Aquella fatídica mañana...

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Mataformigues
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Re: Aquella fatídica mañana...

Mensaje por Mataformigues » 01 Nov 2013 16:42

xDDD Me hice (con indignación) una cuenta en Twitter el mes pasado, porque me la exigían en una asignatura de la Universidad, y solo la uso para eso, pero hoy mirando un correo con tweets recomendados, me he encontrado uno que me ha hecho mucha gracia:
"Sense por a equivocar-me, tempestes així no en teniem des d'octubre de 2007 i la famosa del cap de fibló a Lluc."

"Sin miedo a equivocarme, no teníamos tormentas así desde octubre de 2007 y la famosa del tornado en Lluc."

Miquel Salamanca
Si os preguntáis qué es eso del "cap de fibló a Lluc", esperad un par de capítulos. :lol:

(Me permito el doble comentario en un día para no tener que ensuciar el post de la publicación editándolo.)
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Reshi
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Re: Aquella fatídica mañana...

Mensaje por Reshi » 05 Nov 2013 04:43

Me encanta el extenso vocabulario de improperios que tiene mi educado compañero Mataformigues. De ahora en adelante buscaré a quien tratar de cabestro porque suena lindo ^^
:twisted: :twisted: :twisted:
Me gusta lo del pdf en fondo negro y letras blancas, mis ojos de Hunter lo agradecerán :mrgreen: :mrgreen: :mrgreen:

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Aquella fatídica mañana... - Quinta publicación

Mensaje por Mataformigues » 07 Nov 2013 18:39

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Comentario sobre la quinta publicación
Oculto:
Quinta entrega de Aquella fatídica mañana...: por primera vez, también en versión PDF. Os recomiendo echarle un vistazo; desde luego, a mí me gusta más leerlo así. xD Por cierto, he de decir que, será porque soy inútil, pero no he conseguido que funcionen los enlaces a Google Maps una vez convertido el archivo de Word a PDF. Lo lamento... intentaré solucionarlo para la próxima entrega.

» Descargar en versión PDF (Si existe una versión más actual, el enlace no funcionará. » Descarga la última versión en el primer post.)


Capítulo 7: Tribulación
Oculto:
Oficina desconocida; 9:16

-¿Diga? … Sí, soy yo. … ¿¡Cómo!? … Pe… pero… … Sí. … Oh, Señor… … ¿Y es muy grave? … ¡Oh, Señor! … Sí… estoy trabajando, pero… iré en cuanto pueda, se lo prometo. … E… Está bien. … Gracias, buenos días.

–¿Pasa algo, Angela?

Angela Zimmerman acababa de colgar el teléfono, y se encontraba de pie en medio de la oficina, apoyándose con sus manos sobre su escritorio, con la mirada perdida. Lo que fuera que acababa de oír parecía haberla dejado muy preocupada.

–Calla, calla, Luis –dijo volviendo en sí–. Ay… Era el director del instituto de mi hijo.

–¿Y qué quería?

–No lo sé muy bien… –contestó sin querer dar detalles– me ha pedido que vaya en cuanto pueda –dijo sin mirarle.

–¡Oh! Pues… con la mala leche que lleva hoy el jefe… diría que vas a tener que hacerle esperar –contestó su compañero sentado frente a su escritorio, mientras masticaba un bocadillo.

–Cállate, anda. –Vaciló un segundo.– Bueno, esto es urgente, ¿no? Voy a ir a decírselo…

Angela dio media vuelta y se dirigió hacia la salida de la oficina.

–¡Suerte!
Oculto:
Primer piso, laboratorio de biología; 9:19

A Andrea Ruiz se le cayó el alma al suelo. Tras unos segundos infinitos, cuando su mente logró por fin reaccionar, corrió hacia donde se hallaba el cuerpo de la chica, tendida boca abajo sobre el suelo.

–¡Dios! ¡Está muerta! –no dudó alguien en precipitarse a sentenciar.

Ese comentario hizo rebosar de nervios a la pobre mujer. Se apresuró a agacharse, y llamó a Alicia por su nombre. Sin respuesta. Estaba totalmente inconsciente.

Andrea parecía histérica. Le tomó el pulso en una muñeca. Pocos segundos después, la expresión de la profesora mostró un ligerísimo signo de despresurización. Pero en cuanto movió la vista algo más abajo, lo que alcanzó a ver de nuevo la aterró. Desde debajo de la chica pudo ver cómo se extendía un pequeño charco de sangre.


–Quedau aquí! –gritó levantándose–. Vaig a cercar ajuda! No la toqueu!

–¡Quedaros aquí! –gritó levantándose–. ¡Voy a buscar ayuda! ¡No la toquéis!

Sin añadir más, la profesora abandonó corriendo el laboratorio.

Para entonces, todos los chicos se habían congregado alrededor del cuerpo de Alicia, preocupados o divertidos. Algunos de ellos sacaron sus teléfonos móviles y se pusieron a grabar en vídeo la escena.

–¡Ya verás, esto! ¡Lo colgaré en Internet!
Oculto:
Escalera norte del bloque 2; 9:22

–On són tots els professors de guàrdia quan se’ls necessita?! –se quejó Andrea.

–¡¿Dónde están todos los profesores de guardia cuando se los necesita?! –se quejó Andrea.

Había echado una mirada rápida al pasillo del primer piso en busca de ayuda, y ahora se encontraba bajando los escalones de tres en tres de camino a la planta baja del bloque 1 del edificio. Allí, en conserjería, podrían atenderla, en cualquier caso mejor que cualquier profesor que estuviera haciendo clase en una aula próxima.

Andrea se llevó una sorpresa al terminar de bajar las escaleras. Ahora estaba en el espacio que separaba los bloques 1 y 2 por la planta baja. Aunque esta zona estaba cubierta y contaba con desagüe, sobre el suelo se acumulaba ya más de un palmo de altura de agua; nunca había visto tanta lluvia en su vida. Pero no lo dudó ni un momento, y saltó de las escaleras para correr como pudo los ocho metros que le quedaban para llegar al bloque 1, hundiendo sus zapatos por completo en el agua con cada paso que daba.

Una vez que hubo entrado en el bloque, se dirigió rápidamente a la conserjería. No la hubo alcanzado aún cuando vio a su izquierda una pequeña multitud de personas en pie reunidas. Entre ellas, pudo reconocer la voz del director.


–Senyor director! Hi ha hagut un accident!

–¡Señor director! ¡Ha habido un accidente!

–Què passa, Andrea? –preguntó, algo escandalizado.

–¿Qué pasa, Andrea? –preguntó, algo escandalizado.

–Una al·lota! Una al·lota està inconscient! –balbuceó Andrea, casi sin poder respirar.

–¡Una chica! ¡Una chica está inconsciente! –balbuceó Andrea, casi sin poder respirar.

–Una altra vegada? Déu meu, quin dia tenim! –se quejó el director–. Què li ha passat?

–¿Otra vez? ¡Dios mío, vaya día tenemos! –se quejó el director–. ¿Qué le ha pasado?

Andrea, muy nerviosa, empezó a decir incoherencias casi incomprensibles.

–Ha estat al laboratori de biologia. Com no hi ha llum, ha ensopegat, i s’ha colpejat el cap amb una taula, i...

–Ha sido en el laboratorio de biología. Como no hay luz, ha tropezado, y se ha golpeado la cabeza con una mesa, y…

–Molt bé. Idò anau cridant a emergències. Anem a veure-la.

–Muy bien. Pues id llamando a emergencias. Vamos a verla.

–Ah! I… per cert… A més...

–¡Ah! Y… por cierto… Además…

El director la interrogó con la mirada. Por su parte, Andrea apenas podía respirar.

