic: Todo o nada

Mensaje por Lucy Norton » 26 Ago 2016 10:53

¡Hola a todos! Aquí seguimos poco a poco acercándonos al desenlace de este encuentro. ¿Ganará Raccoon? ¿Conseguirá el equipo darle la vuelta a este complicado partido?

45.

Salimos del vestuario sin saber muy bien qué pensar, o al menos yo. Irons da por perdido el partido, pero eso lo sabía yo desde que pusimos un pie aquí. Después de hablar un poco con el capitán y con Jill, hemos llegado a la conclusión de que no estamos jugando tan mal, y que si tenemos un poco más de suerte, podemos empezar a remontar.
Irons se pasa un pañuelo por la frente. Está empapado en sudor. Su mirada me taladra. Yo se la sostengo y sonrío un poco. No hay nada que me guste más que hacerle rabiar. El capitán Wesker toma las riendas y nos ordena que mantengamos la paciencia y que nos centremos principalmente en la defensa y en los rebotes, que los tiros ya irán entrando.
Esta vez Jill nos acompaña en la pista. Creo que por fin el equipo va a empezar a funcionar. El público nos sigue animando sin parar. Desde luego que esta ciudad me está cautivando por momentos.
Le indico al capitán que voy a sacar de banda y él asiente. Me sitúo junto al árbitro y muevo las piernas a buen ritmo para no quedarme frío. Los de Salt Lake City vuelven a la pista enfrascados en una intensa conversación. Seguro que ya están ideando alguna de las suyas.

Si nosotros no ganamos… ellos tampoco.

Hay que darle la vuelta a esto como sea. He visto los suficientes partidos como para saber que el marcador puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos… Si no que nos lo digan a nosotros en el anterior partido.
El árbitro me pasa el balón y lo pongo en juego. Jill ya me está esperando. Su mirada es de auténtica determinación. Eso me gusta; hay que creer. Troto a su lado hasta llegar al área rival y voy a la izquierda. Observo la jugada y espero.
Jill entra en la zona marcada por dos o tres rivales. Decido moverme un poco más hacia la izquierda. Salgo al paso del defensor de Jill y le doy unos segundos para desmarcarse. Suena el silbato… ¡y me pitan falta en ataque!
El público abuchea con fuerza. Me llevo las manos a la cabeza. ¿Qué falta ha sido ésa? Camino hacia nuestra área negando con la cabeza. El capitán me pide calma, ¿y cómo quiere que me calme si están de nuevo en nuestra contra?
Los de Salt Lake City vuelven a la carga. Me sitúo en el poste, donde está mi marca. Me da la espalda, y se prepara para recibir. Pero la jugada sigue. El base mueve el balón hacia la derecha. Sigo a mi defendido, que va en ayuda de su compañero.
Forest no sale rápido del bloqueo y me encargo de defender al escolta, que va a canasta. Le pasa el balón a mi defendido, que deja una bandeja completamente solo. Boto el balón furioso y camino para atacar de nuevo.
-Una más y pito técnica –me advierte el árbitro cuando paso por su lado. No le hago caso. Si cree que va a intimidarme… lo lleva claro.
De nuevo vuelvo a sospechar que los árbitros están siendo demasiado duros con nosotros. Jill viene hacia nosotros. Corro hacia su defensor y hago un bloqueo. Jill va hacia canasta. Aprovecho el lío que hay montando y la sigo.
Levanto la mano para llamar su atención. Me mira. Se frena y lanza el balón por encima de la defensa. Sigo la trayectoria del balón y doy un salto para coger la pelota con la mano derecha. Machaco el aro sin contemplaciones.
Los gritos del público me suben más el ánimo. Aplaudo en dirección a Jill mientras vuelvo a nuestra canasta. Todo el banquillo está en pie. Miro el marcador. Quedan todavía ocho minutos. Sigo de cerca a mi marcador. Jill presiona a toda cancha. El capitán va también.
La presión surte efecto. Wesker se queda con el balón. Corre hacia canasta seguido por Jill. Sólo hay un defensor. El balón va hacia Jill, Jill se lo devuelve al capitán y deja una bandeja. Felicito a Jill y al capitán cuando pasan por mi lado y vuelvo a concentrarme en la defensa.
La presión está siendo lo mejor en este momento. No estamos dejando que piensen con claridad ni que realicen tiros cómodos. Mi defendido recibe el balón. El capitán acude a presionar, y casi conseguimos quitársela.
El tipo se quita de encima el balón mandando un paso alto al área. Cuando me doy la vuelta, veo a Kenneth saltar y desviar la pelota. El público grita entusiasmado. Jill se queda con el balón casi en la banda y espera a que la zona se despeje.
Joder, ahora sí que estamos jugando como nunca. Dejo al capitán en el perímetro y yo me voy cerca de la canasta. Estoy seguro de que ese ajuste los va a descolocar. Jill pasa por debajo de canasta botando con tranquilidad y me la pasa. Estoy de espaldas a canasta.
Mi defensor es más alto que yo, y si intento una bandeja o un tiro me va a costar mucho encontrar una buena posición. Kenneth bloquea a mi defensor y me voy hacia el exterior. Le paso el balón a Jil, y como era de esperar, dos acuden a defender.
Estoy desmarcado. Es la oportunidad perfecta. Jill me devuelve el balón y lanzo un triple. La pelota da en el aro y sale despedida hacia arriba. Y entonces veo que Jill se hace con el rebote. ¿Cómo lo ha conseguido! ¡Hace un segundo estaba a mi lado! ¡Ha sido increíble! ¡Estaba defendida por dos!
Me mira. Vuelvo a estar solo. Me la devuelve y lo intento otra vez. El balón entra limpiamente. Levanto el puño justo cuando el entrenador de Salt Lake City pide tiempo muerto. Observo el marcador. Quedan poco más de cinco minutos y estamos empatados a cuarenta y tres.
-¡Vamos, carajo! –grita Joseph chocándome la mano cuando me acerco al banquillo. Me siento junto a Brad y le doy un gran trago a la botella de agua que me pasan.
Me seco el sudor de la cara y los brazos viendo a Irons tomar las riendas de la situación de nuevo. Vaya con el capullo listo. Cuando la situación estaba crítica nos ha abandonado como perros, y ahora se quiere echar flores encima. Cretino santurrón.
El capitán Wesker y Forest se sientan para dejar paso a Joseph y a Barry. Volvemos a la pista cuando la bocina suena. Estamos en plena remontada, y sabemos que ésta es la línea a seguir. Los de Salt Lake City ponen el balón en juego casi al situarnos en nuestras posiciones. Sigo la jugada sin perder de vista a mi marcador y espero. Estamos asfixiándolos en defensa. No son capaces de mover el balón con claridad.
Me muevo por el perímetro viendo cómo el balón va de un lado a otro sin crear demasiado peligro. Barry aguanta bien el empuje del rival y consigue hacerle tirar tan mal que el balón sale despedido hacia arriba.
Viene hacia mí. Levanto los brazos estorbando a mi contrincante, y me hago con el balón. Pero alguien más tira de él. Lo agarro con más fuerza y sigo sin poder quedarme con él. Doy un fuerte tirón y me caigo al suelo.
El árbitro toca el silbato. Joder, manuda fuerza tenía el tío. Me incorporo un poco sintiéndome un tanto aliviado por no haber perdido el balón. Y lo que veo me deja alucinado.
-¿En serio? –exclamo dejándome caer de nuevo. El murmullo del público es cada vez mayor. ¡He estado peleando por el balón con Jill! ¡Ay, Dios! Ahora seremos el hazmerreír de todos.
Me levanto con la ayuda de Kenneth sin poder evitar sonreír. Jill y yo nos miramos… y sin saber por qué nos reímos. Ha tenido que ser divertido ver cómo dos del mismo equipo nos hemos estado peleando por la posesión.
Nos damos un corto abrazo para calmar los ánimos. Troto hacia el área rival intentando volver a concentrarme. Sin saber por qué, presiento que hay alguien en las gradas que no se ha tomado todo esto muy bien.
Voy hacia la derecha, y rectifico hacia la izquierda. Mi defensor se queda clavado. Corro hacia canasta. Jill me ve y me la pasa. Penetro en la zona y dejo una bandeja cuando me empujan. El balón no entra pero pitan falta.
El público aplaude entusiasmado. Ha tenido que ser increíble ver cómo he dejado clavado a mi defensor. Mis compañeros se acercan y me felicitan antes de acercarme a la línea de personal. Es increíble que con todo en nuestra contra volvamos a estar arriba.
Recibo la pelota y la boto con tranquilidad. Suspiro, miro a canasta y lanzo. Va dentro. Choco las manos de Kenneth y Barry y vuelvo a mi posición. ¡Primera vez que estamos por delante! Alguien me da una suave palmada en la espalda. Por su tacto… deduzco que es Jill.
El segundo tiro también es bueno y respiro aliviado. Tenemos que seguir así. Llevamos un parcial de nueve a cero. Realizamos otra defensa de escándalo y les obligamos a agotar la posesión. El público y el banquillo aplauden y gritan sin parar. Veo que incluso Richard levanta los brazos en dirección al público para calentarlos aún más.
-Buen trabajo, muchachos –nos felicita el capitán antes de dirigirse al ataque.
En la siguiente jugada volvemos a demostrar lo inspirados que estamos. Jill se adentra en la zona y atrae a tres defensores. Joseph y yo estamos completamente desmarcados. Pero el balón va hacia mi compañero, que anota un triple sin despeinarse.
¡Cinco arriba! ¿Quién lo iba a decir? El público se vuelve a calentar, y los de Salt Lake City se están empezando a poner nerviosos. Tanto que en el siguiente ataque, fruto de la impotencia, derriban a Kenneth con un claro empujón… ¡y el árbitro no pita nada!
Vuelven los fantasmas del pasado. Otra vez nos toca nadar a contracorriente. E increíblemente, en esa misma jugada, fallan una bandeja bastante clara. Barry se queda con el rebote y volvemos a la carga una vez más.
Camino hacia la otra área con la mirada fija en el horizonte. De pronto, choco violentamente con un cuerpo y caigo al suelo dándome un fuerte golpe en la parte baja de la espalda. Me quedo tumbado. Intento levantarme, pero no puedo. Siento unos calambres horribles por toda la espalda.

¡Oh, Dios! ¡No quiero lesionarme!

-¡Para el juego! ¿No ves que está en el suelo? –escucho gritar a Barry muy enfadado. Seguro que es a uno de los árbitros -. Chris, ¿estás bien?
-La espalda… -murmuro apretando los dientes para no gritar de dolor.
No escucho nada más que las voces de mis compañeros. El estadio entero se ha quedado mudo. Los médicos aparecen segundos después con unas bolsas.
-¿Dónde te duele, Chris? –me pregunta uno de ellos.
-Lumbar.
-¿Puedes levantarte?
Niego rápidamente. Joder, esto no me puede estar pasando.
-Vamos a llevarte al vestuario para examinarte.
Dos manos me agarran de cada brazo y me ponen en pie. Me pasan los brazos por sus hombros. Son Edward y Enrico. Todo el equipo me mira preocupado mientras soy guiado lentamente hacia el vestuario. El público me aplaude. Jamás imaginé un final así.


Y hasta aquí todo por hoy. En la próxima semana descubriréis el desenlace... que va a tener consecuencias inesperadas jeje.
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Re: Fanfic: Todo o nada

Mensaje por Lucy Norton » 02 Sep 2016 09:40

¡Hola una semana más! Antes de nada, os quiero pedir mucha, pero que mucha paciencia. Mi vida vuelve a su rutina diaria: trabajo y oposiciones, y la verdad que mi tiempo va a ser muy limitado en los próximos meses. Pero no os preocupéis, que intentaré dejar todas las semanas un capítulo. Sin más, os dejo con el desenlace del encuentro.

46.

La baja de Chris ha sido un golpe muy duro para todos. Hace más de quince minutos que se lo llevaron y todavía no sabemos nada de su lesión o de lo que tiene. Por sus gestos, le dolía la parte baja de la espalda. Espero que sólo sea el golpe.
A pesar de todo, la buena noticia es que vamos ganando de diez. ¡Estamos a un solo punto de conseguirlo! Sin Chris, el capitán Wesker está asumiendo más responsabilidad en ataque, y sus puntos nos están acercando cada vez más al objetivo.
Mi actuación no está siendo nada del otro mundo, pero estoy llevando muy bien el juego. Once asistencias en apenas quince minutos. Cada pase ha sido prácticamente una canasta. Estoy muy contenta por ello. Sin embargo, y no sé por qué, hoy no me siento muy confiada con el tiro. No me entra nada, sólo un triple sobre la bocina antes del descanso… y con mucha suerte.
Ahora mismo están en pista Richard, Joseph, Wesker, Enrico y Edward. Sólo llevamos dos minutos de este decisivo cuarto. Nadie habla en el banquillo. Todos estamos sumamente concentrados en lo que está pasando en la pista.
No puedo dejar de mirar hacia el pasillo por si veo aparecer a Chris. Con él en pista, somos mucho mejores. Me parece increíble que haya tenido que ser Barry el que ha parado el encuentro cuando Chris estaba en el suelo.
Yo lo vi todo. Iba justo detrás, y me detuve incluso unos instantes para comprobar que estaba bien. Y al percatarme de que tardaba en levantarse, supe que algo no andaba bien.
Encajamos una canasta de forma estúpida, y la diferencia vuelve a los ocho puntos. Han permitido que los de Salt Lake City cogieran dos rebotes ofensivos, y tras dos fallos, estaba claro que a la tercera iba la vencida.
Richard conduce el balón hacia la otra canasta marcando la jugada dos. Van a abrir espacios para el capitán. Tras salir de dos bloqueos y atraer a los suficientes rivales, el capitán recibe solo en el perímetro, y ya sabemos que desde ahí no falla mucho.
Aplaudo junto al resto del banquillo, y el partido se detiene por un tiempo muerto. Me levanto y felicito a todos mis compañeros muy motivada. Tenemos la victoria al alcance de nuestra mano, y sólo nosotros somos nuestros enemigos. Me quedo de pie junto a Richard cruzada de brazos. Dirijo la mirada hacia el pasillo una vez más. Todavía nada.
-Valentine –me sobresalto un poco al oír a Irons. Estaba tan distraída que apenas me he dado cuenta de que la charla ha empezado -, como están en defensa zonal, hay que buscar la forma de abrir espacios desde el exterior. Si hay defensa de dos, ayudas constantes y rápidas, ¿entendido?
Asiento lentamente antes de quitarme el chándal. Kenneth entra sustituyendo a Edward, y Joseph es cambiado por Forest. Los únicos que permanecen son los capitanes. Enrico pone el balón en marcha desde el lateral y pienso en la jugada.
Marco la número cuatro. Tal y como sospechaba, tengo a dos lapas pegadas en cuanto me detengo en la línea de tres. Enrico acude en mi ayuda y salgo rápidamente hacia la derecha. Son muy lentos. Corro hacia canasta. Me levanto, pero en vez de tirar saco el balón hacia Forest.
Paso por detrás de él y esquivo fácilmente a mi defensor. Abro hacia Wesker, que espera en el lateral. Al no tener un tiro claro decide dar un pase picado hacia Kenneth. Su envergadura le permite moverse por la zona sin mucha dificultad. Están debajo del aro.
Kenneth realiza un gancho demasiado fuerte, y la pelota se queda en manos del rival. Lamento la ocasión perdida apretando los puños mientras vuelvo a nuestro campo.
-¡Defensa! ¡Defensa! ¡Defensa! –grita el público sin cesar conforme vamos llegando al área.
Doy un manotazo al balón sin demasiado éxito. Abro los brazos y cubro todas las salidas posibles. Le sigo de cerca sin dejarle avanzar un centímetro. Uno de ellos viene hacia nosotros. Esquivo el bloqueo, pero pierdo unos segundos de oro.
Afortunadamente, Kenneth sale al paso y evita que la jugada continúe. Hacemos un dos contra uno y casi conseguimos robar el balón. Me encanta ver que estamos tan enchufados. La pelota vuelve al exterior. Sigo a mi marcador por la zona.
Enrico puntea el tiro mientras oigo un gran alboroto entre el público. Me pregunto qué pasará. El balón da en el hierro y sale despedido. Forcejeo con el atacante del otro equipo y me quedo con el balón.
Miro hacia el banquillo, y no puedo evitar sentirme aliviada al ver a Chris allí. Suerte que no parece tener nada grave. Conduzco el balón lentamente; tenemos todo el tiempo del mundo. Chris está en uno de los laterales realizando ejercicios de estiramiento. Eso es muy buena señal.
Me paro en la parte derecha y hago un gesto a Enrico y a Wesker para que abran espacios. Boto el balón por entre las piernas mientras espero. Se abre un pequeño pasillo. Es ahora o nunca. Hago un amago hacia la derecha, me voy hacia la izquierda.
Y en el último momento vuelvo a la derecha. Mi defensor se queda en el suelo abierto de piernas. No lo pienso. Voy hacia canasta a toda velocidad. Me levanto y dejo una bandeja ante los gritos de exclamación del público. Recibo un golpe en la cadera y un codazo en el pecho. Caigo al suelo de culo llevándome las manos al pecho. Joder, eso ha dolido. El árbitro pita falta.
Golpeo el suelo con las palmas de las manos sintiendo el rugir del público a mis espaldas. Chris me ayuda a levantarme y me da unas palmadas en el hombro. Si anoto el tiro libre… somos virtuales campeones.
-Seguro que tu madre era la mejor puta del barrio –exclama uno de los de Salt Lake City cuando voy camino de la línea de tiros libres -. Lo mismo esta noche podemos pasarlo muy bien.
Reacciono de forma instintiva. Me lanzo sobre el tipo para darle un puñetazo. ¿Quién se cree que es para decir eso? Alguien me agarra de los brazos y me saca del tumulto que se está formando. Forcejeo sin demasiado éxito.
-¡Dejadme que le parta la cara a ese cabrón! –exclamo con la mirada fija en el tipo que se llevan hacia el banquillo. Veo que quien me está sujetando es Enrico, y que ha conseguido llevarme hasta casi el centro de la pista.
-Jill, ¿qué estás haciendo? –me pregunta Enrico bastante enfadado. Ahora es Chris quien se está encarando con otro del equipo -. ¡Sabes que pueden expulsarte por eso!
-¡No pienso consentir que nadie me hable así! –le grito a pleno pulmón. Me da igual que sea el capitán del equipo Bravo, como si fuera el mismísimo mandamás de los S.T.A.R.S.
-Lo he oído todo, Jill. Estoy seguro de que tomarán las medidas oportunas.
Resoplo en desacuerdo. Kenneth y Barry están tranquilizando a Chris. Aún puedo verle gritar.
El árbitro toca el silbato y nos pita técnica a Chris y a mí. ¿Y qué pasa con el otro capullo? Estoy a punto de replicarle al árbitro cuando me interrumpe.
-Y señorita Valentine, en esas condiciones no puede seguir en pista –me informa indicándome la camiseta.
La miro con curiosidad, y veo que tengo la zona del pecho manchada de sangre. ¡Dios, la herida se me ha abierto! ¡Ha tenido que ser el codazo! Pido el cambio al banquillo, pero el problema es que tengo que lanzar el tiro libre. Será rápido.
-¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera! –exclama el público silbando, protestando la decisión arbitral. Tras mi tiro libre, ellos lanzarán dos, y tendrán el balón.
Empiezo a notar un picor por la zona de la herida. Espero que no me afecte a la concentración. Me sitúo en la línea de tiros libres y espero el balón. Me está empezando a doler. Boto el balón dos veces, y tiro sin pensar. Entra con mucho suspense.
Me encamino hacia el pasillo que va a los vestuarios seguida por uno de los doctores. Allí, me examina la herida y me la cura con agua oxigenada. No es demasiado importante. Me tapa la herida y me recomienda que lo deje así hasta mañana.
Me coloco la camiseta negra y encima una equipación nueva, sin restos de sangre. No sé cuánto tiempo habré estado aquí, pero ya debe quedar poco para el final, y nos lo estamos jugando todo.
Salgo del vestuario esperando no encontrarme con una desagradable sorpresa. Enfilo el pasillo hacia la pista con el atronador ruido de los espectadores y alguna que otra voz que me reclama.
Me acerco al banquillo ante la atenta mirada de mis compañeros. Les hago un gesto para decirles que todo está bien y miro el marcador. Quedan tres minutos. Ganamos de diez. Sólo nos falta un punto, y parece que nunca va a llegar.
En la pista están Richard, Joseph, Brad, Edward y Chris. Frunzo el ceño. ¿Brad? ¿Cómo se le ha ocurrido meterlo en el partido tal y como está? Irons me hace un gesto y voy a su encuentro sin saber muy bien qué esperar.
-¿Todo en orden? –asiento sorprendida. Esta modestia… debe ser parte de un mecanismo de autodefensa -. Entre por Redfield.
En ese momento Joseph deja una bandeja y nos ponemos doce por encima. Suena la bocina.
-¡Chris! –grito para llamar su atención. Me mira. Y le hago un gesto señalando al banquillo. Viene corriendo hacía y me da un corto abrazo.
-Podemos hacerlo –susurra antes de separarse.
Los de Salt Lake City también han hecho algunos cambios. Y me alegro de tener enfrente al tipo que me insultó. Se va a enterar de quién soy yo. El tiempo ahora juego a nuestro favor, y por eso mismo… estos tres minutos se nos van a hacer muy largos.
El capitán del equipo, defendido por Brad, recibe el balón. Rezo mentalmente para que Brad consiga mantener la compostura. Pero con un hábil movimiento, el contrincante consigue dejarlo atrás y va directo a canasta.
Corro para estorbar todo lo que pueda, pero no surte ningún efecto. No llego a tiempo y sólo puedo observar cómo el balón entra. Edward pone la pelota en movimiento y la conduzco hacia el aro contrario. Marco la jugada uno. Vamos a hacerles trabajar por dentro.
Observo que dejan a Brad completamente desmarcado. Pobre. Hasta los del otro equipo se han dado cuenta de que no tiene nada que hacer. Salgo de un buen bloqueo de Joseph y le doy un pase picado a Edward. No ha sido una opción muy buena. Está bien marcado.
Doy una carrera hacia la canasta para intentar atraer a los defensores. Edward, al verme, me devuelve el balón y dejo una bandeja justo cuando recibo un empujón que me manda contra las protecciones.
El balón no ha entrado, pero al menos ha sido falta. El público aplaude la acción y mis compañeros me felicitan. Me coloco bien la cerpa y me dispongo a lanzar. Anoto los dos tiros con algo de fortuna. Poco más de dos minutos, y seremos campeones.
Brad vuelve a hacer de las suyas en la siguiente defensa, pero suerte que Edward estaba por allí para puntear el tiro y evitar que entrara. El balón da en la parte posterior del aro y lo cojo dando un gran salto.
Siento las piernas frescas. Necesitamos un último achuchón para conseguir una ventaja segura. Esquivo a uno de ellos pasándome el balón por la espalda. Me deshago de otro dándole un pase a Richard, y vuelvo a recibirla cerca de la línea de personal.
Mantengo el balón y espero. Quedan cinco segundos. Amago el tiro y consigo lo que quiero: mi rival se levanta pensando que voy a tirar y aprovecho para provocar una falta pegándome a su cuerpo. El tiro no llega ni a dos metros. El árbitro pita, y yo me quedo observando a mi rival. Sí, capullo, te la he jugado.
Todo el banquillo está en pie, y el estadio en completo silencio. Lanzo el primer tiro y entra limpiamente. El segundo, después de dar varias vueltas sobre el aro, también entra. Sólo tenemos una diferencia de cuatro. Necesitamos más.
Aún estamos volviendo cuando nos sorprende el ataque rival. Doy un rápido sprint y me coloco bajo el aro. El de antes, con ganas de fiesta, viene hacia mí. Mantengo los pies pegados en el suelo y espero a recibir el contacto.
Me caigo al suelo al recibir el impacto y escucho el silbato. El balón ha entrado. Pero no importa. Ha sido falta en ataque seguro. Tenía los pies fijos en el suelo. Y me sorprendo al ver que un árbitro ha indicado falta en ataque, y el principal en defensa.

