Oculto:
Despertar
I (Primera parte)
Un grito sobrecogedor se escuchó en el pasillo. La mandíbula de un caminante se había incrustado en el tobillo de Luis."¡Todo fue un maldito fracaso!" aquel contratiempo dio por obsoleto el plan. Miró como se relamía su agresor con cada movimiento de mandíbula. Estiró la mano y tomó posesión de lo más parecido a un arma.
A golpes con un palo de escoba trataba de desencajar la cabeza del muerto mientras sentía la succión del decrépito en su pie. Puede que por ya haber sido usado o por ser de mala calidad, de un crujido el palo se transformó en estaca. Sin inmutarse, la clavó en la mitad de la cabeza fragmentado los temporales.
Un charco de sangre se empezó a formar en el suelo, debajo de la cabeza del muerto. La mandíbula no se había soltado, pero la succión se detuvo. El dolor era insoportable, tratando de no llamar la atención retenía sus quejidos.
"¡Hijo de remil putas!" decía por dentro. Él lo sabía, muy bien lo sabía. Sabía que aquello era definitivo, que su ser iba a desaparecer pronto. El cólera y el miedo lo invadían. Vio a muchos perder su cordura, su vida y su humanidad.
Se agachó, estiró su mano hasta el cráneo inerte. Destrabó la quijada del cadáver y quito el tobillo masticado. Se veía mal. Trato de pisar, mientras se convencía de que el dolor era inevitable y necesario.
-¡Ahhhhh!- el dolor insoportable no se parecía ni a un esguince o torcedura. Sintió escurrirse la sangre por su talón y pie.
Un sonido accidental apareció a sus espaldas, el deslizar de un par de sillas o una mesa. Viró su cabeza para contemplar el miedo. Dos cadáveres se acercaban por el comedor, dos conocidos (como humanos) pero que ya no lo eran: Brian y Julia.
Ellos habían caído, pero eso no significaba que el plan cayera. Mientras uno sobreviviese, el plan sería efectivo. Pero ya era tarde. Ahora caminaban directo a defenestrar por completo la misión.
Luis trató de levantarse, el dolor lo perturbaba. Pisó levemente con la pierna comida y se apoyaba en la pared para caminar. Supo que le costaría mucho escapar cuando sintió los gemidos cada vez más cerca de él. Una puerta suponía su única salida. No había tiempo para pensar, estiró sus manos y se apoyó en el picaporte. La puerta cedió. La negrura de la habitación se vio perturbada por la luz entrante: Era un armario sin salida.