–A més, s’ha tallat amb un flascó que hi havia a l’aula… La veritat, no sé què era. Era dins una maleta negra…

–Además, se ha cortado con un frasco que había en el aula. La verdad, no sé qué era. Estaba dentro de una maleta negra…

El rostro del director se tornó en palidez. ¿Había oído bien? ¿Un frasco, en una maleta negra? La idea se le antojó ridícula… pero debía asegurarse.

–Ha dit vostè un flascó dins una maleta negra?

–¿Ha dicho usted un frasco dentro de una maleta negra?

–Sí.

–Sí.

–I el flascó era buit?

–¿Y el frasco estaba vacío?

–No... a dins hi havia una substància taronja. Però ja li he dit que no sé què és, no l’havia vist mai...

–No… dentro había una sustancia naranja. Pero ya le he dicho que no sé qué es, no la había visto nunca…

Merda.

Mierda.

No la dejó continuar. De inmediato corrió hacia su despacho.

–No crideu a emergències! No us mogueu d’aquí! M’heu sentit bé?

–¡No llaméis a emergencias! ¡No os mováis de aquí! ¿Me habéis oído bien?

Exactamente. ¿Habían oído bien? ¿No hacer nada, cuando había en el laboratorio una niña inconsciente y posiblemente infectada con Dios sabe qué?

El portazo se confundió con los truenos de aquella mañana, al cerrarse la puerta de golpe delante de sus narices.



Cerca de la escena, la encargada de la limpieza se estremecía.

¿Que una niña se había cortado con un frasco de una maleta negra, en el laboratorio de biología? El director pareció realmente preocupado… Vaya, si había metido la pata y la descubrían, sabía que de seguro se iba a ir a la calle.

Sin más, decidió callarse, y siguió lidiando inútilmente con la fregona contra el agua que entraba en el pasillo, aunque incapaz de reprimir su inquietud.
Oculto:
Planta baja del bloque 1, dirección; 9:30

El director del IES La Ribera habría deseado que se lo tragara la tierra cuando vio el monitor de su ordenador.

Gracias al generador de emergencia, disponía de electricidad para lo más básico, como el control del sistema domótico del instituto. Así pudo comprobar el estado de las cerraduras electrónicas del centro. De entre todos los datos que podían leerse en la pantalla, una línea por poco no le hizo sufrir un fallo cardíaco:


- Cerradura 031 (almacén): OFF [1 aviso] Desbloqueada automáticamente por interrupción del suministro eléctrico a las 9:05.

En seguida conectó el ordenador de su despacho a la red de cámaras, y activó la del laboratorio de biología.

Ahí estaba. Entre un montón de gente, los alumnos que se encontraban en el laboratorio, una chica yacía tendida en el suelo. Pero no fue la joven lo que más preocupó al director, ni mucho menos el desorden que se había formado a su alrededor, cosa que en cualquier otra situación lo habría irritado. En un segundo plano, en un rincón solitario del aula, podía visualizarse con claridad un maletín oscuro abierto.

Pocos segundos después, el director descolgó el teléfono de su despacho. No podía creer que esto le estuviera sucediendo.
Oculto:
Vía de entrada al aeropuerto de Son Sant Joan; 9:33

La tormenta había producido una gran caravana de vehículos en aquella calle. Como todos, el monovolumen negro estaba parado allí en medio, sin poder moverse. Al parecer se había producido un leve accidente unos metros más adelante, lo que había colapsado totalmente la vía.

La lluvia golpeaba las oscuras ventanillas tintadas del coche, que se tambaleaba empujado por el fortísimo viento. Cada pocos segundos, un relámpago deshacía por un instante las tinieblas de aquella oscura mañana. En la lunas frontal y trasera, los limpiaparabrisas oscilaban sin descanso, casi en vano, pues mucho antes de la siguiente pasada el agua ya había vuelto a cubrir el cristal al completo. Se podía oír el sonido de muchas bocinas protestando inútilmente: hacía ya varios minutos que la fila de coches no avanzaba ni un metro. Media hora de trayecto, y allí, en la isla de la calma, no habían conseguido recorrer siquiera los apenas dos quilómetros que separaban el instituto del aeropuerto.

Pero no había razón para desesperarse. Un vuelo privado los esperaba, y de ningún modo iba a salir sin ellos; por no decir que era más que probable que ningún avión pudiera despegar ni aterrizar en aquellas condiciones.

Aun así, en el asiento trasero del vehículo, a Pablo Landa había algo que lo inquietaba, como si se tratara de un mal presentimiento. Mientras adelantaba trabajo con su ordenador portátil, intentaba relajarse oyendo la hermosa sinfonía de truenos y lluvia, rugiendo en la lejanía los primeros y goteando constantemente sobre la carrocería del vehículo la segunda. Aquella era realmente una tormenta perfecta.

Su ordenador emitió un pitido que lo arrancó de sus pensamientos. Tenía una llamada entrante. Jaume Llinàs, el director del instituto.

Landa activó el dispositivo de manos libres de su oído.

–Pablo Landa. Dígame.

–Señor Landa… –la voz del director sonaba algo temblorosa, y entrecortada por la mala calidad de la llamada–. Ha surgido un problema.

Medio minuto después, el vehículo arrancó bruscamente, haciendo deslizar sus ruedas sobre el agua. Gracias a una rápida pero muy conseguida maniobra, realizando un trompo, el automóvil efectuó un cambio de sentido improcedente y aceleró hasta alcanzar una gran velocidad, evitando los vehículos parados por el arcén. Poco tiempo después se había perdido en la lejanía, tras una densa cortina de niebla y lluvia.

En la próxima entrega de Aquella fatídica mañana...
Oculto:
Capítulo 8: Se ha activado el protocolo de emergencia. El director del centro recibe la orden de llevar a cabo unas medidas desesperadas en un intento de evitar lo que podría acabar siendo una catástrofe. Pero las cosas no van a ser fáciles...

El jueves que viene, no te pierdas esta claustrofóbica entrega de Aquella fatídica mañana....

Guía de personajes
Oculto:
(Lista actualizada hasta el capítulo 6.)


Personal del instituto

Andrea Ruiz (profesora de laboratorio de biología): 5, 6
Begoña/Bego (encargada de la limpieza): 5
Conserje: 4, 5*
Director: 2, 4, 5
Marco Zapata (profesor): 2
Profesor de guardia: 4
Profesor organizador de la visita al monasterio: 3
Profesora de biología: 5
Profesora de ciencias sociales: 3*, 4*
Profesora de guardia: 2
Profesora indefinida: 4
Secretaria (llama a la puerta del director): 2
Sofia (profesora organizadora de la salida al monasterio): 3, 4


Alumnos de 3º C

Oliver: 4


Alumnos de 3º D

Alicia: 1, 3, 6
Alfredo: 6
Alonso: 3, 5
Ángel: 2, 4, 5
Diego: 4
Fernando: 3
Francisco/Fran: 6
Isaac: 2, 3, 4
Joan Ferrer: 2, 3, 5
Marcos: 3, 6
Marta: 3


Otros alumnos

Alberto: 4, 5
Alumno de 4º curso: 4
David: 2
Matones: 1
'Sanjordinianos': 2, 3*


Otros

Guardaespaldas: 2, 4*
Hombre de negro: 2, 4


Nota: En los capítulos marcados con un asterisco (*), el personaje en cuestión no aparece personalmente, sino que es de alguna manera mencionado por otro personaje o por la voz narrativa.

Por favor, reportad cualquier posible bug o error en la lista.