No me jodas…

Me levanto viendo a mis compañeros acercarse a los árbitros para protestar la acción. Les veo discutir. Ni siquiera ellos se ponen de acuerdo. Esto es increíble. Tras unos segundos de deliberación, pitan falta en defensa.
-¿Qué? –exclamo sin creerlo. Es mi cuarta falta -. ¡Si no me he movido! ¡Me ha arrollado!
Joseph y Richard también defienden mi versión, y el árbitro nos echa casi a empujones del recinto arbitral. El público se hace notar mostrando su disconformidad con gritos y abucheos. Nada, que hasta última hora nos van a estar molestando.
Los tiros libres van dentro. Quedan cuarenta segundos y ganamos de doce. Hay que anotar como sea, y así tendremos el cincuenta por ciento hecho. La defensa está siendo intensa. Están pegados y no nos dejan movernos.
Abro el balón hacia el lateral izquierdo, donde la recibe Joseph. Intenta mover la pelota hacia la zona, y casi la pierde. Estamos bloqueados. Joder, hay que hacer algo ya. Me muevo hacia mi compañero y la recibo.
Vienen dos más a cubrirme. Quedan siete segundos. El único que está solo es Brad. Se la paso. Que Dios me perdone. El primer instinto de Brad es soltar el balón, pero consigue mantenerlo. El tiempo pasa. Vamos a perder la posesión.
-¡Tira! –grito con el corazón en un puño y temiéndome lo peor.
Brad se asusta al oír mi grito y tira desde la esquina cuando apenas queda un segundo. Sigo la trayectoria del balón y doy saltos de alegría cuando lo veo entrar. Nadie se sienta en el banquillo. Todos están de pie celebrando la canasta. Algunos se abrazan.
Me empiezan a bajar lágrimas por las mejillas. Esto es increíble. El base del equipo rival lanza un triple. Lo punteo sin demasiado ánimo y Edward se queda con el balón tras dar en la base del aro. Todo el público se pone en pie. Richard y Joseph se abrazan.
Edward me pasa el balón y no puedo hacer otra cosa que abrazarlo y dejar que el tiempo pase. Suena la bocina y soy un mar de lágrimas. Me dejo caer de rodillas al suelo sin dejar de abrazar el balón. Somos campeones.


¡Tachán! ¿Quién lo iba a decir después de todos los problemas que han tenido que superar? ¡Si es que son unos guerreros! La euforia por la victoria va a seguir viva en los próximos capítulos...
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Re: Fanfic: Todo o nada

Mensaje por Lucy Norton » 09 Sep 2016 09:30

¡Hola a todos! Bueno, sin duda esta victoria va a traer mucha cola. Alegría, emociones ocultas, desface... ¿Qué más puede pasar?



47.



Esto no puede estar pasando. A la mierda el dolor. ¡Somos campeones! La marea azul intenta acceder a la pista desde el momento final. Es una sensación increíble, difícil de explicar. Richard y Joseph se dan un abrazo en el centro de la pista. Me lanzo sobre ellos y levanto el puño.

-¡Campeones! ¡Campeones! –gritamos mientras se nos une parte del equipo.

Le choco la mano a Brad, que no parece saber muy bien qué hace allí. Me doy un fuerte abrazo con Forest antes de saltar. Richard y Joseph se nos unen.

Cuando me separo de ellos me cruzo con Enrico y nos damos la mano sonriendo. Todos y cada uno de nosotros nos merecemos este momento. Las cámaras ya están intentando pillarnos para entrevistarnos. Le doy una palmada en la espalda a Kenneth cuando paso por su lado.

-¿Cómo andas, Redfield?

-Ahora mismo… fenomenal.

Edward me saluda cuando pasa por mi lado y le respondo con una sonrisa. Un tipo que parece pertenecer a la organización me da una gorra y una camiseta gris. En ambas puede leerse “Campeones” en letra mayúscula.

También está grabado el símbolo de los S.T.A.R.S. y el de la comisaría de policía de Raccoon. Me pongo la camiseta y la gorra mientras sigo sonriendo sin poder evitarlo. El capitán de Salt Lake City se para delante de mí y me da la mano. Es el único tipo legal del equipo.

-Enhorabuena por la victoria y el título. Os los merecéis.

-Gracias.

Y es cierto. El resto del equipo se marchó al vestuario en cuanto terminó el partido. Debería decirle que vigile y controle mejor a sus cachorros, pero me contengo y no digo nada.

-Lamento profundamente todos los comentarios que hayan podido decir mis muchachos. Son muy competitivos, y no les gusta perder.

Asiento para darle a entender que no se preocupe, que no tiene nada que ver con él. Si sus hombres son unos capullos… que los espabile. Sin nada más que decirnos, me retiro para seguir celebrando con mis compañeros este merecido y sufrido título.

El capitán Wesker me da un apretón en el hombro y me sonríe ampliamente. Yo le devuelvo la sonrisa. Hoy todo son alegrías. Veo a Barry rodeado de sus hijas y su mujer abrazándolo. Decido dejar que celebre con su familia este momento tan feliz para todos nosotros.

-¡Chris! –me giro al oír mi nombre. Mi hermana corre hacia mí entre una marea de aficionados que han conseguido acceder.

Sonrío y la abrazo con fuerza levantándola en el aire. Nada me hace más feliz que vivir este momento con ella.

-¡Lo habéis conseguido! ¡Ha sido increíble! –exclama cuando vuelvo a ponerla en el suelo. No puedo dejar de sonreír.

-¿Acaso lo dudabas? –bromeo dejando que el buen humor siga contagiándome… y que no pare. Presiento que va a ser una noche muy larga.

-Chris, ¿nos concedes un minuto? -nos interrumpe un periodista que parece ser de la televisión local. Pongo cara de circunstancias pero finalmente accedo. No me hacen mucha gracia las preguntas estúpidas. Me entrevista un joven de piel morena que debe tener más o menos mi edad -. Bueno, lo primero de todo, darte la enhorabuena por esta sufrida victoria… y por este merecido campeonato. ¿Cuál crees que ha sido la clave de este éxito?

-Somos como una familia –respondo echando un vistazo a mi alrededor. Jill está subida en los hombros de Kenneth cortando con una tijera la red de la canasta. Es una tradición de los campeones de baloncesto -. Nos respetamos, nos llevamos todos muy bien, y creo que ésa ha sido la clave. Cuando todos pensaban que no teníamos nada que hacer, les hemos demostrado que somos competitivos hasta el final.

-Una última pregunta, Chris… Tu aportación ha sido decisiva en todos los partidos. ¿Crees que tu juego ha ayudado al equipo a llegar hasta aquí?

-No lo creo. Funcionamos como un equipo, y el trabajo colectivo es el que consigue más victorias y más éxitos.

-Muchas gracias, Chris. A celebrarlo como se merece.

Sonrío tímidamente y me aparto de las cámaras antes de que se arrepientan y vuelvan a la carga. Barry camina con sus hijas cerca del banquillo. Le hago un gesto a Claire para que me acompañe y nos acercamos.

-Estás hecho todo un padre de familia –bromeo llamando la atención de mi viejo amigo. Barry suelta a la pequeña Polly y nos fundimos en un fuerte abrazo.

-Esto es muy emocionante. Jamás hubiera pensado que me iba a interesar tanto el baloncesto. ¡Somos campeones!

Y me da una colleja amistosa en el cuello. Me río y me agacho para ponerme a la altura de Moira y Polly mientras Barry saluda a mi hermana.

-¿Habéis visto que papá tan chulo tenéis? ¡Os va a llevar un trofeo a casa!

-¡Sí! ¡Papi es el mejor! –exclama Moira dando saltos. Sonrío y le acaricio el pelo. Cuánto han crecido las dos. Aún recuerdo cuando sólo eran unos bebés de apenas unos meses.

Barry y Claire charlan animadamente a mi lado, pero centro mi atención en otra cosa. Jill va caminando por el centro con la red colgada al cuello. Nuestras miradas se cruzan. Corro hacia ella, y sólo me dejo llevar por el momento. Nos abrazamos y lloramos a lágrima viva. Joder, ya ni me acuerdo la última vez que lo hice.

Parece increíble que después de todo lo que hemos pasado hayamos salido victoriosos. Jill apoya su cabeza sobre mi hombro y yo me quito algunas lágrimas.

-Chris… esto parece un sueño.

-No, Jill –le aparto la cabeza de mi hombro y le limpio las lágrimas -. Créetelo... porque somos campeones.

-¡Campeones! ¡Campeones! –gritan nuestros compañeros saltando a nuestro alrededor entre risas y buen rollo.

El alcalde de la ciudad, Michael Warren, y un tipo trajeado y bastante alto se sitúan en el centro de la pista donde están montando un pequeño escenario. Entonces caigo en la cuenta de que el tipo no es ni más ni menos que el propio director de los S.T.A.R.S., el respetado y admirado Marco Palmieri.

El presentador charla con los dos mientras terminan los preparativos. Pero la sorpresa no acaba ahí: el equipo de Maine ha venido al completo. Bueno, ellos también estaban metidos en la lucha, y han estado muy cerca de conseguirlo.

Nos felicitan a todos, y David Trapp se detiene unos segundos a charlar conmigo.

-Oye, ¿cuál es vuestro secreto? ¿Os van las remontadas o qué?

Me río. Sí, parece que nos gusta sufrir.

-Nos gustan los retos difíciles… aunque ha sido muy complicado. Había mucho nivel.

-Desde luego. Enhorabuena de nuevo.

-Gracias.

Volvemos a estrecharnos la mano y busco a Claire. Está al principio de todo el pelotón azul que ha invadido la pista. Le hago una seña para que se acerque y viene hacia mí. A mi lado veo de reojo cómo el novio de Jill no me quita la mirada, y está encendido y furioso.

No, no debo entrar en ese juego. Si el chico con nada se mosquea… allá él. El presentador empieza a probar el micro. No veo rastro del trofeo.

-¡Seguimos con la fiesta en Raccoon City! –exclama ante el delirio de la afición -. Bueno, después de todo este subidón de adrenalina, es hora de premiar a nuestros héroes como se merecen –de nuevo el público vuelve a rugir. Algunos de mis compañeros levantan los brazos y animan aún más -. En primer lugar, vamos a premiar al mejor jugador del torneo.

Comparto una mirada de sorpresa con el resto. No nos habían dicho absolutamente nada de esto. Incluso el capitán arquea las cejas sin dejar de mirar al director de los S.T.A.R.S., como si esperara una respuesta. El locutor tiene un sobre en la mano que no ha abierto aún.

-Así que necesito la presencia de… ¡David Trapp! –su equipo aplaude sin cesar y yo me uno cortésmente -. ¡Albert Wesker! –el estruendo es tan ensordecedor que molesta. El capitán pasa por mi lado con una amplia sonrisa. Me pregunto qué estará pensando -. ¡Chris Redfield!

Tardo unos segundos en reaccionar. ¿Ha dicho mi nombre? Mi hermana me da un codazo, y eso me hace reaccionar. Me abro paso entre la marea de personas congregadas cerca del escenario y me sitúo junto al capitán. David me sonríe, y yo intento devolverle el gesto como puedo. Estoy muy nervioso.

-Y por último… -sigue hablando el animador -. ¡Jill Valentine!

Y no puedo evitar reírme al ver su cara de horror. La verdad es que, a pesar de que no ha podido jugar la mitad de los partidos, siempre que ha estado ha cumplido con creces. Cuando el ensordecedor murmullo se va apagando, el locutor sigue hablando.

-Antes de decir el nombre del ganador, ¿qué os parece oír la opinión de estos cuatro geniales jugadores? –el público vuelve a gritar entusiasmado. Desde luego que se vienen arriba con nada. Es una afición única -. Bueno, caballeros, si no os importa, las damas primero.

Me río mientras se acerca a Jill. Se sitúa a su derecha y espera unos segundos a que el murmullo desaparezca.

-Bueno, Jill, por tu gesto… diría que te ha pillado por sorpresa esta nominación… ¿Por qué crees que el comité te ha tenido en cuenta? Yo creo que sobran los motivos.

