Resultaba curioso que el mismo día en el que Cindy, la madre de Scout, fuera a visitar a su hijo estuviera anunciada una tormenta en Teufort. Y una de las fuertes, con lluvia y mucho viento, puede que inclusive rayos.
El cielo estaba gris, el día oscuro. La arena empezaba a arremolinarse cuando se despidió del taxista con una sonrisa y, maleta en mano, caminaba hacia la base donde vivía su retoño y sus compañeros de equipo, a los que había conocido en una visita anterior. Para poder entrar debía meterse por un cobertizo de lata medio demolido, donde había una escalera que pasaba bajo tierra y llegaba directamente a la sala común (sala de recreación, de entretenimiento, de estar, cómo quisieras llamarle). Era un modo muy seguro para llegar en medio de una batalla sin ser alcanzado por una bala loca.
Cruzó por el túnel intentando hacer el menor ruido posible, porque el muy maldito estaba hecho de metal y producía muchísimo eco. Después de todo, su visita era una sorpresa. Sabía que a Scout le agradaría ver a su madre después de tanto tiempo. La última vez había sido en Navidad, ¡y siete meses es mucho tiempo!
La sala común estaba vacía. Y desordenada. La alfombra tenía quemaduras. Sobre la mesa había botellas y cartas de póker desparramadas. Todo el lugar estaba cubierto por plumas de diferentes colores. Pero, por sobretodo, el silencio era lo que más se notaba. La sala (y toda la base) estaba en silencio. No era silencio del bueno, de ese que siente un domingo de verano por la tarde. Era más del que se siente al caminar por el pasillo de un hospital. El silencio que enmascara algo terrible.
“Okey, nada aquí. Tal vez en su habitación.”
Escuchó unas pisadas apresuradas al final del pasillo.
-¿Huddah huh?
-Ah, Pyro. ¿Sabrás donde está Scout?
-Huddah huddah.-La criatura se veía preocupada. Movía las manos como diciendo “no pases, aquí no hay nada que ver”.
-¿Pasa algo?
Volvió a agitarse; luego pareció darse por vencido(a). Tomó a Cindy de la manó y la llevó a la enfermería.
-Herr Pyro, ¿qué hace? Necesito…-Medic asomó la cabeza por la puerta y sus ojos se fijaron en la mujer.- ¡Scheiße! ¡Ella no puede estar aquí! ¡Sácala!
-Vine a ver a mi hijo.- dijo con su mejor sonrisa. Intento ver más allá del hombre-¿Dónde está?
Se dio cuenta de que la camisa del alemán tenía manchas rojas. Sangre fresca.
-Medic, ¿qué ha ocurrido?
-¡El sangrado no para!-gritó una voz masculina.
Un hombre moreno con lentes, Sniper, se sujetaba el muñon que había sido su pierna con una gasa. Medic sacó un pedazo de cuerda de su bolsillo y lo amarró en el miembro amputado del australiano, para hacer un torniquete.
-¡Santo cielo!-gritó Cindy, sus palabras medio ahogadas por sus manos, con las que se había tapado la boca.
-Herr Engineer, llévesela.-murmurando entre dientes, desapareció tras unas cortinas.
-Madame…
-Dell, ¿qué pasa?- la dama se puso de puntillas intentando ver el resto de las camillas.-¿Mi hijo está bien?
-Cálmese, por favor, vamos a un lugar más tranquilo.
-¡Dell!
-Engineer, ¡llévatela!-las cosas empezaban a calentarse.
-Tuvimos un problema con la Máquina de Reaparición. Estamos intentando solucionarlo…
“¿Reaparición? ¿Qué diablos es eso?”
Cindy se soltó de las fuertes manos del tejano, que la habían estado sujetando de los brazos. Abrió las cortinas blancas de la enfermería. Lo que allí vio la dejó helada.
Sobre una sábana blanca, yacía su hijo.
O más bien, sus pedazos destrozados.
El torso aquí, lo que parecía un órgano allá.
La cabeza con sus ojos vacíos y un asomo de cerebro por una hendidura en la nuca.
Cindy empezó a gritar. Cayó llorando al suelo.
-¡Troy!¡¡¡TROY!!!
“Nunca digas mi verdadero nombre cuando vengas aquí. ¿Okey? Es un secreto para cada uno de nosotros.”
La mujer tomó el cráneo de su retoño, de su conejito, y lo acunó contra su pecho. Su vestido quedó manchado con masa encefálica y sangre.
-Troy…Troy…
Dell la obligó a levantarse sujetándola de sus hombros. Ella dejó la cabeza en la sábana y abrazó al hombre. Siguió llorando. Sus sollozos partían el alma.
Sniper se quitó el sombrero.
Unos minutos más tarde, todos escucharon pasos en el pasillo. Pisadas rápidas y ligeras que avanzaban a alta velocidad.
Su dueño entró a la enfermería.
-¿Mamá? ¿Qué haces aquí?