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Oculto:
He cambiado el nombre de un personaje que aparece en el capítulo 2: Francis (el profesor que abre la puerta del aula de 3º D) pasa a llamarse Marco Zapata. Como digo, de momento este personaje solo aparece una vez, de modo que el cambio no supone un gran desbarate. xD He actualizado el post donde publiqué dicho capítulo y las guías de personajes.

Y como ya os dije, os informaré cada vez que realice un cambio de este tipo.
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Re: Aquella fatídica mañana...

Mensaje por Ada Wesker » 12 Nov 2013 04:31

Jeje, Hola! perdon por la tardanza ^^U (ya sabes, el tiempo y las notificaciones que no me aparecen)

Jaja, la proxima vez tratare de no decir algo de lo cual no este tan segura, jeje, me adelante mucho...

Ahora a lo importante... ALICIAAAAAA!!!! porqueeeee?!!! ojala no muera, debe vivir, no fue su culpa... la caida, la profe, director, la sangre, los hijos de (piiiiiiiip) y sus malditos telefonos celulares! se esta muriendoooooo! pero no, mejor saquen fotito y subanla a internet que es lo mas apropiado para la situacion >:-[
:evil: ellos deberian morir, matalos! matalos! matalos a todooooooos!!! :twisted: ... Bueno, me excedi un poquito n.nU (perdon)

La verdad me gusta para donde va llendo la cosa, asi que hay algo de B.O.Ws en todo esto? (o tal vez, no xD y era un frasquito de gelatina de naranja) de igual manera me sigue gustando :D

Pobre Begoña, no encontrar los articulos de limpieza... y con que iba a limpiar? jaja... habias pedido la opinio sobre la descripcion del edificio, no?(espero que no sea muy tarde) A mi se me hizo bastante entendible, a medida que avanzaba en la lectura, en mi cabeza se formaba algo asi como los planos de la escuela. No se, pero me gustan los fics que comienzan en una escuela, los protagonistas son jovenes y tienen situaciones similares a las nuestras, lo que hace que nos identifiquemos con ellos... por eso me agrada Alicia, es solitaria y yo tambien xD jaja, por eso es la que mas me cae bien :D

Y tambien concuerdo con Reshi,tienes un vocabulario extenso... me inclino ante usted *haciendo una reverencia*... y como siempre, espero la conti :mrgreen:

pd: ojala al director no le ocurra un accidente que le cause la muerte xD

Saludos ;-)
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Re: Aquella fatídica mañana...

Mensaje por Mataformigues » 12 Nov 2013 20:30

A tu comentario, la mejor respuesta general que puedo dar es "todo llegará, Ada Wesker". Y no te preocupes por la pobrecita Alicia... ella aún tiene mucho juego que dar; claro, no te puedo decir si viva, o muerta, sana o infectada, explícita o implícitamente, pero no voy a desperdiciar un personaje tan especial. : ) ¡Qué guay, me hace mucha ilusión que Alicia te guste!

Y Bego, sí... da mucha pena su problema con las escobas, pero ya ves que... en el último capítulo aparece utilizando una fregona, así que quizás sí haya encontrado lo que necesitaba finalmente (o no; nunca lo sabréis). xD

Por cierto, ¡gracias por tu opinión sobre la descripción! Espero que te lo hayas imaginado todo como pretendía, y no totalmente al revés, porque si no... mal asunto (por mi parte, supongo). xD Así que nada, a esperar a la siguiente descripción del relato, que si no me equivoco viene en el próximo capítulo que tengo que publicar. Mpà!

Y... yo la verdad es que diría que Reshi estaba usando un lenguaje un tanto irónico cuando decía que le gusta mi "amplio repertorio de improperios". xD No lo dije en su momento, pero su comentario me hizo tener un ataque de risa en clase cuando lo leí. xD (No, no estaba mirando el foro en mitad de la explicación, sino cuando el profesor acababa de llegar y estaba montando el proyector. xD) Y es que lo de "cabestro"... debo reconocer que no es mío, yo no he usado esa palabra nunca, creo. xD Es una palabra que algún que otro compañero de clase decía bastante cuando yo iba al instituto, y me hacía mucha gracia, así que decidí incluirlo en mi relato como guiño (al igual que un montón de expresiones y situaciones que aparecen en la historia y están basadas en la realidad). Porque, por si alguien aún no se lo ha imaginado, yo hice secundaria en este instituto; y Aquella fatídica mañana..., aparte de un relato de ficción, es un homenaje a y una representación de él en muchos aspectos, sobre todo durante la primera parte (los diez primeros capítulos).
Ada Wesker escribió:pd: ojala al director no le ocurra un accidente que le cause la muerte xD
Mmmm... no sé qué te hace pensar que eso pueda suceder. :roll: xD

Vale, aprovecho este comentario para daros una triste noticia... :cry: No estoy seguro de poder realizar la siguiente publicación este jueves, como sería lo normal (a causa de un montonazo de trabajo que tengo para la Universidad esta semana...). Por tanto, no os preocupéis si el jueves no lo envío, que no me he olvidado. Si tuviera un poco de tiempo para prepararlo, lo enviaré en cuanto pueda, pero no sé si será posible hasta la semana que viene. : ( ¡Disculpad mi costumbre de dejar los trabajos para el último momento a mis profesores! xD
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Re: Aquella fatídica mañana...

Mensaje por Ada Wesker » 12 Nov 2013 21:20

Jajaja, si, pero la verdad yo no lo decia por los improperios a los cuales se referia Reshi, lo decia por el leguaje que usas, que ademas de ser propio de los españoles(corrigeme si me equivoco) es mucho mas extenso que el que yo conosco del habla latina.

Lo del director lo decia con sarcasmo (como cuando no quiero que la profe venga y digo "uy, ojala que la profe no se caiga por las escaleras", tampoco es que le este deseando eso, pero de esa forma trato de expresar mi disconformidad a que la profesora haga su aparicion por la puerta y pida la tarea que no hice, esto ultimo no pasa muy seguido xD)

Y no te preocupes, tomate tu tiempo para traer el proximo capitulo, en estas fechas creo que todos estamos ocupados y el unico tiempo libre que tengo para leer es en la escuela (crease o no)

Te mando saludos :mrgreen:
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Re: Aquella fatídica mañana...

Mensaje por Mataformigues » 18 Nov 2013 01:33

Muchas gracias, Ada Wesker. Aunque, si te digo la verdad, el diccionario y hasta las propuestas de sinónimos de Word ayudan bastante. Y, por supuesto, el hecho de que el texto que voy poniendo aquí ha estado revisado decenas de veces a lo largo de bastante tiempo, modificado y en ocasiones reescrito. Si lo leyérais recién escrito, sería otra cosa. xDDD Y sí, es habla española. Espero que nadie se haya escandalizado con el uso de vocabulario como el verbo "coger" (que por aquí significa "agarrar", absolutamente nada más), o cosas por el estilo. xD

Bueno... finalmente me temo que tendré que subir la próxima entrega el jueves, así que queda una semana perdida. :( Buah, ha sido una semana que he tenido un montón de trabajo... y aún para mañana me queda bastante. xD Menos mal que ahora vienen dos o tres semanas más relajadas... a ver si aprovecho y avanzo en la escritura, que llevo ya como un mes de sequía. :!: Mal vamos. xD Es que estoy atascado en una escena que va a ser un poco complicada.

¡Venga, un saludo a todos mis hipotéticos y no hipotéticos lectores! xD
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Aquella fatídica mañana... - Sexta publicación

Mensaje por Mataformigues » 21 Nov 2013 18:57

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Oculto:
En esta edición vuelvo a cambiar el nombre de un personaje: El director del instituto, hasta ahora Jeroni Serra, pasa a ser Jaume Llinàs. Su nombre solo había aparecido por el momento una vez, en el último capítulo publicado. Ya he editado ese post.