-Apuesto a que les resulto atractiva –bromea con esa timidez que tantas veces me ha cautivado. Sonrío, y algunos de los presentes se ríen. No veo a Irons por ningún lado, y la verdad es que es extraño -. Fuera bromas, creo que cualquiera de los que está aquí se lo merece. Yo me perdí la mitad de los partidos, y sé que podría hacerlo mejor habiendo participado más.

-Gracias Jill. Y ahora vamos con el nominado visitante: David Trapp –aplaudo mientras el locutor se acerca a David -. David, no se puede decir que no lo hayáis intentado, y más a ti que se te ha dado tan bien Raccoon City… ¿Crees que el jurado quiere premiar, de alguna manera, el buen rendimiento que le has dado a tu equipo?

-Para mí es todo un honor representar a Maine aquí, y si finalmente lo consigo es porque el equipo me ha ayudado. Pero cualquiera de los cuatro lo merece, sobre todo por la forma en la que Raccoon City ha ganado el campeonato.

-Gracias David –la voz del animador es apenas audible por los gritos de los espectadores -. ¿Os apetece escuchar al capitán? –se detiene unos segundos antes de iniciar la pregunta -. ¿Qué haríamos sin ti, capitán? Tu liderazgo nos ha llevado a lo más alto, pero, ¿crees que es suficiente para ganar el premio?

-Ser un buen líder es un principio básico para triunfar. Pero no lo es todo. Si no te rodeas de un buen equipo, tus dotes de liderazgo se verán diezmadas. Cualquiera de los que está aquí es merecedor del premio.

-Muchas gracias, capitán Wesker –y llega mi turno. Me quito la gorra y me rasco el pelo nervioso antes de volver a ponérmela -. Bueno, y aquí está uno de los jugadores más queridos por la afición… Chris, qué importante es sentir la confianza y el apoyo para conseguir todo lo que te propongas. ¿Crees que el estado mental ha jugado un factor importante en tu rendimiento, y por tanto, consideras que eres merecedor del trofeo?

-Pienso que la forma de afrontar los partidos es muy importante para conseguir tus objetivos, y lo más importante es creer siempre en uno mismo. Ése es el motivo por el que somos campeones, y porque existe una genial relación entre nosotros. Y sinceramente, todos y cada uno de nosotros nos merecemos este premio.

-Bien, ahora que ya conocemos la opinión de los implicados… ¿qué os parece si desvelamos el misterio? –me muevo nervioso en mi sitio. Joder, nunca imaginé que todo esto me pondría la carne de gallina.

Mi hermana levanta los pulgares para darme ánimos. Yo no siquiera puedo moverme. No puedo apartar la mirada del sobre que se está abriendo. Le entregan el trofeo al alcalde, Michael Warren, y lo único que puedo decir es que es precioso: la base, circular, conecta a través de dos pilares con la figura de un jugador realizando un mate.

Es bastante brillante, como si estuviera bañado en oro. Lo cierto es que se han esmerado mucho en el diseño. Un bonito detalle.

-Y el ganador o ganadora es… -anuncia el locutor antes de leer el papel que está dentro del sobre. De pronto, arquea una ceja sorprendido. Lo que ha visto… no ha tenido que ser corriente -. Vaya… tengo que comunicar que tenemos un empate, así que el premio al mejor jugador será compartido por… ¡Chris Redfield y Jill Valentine!

Tardo unos segundos en reaccionar. ¿He oído mi nombre? El capitán me da la mano y se la estrecho sin ser consciente de lo que está pasando. No puedo creerlo. David Trapp también me estrecha la mano con una mirada que parece decirme “te lo mereces”.

Miro por primera vez a Jill. Debo tener la misma cara de perplejidad que ella. Todo esto nos ha pillado por sorpresa.

-Vamos, campeones, venid aquí –nos anima el locutor haciéndonos un gesto para que nos acerquemos. Doy unos dubitativos pasos hasta detenerme junto al alcalde, que me felicita dándome una palmada en el hombro. Jill se sitúa a mi lado tras recibir la enhorabuena del alcalde -. Aquí están los flamantes ganadores y mejores jugadores del torneo. ¿Cómo os sentís sabiendo que vais a compartir el premio?

-Fantástico –respondo casi sin pensarlo -. Por todo lo que ha pasado este año, Jill se lo merece. Sin ella y sin el resto del equipo, no estaría aquí.

El público corea mi nombre mientras me aplauden y me silban. La verdad es que es exactamente lo que pienso: el trabajo en equipo es el que siempre sobresale por muy bueno que se sea individualmente.

-Jill sigue con cara de… ¿qué estoy haciendo aquí? –bromea el locutor pasando un brazo por los hombros de Jill. Y sin saber por qué… mis instintos se ponen alerta -. Vamos, sabes de sobra que eres de las mejores del equipo… ¿por qué tanta sorpresa?

-La verdad… después de haber jugado sólo la mitad de los partidos, no… no pensaba que se tuviera tan en cuenta. Pero siempre que he defendido esta camiseta lo he dado todo para ayudar. Gracias por haber confiado en mí.

Me uno a los aplausos del público dedicándole una amplia sonrisa. Este momento no es del equipo. Es nuestro. Me estremezco involuntariamente al pensarlo. ¿Qué pensarán todos los que están aquí? ¿Qué nos han dado el premio por estar juntos o algo así?

-El alcalde de Raccoon City, el señor Michael Warren, va a proceder a entregar el trofeo a los mejores jugadores del torneo –el alcalde me entrega el trofeo a mí, ya que estoy más cerca de él -. ¡Vamos, arriba!

-Cógelo por un lado –le ordeno a Jill con una tranquilidad nada normal en mí. Tenemos que hacer esto juntos. Es el premio de los dos.

Nuestros dedos se cruzan unos segundos, y noto una descarga de adrenalina. ¿Por qué siempre me pasa esto? Compartimos la mirada unos instantes. Asiento, y levantamos el trofeo con un grito. No me importa dejarme la voz. Este momento lo merece.

El público sigue gritando y aclamándonos. Todo está a rebosar. La marea azul ocupa espacio allá por donde mire. El apoyo que nos ha ofrecido nunca lo olvidaremos. Y aún nos queda cerrar el colofón con el trofeo de campeones, que nos lo va a entregar el mismísimo Marco Palmieri.

Hoy nada, absolutamente nada, puede salir mal.



Bueno, a nuestros protagonistas parece que les sale todo redondo. Desde luego no se puede decir que no lo hayan peleado. En el próximo capítulo el equipo hará una cena para celebrarlo.
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Re: Fanfic: Todo o nada

Mensaje por Lucy Norton » 16 Sep 2016 09:44

¡Hola a todos una semana más! Espero que os vaya todo muy bien. Gracias de nuevo a todos los que dedicáis algo de vuestro tiempo a leer mi historia.


48.


La fiesta parece que nunca va a terminar. Y no quiero que termine nunca. De mi memoria jamás se irán los momentos que he vivido esta noche: remontar el partido, ganar el campeonato, el trofeo al mejor jugador… Parece increíble que todo eso haya pasado hace poco más de dos horas.
Son algo pasadas de las diez de la noche. Camino por la acerca junto a Tom hacia uno de los restaurantes más populares de Raccoon City: Paid Grill, un excelente bar de carne y pescado a la parrilla. Joseph se encargó de reservarnos una sala para poder disfrutar de una agradable velada.
Por aproximadamente seiscientos dólares tenemos alquilado un salón con música pinchada por uno de los mejores DJ’s de la zona, o eso me han contado, barra libre y el menú de cena hasta las tres de la mañana. Vamos, un desfase total. La pena es que Tom sólo va a poder quedarse hasta después de cenar.
Mañana tiene que viajar temprano a Filadelfia para ayudar a su padre a recoger unas mercancías en diferentes establecimientos. Bueno, estoy segura de que encontraré otras maneras de divertirme cuando él no esté. Parece que la victoria del equipo le ha animado un poco: ya no parece tan enfadado.
Sonrío al recordar la que hemos liado en el vestuario celebrando el título. Casi le saltamos un ojo a Irons cuando Richard estaba intentando descorchar una botella de champán y el tapón salió despedido sin previo aviso. Estuvimos cerca de tres cuartos de hora charlando, haciéndonos fotos y cantando a plena voz canciones que sonaban en los móviles.
Yo tengo ya mi propio repertorio de fotos, y a cuál mejor: todas me parecen maravillosas, sobre todo una en la que salgo con los dos trofeos. Va a ser difícil olvidar todo esto en mucho tiempo. Es lo mejor que nos ha pasado últimamente, y quién lo iba a decir ante las negativas cuando nos enteramos de que iban a poner en marcha la competición.
-¿Tienes frío? –me pregunta de pronto Tom cuando estamos cerca del restaurante. Le miro y niego en silencio. Adoro cuando tiene esos detalles conmigo.
-No, la verdad es que no… Pero me alegra que lo preguntes.
Tom me dedica una sonrisa sincera y me pasa su brazo por la cintura de manera posesiva. Parece mentira que en tan poco tiempo haya cambiado su malhumor por el joven cariñoso y amable que conocí. La verdad es que el traje gris que lleva puesto le viene que ni pintado. Me entran ganas de quitárselo allí mismo.
Tom me ayuda a subir los escalones que conducen al interior. Los tacones me están matando, y eso que todavía no ha empezado la noche. Mi chico abre la puerta y accedo al interior observando detenidamente la recepción. Hay una cortina de terciopelo roja que separa la recepción del salón principal y por la que se oye ruido de vasos, platos y voces.
Hay un chaval bastante joven tras un atril que está mirando una lista de nombres detenidamente. Al vernos a mí y a Tom muestra su mejor sonrisa.
-Bienvenidos al Paid Grill, la mejor parrilla de toda Raccoon City. Si su acompañante y usted tienen la amabilidad de seguirme, señorita Valentine, les conduciré al reservado.
Veo que no hacen falta presentaciones. Ya me conoce de sobra. ¿Y qué esperaba? Acabo de ganar el campeonato, y he contribuido en buena medida al genial desarrollo del equipo. Vayamos por donde vayamos somos aclamados por los fans. El camarero nos abre la cortina y le seguimos por el comedor principal ante la atenta mirada de los comensales. Creo que nunca me acostumbraré a ser tan observaba.
El chico nos abre una puerta de madera que está al fondo y avanzamos por un pasillo por el que empiezo a oír voces que charlan y gritan. Los nervios vuelven a mí. Sigo sin creerme que hayamos conseguido sacar adelante el partido y el campeonato.
El joven se detiene frente a otra puerta de madera de donde proceden todas las voces. Abre la puerta y nos hace un gesto para que entremos, y lo que veo me hace quedarme boquiabierta: una larga mesa ocupa la zona central y en la que están mis compañeros y sus acompañantes. Hay también unas chimeneas a ambos lados de la mesa, pero ahora están apagadas.
Al fondo de la sala hay una pista de baile y un enorme equipo de música que está apagado. Imagino que es el que utilizará el DJ para pinchar música. Se hace un silencio de apenas unos segundos antes de que todos estallen en aplausos y algún que otro silbido.
Sonrío y me inclino para hacer una reverencia. Cada día me siento más a gusto en este equipo, y sé que las dudas que tenía al principio han desaparecido por completo. Estoy integrada; todos me respetan y me consideran una más.
-¡Vamos, jugadora de la temporada, que hay hambre! –bromea Forest haciéndome una seña para que me siente en uno de los dos asientos que quedan libres, los únicos. Algunos ríen mientras me acerco a la silla y tomo asiento.
La mesa, cómo no, está presidida por el jefe Irons, con una aire de suficiencia que no le pega nada. Va vestido de gris, con una chaqueta y unos pantalones que parecen querer estallar en cualquier momento. No le acompaña nadie, y la verdad es que tampoco me sorprende.
A su derecha y a su izquierda están los capitanes del equipo Alpha y Bravo, respectivamente. Enrico está acompañado de su mujer, que si no recuerdo mal se llama Antonella. Pero lo que de verdad me deja más impresionada es a ver a una mujer rubia sentada al lado del capitán y charlando con él animadamente.
Es una joven rubia con unos bonitos ojos azules pero con una mirada… dura e intimidante. No sabía que el capitán Wesker tuviera pareja, aunque tal vez sea un pariente, una hermana o una prima. ¿Quién sabe?
-Eh, Forest –me giro hacia mi compañero llamando su atención -. ¿Quién es la que está con el capitán Wesker?
-Creo que es su hermana –responde tras dar un sorbo a su copa de vino -. Yo también pensaba que era la novia, pero… no me encaja con la seriedad del capitán.
Me río sin poder evitarlo. Menos mal que mi mente no es la única a la que se le ha ido la olla.
-¿Quieres vino, cariño? –me pregunta Tom con la botella en la mano.
Asiento. Su cordialidad en las últimas horas me está sorprendiendo bastante. Prefiero este Tom al que siempre estaba malhumorado y enfadado, pero… no deja de ser significativo su cambio de actitud. Algo le ha hecho recapacitar… y me gustaría saber el qué.
Al lado de Tom está sentado Richard, que está hablando con su novia, una joven bastante atractiva vestida con un precioso vestido azul oscuro. Richard me contó que la conoce desde el instituto, y que nunca se han separado. Qué bonito es conservar una relación durante tanto tiempo.
Junto a la novia de Richard está Joseph acompañado del que parece ser su hermano. Se parecen bastante, sobre todo por los ojos y la forma del pelo. Me enteré de que Joseph había estado conociendo a una chica durante unos meses, pero parece que la cosa no llegó a buen puerto.
Al fondo de la mesa está un solitario Brad que tiene un gesto de no saber muy bien qué hace allí. En el fondo siento hasta algo de simpatía por él a pesar de que siempre estamos presionándole y haciéndole quedar como un patán.
En el otro lado está sentado el resto del equipo: Kenneth con su mujer, Barry con Katie y Chris con su hermana. Están justo enfrente de mí. Chris me sonríe y yo intento devolverle el gesto… pero no puedo. Estando Tom delante debo mantener la compostura. Aunque tampoco es que sea nada malo sonreírle a un compañero.
Me sorprende que Amanda no haya venido. Quizá esté trabajando. Que le den. No la soporto. La próxima vez que vuelva a decirme algo no me voy a cortar ni un pelo por mucho que Chris sea mi amigo.
-¿Cómo estás de la espalda? –le pregunto antes de darle un sorbo a mi copa. Chris va muy elegante con esa camisa blanca y la corbata negra.
-Con toda esta movida… Ya no siento ni padezco.
Esta vez sonrío ampliamente justo en el momento en el que varios camareros entran cargados con platos llenos de diferentes entrantes: queso, gambas, croquetas, mini brochetas de cerdo… No sé si voy a tener estómago para tanto.
Pero la verdad es que estoy bastante hambrienta. El partido me ha dejado muy agotada, y necesito reponer fuerzas. Sin embargo, justo cuando nos disponemos a atacar los platos, el capitán Wesker hace sonar su vaso con un cubierto. Todos lo miramos. Yo, muy sorprendida. Se levanta de su asiento y se aclara la garganta.
-Bueno, gente, me ha parecido oportuno interrumpir esta… agradable velada para deciros que me siento muy orgulloso del equipo. Ya sé que sois muy buenos en lo que hacéis, pero al principio tenía mis dudas sobre el papel que podríamos hacer, y ahora… somos campeones. Todos. Propongo un brindis por todos nosotros.
Nos ponemos en pie y choco mi copa con todos los que están cerca de mí. El capitán Wesker mira a Enrico y éste asiente quedándose en pie con su copa en la mano.
-Lo primero de todo –empieza hablando mirándonos a todos -, quiero dar la enhorabuena a todo el equipo por haber conseguido lo que parecía imposible. Y también quiero felicitar a Chris y a Jill por haber conseguido un trofeo que simboliza el trabajo de todos. Gracias.
La sala entera se llena de aplausos y vítores que aclaman al capitán del equipo Bravo. Le toca el turno a Irons, que se ha mantenido al margen hasta el momento. A ver con qué nos sorprende esta vez. Nos mira a todos bastante serio, como si aquello no fuera con él y estuviera realmente aburrido. Es un personaje en todos los sentidos.
-Como jefe del departamento de policía de Raccoon City, sólo puedo decir que me enorgullece enormemente haber llevado a esta unidad a la élite. Todos ustedes han demostrado por qué están en nuestras filas. Sólo espero que este triunfo sea el primero de otros muchos.
No sé si alarmarme más porque sé que todo lo que está diciendo no es de corazón o porque ha sonado tan creíble que parece sincero. Aplaudo sin demasiado entusiasmo junto al resto. Chris ni siquiera lo hace, y la verdad que esta vez no puedo estar más de acuerdo con él. Los únicos que aplauden con más ganas son los capitanes y algunos familiares.
Menos mal que nadie más se atreve a decir nada, porque me sentiría avergonzada si tuviera que hablar delante de todos mis compañeros, aunque ya tuve que hacerlo en el estadio… y estaba toda la afición además.
Y empezamos a comer como si lleváramos varios días sin probar bocado. De primer plato nos sirven unas guarniciones de carne y pescado a la parrilla que tienen un sabor exquisito. No sé qué salsa han utilizado para el aliño, pero me recuerda a una salda que hacían en un restaurante de New Orleans que era bastante dulce y con esencia a frutas silvestres.
De segundo nos traen un salteado de verduras a la plancha con unas costillas en salsa de miel que están para chuparse los dedos. Y el postre… bueno… digamos que ni me lo esperaba: ¡una tarta de cumpleaños con el escudo de los S.T.A.R.S. en el centro!
-Malditos cabrones –murmuro mientras un camarero coloca la tarta en el centro y nos reparte platos y cucharas.
-¡Que hable! ¡Que hable! –exclama la mayoría de mis compañeros mientras la mujer de Kenneth enciende las velas con un mechero.
Tom me sonríe y me anima a decirle unas palabras al resto. Me pongo en pie lentamente y mis compañeros aplauden entusiasmados. La tarta es sencillamente genial, y la verdad es que tiene una pinta deliciosa.
-Vais a arder en el infierno por esto –bromeo sonriendo -. Sólo quería deciros que éste es, sin dudas, el mejor cumpleaños que he tenido jamás, y que me siento muy orgullosa de formar parte de esta unidad.
Mis compañeros aplauden y gritan entusiasmados durante lo que me parece una eternidad. Tras cantarme de nuevo “Cumpleaños feliz” soplo las velas deseando no despertar jamás de este sueño. Siento como si nada pudiera salir mal.
El capitán Wesker levanta una bolsa y la pasa hasta llegar a mí. Me quedo boquiabierta. Si no me esperaba la tarta, mucho menos que me hubieran comprado algo.
-Es de parte de todo el equipo –anuncia el capitán mostrando una amplia sonrisa.
-Vaya… no… no sé qué decir –murmuro sin poder creerme lo que está pasando. Desde luego que no puedo tener compañeros mejores.
-No digas nada… ¡ábrelo! –exclama Joseph guiñándome un ojo. Le sonrío y abro la bolsa.
Hay tres paquetes envueltos en diferentes tamaños. Cojo uno que tiene forma cuadrada y que es bastante pequeño. Le quito el papel… y me quedo boquiabierta. Es un reloj. Un precioso reloj plateado que tiene grabado mi nombre en la correa.
-Es precioso, chicos –comento observándolo detenidamente. Y no lo pienso. Me quito el que tengo puesto y me pongo el nuevo. Lo bueno que tiene la plata es que combina con todo.
El segundo regalo es un colgante con una llave y una pulsera a juego con un candado. No puedo evitar reírme. Seguro que tiene algo que ver con mi habilidad para abrir puertas.
-Sois lo más. Maestra de las ganzúas, ¿eh? –consigo decir cuando recupero la compostura. Algunos de mis compañeros ríen.
-Bueno… o mujer maravilla –bromea Richard de buen humor.
-Eso son invenciones de la prensa. Prefiero maestra de las ganzúas –respondo sin dejar de sonreír.
-Bien dicho –comenta Forest elevando su copa vacía.
Y el tercer regalo… ¿qué puedo decir de él? Es una miniatura de un piano, y no uno cualquiera. Un auténtico Baldwin, uno de los pianos más conocidos internacionalmente y producido en nuestro país. Mi piano no es de esa marca, pero es de una similar.
-¡Ostras! –exclamo sin salir de mi asombro -. Es genial. Seguro que mi piano se va a poner celoso. Gracias, chicos.
Algunos de mis compañeros ríen y aplauden cuando termino de meter los regalos en la bolsa. Y como es tradición, me pasan un cuchillo y una paleta para que me encargue de repartir la tarta. Cuando todos están servidos me pongo un trozo. No ha quedado casi nada.
-Chicos, mi mujer y yo queremos deciros algo –anuncia Kenneth compartiendo una mirada cómplice con su esposa. Ambos asienten y se ponen de pie -. Linda y yo… vamos a ser padres.
¿Es que no puede haber más sorpresas en la noche? ¡Kenneth va a ser padre! Nos levantamos todos a la vez y vamos a felicitar a la feliz pareja.
-Enhorabuena, grandullón –le digo a Kenneth dándole un abrazo. Me encantan este tipo de noticias, porque demuestran que la vida a veces puede ser maravillosa. Le doy también un abrazo a su mujer -. Felicidades Linda. ¿Sabes ya si es niño o niña?
-Todavía no. Sólo estoy de mes y medio.
Sé que Kenneth tiene un hijo adolescente que vive en algún lugar de Arizona con su ex mujer.
-Muy pronto ha empezado el Baby Boom después de nuestra victoria –bromea Joseph cuando estamos casi todos sentados. Me río al oírlo. No imagino haber creado tal efecto.
-Calla, Frost, que se enfría la tarta –responde Chris con una sonrisilla. Barry y yo nos miramos y no podemos evitar continuar con nuestro ataque de risa.
Pruebo la tarta por primera vez… y está riquísima. Es de turrón. Es una de las mejores tartas que he probado en mi vida.
-¿Te gusta? –me pregunta Tom comiendo de su trozo.
-Está para chuparse los dedos… Aunque la tuya me gustó más.
Tom me sonríe y me guiña un ojo. Es una pena que no podamos pasar esta noche juntos. La verdad es que me hacía bastante ilusión. Hacía tanto que no disfrutaba y me lo pasaba tan bien…
Cuando terminamos la comida aparece el DJ que nos ha puesto el local para amenizar la velada. Es entonces cuando Tom tiene que marcharse. Me tiro a sus brazos y nos besamos con pasión. No quiero que se vaya.

Bueno, bueno... la cosa promete. En el siguiente capítulo, Chris, aún con la euforia, no consigue dormir, y decide darse una vuelta. Casualmente, acaba en casa de uno de sus compañeros... ¿Qué pasará? ¡Hasta la próxima semana!
Tráiler estatuas de Anticolat
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Re: Fanfic: Todo o nada

Mensaje por Lucy Norton » 23 Sep 2016 09:03

Hola una semana más! Bueno, bueno, esta vez no voy a hacer ningún comentario. Simplemente, leed. Advierto que el capítulo contiene alto contenido sexual.

49.


Detengo el coche frente al bloque de apartamentos sin saber muy bien por qué estoy haciendo todo esto. Son cerca de las cuatro de la mañana, y la verdad es que no tengo ni pizca de sueño. No paro de pensar en lo que estoy haciendo, en cómo he podido acabar aquí.
Nadie circula por la calle, ni coches ni peatones, aunque tampoco de es extrañar: no creo que a nadie le apetezca dar un paseo por la madrugada. Después de dejar a Claire en el apartamento le dije que iba a pasar la noche fuera, que no me esperara hasta mañana.
No le dije adónde me dirigía. Se lo habrá imaginado. Pero no es a Amanda a quien vengo a buscar. No. Es a Jill. Apoyo las manos en el volante y echo la cabeza hacia delante, hasta que mi cara queda oculta por el volante. ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué horas son éstas de presentarse en casa de una amiga?
Al final la fiesta se alargó un poco más de la cuenta, y hemos estado bailando y pasándolo bien hasta cerca de las tres y media. Hacía mucho que no me divertía tanto, desde que salía con Claire hasta altas horas de la madrugada… y eso que éramos prácticamente unos adolescentes.
Echo un vistazo al regalo que está al lado, en el asiento del copiloto. Lo compré hace unos días. Pasaba por una calle y me detuve en el escaparate al verlo. Es una buena amiga; siempre ha estado a mi lado desde que llegó, y hemos pasado tantas cosas juntos que sin duda lo merece.
¿Y ése es el motivo por el que has venido? ¿No podías esperar a mañana para darle el regalo?
Mañana la verdad que lo tenemos difícil. El ayuntamiento ha organizado una cabalgata que nos llevará en autobús desde la comisaría hasta la plaza del ayuntamiento, donde vamos a celebrar de nuevo el título con los ciudadanos. Esto es un no parar, y lo peor de todo es que nos toca el turno de madrugada. Suerte que hoy nos hemos librado.
Los focos de un coche que se acercan por la parte izquierda llaman mi atención. Sólo me bastan unos segundos para saber que es Jill. Tiemblo. No quiero salir del coche. ¿Por qué estoy tan nervioso? Jill deja su coche en la acera de enfrente, junto al edificio. Los cristales delanteros empiezan a subir, y eso me indica que va a salir en breve.
Agarro el paquete con manos temblorosas y vuelvo a mirar al exterior. Está bajando. Es mi momento. Salgo del coche como si me hubieran metido una patada y casi me olvido de echar el seguro. Jill aún está cerrando la puerta. Me acerco a ella a grandes zancadas.
-Jill –la llamo con suavidad para no asustarla, pero no lo consigo. Jill da un pequeño respingón y se lleva las manos al corazón mientras se gira. Nunca… la he visto tan guapa a excepción de aquella cena de San Valentín que compartimos. Parece que han pasado mil años desde entonces -. Perdona… No quería…
-Chris… ¿Estás bien? ¿Va todo bien?
-Sí, sí –me apresuro a decir al ver su cara de preocupación. Es normal. A estas horas no suelen recibirse visitas de amigos. Sostengo con fuerza el regalo -. Es sólo que… -¿qué le digo? -. No tengo sueño, y decidí darme un paseo. Pasaba por aquí y te vi aparcando.
Ah, claro, y por eso llevas un regalo para ella.
Jill me mira durante unos instantes… y sonríe. Se ha dado cuenta de que llevo un regalo, y de que es para ella. Desde luego que mentir no es lo mío.
-Si te digo la verdad yo tampoco tengo mucho sueño… El vino se me ha subido a la cabeza –responde con una risa. Eso me preocupa. Ya vi cómo se comportó en el bar cuando detuvimos al violador, y estoy convencido de que ha tenido problemas con la bebida en alguna ocasión -. ¿Te apetece un café?
Me quedo unos instantes en silencio. Alto. Me estoy metiendo una senda peligrosa. ¿Y qué esperaba? ¿Qué me dejara aquí con el culo en volandas? Además, Amanda estará saliendo ahora de trabajar, y estoy seguro de que lo único que querrá ver será la cama.
Jill me mira arqueando las cejas. Está esperando una respuesta, y no creo que quiera quedarse esperando con el viento que está soplando. Sé que esto entraba dentro de las posibilidades, y ahora que tenemos pareja sabemos dónde está nuestro lugar. Al cuerno.
-Eso suena genial –me limito a contestar mostrando una de mis mejores sonrisas. Jill también me sonríe.
-Pues vamos entonces.
Asiento algo más tranquilo y la sigo hasta su piso. No se escucha ni un alma. Es contagiosa la paz que se respira. Jill introduce la llave en la cerradura y abre sin muchas dificultades. Espero a que encienda la luz y entonces accedo al interior.
Sólo he estado una vez allí, y fue por orden del capitán Wesker. En aquel entonces Jill estaba con una resaca de mil demonios después de haberse bebido una Vodska Martini y un Whisky, uno de ellos casi del tirón. Su piso, a diferencia del mío, no es tan espacioso. El salón y la cocina están prácticamente unidos, sólo separados por una barra americana.
Y se nota claramente nuestras diferencias de gustos. Mientras que mi apartamento apenas tiene decoración, el de Jill está algo más cargado que el mío: cuadros, fotos, jarrones, y por supuesto, su piano. Jill me contó que lleva tocándolo desde que prácticamente tiene uso de razón. No soy muy aficionado a ese tipo de música, pero me encantaría escucharla algún día.
Jill aparece procedente de un pasillo que seguramente lleve hasta su dormitorio. Territorio prohibido. Veo que se ha puesto unas zapatillas de estar por casa y se ha quitado la chaqueta que llevaba puesta. La verdad es que ese vestido rojo le sienta de maravilla.
-Ya no aguantaba más con esos condenados zapatos –comenta mientras va a la cocina. Yo me limito a sonreír. Mujeres… -. ¿Qué café te apetece? Tengo varios sabores.
-Que sea una sorpresa. Lo dejo en tus manos –respondo tras pensarlo unos segundos.
-Genial. Te sorprenderé… no lo dudes.
Vaya, eso me ha calado muy hondo. Seguro que se refiere al café, sólo eso. Me acerco a una vitrina donde hay varias fotografías. En todas aparece Jill con un grupo de jóvenes vestidos con uniforme estilo militar. Estoy seguro de que son sus compañeros de la Delta Force.
También me veo en algunas fotos con mis compañeros. Pero lo que más me llama la atención es una fotografía de una Jill que no debe tener más de seis o siete años abrazada a un hombre que sonríe a la cámara. Debe ser su padre; estoy seguro.
-Tengo que hacer hueco para el trofeo –comenta Jill a mis espaldas. Me giro y veo que coloca dos tazas de café en la mesa que hay junto al sofá. Da unos pasos y se sitúa a mi lado.
-¿Ése es tu padre?
-Sí –responde Jill con una voz solemne sin apartar la mirada de la fotografía. Vaya, algo en su tono de voz me dice que no tiene muchas ganas de hablar de ello -. Será mejor que nos tomemos los cafés antes de que se enfríen.
Asiento lentamente dejando la mirada unos segundos más en la fotografía antes de volverme.
Tomo asiento a su lado en el sofá. Observo que, a diferencia de su café, el mío no parece estar tan caliente. Qué extraño. Le doy un sorbo y tardo unos segundos en acostumbrarme al frío que desprende mi boca. Es café helado. Jill me mira con una sonrisa dejando su taza en la mesa.
-¿Qué te parece? –me pregunta sin dejar de sonreír. Hala, ya me ha sorprendido.
-La verdad… creo que ahora mismo podría congelar cualquier cosa que tenga delante –Jill se ríe -. Café helado… No está mal –le acerco el paquete que llevo guardando con celo toda la noche -. Esto es para ti.
-Vaya, Chris… -responde sorprendida. Coge el paquete con duda y lo observa -. No… no tendrías que haberme comprado nada más.
Le doy otro sorbo a mi café mientras Jill empieza a quitar el envoltorio. Estoy seguro de que le va a gustar bastante. Y su cara así lo muestra cuando descubre lo que es.
-Ostras… Un juego de ganzúas –exclama sin salir de su asombro. Abre la pequeña caja y examina las pequeñas herramientas.
-Pasé por una tienda y lo vi… Imaginé que te gustaría.
-Gracias, Chris. Son geniales. Siempre viene bien tener alguna de repuesto.
Y sin que me lo espere me da un abrazo que me deja en completo fuera de juego. Pero la verdad… es que es una sensación gratificante. Continuamos abrazados un rato hasta que Jill da por finalizado el abrazo. Me rasco el pelo nervioso. ¿Qué me pasa?
-¿Y de qué es tu café? –le pregunto rompiendo el incómodo silencio que se había formado.
-De fresas.
Sonrío.
-Menos mal que no me lo has puesto a mí –le doy un sorbo a mi café -. Soy alérgico a las fresas y a los plátanos.
-No lo sabía –comenta Jill pensativa -. Menos mal que no se me ha ocurrido ponerte éste. Yo sabía que tú no eras mucho de fresas –sonrío terminándome el café. La verdad es que estaba muy bueno -. Parece mentira que estemos aquí sentados siendo campeones… y encima los mejores jugadores. No me lo termino de creer.
-Pues créetelo –afirmo sintiéndome como un sueño. Desde luego que hemos superado las expectativas de todo el mundo -. Ahora mismo nadie nos puede quitar lo que hemos conseguido.
-No creo que lo olvide nunca. Ha sido increíble.
-Yo tampoco lo olvidaré.
Nos quedamos mirándonos unos instantes. Trago saliva. Desde luego que Jill puede considerarse una de las mujeres más atractivas con las que me he cruzado, y no sólo por su físico. Me ha demostrado que tiene una personalidad de hierro.
Oculto:
Jill se acerca un poco más a mí. Me sigue buscando con la mirada. No se la aparto. Y como si fuera un acto reflejo me lanzo: le doy un suave beso en los labios. ¿Qué estoy haciendo? Me retiro rápidamente lamentando mi error. Pero entonces Jill se acerca a mí y me besa con posesión. Dios. Sus labios me buscan una y otra vez, y yo respondo dejándome llevar. Nuestras lenguas juegan mientras nos dejamos caer en el sofá.
Le paso los brazos por la espalda y la atraigo aún más hacia mí. Es una sensación gratificante. Creo que… nunca había deseado algo tanto. Jill para de besarme y se incorpora. Me tiende una mano.
-Ven.
Cojo la mano que me tiende sin dudarlo y vamos a su habitación. Allí me echa sobre la cama y observo gustosamente cómo Jill empieza a quitarse el vestido. Me está entrando de todo. Lo único que sé es que tengo un deseo incontrolable de follármela. Aquí. Ahora mismo.
Jill se queda en sujetador y en bragas, y sólo puedo decir que me encanta esa imagen. Mi pene está más que preparado desde hace mucho tiempo. Jill se tumba encima de mí y volvemos a besarnos con lujuria. Todo este juego me está poniendo a mil.
Saco uno de los pechos de Jill y lo chupo. Ella gime de placer. Le doy unos pequeños mordiscos, y con la otra mano masajeo el otro pecho. Su cara me demuestra cuánto le gusta. Me quito la camiseta casi de un tirón y le desabrocho a Jill el sujetador mientras me da besos por el cuello. Siento un escalofrío que me recorre de arriba abajo.
Vuelvo a llevarme los pechos de Jill a la boca. Están muy duros y calientes. Jill abre la bragueta de mi pantalón y saca a relucir uno de mis bienes más preciados. Terminamos quitándonos toda la ropa, y sólo puedo pensar en lo deseoso que estoy de entregarme a ella.
-¿Tienes una cerpa o algo? –le pregunto mientras se me ocurre una idea.
-Espera –Jill busca algo en uno de los cajones de la mesita de noche y finalmente saca la cerpa y un preservativo que tira a mi lado.
Rasgo el envoltorio y me coloco el condón notando que estoy más que preparado. Quiero que disfrutemos de este momento. Cojo la cerpa y se la coloco en los ojos. Aunque no puedo ver sus ojos, sé que está sorprendida por lo que he hecho.
-A partir de este momento sólo vas a sentir –murmuro en su oído mientras le coloco unos pelos por detrás de la oreja.
Jill se tumba completamente en la cama. Joder, qué visión más morbosa. Me pongo de rodillas frente a mi compañera y coloco sus piernas sobre mis hombros. Guío mi pene hacia su lubricada y tentadora vagina. Entra sin problemas, y es una sensación maravillosa.
Empiezo a embestir con suavidad, y aumento el ritmo conformo siento que Jill se va sintiendo más cómoda. Mis gruñidos se funden con los gemidos de placer de Jill mientras entro una y otra vez sin descanso.
Y entonces veo que Jill arquea las caderas buscando más profundidad. Joder, esto es maravilloso. Sigo aumentando el ritmo de las penetraciones cuando siento que estoy a punto de llegar al clímax. Las piernas de Jill se quedan quietas, y sé que ha tenido un orgasmo. Buena chica.
La dejo tumbada en la cama y me pongo a su lado.
-Súbete –murmuro completamente excitado. No quiero que esto termine.
Jill consigue ponerse encima de mí e introduce de nuevo mi miembro en su interior. Ahora es ella la que domina. Sube y baja con fuerza mientras nuestros gemidos se funden… Me exige con fuerza, y entro y salgo a un ritmo frenético hasta que Jill se deja caer sobre mí, y acto seguido soy yo el que sucumbe. Cierro los ojos y abrazo a mi compañera de juegos. Lo único que se escucha son nuestras respiraciones entrecortadas.
Joder, ha sido impresionante.
Le quito la cerpa a Jill y la observo. Parece estar tranquila. Se separa de mí y salgo de su interior. Me levanto y camino hacia el cuarto de baño de la habitación. Me quito el preservativo y me limpio los restos que quedan. Me observo en el espejo, y la cruda realidad se cierne sobre mí. ¿Qué hemos hecho?
¡Hala! ¡Por fin! ¿Y qué pasará ahora? ¿Estarán arrepentidos, decidirán tirarlo todo por la borda y arriesgarse? ¡Más en el siguiente capítulo! La semana que viene os traeré una sorpresa ;)
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Re: Fanfic: Todo o nada

Mensaje por Lucy Norton » 30 Sep 2016 09:11

¡Muy buenas a todos! Lo primero de todo, muchas gracias a los que semana a semana estáis ahí siguiendo mi historia. Lo segundo, aunque ahora mi vida es muy ajetreada, siempre intento sacar algo de tiempo para estar por aquí (la vida de un opositor es una mierda; no os la recomiendo).