Esta vez os aviso antes del capítulo, por si a alguien le extrañara encontrar el nombre cambiado.
Comentario sobre la sexta publicación
Oculto:
Como ya dije, lamento no haber podido realizar la publicación la semana pasada. Espero que este capítulo compense vuestra espera. : )

Bien, este nuevo capítulo, el más largo hasta el momento, contiene a su vez la escena más larga del relato hasta ahora publicada. No es que sea muy larga, pero contrasta un poco con el formato de escenas cortas en que está basada la historia. De ahora en adelante, veréis escenas tan o más largas que esta más a menudo. Esa misma escena, además, contiene la segunda descripción general de la estructura del instituto. Por tanto, una vez más, os pediré que hagáis el favor de indicarme si alguna parte o toda la descripción os ha resultado difícil de entender, de modo que pueda mejorarla si es necesario. Otra vez, gracias de antemano. No os entretengo más.

» Descargar en versión PDF (Si existe una versión más actual, el enlace no funcionará. » Descarga la última versión en el primer post.)

» Enlace a documento - Gobierno de Míchigan

Capítulo 8: Atrapados
Oculto:
Lugar desconocido; 9:35

–Señor, la unidad Rho está transmitiendo.

–A ver, déjame escucharlo… –el hombre se acercó al ordenador y puso sobre su cabeza los cascos que el operador le ofrecía.

–La señal está muy distorsionada… ¿Puedes aumentar la calidad?

–En seguida.

El joven se colocó unos segundos auriculares, y ajustó en el ordenador varios parámetros del sonido.

–Parecen las voces de varias personas –dijo al dar los ajustes por terminados.

–Sí… yo diría que es un grupo grande. Parece un buen momento.

Desde su asiento, el operador se giró y elevó su cabeza para mirar a su superior.

–¿Ejecutamos el programa, señor?

–Ni lo dudes.

Tras teclear algo en el ordenador, mirando el informe de la consola, concluyó:

–Listo. Parece que no ha habido ningún problema.

–Bien, buen trabajo –el hombre, satisfecho, dejó los cascos sobre la computadora y dio una palmada en el hombro del operador–. Hoy te has ganado el sueldo.

Ya solo queda esperar.
Oculto:
Primer piso, pasillo; 9:44

El director avanzaba por el pasillo acompañado por Andrea Ruiz. Le había dicho que iban a ver a Alicia. Y en cierto modo era así, si bien ese estaba lejos de ser su verdadero objetivo.

Había recibido unas instrucciones sencillas y claras: mientras esperaba al retorno del señor Landa, debía asegurarse de que todo el mundo permaneciera en las aulas, y que nadie se moviera de su puesto por ninguna razón. Que nadie pudiera acceder a los pasillos y, sobre todo, que nadie saliera de ni entrara en el laboratorio de biología.

Eso era lo primero de lo que iba a encargarse. Mientras se aproximaba a la puerta del laboratorio, recordó de lo que Landa le había advertido: que tuviera sumo cuidado; que nadie lo tocara, y que él mismo no tocara nada ni a nadie. Llinàs abrió la puerta.

Los doce alumnos conscientes que se encontraban en la sala se giraron hacia ella al momento. Alguien susurró:

–¡El dire! ¡Guarda el móvil!

El director ignoró ese comentario por el momento, aunque el hecho de que alguien pudiera extraer imágenes de lo que ahí sucedía era un problema grave del que debería encargarse más tarde. Sin moverse de la entrada, encendió una pequeña linterna que portaba en su mano y dirigió su haz de luz hacia dentro. Usando su practicada voz autoritaria, que fácilmente hacía temblar a los alumnos del instituto, dijo:


–Quants sou aquí? Dos… quatre… sis… –empezó a contarlos–. Dotze més n’Alícia. Molt bé. No us mogueu d’aquí. De seguida arribarà una ambulància –mintió–. No se us ocorri tocar-la.

–¿Cuántos sois aquí? Dos… cuatro… seis… –empezó a contarlos–. Doce mas Alicia. Muy bien. No os mováis de aquí. En seguida llegará una ambulancia –mintió–. No se os ocurra tocarla.

Dicho esto, Macarena García, más conocida como Maca, una de los alumnos que se hallaban más cerca de la entrada, dio unos pasos hacia el director, haciendo ademán de hablar con él.

–No t’acostis! –fue lo que bruscamente Llinàs dio por respuesta a ese gesto, dirigiendo un brazo hacia ella, obligándola a detenerse desde la distancia mientras con el otro la deslumbraba con la linterna.

–¡No te acerques! –fue lo que bruscamente Llinàs dio por respuesta a este gesto, dirigiendo un brazo hacia ella, obligándola a detenerse desde la distancia mientras con el otro la deslumbraba con la linterna.

Esta violenta reacción desconcertó totalmente a Maca, quien reaccionó alejándose de él mientras lo miraba con los ojos abiertos como ventanas, estupefacta. Naturalmente, Andrea también se vio sorprendida por esto.

–Andrea… –dijo el director mirando hacia al fondo del aula–. Vés i tanca aquella finestra. No volem que entri aigua a dins la classe, i menys que el corrent i la humitat puguin fer mal a n’Alícia.

–Andrea… –dijo el director mirando hacia el fondo del aula–. Ve y cierra aquella ventana. No queremos que entre agua dentro de la clase, y menos que la corriente y la humedad puedan hacer daño a Alicia.

Andrea, aún asustada, había permanecido hasta entonces detrás de él, en el pasillo. Asintiendo con la cabeza y con miedo de hacer algo mal, rodeó a su jefe, entró en el laboratorio y se dirigió a la ventana indicada.

Tan pronto como Andrea hubo atravesado la puerta, el director salió y la cerró de un fuerte empujón. A continuación, sacó de su bolsillo el manojo de llaves que le había pedido a la profesora un minuto antes, y se peleó con ellas hasta hallar la correspondiente a esa cerradura. Tal vez había sido demasiado brusco. No sabía cómo iba a salirse de esa…

En el interior del laboratorio se extendió una sensación extraña. Mientras la mayoría de los alumnos miraban incrédulos la puerta, sin poder explicarse por qué el director acababa de hacer tal cosa, Andrea palidecía. No podía creerse lo que acababa de presenciar. ¿El director había cerrado la puerta con llave? ¿Pero qué diantre pretendía?

Así que corrió hacia la entrada y empujó la puerta. En vano. Arremetió contra ella. Golpeó la puerta fuertemente con sus nudillos, sin resultado. A pesar de sus gritos, no obtuvo ninguna respuesta. Tan solo consiguió terminar de perturbar a los doce alumnos conscientes que acababan de quedar atrapados junto con ella.
Oculto:
Bloque 4, gimnasio; 9:47

El gimnasio del instituto era una sala gigantesca. Lo era al menos en relación al resto del edificio. El bloque 4 estaba formado por el gimnasio y sus vestuarios, aparte de unos baños y la cafetería. A diferencia de como sucedía con los demás, no existía ningún pasillo que lo uniera a los otros bloques. El bloque no contaba con ningún piso elevado, y su conexión con el resto del edificio era un simple techo, conectado al bloque 1, que cubría una pequeña parte del patio, zona que funcionaba a modo de terraza de la cafetería. El bloque 4 era también alargado, de manera que la planta del instituto tenía la forma de una gran L invertida, como en un espejo, en que el trazo más largo se correspondería al formado por los bloques 1 a 3, y el corto al número 4. El patio era entonces un enorme rectángulo, en dos de los lados contiguos del cual se erguía el edificio del instituto, a lo que había que sumar las zonas cubiertas situadas entre bloques.