Y bueno, tal y como os dije, tengo una sorpresa: hoy es mi cumpleaños, y he decidido hacer... ¡2X1! Así que hoy os voy a dejar el capítulo 50 y 51. ¡Saludos!

50.

Abro los ojos, y unos débiles rayos de sol entran por la persiana. ¿Qué hora es? Cojo mi teléfono y veo que son las once y cuarto. Joder, no he dormido casi nada. Tengo un mensaje de Tom diciéndome que ya está en Filadelfia. Y al pensar en él se me revuelve el estómago. ¡Dios, qué he hecho!

Y entonces recuerdo que Chris está durmiendo en la habitación de al lado. Me dejo caer contra la almohada y cuento mentalmente hasta tres. ¿Qué coño nos ha pasado? Hemos metido la pata hasta el fondo a pesar de que… disfruté como jamás lo había hecho. Su forma de hacerme el amor, de sorprenderme con el detalle de la cerpa… Dios, qué calor me está entrando.

Estoy segura de que él se siente tan culpable como yo. Sé que ambos tenemos mucho en lo que pensar. Creo que por eso decidió irse a la otra habitación sin que yo le dijera nada. Madre mía. Me he metido en un buen lío. ¿Cómo voy a mirar ahora a Tom? ¿Y cómo va a afectar esto en el trabajo?

Jamás volveré a mirar a Chris del mismo modo. Ahora pensaré aquello de "sí, somos colegas y además hemos compartido aventuras". Me juré después de rodar el anuncio que esto no iba a pasar… y parece que mis palabras se las llevó el viento.

Decido levantarme. Si permanezco un segundo más en la cama voy a seguir dándole vueltas. ¿Y acaso no lo haré despierta? Paso rápidamente por el servicio para hacer un pis. Me observo en el espejo. Tengo unas ojeras horribles y un careto de dormida que no puedo con él. Espero estar más espabilada para la cabalgata de esta tarde.

Si no hay alguien que puede despertarte en la habitación de al lado…

Niego en silencio. ¡No estoy para bromas! Camino hacia el salón y compruebo que Chris aún sigue dormido. Suspiro aliviada. Menos mal. Tengo que pensar bien qué voy a decirle.

No se me ocurre nada para hacer. Tengo el estómago cerrado y los nervios a flor de piel. Miro el piano. Tal vez no sea buena idea dado es que es media mañana. Lo pienso unos instantes. Qué demonios. ¿No se ponen muchas veces a las nueve de la mañana con el taladro?

Tomo asiento frente al piano y cojo aire. Ahora mismo tengo pinta de cualquier cosa menos de pianista. Toco una canción bastante triste, una que me enseñaron para practicar los agudos. La verdad es que pega bastante con mi estado de ánimo. Cierro los ojos y me dejo llevar por el sonido.

La canción tiene letra, pero, aunque no se me da bastante mal cantar, no me apetece. Mi cuerpo me pide que me lamente en silencio, siguiendo el compás de las notas. Cuando arranco con los últimos acordes, escucho unos aplausos a mi espalda.

Me sobresalto. Joder, ya está aquí. ¿Y qué esperaba? Con la canción habré despertado a los que seguían durmiendo en el bloque. Chris me observa unos instantes. Está completamente vestido, como si no se hubiera quitado la ropa desde anoche. Pensar en ello me hace tragar saliva con dificultad. ¿Por qué no puedo quitarme de la cabeza la forma en la que nos besamos, en la que jugaba conmigo y me hacía disfrutar?

Admítelo: el mejor polvo que has echado en tu vida.

-Creía que nunca te escucharía tocar el piano –comenta Chris dando unos pasos hacia mí. Se me corta la respiración. Hasta recién levantado no pierde su esencia -. ¿Puedo…?

Me indica un lugar a mi lado en el banco. No lo miro. No sé qué decir. Sé que tenemos muchas cosas de las que hablar, ¿y realmente quiero? Asiento lentamente en silencio sin dirigirle la mirada. Sé que él no me quita ojo. Por su tono de voz parece sentirse culpable por lo que ha pasado.

Pongo los dedos en las teclas, pero soy incapaz de mover las manos. Estoy bloqueada. No pienso con claridad. Le echo una rápida mirada. Sus ojos me dicen que necesita hablar y yo… la verdad es que ahora no tengo fuerzas.

-Jill… -me dice con una voz cargada de culpabilidad. Estoy siendo injusta. Yo también soy responsable aunque me cueste admitirlo -. Sé que no me vas a hablar después de lo que ha pasado. Sólo quiero decirte que lo siento mucho si te he hecho daño.

-¿Y por qué no iba a hablarte? –le pregunto sin dejar de observarlo. No me gusta nada el rumbo que está tomando esta situación.

-Mira, yo… llevo mucho tiempo deseando que pasara –su confesión me pilla por sorpresa. Al final Barry va a tener razón al advertirme sobre el daño que nos podíamos hacer -. Desde que te conocí supe que había algo especial, y si nunca me he atrevido es porque, además de buenos amigos, trabajamos codo con codo.

Me quedo sin palabras. Ha dicho exactamente todo lo que yo pienso. Sé que nuestra relación sería muy complicada en todos los aspectos. Debo hacer todo lo posible para olvidarme de todo esto, aunque me cueste sudores y lágrimas.

Claro, como si fuera tan fácil. ¿Cuánto hace que no tenías un orgasmo en condiciones?

Chris no me aparta la mirada. La verdad es que no sé qué decir. Y lo peor de todo esto es que no puedo echarle la culpa a Tom por haber discutido miles de veces en relación a Chris. Parece que hasta él me conoce mejor que yo misma.

-Sería injusto cargarte con toda la culpa –logro decir tras el incómodo silencio -. Creo que lo mejor será olvidar todo este asunto y seguir adelante.

Chris asiente lentamente y se levanta del butacón con una mirada llena de decepción. ¿Qué ha querido decir con eso? ¿Acaso… no está arrepentido de haber engañado a Amanda?

¿Y tú acaso crees que vas a olvidar fácilmente lo que pasó? ¡Sólo me faltó gritar su nombre del gusto que sentía!

-Bueno, será mejor que me marche. No quiero abusar más de tu hospitalidad.

Su comentario debería hacerme sonreír, pero lo único que consigo es una mueca forzada. Estoy yo ahora como para muchas fiestas, y lo peor es que esta tarde tenemos una ante todo el mundo.

-Oye, Chris… -le digo cuando va a salir por la puerta. Se gira y me mira -. Gracias por el regalo.

O debería decir regalos.

Chris simplemente sonríe.

-Te veo esta tarde en la cabalgata –se dispone a marcharse, pero no se mueve de su sitio -. Lo pasé muy bien anoche. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto.

Y con esas palabras me deja allí plantada, sentada frente al piano. ¿No querías caldo? Pues toma tres tazas. Ahora sé a ciencia cierta que todo esto fue, en parte, buscado, y por otra, inesperado.

Apoyo la cabeza contra el piano y cierro los ojos maldiciendo mi mala suerte. Mi vida es un asco.
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Re: Fanfic: Todo o nada

Mensaje por Lucy Norton » 30 Sep 2016 09:15

51.

Son algo más de las siete de la tarde cuando el autobús que nos va a llevar hasta la plaza del ayuntamiento empieza su recorrido. Nos han dicho que será algo más de una hora, para que el público pueda vernos bien.
Ya en la puerta de la comisaría el ambiente es brutal. Habrá cerca de mil personas reunidas aclamándonos a nuestro paso. Es domingo, y mucha gente tiene el día libre. Nosotros, sin embargo, a las doce tenemos que volver al curro. Ya nos libramos ayer, y no creo que Irons vuelva a ser igual de comprensivo.
Hace un día espléndido. Aunque hace un poco de calor, no es demasiado agobiante. Un día perfecto para salir a la calle y proclamar que somos campeones.
Algunos de mis compañeros saltan y gritan mientras cantan. Yo me apoyo en la barandilla de la parte izquierda y saludo al público. Me siento como una estrella de Hollywood, y tampoco es que hayamos hecho tanto.
Todos vamos vestidos con la misma camiseta, una camiseta blanca que tiene en la parte delantera unas caricaturas bastante curradas y divertidas de todos los miembros del equipo. Yo estoy casi en la parte de arriba, en la derecha. Mi personaje sale levantando un puño con los dientes apretados. La primera vez que lo vi me hizo mucha gracia.
Pero sin lugar a dudas con lo que más nos hartamos de reír fue con la caricatura de Irons. Un cerdo en estado puro. Creo que las risas se apagaron prácticamente al subirnos al autobús. Estoy seguro de que el tema no caerá en el olvido.
Es una suerte que no nos haya acompañado en el trayecto. No me apetece recibir sus miradas de amargado ni sus comentarios de idiota del año. No sé por qué, pero tengo la sensación de que, en los dos últimos partidos estaba, de alguna manera, compinchado con los árbitros.
Nunca protestaba, siempre se quedaba en un segundo plano, y me extraña que alguien como él, que estaba muy interesado en ganar para realzar su popularidad, haya dejado que las decisiones arbitrales casi nos cuesten el campeonato.
No le he hablado a nadie de mis sospechas. Sólo Jill y Barry saben un poco de mi posición sobre la conducta antideportiva de los árbitros en los últimos partidos. ¿Es posible que Irons les haya pagado? Me quito la idea de inmediato de la cabeza. Es absurdo. No veo a Irons jugándose el pellejo por algo tan serio.
-¿Algo de beber, Chris? –me pregunta Forest poniéndose a mi lado. La verdad es que tengo un poco de sed.
-Cerveza.
-Que sean dos –añade Forest con una sonrisa. Su acento sureño es inconfundible, aunque es un poco diferente al de Jill. Forest es de Georgia; de Atlanta creo recordar.
Poco después mi inseparable compañero en la galería de tiro se acerca con dos vasos llenos hasta arriba de cerveza. Me da uno de ellos y los chocamos antes de beber.
-Mira cómo nos aclaman. Somos los putos amos –comenta Forest mientras observamos a la multitud que se agolpa para vernos de cerca. Creo que nos va a costar un tiempo digerir la fama que hemos conseguido.
Y mis pensamientos se van sin querer a Amanda. ¿Qué le digo ahora? Aún no he tenido tiempo de hablar con ella, y a decir verdad, no sé ni por dónde empezar. Mi hermana tampoco sabe nada. Piensa que pasé la noche con Amanda… y no quiero imaginar qué dirá si se entera de que le he puesto los cuernos a mi novia.
Desde luego que es un puto lío. Forest se marcha para hacerse una foto con los del equipo Bravo. El trofeo está colocado en el centro, para que sea visible. Me lleno de orgullo cada vez que pienso en lo que nos ha costado llegar hasta aquí.
Entre fotos, bromas y risas llegamos a la plaza del ayuntamiento cerca de hora y media después. Como esto se alargue mucho vamos a tener que comer como los pavos para llegar a tiempo a la comisaría. Bajo por las escaleras justo detrás de Barry, y un empleado del ayuntamiento nos guía hasta un pasillo donde nos indica que esperemos.
El pasillo está repleto de fotos nuestras en diferentes momentos de los partidos que hemos jugado. Me veo botando el balón delante de un defensor, lanzando un tiro libre o dirigiendo el ataque. Pero la foto más espectacular es la más grande de todas, donde estamos todo el equipo junto al trofeo.
Sonrío sin poder evitarlo. Volvería a vivir ese momento una y otra vez. Por mucho que lo pienso, jamás me habría imaginado que esta competición me atraería tanto. Mis compañeros, al igual que yo, observan las imágenes y comentan anécdotas sin perder el buen humor.
Parece que al final sí hemos conseguido lo que se proponía el torneo: unirnos como quipo y entablar amistad con otros S.T.A.R.S. como nosotros… aunque los de Salt Lake City no estaban mucho por la labor que digamos.
-Bueno, muchachos, ya está todo preparado –nos anuncia un joven que lleva la misma camiseta que nosotros -. Cuando el presentador diga vuestro nombre sólo tenéis que salir. Capitán Wesker, usted será el encargado de llevar el trofeo. Señor Redfield, señorita Valentine, ustedes se encargarán del trofeo al mejor jugador. Como aún sólo disponemos de una copia, lo haremos de forma que puedan mostrarlo sin ningún problema.
Asiento lentamente, y miro a Jill, que está unos metros detrás de mí. No sé si es porque no nos hemos atrevido a hablar o porque no ha surgido la oportunidad, pero la verdad es que me siento raro. He hablado con casi todo el mundo durante el trayecto, pero con Jill no he intercambiado ni una palabra.
Ya se empieza a oír el sonido de los aficionados gritando. No me quiero ni imaginar la que tiene que haber liada. Aquí hay capacidad para prácticamente toda la ciudad, y estoy seguro de que estará a rebosar. El R.P.D. ha montado un dispositivo especial en vísperas de las previsiones de lleno absoluto en la plaza.
Escucho una canción. Parece “The Final Countdown”, y de nuevo al público rugir. Empiezo a ponerme nervioso. Todo lo que están haciendo me hace sentir como una auténtica estrella.
-¡Muy buenas noches Raccoon City! –exclama el presentador cuando el sonido de la música baja un poco. Me encantaría ver qué está pasando -. En breves instantes nuestros héroes van a salir para celebrar con todos nosotros el título conseguido en la tarde de ayer –más gritos y silbidos del público. Esto se anima por momentos -. Antes de empezar, y de parte de la comisaría de policía y de todo el equipo que ha organizado el evento, agradeceros vuestra asistencia y el apoyo que le habéis ofrecido al equipo estos meses. Bueno, ¿estáis preparados? ¡Vamos allá!
El sonido de la música vuelve a subir. Las paredes del pasillo retumban de forma frenética. Comparto una mirada cómplice con Barry. Nos tratan como auténticos héroes. ¿Tanto hemos hecho para merecerlo?
-En primer lugar, quiero presentar al hombre que accedió gustosamente a tomar las riendas del proyecto –escucho decir al presentador cuando la música vuelve a bajar -. Damos y caballeros, niños y niñas, recibamos con una calurosa bienvenida al jefe de policía… ¡Briaaaaaaaan Iroooooons!
Ni me molesto en aplaudir. Sólo veo a los capitanes hacerlo. El público, sin embargo, parece bastante animado con la aparición de ese bulto con patas.
-Bueno, bueno, ¿a quién queréis ver ahora? –sigue hablando el comentarista cuando las voces se han apagado casi por completo -. Dejadme deciros, sobre todo a las chicas, que aunque levanta pasiones allá donde va, ya está pillado –sonrío. Espero que no lo diga por mí -. Desde Milwaukee, Wisconsin, con el número diecisiete… ¡Richaaaaard Aikeeeeeen!
Aplaudo mientras Richard pasa por mi lado recibiendo algún que otro amistoso empujón. Lo veo perderse por el fondo del pasillo saludando al público. Ya se me están poniendo los vellos de punta al pensar en el recibimiento que me espera.
-Y ahora… uno de los primeros integrantes de los S.T.A.R.S. de Raccoon City. La voz de la sabiduría, como lo llaman algunos… -y no puedo evitar reírme al saber de quién habla -. Desde Queens, New York, con el número veinticinco… ¡Barryyyyyy Buuurtooooon!
Silbo al ver a Barry dirigirse hacia el exterior, y me uno a los gritos del equipo. Somos una auténtica familia, de eso puedo estar seguro.
-¡Vamos, que esto no ha hecho más que empezar! El siguiente que os voy a presentar todo lo que tiene de alto, lo tiene de buena persona –algunos se ríen -. Desde Dallas, Texas, con el número noventa y nueve… ¡Edwaaaaard Deeeeewey!
El gigantesco Edward pasa por mi lado y le doy una palmada en el hombro sonriendo. Cada vez vamos quedando menos, y siento los nervios con mayor intensidad por momentos.
-El siguiente jugador es el bromista del grupo, el de las celebraciones con coreografía –todos soltamos una carcajada al saber de quién se trata -. Recibamos como se merece desde Portland, Oregón, con el número treinta y cuatro a… ¡Joseeeeeph Froooost!
Joseph agita los brazos en el aire y sale bailando al ritmo de la música.
-¡Tío bueno! –bromea Jill casi cuando Joseph se pierde de vista. Los rugidos del público aumentan por segundos.
-Un poco de silencio a todo el mundo –oigo al comentarista entre el sonido de la música -. Este hombre se merece el respeto de todos nosotros porque… ¡es el segundo capitán del equipo! –el público vuelve a vibrar y todos miramos a Enrico -. Desde Pescara, Italia, con el número cinco… ¡Enricooooo Mariiiiiini!
-¡Capitán! ¡Capitán! –gritamos mientras Enrico se dirige al exterior recibiendo una calurosa bienvenida.
Uno de los organizadores se acerca y me entrega ese trofeo que ha sido tan preciado para mí desde que lo conseguí ayer. Lo que quiere decir que soy el siguiente. Y lo sé porque los gritos del público son ensordecedores.
-Ahora os quiero presentar a todo un luchador. Mejor porcentaje en tiros libres, máximo anotador del campeonato, mejor reboteador en su posición. ¿Sabéis ya de quién estoy hablando? Señoras y señores, con el número veintiuno, desde Brooklyn, Nueva York, demos el mejor de nuestros recibimientos a uno de los mejores jugadores… ¡Chriiiiiiis Reeeeeeeeeedfield!
Alguien me da un suave empujón y camino con decisión hacia la salida del túnel. Me lanzan humo y un montón de confetis antes de tener una visión directa de la plaza. Todo está a rebosar. No cabe ni un alfiler. Hay numerosas pancartas con muestras de apoyo para todo el equipo. Mi hermana y Amanda deben estar por ahí.
Cojo el trofeo con una mano y saludo al público mientras veo que mis compañeros me hacen un pasillo. Barry, el primero, me da un abrazo, y luego recibo cientos de collejas hasta que llego al final. Con una amplia sonrisa, observo todo cuanto nos rodea maravillado.
-Muchos dicen que no encontrarán a nadie como él. Máximo triplista de la temporada, un francotirador nato. Desde Atlanta, Georgia, con el número veintitrés… ¡Foreeeeest Speyeeeeer!
Me uno al aplauso de mis compañeros mientras volvemos a hacer el pasillo. Instantes después, Forest pasa a toda velocidad por el pasillo y se desliza por el suelo de rodillas como si de una auténtica estrella de rock se tratara.
Forest levanta los brazos y calienta aún más a los aficionados. Se levanta y vuelve a pasar chocándonos la mano a todos. El mismo tipo que me dio el trofeo lo recoge y se lo lleva al interior, posiblemente para que Jill lo lleve.
-Ha sido el ancla defensiva del equipo. Ha estado entre los mejores reboteadores y taponadores de la liga. ¡Este grandullón no tiene techo! –el público ruge entusiasmado -. Desde Phoenix, Arizona, con el número once… ¡Kenneeeeeeeth Sullivaaaaan!
Entre el humo y la serpentina, la imponente figura del explorador del equipo Bravo hace presencia. Saluda con entusiasmo al público antes de pasar por el pasillo no sin recibir una buena dosis de palmadas.
Las luces se apagan y se enciende la pantalla que tenemos justo detrás. Aparecen unos ojos grises inconfundibles, y luego varios fragmentos de partidos en los que Jill ha participado de una forma u otra en la finalización de la jugada. El público grita.
-Creo que la siguiente persona no necesita presentación. Máxima asistente de la liga, mayor número de robos por partido y… ¡mejor jugadora de la temporada! Desde Nueva Orleans, Lousiana, con el número uno… ¡Jiiiiiiill Valentineeeeeee!
-¡MVP! ¡MVP! ¡MVP! –empiezan a gritarle a Jill justo cuando el cañón empieza a soltar humo y confetis.
Con una amplia sonrisa, Jill sostiene el trofeo y se lo muestra al público haciendo una reverencia. Cruza el pasillo chocando la mano de todos los integrantes del equipo, y cuando llega a mí, pone la mano en alto. Se la choco. Luego abajo, y por último el puño. Un viejo ritual previo al partido.
-Aunque no ha participado todo lo que le hubiera gustado, su canasta fue decisiva para asegurar el campeonato. Desde Los Ángeles, California, con el número trece… ¡Braaaad Vickeeeeers!
Se nota que hasta el público duda de Brad. Se oyen tímidos aplausos y vitores cuando Brad sale por la cortina de humo. Por su gesto, no sabe muy bien qué hacer. Hasta se va en la dirección contraria. Algunos, como Forest o Kenneth, se parten de risa.
Brad consigue llegar hasta nuestra posición y le aplaudimos antes de lanzarnos sobre él y saltar gritando sin parar. Cuando recuperamos la compostura, la pantalla que tenemos detrás vuelve a iluminarse.
Sólo queda el capitán…
Se muestran varios fragmentos de algunas canastas y momentos importantes en los que ha participado el capitán. El público empieza a aclamarlo.
-Y en último lugar, y no menos importante, demos la bienvenida a la efectividad en persona… ¡y al capitán del equipo! Damas y caballeros, desde Londres, Reino Unido, demos el más caluroso de los recibimientos al número cero… ¡Albeeeeeert Weeeeeesker!
-¡Capitán! ¡Capitán! –gritamos uniéndonos a los aplausos y aclamaciones de los aficionado. Miro unos segundos a Irons. Su cara de rancio me dice que está bastante aburrido.
El capitán Wesker aparece con el trofeo con el que nos hemos fotografiado cientos de veces en la tarde de ayer. No puedo quitarle el ojo de encima. Nos ha costado tanto ganarlo… El capitán nos choca la mano a todos y se coloca junto a Irons.
-¡Y aquí están todos nuestros campeones! ¡Démosles una gran ovación! –exclama el presentador sin parar de animar al público.
Nos ponemos en una fila y nos pasamos los brazos por los hombros. Botamos como locos.
-¡Campeones! ¡Campeones! ¡Oe, oe, oe! –gritamos dejándonos llevar por la emoción del momento. Ver a todas esas personas ahí, dejándose la garganta por nosotros es espectacular.
-Bueno, gente –consigue decir el presentador cuando los gritos casi se han extinguido -. Vamos a escuchar al jefe Irons, ¿qué os parece?
El público aplaude mientras el tipo se sitúa al lado de Irons. Sonrío sin poder evitarlo. Esto le gusta tanto como ser humillado.
-Voy a intentar ser breve porque sé que estos muchachos tienen una agenda que cumplir. Jefe Irons, ¿qué siente al estar aquí, delante de toda esta gente que os ha animado desde el principio?
-Creo que la gente de Raccoon City debe sentirse muy orgullosa de tener a un equipo como los S.T.A.R.S. protegiéndolos casi las veinticuatro horas del día. Así que sólo puedo decir que este triunfo ha servido para que los ciudadanos conozcan en primera persona lo que mis muchachos son capaces de hacer.
Sólo veo a Wesker y a Enrico aplaudir con entusiasmo. Yo doy unas palmadas y me detengo. Forest ni siquiera sigue el ritmo, y los demás cortan bastante rápido. El público sí tarda algo más en callarse.
-Sólo una cosa más, jefe… ¿es cierto que quiere presentarse a las elecciones?
Irons se ríe de forma bastante forzada, y eso me produce una sensación incómoda. Si este tío es el próximo alcalde de la ciudad, Raccoon City puede darse por perdida.
-Estoy bien en la comisaría. Nunca me atrevería a perjudicar a mi buen amigo Michael, aunque… quién sabe en el futuro.
-Gracias, jefe Irons… Bueno, ¿qué os parece si escuchamos a Joseph? Ven, acércate.
Las entrevistas personales se van sucediendo, algunas con mucho sentido del humor y otras con aire más solemne y sincero. Lo que sin duda no me esperaba era la sorpresa que tenían preparada Joseph, Forest y Richard. Mientras el capitán Wesker se dirigía a los aficionados, le colocaron una máscara de Batman.
Creo que no me he reído más porque no podía. La prensa nos tiene por superhéroes, y mis compañeros han decidido utilizarlo para amenizar aún más la velada. No me doy cuenta de lo rápido que pasa el tiempo hasta que veo que sólo quedamos Jill y yo por hablar.
Y no nos llaman por separado. Vamos juntos.
-Yo creo que sería un sacrilegio no llamar al mismo tiempo a los mejores jugadores de la temporada –anuncia el presentador cuando el público estalla en vitores -. Chris, Jill, venid aquí.
Creo que Jill me mira, pero no estoy seguro. Sólo tengo ojos para la distancia que me separa del tipo que me llama. Me coloco a su derecha y Jill a su izquierda con el trofeo.
-Oye, yo creo que es hora de dejar los secretos… ¿Cómo lo hacéis para entenderos tan bien? Parece cosa de magia.
Dirige el micrófono hacia Jill. Suspiro aliviado. No me toca quemar el primer cartucho. Después de todo lo que pasó anoche…
-Yo creo que ni nosotros mismos lo sabemos –bromea Jill produciendo una carcajada general -. Fuera bromas. Nos llevamos muy bien dentro y fuera del trabajo, y tenemos una forma muy parecida de pensar, así que no creo que haya mucho más que añadir.
Ahora que la observo, en ningún momento me ha dirigido la mirada, y su gesto y su tono de voz demuestran que está más seria de lo habitual. Definitivamente, parece que le va a costar mucho olvidar lo de anoche… como si a mí me fuera mucho mejor…
-Dime, Chris –me interrumpe el presentador sacándome de mi letargo -. ¿Hubo celebración hasta altas horas de la noche?
Trago saliva con dificultad. Hala, ahí, directo al grano. Un grupo de chicas de la primera fila se ponen a gritar como histéricas mientras me llaman. Miro de reojo a Jill, y no me sorprende ver que se sonroja un poco. Vaya, ahí le ha dado.
-Sinceramente… ni me acuerdo –miento provocando una risa de todo el mundo -. Hubo buena comida, buena música… y compañía.
Me detengo cuando veo que Joseph me pega algo en el pecho. Es el emblema de Superman. ¡Oh, Dios! Los aficionados ovacionan a mis compañeros y yo me limito a sonreír. Forest me coloca una capa roja atada al cuello y levanta los brazos alentando al público.
-Aunque no lo creáis, ni el capitán Wesker es Batman ni yo soy Superman –consigo decir cuando el barullo se ha calmado -. Sólo quería decir que todo el equipo ha luchado hasta el final para llevar a Raccoon City a lo más alto. Gracias.
Recibo una gran ovación del público y de mis compañeros.
-¿Algo más que añadir, Jill?
-Pues… sí –vuelve a ponerse seria después de dejar de aplaudir -. Quiero reconocer abiertamente delante de todos que la fui la única que apostó por nuestra victoria desde el principio… -Joseph y Forest vuelven a hacer de las suyas y le colocan una peluca morena rizada a Jill. Me río. La mujer maravilla -. ¿En serio me vais a poner esto con el calor que hace?
Todos nos reímos. Forest le pone también una corona y una capa. Qué cabrones. Qué callado se lo tenían.
-Bueno, a lo que iba –continúa hablando Jill. No sé por qué, pero me da la sensación de que está un poco achispada -. Me llegaron incluso a decir que para qué iba a jugar si estaba todo perdido… Sí, fue mi propio novio, y ésta es la prueba de que estaba equivocado, así que… esta noche te quedas sin postre –me quedo sin palabras. ¿De verdad que está diciendo todo eso? El público aplaude y silba -. ¿Sabéis? Creo que sólo hay un sitio en el que estoy que en Raccoon City, y ése es Nueva Orleans. ¡Merci beaucoup!
El público vuelve a hacerse notar con más intensidad. Joder, no sé cómo se tomará Tom los dardos que le ha lanzado Jill. Creo que si fuera yo… estaría bastante enfadado. Sé que cuando bebemos decimos cosas de las que luego no nos acordamos o nos arrepentimos.
No sé exactamente cuánto ha bebido, y sabiendo que su cabeza debe ser un cacao total, no me extrañaría que se haya tomado varios vasos de tinto o cerveza. Yo me siento igual, a decir verdad, pero no creo que el alcohol me ayude mucho.
El presentador empieza a despedir al público. Volvemos a ponernos en fila saludando a todos los aficionados. Un encargado nos dirige hacia la parte trasera, donde nos esperan unos taxis para llevarnos de vuelta.
Sonrío feliz. Ha sido el broche perfecto a nuestra increíble hazaña.

Bueno, parece que la historia se va a poner más interesante a partir de ahora. ¿Cambiará la actitud de nuestra pareja favorita? ¿Se distanciarán? Desde luego que a Tom no le habrán sentado nada bien los comentarios de Jill, y Chris no sabe cómo quitarse de en medio para hablar con Amanda.
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Re: Fanfic: Todo o nada

Mensaje por Lucy Norton » 07 Oct 2016 09:42

52.
¡Hola una semana más! ¿Cómo lo lleváis? Yo muy ocupada como siempre, pero bueno siempre intento buscar un hueco para vosotros. Muchas gracias de nuevo por todo el apoyo que estoy recibiendo.

Ya casi estamos en el mes de julio. Ha pasado más de una semana desde que nos proclamamos campeones, y los ecos de nuestra maravillosa actuación se siguen notando: aficionados pidiéndonos fotos, más entrevistas para la televisión y el periódico… un auténtico caos.
La verdad es que ya me empieza a cansar un poco toda la presión mediática a la que estamos sometidos. Me gustaría que se nos reconociera más por nuestro trabajo que por un torneo que ya ha pasado a la historia. Irons ha donado el dinero que recibimos como ganadores a una asociación que estudia enfermedades raras en Filadelfia.
Creo que a todos nos sorprendió la decisión del jefe de policía. Pero, al fin y al cabo, la condición que teníamos si ganábamos era destinar el premio a alguna causa benéfica. No sé cuánto era exactamente, pero estoy segura de que la organización agradeció la ayuda que le ofrecimos.
Son casi las doce de la noche. Estoy con Barry en el despacho, cumpliendo con la promesa que le hice de que le enseñaría a utilizar las ganzúas. Es nuestra primera clase. Le he explicado las nociones básicas para abrir cerraduras viejas y simples como las que tenemos en la comisaría.
No creo siquiera que hagan falta unas ganzúas para abrir nuestros cajones. Las cerraduras son tan sensibles que un simple golpe podría destrozar los engranajes sin apenas dificultades. Observo a Barry practicar con un millón de cosas en la cabeza.
Desde que me acosté con Chris… no soy la misma. Me paso el día distraída, ausente, y el capitán ha tenido que llamarme la atención varias veces. Espero que no piense que nuestra reciente victoria y mi premio se me hayan subido a la cabeza.
-No sé cómo lo haces para que a simple vista resulte fácil… -oigo protestar a Barry resoplando y con la cara roja por el esfuerzo. No puedo evitar sonreír.
-Si llevaras tanto tiempo practicando como yo… ya me contarías otra historia.
-¿A qué edad empezaste?
Lo pienso unos segundos, y hago como si intentara recordarlo. Barry es de las personas en las que más confío. Siempre me ha estado apoyando y dándome consejos. ¿Sería justo mentirle? ¿Qué pensaría cuando le dijera la verdad?
-A los dieciocho, cuando empecé el entrenamiento de la Delta Force –miento finalmente. Creo que he sonado bastante convincente -. Mueve la clavija despacio, en sentido contrario al de las agujas del reloj. Cuando encuentres el eje, sentirás que la clavija hace un pequeño ruido.
Barry asiente y vuelve a intentarlo. Me siento en mi silla observando atentamente a mi compañero. No me he atrevido a contarle a nadie mi aventura con Chris. Creo que él tampoco, porque estoy segura de que esa mujer que tiene por novia ya habría ajustado cuentas conmigo.
Y Tom… bueno, esto es como una montaña rusa. Hay días que actúa como si no hubiera pasado nada, pero otras veces me echa en cara que lo pusiera en evidencia delante de todo el mundo. Vale, sé que posiblemente metí la pata, pero ya me disculpé en su momento.
¿Quizá era una forma de decirle “aléjate de mí”? Ni yo misma lo sé. Ojalá tuviera a alguien lo suficientemente cercano como para contarle mis problemas. El único con el que he tenido más confianza es con Chris, pero él también está implicado, así que no cuenta.
Así que la opción más acertada y que me puede ayudar, es Barry. Trago saliva con dificultad. No me atrevo a decírselo. Sólo necesito un poco de valor.
-Oye, Barry… -mi voz tiembla un poco. Genial, eso es exactamente lo que no quería hacer. Mi compañero me mira -. Hay algo que me gustaría contarte…
Su gesto serio me da a entender que me escucha. Ya sabía yo que Barry es un tipo legal. Deja las ganzúas sobre la mesa y yo miro hacia la puerta con desconfianza. No parece haber moros en la costa.
-Después de la cena… Chris vino a verme –le explico bajando el tono de voz. Su rostro pasa de la seriedad a la sorpresa -. Estuvimos en mi piso charlando y tomando café. Y entonces…
Me paro porque soy incapaz de seguir. Debo haberme puesto roja como un tomate. Barry se lleva las manos a la cabeza. Creo que ha empezado a atar cabos.
-No me lo puedo creer… -murmura sin poder salir de su asombro. Niega varias veces con la cabeza -. ¿Os habéis…?
Asiento lentamente mirando hacia otro lado. No sé si me siento avergonzada o tranquila por haberlo soltado. Me duele mucho por haber traicionado la confianza y el cariño de Tom. Barry ya nos advirtió de que nos anduviéramos con cuidado y no le hicimos caso.
-Ya os lo dije varias veces, y habéis jugado con fuego, y ya sabes lo que dicen… el que juega con fuego se quema –acepto sin rechistar la regañeta. Es lo mínimo que esperaba -. Mira, sé que sois adultos, y como tal, sois libres de hacer lo que queráis. El problema es que ambos tenéis pareja. Les habéis demostrado que no sois dignos de confianza. Y ya no hablemos del ambiente en el trabajo…
Sigo sin poder mirar a Barry a pesar de que tiene más razón que un santo. Sé que se ha dado cuenta de que Chris y yo no estamos tan amables últimamente. Barry conoce a Chris casi como si fuera un hermano. Aunque me extraña que no le haya contado nada…
-¿Has hablado con Tom?
-No –consigo decirle sintiéndome aún más culpable. Desde luego que no me lo voy a perdonar.
-Lo suponía… ¿Y a qué esperas? ¿A que el muchacho siga locamente enamorado de ti y se entere por terceras personas?
Esta vez me atrevo a mirarlo, y estoy a punto de decirle que si pretende conseguir que me sienta mal lo está teniendo mucho éxito. La puerta se abre en ese momento, y aparece el capitán Wesker. Se acabó la charla.
-Vaya, me alegra saber que estáis tan activos –comenta el capitán sorprendido al vernos. Se marcha a su escritorio y Barry me mira con cara de “todavía no he terminado contigo”.
Barry me devuelve las ganzúas y las arrojo sin mirar a uno de los cajones abiertos. Sé que Barry tiene razón en todo lo que ha dicho. No entiendo cómo puedo seguir ocultándole a Tom algo tan importante.
Ah, claro, como si fuera tan fácil decir “mira, me he acostado con otro, pero seguimos juntos, ¿vale?
El resto del equipo se va uniendo a excepción de Joseph, que tiene el día libre. Cuando Chris llega procuro actuar con normalidad, como si hubiera pasado nada… y fracaso estrepitosamente. Me pongo nerviosa nada más verle. Saluda a Barry y al capitán y se detiene detrás de mí. Lo puedo ver a través de la pantalla del ordenador.
-Hola Jill –me saluda sin titubear, con confianza. ¿Por qué no puedo tener los mismos nervios de hierro?
-¿Qué tal Chris? –le respondo sin estar del todo convencida. Si es que se me nota a kilómetros que no estoy cómoda.
-Un poco de aire y un refresco no me vendrían mal –bromea dejando sus cosas sobre la mesa. No sé si es mi imaginación, pero parece haber perdido algo de peso.
Ahora que lo menciona, sí que hace bastante calor en la habitación. El aire acondicionado, para variar, está estropeado. A saber cuándo Irons dará la orden para que lo arreglen. O quizá sea su estrategia para que muramos asados de calor.
Chris se me queda mirando unos instantes. Abre la boca para decir algo, pero en el último momento se arrepiente y se da la vuelta para sentarse en su silla. Parece que no soy la única que quiere hablar. Esa actitud de Chris es bastante sospechosa.
-Bueno, gente ya que estamos todos reunidos, vamos a espabilarnos para que la noche nos resulte más ligera –anuncia el capitán provocando las risas de Barry y Chris -. Me han ordenado que revisemos el equipo, pero somos demasiados. Barry, Chris, daos una vuelta por la ciudad y ayudad al R.P.D. en caso de que lo soliciten. Brad, Jill y yo nos encargaremos de supervisar el equipo.
Una parte de mí no sabe si sentirse aliviada o decepcionada. Con Brad y el capitán no me espera una noche divertida precisamente.