El pabellón del gimnasio medía alrededor de treinta metros de largo, por unos quince de ancho. Su alto techo se elevaba sobre al menos nueve o diez metros. En uno de sus lados más largos, el que daba al patio (orientado hacia el sur), se extendía una larga vidriera horizontal con una puerta corredera. En el lado oeste, otra puerta lo comunicaba con el pequeño pasillo en que se encontraban los vestuarios, pasillo que daba acceso a la zona cubierta de la terraza del bar.

En ese momento, dos grupos de alumnos coincidentes, unas cincuenta personas, se refugiaban en el gimnasio tras haberles sorprendido la tormenta haciendo clase de educación física en el patio. Ahora se encontraban atrapados dentro del pabellón, con casi un palmo de agua en el exterior filtrándose bajo la puerta. Así es que dentro del gimnasio se iba expandiendo cuasiestáticamente lo que ya era un gran charco. A esto había que añadir la situación del pasillo de los vestuarios: totalmente inundado. Y así como llovía, no parecía que la cosa fuera a mejorar en breve; el nivel del agua en el patio continuaba aumentando de forma preocupante.

El viento sacudía violentamente la puerta del patio, y los ventanales en que esta se hallaba, vibrando estos con un sonido amenazador. Era como si de un momento a otro cualquiera fuera a estallar y a entrar al gimnasio propulsado. Por todas estas razones, los dos profesores presentes en la sala ya habían tomado precauciones, estableciendo el perímetro de seguridad a su alrededor que consideraron suficiente.

Hacía un tiempo que se habían planteado la opción de evacuar el local, pero eso parecía imposible o, en cualquier caso, una insensatez. Sacar a los alumnos al exterior en esas condiciones, aunque fuera solo por unos segundos, sería una locura. Por si el viento huracanado, la lluvia y los rayos no fueran suficiente, desde el interior del gimnasio podían contemplarse objetos moviéndose de un lado a otro del patio, algunos de ellos grandes y contundentes, como placas metálicas que Dios sabe de dónde habían sido arrancadas.

Sentada en una banqueta, sola, se encontraba Sonia. Tenía la vista perdida, como observando el vacío, con sus ojos tristes y sollozantes. Con cada una de sus lentas expiraciones exhalaba pequeñas nubes de vapor condensado de su boca. Estaba encogida, casi en posición fetal, temblando de frío; totalmente ajena a todas las personas, el desorden y la entropía que regían a su alrededor.

Alejado de ella unos metros, Lázaro observaba a Sonia. Le inquietaba mucho verla así. Pudo comprobar que estaba llorando, o acababa de llorar, dados sus ojos enrojecidos. Lázaro se aproximó a un grupo de chicas de su clase, amigas de Sonia.

–¿Sabéis qué le pasa a Sonia? –les preguntó el chico.

–Ni idea –respondió una de ellas, claramente molesta–. Antes yo le he preguntado y me ha mandado a tomar viento. Está muy borde últimamente, ¿sabes? No sé qué problema tendrá con nosotros… casi será mejor si pasas de ella.

Lázaro hizo caso omiso al mal dado consejo. Lo cierto es que estaba realmente preocupado por Sonia. Ella siempre le había llamado la atención por ser una chica muy alegre y simpática, y un comportamiento como ese por su parte no le parecía nada normal. Armándose de valor, se acercó a la banqueta donde la joven estaba sentada. Se encontraba a un lado de ella cuando apenas alcanzó a hablarle.

–Sonia…

Sin respuesta alguna. Tras pasar unos segundos, lo intentó de nuevo.

–¿Sonia…?

Se acercó a ella y tocó su hombro, en busca de alguna reacción. Y así fue como la encontró.

–Déjame –le dijo Sonia sin siquiera dirigirle la mirada, con un fino hilo de voz.

La respuesta fue débil, pero consiguió herir profundamente al pobre Lázaro.

–Perdona…

Sintiéndose estúpido, Lázaro se giró y se alejó tristemente, adentrándose de nuevo entre la multitud. Pero, lejos de intentar olvidar el episodio, el chico continuó en ansias contemplando a su joven compañera desde la distancia.

No pasó demasiado tiempo antes de que Sonia, inesperadamente, alzara su cabeza y buscara los ojos de Lázaro. Sus miradas en seguida se conectaron. Y en ese momento, la joven no pudo sino sentirse fatal, profundamente avergonzada por aquel gesto tan egoísta.

–Lázaro… ven.

Nadie más que ella misma pudo escuchar su voz, pero para Lázaro no fue necesario oírla para entenderla. Caminó hacia ella despacio, vacilante y tímido.

–Perdóname…

Lázaro hizo un gesto con la cabeza, indicando que no había tenido importancia.

–No, perdóname a mí. No quería molestarte…

La mirada de Sonia se cayó al suelo, y silenciosamente se empañó de nuevo en lágrimas. Ante esto, Lázaro, inseguro, se sentó junto a ella, posando una mano casi tan afectuosa como temblorosa sobre su hombro.

–Sonia… ¿Qué te pasa? No me gusta nada verte así…

Sonia se tapaba la cara con las manos, y Lázaro suspiraba por no saber qué hacer o decir en aquella situación.

–Lázaro… –consiguió pronunciar Sonia finalmente entre sollozos.

El chico la miró atentamente, esperando ansioso oír acabar la frase de su amiga.

–… Lázaro, ¿qué…? –Sonia se detuvo para respirar, como si le costara horrores formular esa pregunta. Así realmente era.– ¿Qué crees que pasa cuando morimos?

Esta inquietante pregunta cogió a Lázaro totalmente desprevenido, si bien le hizo empezar a intuir cuál podía ser la situación de Sonia. ¿Cómo podía él responder a algo así? ¿Debía siquiera dar una respuesta? Con estas y otras cuestiones, se dieron unos instantes del más incómodo silencio.

–Pues… Sonia, seguro que… –Titubeó.

Lázaro era consciente de que no creía lo que pensaba decirle, y temía que Sonia se percatara, así que se esforzó por buscar las palabras más adecuadas.

–No creo que yo sea quien pueda responder a eso, pero… sea lo que sea… Estoy seguro de que lo que venga después tiene que ser algo mucho mejor.

Lázaro no tuvo tiempo ni de reflexionar sobre lo poco convincentes que habían sonado esas palabras. No habían transcurrido ni dos segundos cuando ambos se giraron al unísono, al sonido de un fuerte estruendo, como de metal siendo retorcido. La puerta corredera del patio había sido arrancada de sus raíles, y se precipitaba contra el suelo empujada por un viento de apariencia sobrenatural. Con la misma energía impactó. Sus paneles de vidrio se rompieron escandalosamente, y sus fragmentos se dispersaron por un radio de varios metros. Al mismo tiempo, una ingente cantidad de agua se dejó entrar de golpe en el gimnasio, en un proceso irreversible, dejando anegado buena parte de él.

Entonces, un grito de dolor tronó por toda la sala.



–¡Ah! ¡Mierda!

Al lado de donde había aterrizado la puerta, un alumno de cuarto curso caía al suelo, llevándose las manos a su pierna izquierda. Una de los dos profesores corrió a atenderle, mientras el otro ordenaba a todos los demás alumnos que se concentraran en el otro extremo del gimnasio, el único lugar que no había sido alcanzado por el agua.


–Amem, deixa’m que t’ho miri. –Neus se agachó junto a él. Hablaba y actuaba con total tranquilidad, lo que al chico le resultó reconfortante.

–A ver, deja que te lo mire. –Neus se agachó junto a él. Hablaba y actuaba con total normalidad, lo que al chico le resultó reconfortante.

El alumno separó sus manos temblorosas de su pierna, la cual estaba descubierta, pues vestía un pantalón corto; cosa que no era extraña ya que, unas horas atrás, cuando se había vestido con él, hacía mucho menos frío que en ese momento. La herida quedó de este modo expuesta a los ojos de la profesora. Era una larga y profunda brecha vertical a un lateral del gemelo. De ella empezaba a brotar abundante sangre, descendiendo por su pierna hasta llegar a su calcetín, que de a poco se iba tiñendo de rojo.

–Com t’ho has fet? Amb un vidre?

–¿Cómo te lo has hecho? ¿Con un vidrio?

–No… amb el cantó de la porta. M’ha caigut damunt la cama –consiguió decir el chico entre muecas de dolor.

–No… con la esquina de la puerta. Me ha caído encima de la pierna –consiguió decir el chico entre muecas de dolor.

–No tens cap altra ferida?

–¿No tienes ninguna otra herida?

–No. –Se detuvo a pensar.– O, al menys, el mal d’aquesta ferida no em permet sentir-ne d’altres.

–No. –Se detuvo a pensar.– O, al menos, el dolor de esta herida no me permite sentir otras.

–Idò… has tengut molta sort.

–Pues… has tenido mucha suerte.

El estudiante no quería ni imaginarse lo que habría pasado si hubiera estado situado unos centímetros más cerca de la puerta.

–Va, t’hem d’embenar això. Toni!

–Va, te tenemos que vendar esto. ¡Toni!

El profesor se presenció en la escena, caminando sobre el agua que cubría esa parte del gimnasio.

–Buf… ho té molt malament.

–Buf… lo tiene muy mal.

–Crec que l’hauríem de dur a l’hospital, potser necessitarà antibiòtic. Tu has vengut en cotxe, no?

–Creo que le deberíamos llevar al hospital, puede que vaya a necesitar antibiótico. Tú has venido en coche, ¿no?

–Sí… jo el puc endur. Tenc el cotxe al pàrquing.

–Sí… yo lo puedo llevar. Tengo el coche en el parking.

–Molt bé. Idò, ràpid, vés a avisar a consergeria, i que cridin a ca seva, mentre jo el pos una bena. –Se dirigió ahora al chico.– Va, agafa’t. Jo t’ajut a aixecar-te.

–Muy bien. Pues, rápido, ve a avisar a conserjería, y que llamen a su casa, mientras yo le pongo una venda. –Se dirigió ahora al chico.– Va, agárrate. Yo te ayudo a levantarte.

–Intentau que la ferida no es mulli amb aquesta aigua...

–Intentad que la herida no se moje con esta agua…

Dicho esto, en un acto casi heroico, el profesor salió al exterior por donde se encontraba antes la puerta, mientras su compañera ayudaba al herido a llegar al despacho del gimnasio, a pocos metros de allí, sacudidos por el viento que ahora entraba con fuerza al pabellón por el gran portal abierto hacia el patio.

En esto estaban cuando, de improviso, la voz del director del instituto irrumpió en la sala, proveniente de la red de megafonía.


–Prestau un moment d’atenció, per favor. A causa de la perillositat de la tempesta, que està produint diverses destrosses i problemes en el subministrament elèctric; i, sobretot, per tal de mantenir l’ordre a l’edifici fins que aquesta passi, s’ha decidit que no es durà a terme el proper canvi de classes. Per favor, restau tots els alumnes a les vostres aules, i els professors a l’aula o despatx on vos trobeu ara mateix. Si sou al passadís o al bany, dirigiu-vos el més aviat possible a la vostra aula o despatx. Quedau advertits que qui es trobi a qualsevol passadís a partir dels propers dos minuts, serà greument penalitzat.

» A més, per evitar corrents d’aire dins l’edifici, es demana a tots que tanqueu la porta i les persianes i finestres de la sala on vos trobeu. Per favor, disculpau les molèsties, i continuau amb aquesta mesura fins que se us avisi per megafonia.


–Prestad un momento de atención, por favor. A causa de la peligrosidad de la tormenta, que está produciendo diversos destrozos y problemas en el suministro eléctrico; y, sobre todo, con tal de mantener el orden en el edificio hasta que esta pase, se ha decidido que no se llevará a cabo el próximo cambio de clases. Por favor, permaneced todos los alumnos en vuestras aulas, y los profesores en el aula o despacho donde os encontréis ahora mismo. Si estáis en el pasillo o el baño, dirigíos lo más rápido posible a vuestra aula o despacho. Quedáis advertidos de que quien se encuentre en cualquier pasillo a partir de los próximos dos minutos, será gravemente penalizado.

» Además, para evitar corrientes de aire dentro del edificio, se os pide a todos que cerréis las puertas y las persianas y ventanas de la sala donde os encontréis. Por favor, disculpad las molestias y continuad con esta medida hasta que se os avise por megafonía.


Neus no podía creer lo que estaba oyendo.

–I nosaltres què? El que nosaltres necessitam és que ens treguin d’aquí, no que ens deixin abandonats! –exclamó indignada antes de agacharse para colocarle la venda al chico–. Tu estigues tranquil, de seguida tornarà en Toni.

–¿Y nosotros qué? ¡Lo que nosotros necesitamos es que nos saquen de aquí, no que nos dejen abandonados! –exclamó indignada antes de agacharse para colocarle la venda al chico–. Tú estate tranquilo, en seguida volverá Toni.
Oculto:
Planta baja del bloque 1, dirección; 9:57

Tenía que hacer lo posible por dar una imagen de seguridad y tranquilidad ante los profesores y alumnos del centro, lo cual sin duda era su fuerte, pero lo cierto es que el director tenía un problema muy grave. En ese momento, no le quedaba más opción que la de esperar al regreso de Landa, a quien no le debía de faltar ya nada para llegar, y confiar en los meticulosamente preparados programas de actuación de emergencia de la empresa. Pero, ¿y si algo salía mal? Se imaginaba que la probabilidad era elevadísima.

El teléfono de su despacho sonó. Era Landa.

–IES La Ribera. Dígame.

–¿¡Señor Llinàs!? –Del otro lado de la línea llegaba mucho ruido de fondo, como de viento en la intemperie, y la voz que le hablaba parecía luchar en vano por elevarse sobre él.– ¡Soy … Landa!

–Dígame, señor Landa.

–¡Oiga! ¡Escúcheme, ha … revisto! ¡Ti … sar las cerraduras! ¡Voy a…!

La llamada se cortó de golpe.

¿Un imprevisto? ¿Qué clase de imprevisto? Esto no podía estar sucediendo. No, tenía que ser una pesadilla, se repetía Llinàs a sí mismo una y otra vez.

Usar las cerraduras… usar las cerraduras… Eso iba a costarle la vida, por lo menos. El director contempló el monitor del ordenador. Parecía ser que su orden se estaba cumpliendo: todas las puertas de aulas y despachos del instituto se encontraban cerradas en ese momento. Hizo varios clics con el ratón, y finalmente sobre ‘bloquear’.

En la próxima entrega de Aquella fatídica mañana...
Oculto:
Capítulo 9: Un trágico contratiempo ha tenido lugar. A medida que el Infierno cobra forma en la Tierra, Landa y Llinàs comprenden que la situación está a punto de volverse aún más adversa para todos. Las cartas están echadas.

La primera parte de Aquella fatídica mañana... se aproxima a su fin. Estos últimos capítulos marcarán un más que significativo cambio en el ritmo y contenido del relato. La acción por fin ha llegado, y lo hace para quedarse.

Guía de personajes
Oculto:
(Lista actualizada hasta el capítulo 7.)