Se puede palpar la tensión en el ambiente... ¿Qué va a pasar ahora con ellos? ¿Habrá alguna manera de arreglar la situación? En el próximo capítulo, Chris le contará algo a Jill que va a causar algún que otro problema.
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Re: Fanfic: Todo o nada

Mensaje por Lucy Norton » 14 Oct 2016 09:33

¡Hola a todos! Bueno, parece que a Chris le va a surgir algún que otro problema a partir de ahora. ¡Disfrutad!

53.

Los primeros días calurosos del verano me reciben en Raccoon City. Ya hemos abandonado los uniformes de manga larga por los cómodos y acogedores uniformes de verano. El de los hombres consiste en una camiseta blanca con el escudo de los S.T.A.R.S. en el hombro y del R.P.D. en la camiseta. Llevamos pantalones grises y unas botas negras.

El vestuario de las mujeres es bastante parecido al nuestro, con la diferencia de que pueden elegir entre pantalón o falda y zapatos o botas. No hay muchas diferencias entre el R.P.D. y los S.T.A.R.S. salvo el color de los uniformes.

En este momento me encuentro dando una vuelta por las calles de Raccoon junto a Jill. Es un protocolo que realizamos de vez en cuando y siempre en parejas. Nos entrenan para actuar solos, o en su caso, en parejas. Ésa es otra de las cosas que nos diferencia del R.P.D.

Es la primera vez que estoy a solas con Jill desde hace tiempo. Bueno, desde que estuvimos en su cama concretamente. Cuánto han cambiado las cosas desde entonces.

Lo cierto es que no me está gustando nada el rumbo que está tomando nuestra relación, porque siempre he considerado que somos buenos amigos. ¿Y ahora? Simple y llanamente compañeros de trabajo. Hablamos lo justo y necesario, del trabajo y poco más.

Quizá Wesker nos ha enviado a los dos fuera para que refresquemos ideas. Estoy seguro de que la mayoría se ha dado cuenta de que algo pasa… y al capitán no se le ha pasado inadvertido.

Espero que sólo piensen que estamos molestos por compartir el trofeo.

Pero sé que no es así. Muchos salieron a protestar la decisión del jurado, sobre todo en las redes sociales, y yo fui de los primeros en defender a mi compañera a capa y espada. Se lo merecía tanto como yo.

Y ahora, aquí estamos, paseando por una calle cercana al mercado atestada de gente Apenas hemos hablado en el trayecto más allá de dónde íbamos a realizar la patrulla. Por si fuera poco, no es el único problema que tengo.

Al terminar sus exámenes y saber que había aprobado con muy buenas notas, Claire decidió pasar conmigo el verano hasta que me dieran las vacaciones. Este año las he cogido para la primera quincena de agosto.

Con mi hermana siempre he tenido mucha confianza, y nunca hay secretos entre nosotros. Pero me es tan difícil contarle todo lo que pasa por mi cabeza en estos momentos… Podría hablar con Barry, pero no sé cómo le sentará todo esto.

Por las miradas que me lanza a veces… parece como si me estuviera esperando. ¿Es que Jill le ha contado algo? No lo creo. Si fuera así, creo que ya me habría soltado uno de sus sermones reprochándome mi falta de tacto y mi impulsividad.

Ahora sé que tenía razón desde el principio. Ese encuentro no ha hecho más que distanciarnos a mí y a Jill, y esa actitud está afectando al buen hacer del equipo. Desde que terminamos el campeonato parecemos un equipo muy diferente al que pintábamos: unido, generoso, y sobre todo, confiado.

Creo que el primer paso sería hablar con Jill, explicarle que no me arrepiento de lo que hice, pero que tal vez no era apropiado. Vamos, la cantinela que siempre me he repetido. Aunque si le digo que no me arrepiento… puede que se lo tome mal.

No sé cómo estarán las cosas entre Tom y ella ni si han hablado. Pero yo tengo un problema muy gordo con Amanda. Para empezar, no he sido capaz de romper con ella, y eso hace que en ocasiones me esté portando como un auténtico capullo: siempre estoy de malhumor, nunca me apetece hacer nada con ella…

Quizás después de todo mi aventura con Jill me ha servido para darme cuenta de que no quería tanto a Amanda como yo pensaba. Además, tras mucho pensarlo, decidí que no había algo que deseara más que lo que pasó esa anoche.

Pero los problemas no hacen más que amontonarse, y la cabeza me va a estallar cualquier día si sigo así.

-Echaba de menos un poco de acción… al modo aburrido –comenta Jill cuando pasamos junto a un escaparate lleno de herramientas de bricolaje. Yo sonrío un poco forzado.

-Mejor que estar encerrado con cinco tíos entre cuatro paredes… -respondo encogiéndome de hombros e intentando sonar divertido. Ya ni recuerdo lo que era eso. Y para mi sorpresa… Jill me devuelve la sonrisa. Bueno, le ha gustado mi comentario. Es la primera reacción positiva que consigo en muchos días.

Volvemos a quedarnos en silencio, caminando por una de las principales calles de Raccoon: la calle del ayuntamiento. La zona que rodea el edificio está custodiada por unos enormes muros de piedra y una verja metálica con varios vigilantes colocados en diferentes posiciones.

No recuerdo que hubiera tanta vigilancia el día del partido, ni siquiera el día de la celebración, o tal vez no me di cuenta. Uno de ellos se nos queda mirando con el gesto imperturbable y unas gafas de sol puestas. Pero al vernos asiente lentamente y deja de prestarnos atención.

-¿De verdad piensan que vamos a hacerle algo al alcalde? –pregunta Jill bastante incrédula. Yo tampoco entiendo muy bien el protocolo de la empresa que se encarga del cuidado del alcalde.

-Bueno, nosotros prácticamente estamos en el mismo bando –respondo sin darle mucha importancia -. No creo que seamos un problema para ellos.

A pocos metros, junto a una pequeña tienda de ropa, hay un puesto de bebidas. La verdad es que me muero por algo fresco. Estoy sudando a mares.

-¿Te apetece algo de beber? –le pregunto cuando pasamos a la altura del carrito. A pesar de que la gorra le tapa buena parte de la cara, puedo ver su expresión decidida.

-Es muy temprano para una cerveza –contesta en tono divertido. Yo sonrío. ¿Ha vuelto la Jill de siempre? -. Con una botella de agua tengo suficiente.

-Dos botellas de agua, por favor –le pido al dueño del puesto. El tipo me sonríe (creo que me ha reconocido), y me da las dos botellas.

Le pago un dólar y nos despedimos de él. Le quito el tapón a la botella y me bebo casi la mitad de un sorbo. Si sigo así no me va a durar nada. Observo a Jill beber en silencio. Tal vez podría contarle lo que me pasa.

Lo pienso, lo pienso, lo pienso…. Y no sé por dónde empezar.

-Oye Jill… tengo un problema –termina de beberse la botella y no sé muy bien descifrar su mirada, pero es algo así como "no eres el único". Mal asunto. Joder, ya sabía yo que no tendría que haber abierto la boca.

-¿Qué ocurre? –me pregunta con un tono de voz algo más natural. No sé si se arrepiente de la mirada o que realmente me ve apurado, porque su gesto ha cambiado.

-Pues verás… todavía no es seguro, pero no dejo de darle vueltas… Es que… a Amanda no le viene la regla… y estoy muy nervioso…

Nervioso es decir poco. Apenas duermo bien desde que me lo contó. La idea de que Amanda pueda estar embarazada me aterra. No estoy preparado para ser padre. ¡Soy muy joven! Además, ella toma la píldora, y las posibilidades de embarazo son casi inexistentes… salvo que se le haya olvidado alguna.

Imposible. De ser así estoy seguro de que me lo habría contado. Algo tan importante no se puede ocultar.

¿Acaso tú no lo estás haciendo?

Jill se me queda mirando. Creo que no sabe muy bien qué decir.

-Bueno… -consigue decir tras unos instantes en silencio -. Si sigue el tratamiento no debería tener problemas… Quizá es un simple retraso. A mí me ha pasado alguna vez, y la verdad es que te comes la cabeza bastante.

No sé si será por su tono tranquilizador o por su forma de suavizar la situación, pero siento que me he quitado un gran peso de encima al contarlo.

-Ojalá las mujeres fueran menos complicadas –comento más aliviado cuando cruzamos por un paso de cebras.

-Podría decir lo mismo de los hombres.

De pronto, empieza a sonar una alarma procedente de uno de los edificios que está al final de la calle. Veo mucha gente correr en nuestra dirección. Desenfundo mi arma y echo a correr hacia el lugar en cuestión.

Jill me adelanta con su pistola también en la mano. Oímos disparos conforme nos acercamos al edificio del final, uno de los bancos. Mierda, tiene pinta de ser un atraco. Deberíamos pedir refuerzos.

-Unidad S.T.A.R.S. Al habla Jill Valentine –le escucho decir por un walkie cuando llegamos a la entrada del banco. Nos cubrimos tras unas columnas -. Atraco en el banco central de la calle Belmont. Solicito refuerzos.

Se oye la estática, y luego una voz.

-Recibido. Refuerzos en camino.

Suspiro aliviado. Una parte del trabajo está hecha. Ahora sólo queda saber cuánto tiempo tardarán en venir. No sabemos quiénes son los que están dentro, o si hay rehenes. Tenemos que actuar de inmediato.

-Como no sabemos nada de lo que pasa, deberíamos hacer algo para captar la atención de los que están dentro –propongo mientras escuchamos un ir y venir de pasos.

-De acuerdo. Pero no deberíamos intervenir hasta que lleguen los refuerzos. No sabemos cuántos son ni qué planean.

Tal vez Jill tenga razón. No podemos arriesgarnos a que nos descubran. Deberíamos intentar averiguar si tienen rehenes, y actuar en consecuencia. A mi derecha hay una ventana cubierta de barrotes, pero que me permiten ver el interior.

Y entonces, los veo. N hombre y una mujer están arrodillados en el suelo, apuntados por tres tipos con pasamontañas. Uno de ellos lleva un maletín en la mano. Y parece que otro está dando instrucciones. No tenemos nada que hacer contra ellos.

-Hay cuatro asaltantes –informo a Jill sin levantar mucho la voz -. Tienen como rehenes a dos empleados del banco.

-Maldita sea… -murmura Jill sin dejar de mirar la puerta -. Los refuerzos no van a llegar a tiempo. Hay que hacer algo ya.

Echo un vistazo al edificio. A izquierda y derecha tiene un callejón que conduce hacia la parte trasera. Sé que justo detrás hay una gasolinera y otra larga avenida, cerca de donde vive Barry.

Todos los edificios tienen una salida de emergencia. El problema es que no sé dónde está la del banco. Tiene que haber una escalera o algo por lo que podamos acceder al interior sin ser vistos. Sólo hay una forma de averiguarlo.

-Jill, ve a la parte trasera y busca una forma de entrar, Vamos a pillarlos por sorpresa –le cuento el plan de forma rápida sabiendo que estamos perdiendo unos segundos preciosos -. Yo me quedaré distrayéndolos.

-¿Qué? –exclama en un tono de voz un poco alto. Nos habrán escuchado con toda probabilidad -. ¿Estás loco? ¿Quieres que te maten?

-Confía en mí. Sé lo que hago –y nos miramos durante unos instantes. Jamás dejaría qie ñe àsara nada a un compañero.

-De acuerdo. Ten mucho cuidado.

Me toca suavemente el hombro antes de echar a correr por el callejón y perderse de vista. Noto un escalofrío que no tiene nada que ver con la tensión del momento. Cojo aire y cierro los ojos liberando mi mente de cualquier pensamiento.

Me aparto de la pared y me coloco en la entrada del banco apuntando con mi pistola a uno de los ladrones.

-¡Policía! ¡Que nadie se mueva! –exclamo con autoridad y sorprendiendo a los asaltantes. Uno de ellos levanta su arma -. Yo que tú no lo haría. El edificio entero está rodeado. Si intentáis hacer alguna tontería no dudarán en disparar.

Los tipos se ponen nerviosos. Uno de ellos empieza a caminar de un lado a otro nervioso. Bueno, al menos he logrado el efecto que quería. Lo que no sé es cuánto tiempo podré seguir con esto.

-Mierda. Ya sabía yo que esto no era una buena idea –comenta uno de los atracadores llevándose las manos a la cabeza.

-¡Cállate! –le grita el que tiene el maletín. Lo deja en el suelo y agarra a la mujer que está arrodillada y le pone el cañón del arma en la cabeza -. No querrás que ella muera, ¿verdad?

Intento no dejarme llevar por los nervios. La mujer emite unos sollozos débiles y me mira con súplica. No puedo dejar que le pase nada. Ya he visto muchas veces cuando estaba en las fuerzas aéreas hombres, mujeres o niños inocentes sufrir las consecuencias de un desastre natural o un atentado.

¿Por qué coño tarda tanto la policía? ¿Dónde está Jill?

-La verdad es que no queréis hacerlo –digo permaneciendo lo más serio posible y ganando todo el tiempo que puedo -. Si os entregáis y colaboráis, hablaré para que se reduzcan los cargos. Es lo mejor que podéis hacer en este momento.

Y entonces, la puerta que está al fondo empieza a abrirse lentamente, y aparece Jill caminando en silencio hacia los asaltantes. Joder, ¿cómo lo ha hecho? ¡Ni siquiera he escuchado la puerta! Dejo de centrar mi atención en ella para no levantar sospechas.

-¡Y una mierda! ¡Siempre decís lo mismo! –responde el tipo hecho una furia y completamente fuera de sí. Jill casi ha llegado a su altura -. ¿Sabéis lo que os digo? ¡Qué os vayáis a tomar por culo!

Y entonces, Jill agarra del brazo al ladrón y le quita la pistola. La mujer cae al suelo gritando y temblando. Jill consigue inmovilizar al tipo mientras es apuntada por uno del grupo. Otro de los miembros coge a la mujer y el otro me apunta a mí.

Sólo se escuchan los gemidos lastimeros de la mujer y los forcejeos del que parece ser el cabecilla del grupo. El otro rehén está tan impresionado que es incapaz de moverse.

-¡Tirad las armas! ¡Ahora mismo! –grito perdiendo la poca paciencia que me queda. Sé que ante estos casos debo actuar con total discreción y profesionalidad.

Uno de los tipo le quita el seguro a su arma, y entonces sé lo que tengo que hacer. Me tiro al suelo justo cuando unos disparos pasan por mi lado. Me llevo las manos a la cabeza, y espero.

-¡Estáis todos arrestados por intento de robo, secuestro e intento de agresión a un oficial! –oigo exclamar a Jill.

Levanto la cabeza y veo a mi compañera ponerle las esposas a uno de los tipos. Otro está de pie con las manos levantadas siendo apuntado por el rehén, que tiene inmovilizado al que me disparó. El último de los ladrones está en el suelo quejándose de algo.

Me levanto del suelo lentamente escuchando de fondo las sirenas de los coches patrulla. Bien, a buena hora acuden. Me acerco al asaltante que está de pie y le coloco las esposas.

-¡Alto! ¡Policía! ¡Qué nadie se mueva! –exclama una voz autoritaria desde la puerta.

Toda una patrulla del R.P.D. accede al interior. Jill y yo les dejamos que se hagan cargo de la situación. Se llevan primero a los rehenes y luego meten en los furgones a los detenidos. Menudos payasos.

-Gracias por su colaboración, muchachos. Se lo haré llegar a su jefe –nos felicita un tipo bastante rechoncho que no recuerdo haber visto por la comisaría. Quién sabe. Hay tanta gente…

Jill me mira y yo me encojo de hombros. Podría haber sido peor.

¿Amanda embarazada? ¿Quéeeee? ¡La que se va a liar! ¡Nos vemos la próxima semana, donde Jill descubrirá un secreto muy bien guardado!
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Re: Fanfic: Todo o nada

Mensaje por Lucy Norton » 21 Oct 2016 10:44

¡Hola! ¿Qué tal? Bueno, ¿qué será ese secreto? ¿Queréis descubrirlo? ¡Pues al lío!

54.

Camino distraída por uno de los pasillos de la planta baja que llevan hacia los servicios. He estado practicando un poco en la galería de tiro, y la verdad es que ha sido un desastre. He probado un nuevo modelo que ha sacado Kendo para todo el R.P.D., y no me termina de convencer.