Personal del instituto

Andrea Ruiz (profesora de laboratorio de biología): 5, 6, 7
Begoña/Bego (encargada de la limpieza): 5, 7
Conserje: 4, 5*
Jaume Llinàs (director): 2, 4, 5, 7
Marco Zapata (profesor): 2
Profesor de guardia: 4
Profesor organizador de la visita al monasterio: 3
Profesora de biología: 5
Profesora de ciencias sociales: 3*, 4*
Profesora de guardia: 2
Profesora indefinida: 4
Secretaria (llama a la puerta del director): 2
Sofia (profesora organizadora de la salida al monasterio): 3, 4


Alumnos de 3º C

Oliver: 4


Alumnos de 3º D

Alicia: 1, 3, 6, 7
Alfredo: 6
Alonso: 3, 5
Ángel: 2, 4, 5
Diego: 4
Fernando: 3
Francisco/Fran: 6
Isaac: 2, 3, 4
Joan Ferrer: 2, 3, 5
Marcos: 3, 6
Marta: 3


Otros alumnos

Alberto: 4, 5
Alumno de 4º curso: 4
David: 2
Matones: 1
'Sanjordinianos': 2, 3*


Otros

Angela Zimmerman: 7
Guardaespaldas: 2, 4*
Pablo Landa (hombre de negro): 2, 4, 7
Jefe de Angela y Luis: 7*
Luis: 7
'Pequeña multitud' (se hallan con el director cuando Andrea baja a conserjería): 7


Nota: En los capítulos marcados con un asterisco (*), el personaje en cuestión no aparece personalmente, sino que es de alguna manera mencionado por otro personaje o por la voz narrativa.

Por favor, reportad cualquier posible bug o error en la lista.

Comentario de conclusión
Oculto:
Con poco más que añadir, solo os animo a comentar, y si podéis decir algo sobre la descripción del instituto, aunque sea simplemente "genial", o "vaya desastre, me da dolor de cabeza", pues mucho mejor, aunque tampoco me enfadaré ni lloraré si no lo hacéis. xD
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Aquella fatídica mañana... - Séptima publicación

Mensaje por Mataformigues » 29 Nov 2013 22:48

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Comentario sobre la séptima publicación
Oculto:
Oh, se me ha hecho viernes... Perdonadme; ayer tenía la publicación casi lista, cuando me surgió un asunto imprevisto (como el que leeréis en este capítulo que afecta a Pablo Landa (pero no tan grave xD)), y al final no pude terminarlo... Pero bueno, con un día de retraso, aquí está la séptima entrega.

Este capítulo me gusta especialmente, no sé por qué... sobre todo la última escena, es graciosa. xD Creo que tiene que ver con que lo escribí (el capítulo) tras una larga temporada en que dejé de lado la historia; le noto como un algo diferente a los capítulos anteriores. Bueno... ojalá os guste.

Por cierto, he visto que nadie ha descargado el PDF de la semana pasada. Igualmente los seguiré subiendo, porque no me cuesta nada hacerlo (de hecho, me es hasta mejor así, porque de este modo me voy montando paralelamente a mi historia un PDF con las traducciones).

» Descargar en versión PDF (Si existe una versión más actual, el enlace no funcionará. » Descarga la última versión en el primer post.)

Oculto:
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Capítulo 9: Autopista al Infierno
Oculto:
Santuario de Lluc; 10:00

Escasos minutos atrás, los alumnos de primer y segundo curso de La Ribera disfrutaban de la visita al monasterio, y de su bella ubicación en medio de aquel típico bosque mediterráneo. Situado en plena sierra, el santuario era un importante reclamo para turistas y peregrinos, si bien en esa época se encontraba en temporada baja de visitas. Pero el anticiclón con que habían convivido en la zona los últimos días había estado llevando al lugar más visitantes que lo que era habitual por esas fechas.

Sin embargo, y de forma triste e inesperada, se había hecho evidente que aquel buen amigo de altas presiones era ya historia. En cuestión de minutos se levantó un viento huracanado, el cielo se encapotó totalmente, y comenzó caer una intensa lluvia. Al principio no parecía más que lo típico de la estación, el regreso al clima que había sido la tónica general desde el mes de septiembre. Sin embargo, el grupo de visitantes no tardó en percatarse de que aquella no iba a ser una tormenta corriente.


–Tu tens tots els teus?

–¿Tú tienes todos los tuyos?

–Sí, hi són els cinquanta-nou.

–Sí, están los cincuenta y nueve.

Sofia y Artur se giraron hacia Amèlia.

–Amem, qui és qui falta!? –preguntó esta a sus alumnos.

–A ver, ¿quién falta? –preguntó esta a sus alumnos.

–En Joan, i...

–Joan, y…

–En Joan i en Dani –acabó un alumno.

–Joan y Dani –acabó un alumno.

Amèlia dio media vuelta y se encontró frente a ella a Sofia y Artur.

–No hi són tots els teus? –preguntó preocupado el profesor.

–¿No están todos los tuyos? –preguntó preocupado el profesor.

–No! Em manquen dos!

–¡No! ¡Me faltan dos!

–Segur que no hi són per aquí? –Sofia se puso de puntillas buscando sobre las decenas de jóvenes y algunos turistas alemanes que llenaban el vestíbulo del monasterio.– Joan! Dani!

–¿Seguro que no están por aquí? –Sofia se puso de puntillas buscando sobre las decenas de jóvenes y algunos turistas alemanes que llenaban el vestíbulo del monasterio.– ¡Joan! ¡Dani!

Los profesores pasaron de las palabras a la acción, y empezaron a abrirse paso entre ellos buscando a los chicos desaparecidos. Poco tiempo pasó desde entonces hasta que un inquietante e inusual estruendo se dejó oír en el vestíbulo, procedente del patio exterior. Sonaba más o menos como un jarrón cerámico haciéndose añicos. O, más aún, como el estruendo provocado por los azulejos de una pared cediendo al mismo tiempo, estallando y esparciendo sus pedazos por el suelo. Alguno de los que buscaron la causa del fenómeno a través de las viejas ventanas estuvo a tiempo de ver caer las piezas del tejado del edificio.

–Però ningú sap on s’han ficat aquests dos?!

–¡¿Pero nadie sabe dónde se han metido estos dos?!

Profe, jo els he vist fa una estona. Deien que anaven a pujar pel camí de la creu.

Profe, yo los he visto hace un rato. Decían que iban a subir por el camino de la cruz.

–Ai, Déu meu! Estàs segur?

–¡Ah, Dios mío! ¿Estás seguro?

–Sí, segur que la tempesta els ha sorprès allà dalt...

–Sí, seguro que la tormenta los ha sorprendido allí arriba…

–I què feim ara? –Amèlia tenía ahora razones para estar muy asustada, y su voz y sus gestos lo demostraban– ¡Hem de sortir a cercar-los!

–¿Y qué hacemos ahora? –Amèlia tenía ahora razones para estar muy asustada, y su voz y los gestos lo demostraban– ¡Tenemos que salir a buscarlos!

Diciendo esto, se giró decidida hacia la puerta y avanzó hacia ella unos pocos pasos.

–Ni pensar-ho! Estan plovent teules i branques; si sortim ens matarem! –objetó Sofia agarrándola por el brazo.

–¡Ni pensarlo! Están lloviendo tejas y ramas; ¡si salimos nos mataremos! –objetó Sofia agarrándola por el brazo.

–Sofia, però ells són allà fora!

–Sofia, ¡pero ellos están allí fuera!

–Va, calmem-nos, per favor! Segur que venen de camí. Si no hi són aquí en uns minuts, anirem a cercar-los –dijo Artur tratando de reducir la tensión.