Era una Smith and Wenson modificada con mayor capacidad y más potencia de tiro. El revólver no es lo mío. No paraba de retroceder por la fuerza de los impactos, y he perdido mucho la concentración. La próxima vez utilizaré mi fiable pistola, un rifle, lo que sea, menos ése condenado revólver.

Wesker nos ha convocado a la una en el despacho para encargarnos de una nueva investigación. No sé por qué, pero últimamente todos parecen tener los cables revueltos: robos, agresiones, allanamientos… Esto es un no parar. El R.P.D. no da abasto, y nos ha pedido ayuda urgentemente.

Saludo a un par de detectives y abro la puerta del servicio. No se ve nadie por la zona de los lavabos, así que camino hacia uno de ellos y abro el grifo. Me echo agua en la cara y me observo en el espejo. Me quito unos mechones de la cara y sigo contemplando mi reflejo.

Dentro de un mes aproximadamente tengo derecho a quince días de vacaciones. He decidido ir a Nueva Orleans principalmente para ver a mi padre. Hace tanto que no le veo… ¿Habrá cambiado mucho? ¿O seré yo la que ha cambiado para él?

Estoy segura de que el viaje me ayudará a despejarme y a olvidarme un poco del trabajo. Cada vez nos exigen más, y acabo mentalmente agotada todos los días.

-Anoche lo pasé de escándalo con Daniel… Estuvimos de bailoteo casi toda la noche –oigo una voz bastante chillona que parece venir del pasillo. Genial. Paso de tener que escuchar estupideces.

-¿Y a ti cómo te va con Chris, Amanda? –pregunta otra voz justo detrás de la puerta. Me quedo clavada en mi sitio.

-Pist… Ni fu ni fa –responde con un tono de voz despectivo. ¿Qué se cree esa zorra? -. Últimamente está pasando mucho de mí –vuelve a callarse. Eso quiere decir que no sabe nada de lo que ha habido entre nosotros. Menos mal, porque si hubiera sido al revés… creo que ahora mismo le estaría partiendo la cara -. Le he hecho creer que estoy embarazada para darle un susto.

De no ser porque estoy agarrada al lavabo me habría caído al suelo. ¿Cómo se atreve esa tiparraca a jugar con algo tan serio? Ésta se está pasando de castaño oscuro.

-Tía, eso no creo que… -continúa hablando otra en el momento en el que la puerta se abre -. Oh…

Las miro a través del espejo. Parecen sorprendidas. Pero yo sólo tengo ojos para esa víbora. Me giro lentamente y nos quedamos observándonos.

-Así que lo has oído todo –me reprocha Amanda poniéndose muy seria. Está intentando intimidarme.

-Hasta la última palabra –respondo echándome un poco hacia delante. No voy a permitirle que siga con el juego -. ¿Cómo puedes hacerle eso a Chris? ¡Jamás vas a encontrar a alguien que te quiera como él!

De pronto, se abalanza sobre mí y me golpea en el pómulo. Caemos al suelo y consigo quitármela de encima de un empujón. Las otras mujeres gritan, pero no me importa. Esquivo un nuevo ataque y la cojo del brazo. Hinco una rodilla en su espalda y le retuerzo el brazo. Vuelve a gritar; esta vez más fuerte.

-Te has metido con la persona equivocada –le advierto apretando aún más. Una de sus amigas da un paso -. ¡No te acerques más o le parto el brazo!

La mujer se queda quieta y se lo piensa unos segundos antes de retroceder. Algunas han salido a pedir ayuda. Tal vez me esté pasando un poco, pero es que esa zorra me estaba buscando.

-Como vuelvas a tocarme un pelo, te juro que la próxima vez no seré tan buena.

Me levanto de su espalda y la observo retorcerse en el suelo de dolor. Será mejor que me marche antes de que vean la que hemos armado.

-¡Que os jodan a todos los S.T.A.R.S.! –exclama casi cuando he llegado a la puerta. Las demás se apartan como si tuviera una enfermedad contagiosa -. Esto no termina aquí.

Abandono el cuarto de baño sin mirar atrás y con la cabeza como un bombo. De pronto, empiezo a sentir un dolor inmenso en el pómulo izquierdo. Joder, espero no haberme roto nada. En la oficina tenemos un botiquín, pero lo que necesito es hielo para bajar el bulto que se me está formando.

Me paso por la cafetería y pido un poco de hielo. El camarero, al verme, se sorprende, pero decido no hablar sobre el tema. El joven enrolla los cubitos en un trapo y me lo pongo de inmediato. Suspiro aliviada. Es una sensación reconfortante.

Menudas pintas llevo para la reunión. Y lo peor de todo es que tengo que inventarme algo que suene más o menos creíble para explicarle al capitán por qué tengo el pómulo hinchado.

Aunque lo más seguro es que ya esté al tanto. Quizá las amiguísimas han ido en su busca y le han contado su propia versión de los hechos. Pero el capitán es una persona sensata, y sé que intentará comprenderme. Muchos policías me miran cuando paso por su lado, pero no me importa.

Debo advertir a Chris de que esa mujer que considera su novia está jugando con él por capricho. A decir verdad, a mí me está pasando algo parecido con Tom. Por mucho que intento mostrarme natural, en mi cabeza están constantemente todas las cosas que he hecho mal.

Camino a paso ligero por el pasillo que lleva hacia la oficina. Oigo algunas voces. La mayoría del equipo está allí. Barry está de vacaciones, así que me ahorro un sermón. Cojo aire y cruzo el umbral con la mirada fija en mi mesa. Creo que me observan. Me sienta en la silla y me aprieto aún más el pañuelo.

-Pero bueno, ¿qué ha pasado? –me pregunta Brad con la boca abierta y señalando el pañuelo lleno de hielos. Eso, venga, grítalo a los cuatro vientos.

-Nada, no te preocupes. Ha sido un accidente.

-¿Quién te ha hecho eso? –inquiere Chris a mis espaldas. Me giro y lo observo. Su rostro parece preocupado. Estoy dudando. ¿Meto cizaña y le cuento la verdad o me callo? No, Chris no merece que lo traten así.

-Tu novia –respondo casi sin pensarlo -. Me ha dado un cate de derecha que lo he flipado. Pero ella también se ha ido calentita.

-¿Qué? –exclama Chris esta vez muy sorprendido. Puedo notar que está nervioso por su forma de moverse -. ¿Qué Amanda y tú os habéis peleado? ¿Qué ha pasado?

Me levanto de la silla sintiendo un dolor tremendo en el pómulo. Si él no está dispuesto a abrir los ojos, tiene que haber alguien que lo haga.

-Esa malnacida está jugando contigo –le suelto gritando más de la cuenta. Joseph deja lo que está haciendo y también nos presta atención -. Se ha inventado lo del embarazo porque ya no quiere nada contigo.

-Mentira –me espeta Chris casi sin voz. Me quedo sin palabras. ¿Cree más a esa lagartona que a mí? -. Amanda sería incapaz de hacer algo así.

-Pues créeme. Lo ha hecho.

Chris niega varias veces en silencio, y aprieta los puños enfadado.

-No te consiento que hables así de ella.

Me quedo boquiabierta. Lo que me faltaba por oír. Está completamente ciego. No atiende a razones. Hasta se acerca un poco más a mí en tono desafiante.

-Eh, ¿pero qué os pasa a vosotros dos? –nos interrumpe Joseph intentando ponerse en medio. Suerte que Barry no está para presenciar este lamentable espectáculo. Le dolería tanto como me duele a mí ahora.

-No te metas en esto, Joseph –le recomiendo sin apartar mi dolida mirada de Chris. Bien, él ha querido que esto vaya así, y así se quedará -. Te lo advertí. No me gusta nada esa mujer.

La puerta de la oficina se abre, y por ella parece el capitán Wesker. Se nos queda mirando a Chris y a mí, aunque creo que está más pendiente de mi herida.

-¿Hay algún problema? –pregunta sin apartarme la mirada -. Deberías ir a la enfermería a que te echen un vistazo.

-No, estoy bien, de verdad –respondo casi de inmediato y de forma atropellada.

El capitán me sigue mirando, pero al cabo de unos instantes pone rumbo a su mesa. Me siento aliviada. No tengo más ganas de hablar de lo ocurrido. Me siento en mi silla y la giro para quedar de cara al capitán.

El hielo ya casi se ha derretido por completo, así que me quito el trapo y lo dejo a un lado sobre el escritorio. Tal vez el capitán tenga razón y deba ir a la enfermería. El dolor está empezando a ser bastante molesto.

La voz el capitán queda interrumpida al abrirse la puerta. Oh, mierda. Es Irons. Esas zorras seguro que le han ido con el cuento. Me mira uno segundos y se dirige al capitán.

-¿Podría hablar con la señorita Valentine un momento?

Mis compañeros me miran. No sé dónde meterme. Ahora sí que la he liado buena. El capitán asiente lentamente en tono aburrido y me levanto muy despacio. Lo que me faltaba era aguantar el chaparrón de éste.

No miro atrás y cruzo el umbral intentando mostrarme lo más tranquila posible. No miro hacia ningún lado en concreto cuando la puerta se cierra. Trago saliva con dificultad. Me preparo para recibir el aluvión de críticas.

Me giro y veo a Irons escrutarme con la mirada. Está muy serio, y por su gesto no parece estar muy dispuesto a aguantar bromas, aunque siempre es así.

-La señorita Forest, del departamento de homicidios, me ha informado de que usted ha iniciado una discusión sin venir a cuento, y que la ha agredido… ¿es cierto?

Lo pienso unos segundos. Esa tiparraca ha ido llorando al jefe contándole su propia versión de los hechos. Tal vez lo mejor sería reconocer que tengo parte de la culpa y quedo como una santa. Pero no pienso dejar que me toreen.

-Exacto. Hubo una agresión; bueno, dos mejor dicho –respondo sabiendo que estoy metiendo la pata hasta el fondo -. Ella empezó y yo terminé. Las dos somos culpables.

-Eso me corresponde a mí decidirlo, señorita Valentine –contesta de bastante malhumor. Guardo silencio, y espero. Me siento mal por haberle seguido el juego, pero no podía permitir que me pisoteara -. Como medida cautelar, será suspendida de sueldo una semana –me quedo boquiabierta. ¡No puede hacerme eso! Voy a protestar, pero me manda a callar -. Tal vez de esa manera entienda dónde está y que debe respetar a sus superiores y a sus iguales.

¡Será cabrón! ¿Es que no va a tomar ninguna medida contra ella? Esto es muy frustrante. Me quedo observando cómo se marcha a paso lento muy furioso. Ha ganado. Ha conseguido su propósito.

El pómulo me duele cada vez más, así que decido ir a la enfermería tal y como me recomendó el capitán. En buena me he metido.



Bueno, bueno... ¡la que se ha liado! Desde luego que ya se veía venir que Amanda no era trigo limpio...
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Re: Fanfic: Todo o nada

Mensaje por Lucy Norton » 28 Oct 2016 09:51

55.

Paro el coche junto al bloque de pisos de Amanda y subo las ventanillas sintiendo que el calor se apodera de mí. No recuerdo tanto calor en los últimos veranos, aunque éste es el segundo que paso aquí.
Amanda tiene el día libre, y he decidido pasar la tarde con ella. Mi hermana se va a pasar casi todo el día buscando universidades a las que ir. Sé que debería estar ayudándola, pero la verdad es que no sé cómo aconsejarla; nunca he pisado una universidad ni sé cómo funcionan.
Nueva York está plagada. Cualquiera puede ser buena. Le he dicho que tome la decisión que tome, la apoyaré. Me prometí a mí mismo que haría todo lo necesario para que no le faltara de nada. No me parece adecuado privarla de algo tan importante como es su formación y su futuro.
Bajo del coche sintiendo unas ganas enormes de ponerme bajo el aire y quedarme allí todo el día. Me acerco al bloque y cojo el ascensor hasta la planta siete. El piso de Amanda queda más o menos a la mitad, a mi derecha.
Pego en la puerta tres veces y espero. Me pongo un poco nervioso. Desde el día que me comentó lo del retraso no hemos vuelto a hablar sobre el tema. Estos días la he notado tranquila, sin aparentes muestras de pensar en lo que se nos puede venir encima.
No le he dicho nada a Claire porque aún no es oficial. Además, ahora tiene otras cosas en la cabeza, y no quiero distraerla. He hablado varias veces con Barry también desde que está de vacaciones, y no me he atrevido a contárselo. Se le nota muy feliz estando rodeado de su familia, y no creo que sea el momento para hablar de ello.
La puerta se abre y Amanda me recibe con una toalla puesta en la cabeza y un albornoz amarillo. Vaya, vaya, una vestimenta muy interesante. Deja de mirar el teléfono y me sonríe antes de lanzarse a mis brazos y besarme.
-¿Te pillo en mal momento? –murmuro cerca de su boca cuando me pasa los brazos por el cuello.
-Para ti nunca hay un mal momento –responde antes de darme un beso en la mejilla -. Voy a secarme. Ahora estoy contigo.
Amanda se aparta y deja su teléfono sobre la mesa. Cierro la puerta y camino hacia el sofá notando que mi móvil vibra. Me siento en el sofá donde tantas veces hemos compartido momentos calientes y morbosos. Veo que están hablando en el grupo de los S.T.A.R.S.
Le escribo a mi hermana para preguntarle cómo le va y entro en el grupo del equipo. Joseph dice que va a jugar a pádel y que necesitan a alguien por si alguno queremos y podemos ir. La verdad es que me encantaría hacer algo de deporte. Desde que terminó el campeonato sólo he ido al gimnasio, y lo cierto es que echo de menos el buen rollo que había en los entrenamientos.
El móvil de Amanda no deja de sonar. La pantalla está desactivada. Hay una conversación abierta. Pero no tengo motivos para desconfiar. Sigo mirando mi teléfono, y el de Amanda no deja de sonar. Me está poniendo nervioso.
Escucho el secador, así que ya se ha puesto manos a la obra. Me quedo mirando la pantalla de su móvil, y el corazón me da un vuelvo al leer el nombre de Chuck. Intento tranquilizarme. Puede ser un compañero de trabajo o un primo. Pero es que no para de escribirle.
Miro hacia el pasillo. Todavía le queda un rato. Cojo el teléfono y me quedo petrificado al leer el contenido de los mensajes. Maldita sea.
Buenos días, preciosa. Anoche lo pasamos genial.
Y que lo digas. Cuando quieras repetimos. ¡Eres todo un depredador!
Que va. Me considero más como alguien que consigue lo que quiere… ¿Nos vemos esta tarde para tomar un café?
Me encantaría, pero seguro que mi novio viene por aquí. Si quieres podemos quedar para cenar.
¿Llevarás otro conjuntito sexy?
Eso siempre.
Y ahí no termina la conversación. Me pongo más furioso cuando veo las fotos que Amanda le ha mandado a ese tal Chuck. Fotos de ella en ropa interior, semidesnuda… ¡Joder! Estoy a punto de estrellar el móvil contra el suelo.
Contengo las lágrimas. No merece la pena. Tiene que haber una explicación lógica. Sé que yo no he sido un santo, y que quizá todo esto me esté pasando por mi aventura con Jill. ¡No me lo puedo creer!
Estoy por levantarme y largarme de inmediato. Pero no, necesito oír de su boca que todo no era más que un juego para ella. Y lo peor de todo… es que Barry y Jill ya me habían advertido de que no les gustaba mucho. Maldita Sea.
Dejo de escuchar el secador. Me quedo de pie, frente al pasillo con el ceño fruncido y los labios apretados. Amanda sale del cuarto de baño, y su sonrisa se borra de inmediato al ver mi expresión.
-¿Qué ocurre, Chris? –me pregunta sin entender nada. Qué bien sabe disimular.
-Espero que tengas una explicación para esto –respondo de malhumor y poniéndole la pantalla de su teléfono en la cara. Me cruzo de brazos y observo su expresión -¿Por qué, Amanda?
Intento no sonar muy dolido. La rabia me consume, y estoy haciendo auténticos milagros para aguantar las lágrimas. Sí, vale, sé que en parte me lo merezco, pero fue un desliz… aunque puede que lo de ella también.
Aunque yo no le he mandado mensajes en ese tono a Jill, y mucho menos fotos.
-¿Quién te ha dado permiso para cotillear mi teléfono? –me reprocha bastante enfadada pero con un deje de sorpresa que no puede evitar.
-Yo no he cotilleado nada. Has sido tú la que he dejado conversación abierta. ¿Desde cuándo, Amanda?
Me mira unos segundos sin dejar de mostrar su enfado. Se lo está pensando mucho. Maldita sea.
-¿Y qué quieres que haga? Últimamente estabas pasando mucho de mí. No querías ni sexo… y yo necesito acción.
Arqueo una ceja sorprendido. ¿De qué va esta tía?
-¿Me estás diciendo que sólo me quieres para acostarte conmigo?
Estoy incrédulo. Esto es mucho más grave de lo que imaginaba. Ya no importa lo que ha pasado con Jill. Amanda ha sido menos sincera conmigo; me ha traicionado desde el principio. Su silencio la delata.
-Eres todo un partido… -me confiesa con una frialdad que me hiela la sangre. Me lo está confirmando.
-¿Y ya está? –replico sorprendido. Nuestros tonos de voz van aumentando por momentos. Vamos a alarmar a toda la vecindad -. ¿Y qué me dices de tu… embarazo? ¿Tienes náuseas? Porque quizá sea de tu querido Chuck.
-¡Cállate! –me grita cogiendo un cenicero de una mesa. Mis instintos se ponen alerta. Esto se está yendo de las manos -. ¡Lárgate! ¡No quiero verte nunca más!
-Oh, tranquila. Después de esto no pensaba quedarme ni un minuto más.
Y salgo del piso dando un sonoro portazo. Hay algunas puertas abiertas de algunos curiosos que tienen ganas de cotilleo. Yo ni los miro. Salgo del bloque de pisos hecho una auténtica mierda. Necesito hablar con alguien.
Tráiler estatuas de Anticolat
http://es.youtube.com/watch?v=WxUiTPTlYmU

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