–¡Va, calmémonos, por favor! Seguro que vienen de camino. Si no están aquí en unos minutos, iremos a buscarlos –dijo Artur tratando de reducir la tensión.

–Mare meva, ara sí que l’hem fet bona!

–Madre mía, ¡ahora sí que la hemos liado!
Oculto:
Segundo piso, aula de 3º C, 10:02

–…y luego, ha llamado a mi madre… –Alberto se dirigía a sus compañeros con tono grave, cabizbajo–. Pude escucharlo desde fuera del despacho, mientras esperaba con Damià Coll y Míriam Ballester. –Suspiró.

–Vaya palo… –se compadeció Evo–. ¿Y ella va a venir?

–¿Mi madre? Sí, seguramente. El director le ha pedido que venga si puede. Bueno, ahora está trabajando, pero si la dejan salir un rato… –sus palabras quedaron suspendidas–. Supongo que en cuanto llegue me llamarán.

–Bueno… tú estate tranquilo. Ni siquiera le pegaste fuerte… solo la empujaste y se dio contra la pared. Nosotros lo vimos, ¿eh, Evo?

El chico aludido asintió con la cabeza.

–Ya lo sé, Niko… pero tío, da igual; eso ha sido una agresión, y como se le ocurra denunciarlo… lo llevo claro…

Nikolay resopló.

–Mira, lo que tendrías que hacer es hablar con ella cuando vuelva y disculparte. –Pensó un momento.– O, ¡mejor!; ir a verla a su casa, o al hospital, si aún no ha salido este mediodía. No sé, no la conozco porque yo no la he tenido ningún curso, pero la mujer parece maja; seguro que no habrá ningún problema. –Niko estaba empeñado en animar a su compañero.– Venga, ya verás, tú arréglalo con ella; y si te dejan, este viernes vamos y lo petamos en Sanjo –apócope que usaban para referirse al pueblo de Sant Jordi–. ¡Y se olvida todo!

Nikolay se encontraba de pie junto a las mesas en las que se sentaban Evo y, frente a él, Alberto. Evo sostenía su cabeza sobre su puño, sentado de lado en la silla y apoyando la espalda en la pared, bajo la ventana que quedaba junto a su mesa. Los tres compañeros guardaron silencio durante un minuto, estando los tres pensativos.

–Y es que, ¿sabéis qué ha pasado? –dijo Alberto rompiendo el silencio–. Justo después de que el director saliera del despacho, ha venido la de laboratorio, esto…

–¿Luisa? –sugirió Evo.

–No, la de biología.

–Ah, Andrea.

–Sí. Y, Dios… parecía el mensajero de Maratón, ¿sabes? Vino diciendo que había una niña inconsciente en el laboratorio.

–¿En serio? –se sorprendió Nikolay.

–Sí. Se había dado un golpe, y además, se había clavado algo que estaban usando en la práctica.

–¿Algo como qué? ¿Un bisturí?

–No, creo que era un frasco, o algo así dijo. El director parecía asustado cuando oyó eso… se metió corriendo en su despacho a hacer no sé qué, y luego salió y me mandó a clase.

–Bueno, mira. Así lo tuyo no parece tan grave –se le ocurrió pensar a Evo–. ¿Y sabes quién era la chica?

–Ah, sí… era Alicia, la de tercero D.

–Ah, esa…

–Vaya, ¡solo podía ser ella! –exclamó Nikolay, cambiando bruscamente el tono de la conversación–. Es que vaya tía más empanada. ¿Habéis visto lo que le han hecho esta mañana?

–Sí, tío, pero se han rayado un poco con ella, ¿eh? Pobre… –se lamentó Evo, quien mostraba encontrarse especialmente sensible.

–Tú calla, que eres el primero que se ríe de ella, cada vez que la ves –atacó Nikolay.



A escasos metros del lugar, la profesora de inglés, desde su asiento y algo aburrida, charlaba con unos alumnos que se congregaban junto a la mesa. El director había ordenado el toque de queda apenas un minuto antes de la hora del cambio de clase. En aquel momento, Charo se debatió entre si aprovechar o no la situación para avanzar un poco más en el temario de la asignatura, pero no le costó concluir que los alumnos no estarían por la labor, así que se permitió concederles una hora libre, noticia que en un principio estos se tomaron con entusiasmo.

Ahora, con la oscuridad, el frío y el fuerte aparato eléctrico como protagonistas absolutos del momento, los alumnos se entretenían reuniéndose libremente para hablar, jugar, dibujar en la pizarra, o disfrutar de unas vistas especiales por la ventana. En el otro extremo del aula, lejos de la pizarra y las ventanas, se sentaban David y Oliver, y enfrente de ellos, Rut y Dina. David las escuchaba sonriente mientras forzaba la vista para dibujar escenas de pequeños hombrecitos –hombres palo, como solía llamarlos– ametrallándose unos a otros en los márgenes del libro de inglés, y Oliver jugaba con una figura humanoide que había elaborado con papel.

–Pues después de comer tengo que ir corriendo a la lavandería a buscar las zapatillas y estar en el ensayo antes de las cuatro y media… no sé cómo lo haré.


–No et preocupis gaire, Dina, que si continua plovent com ara no caldrà fer l’assaig general, perquè ni tan sols hi haurà actuació… –Rut se rió.

–No te preocupes, Dina, que si sigue lloviendo como ahora no será necesario hacer el ensayo general, porque ni siquiera habrá actuación… –Rut se rió.

–A mi no em fotis, que prou m’ha costat aconseguir que em surti la part final de la coreografia… Hi haurà actuació com que jo me nom Dina.

–A mí no me fastidies, que bastante me ha costado conseguir que me salga la parte final de la coreografía… Habrá actuación como que yo me llamo Dina.

–La esperanza es lo último que se pierde –observó Oliver–. A mí, con que vuelva la electricidad esta tarde para poder viciarme al TimeSplitters, ya me va bien…

David interrumpió su producción artística para darse una espontánea palmada en el brazo izquierdo, que llevaba al descubierto. Dirigió hacia él su mirada indignada.

–Putos mosquitos…

–¡David, no digas tacos! –le reprendió Dina, quien no era conocida precisamente por moderar su propio lenguaje.


–Mira, aquells tenen la finestra oberta –hizo notar Rut elevando la mirada.

–Mira, aquellos tienen la ventana abierta –hizo notar Rut elevando la mirada.

–Perquè vegis el respecte que li tenen al director, i això ple de putes mosquits –se quejó Dina–. Ja m’han picat dos o tres avui.

–Para que veas el respeto que le tienen al director, y esto lleno de putos mosquitos –se quejó Dina–. Ya me han picado dos o tres hoy.

–Buah, tío, me estoy meando… –dijo Oliver en voz baja, apretando fuertemente sus piernas una contra la otra.
Oculto:
Camí de Can Pastilla; 10:03

Todo había sucedido muy deprisa. Viajaban a toda velocidad de vuelta al instituto, cuando de pronto un coche de alquiler salió del parking de un Rent a Car. El monovolumen embistió violentamente el lateral del deportivo, quedando volcado en la otra vía de la calle, con todas las lunas rotas y el techo aplastado. El impacto fue estrepitoso, pero extremadamente rápido. Del motor del otro vehículo, el deportivo, que ahora estaba empotrado por el lado derecho en una farola, salía una intensa humareda gris, y su conductor no daba señales de existencia, desaparecido tras el airbag. Pablo Landa apenas podía mover su cuello, fuertemente contusionado tras la sacudida. No tanta suerte había tenido Dominico, quien yacía inconsciente cabeza abajo en el asiento delantero, probablemente muerto.

Tan rápido como pudo, Landa salió del vehículo sin dejar atrás su maletín y, lanzando al asfalto sus gafas rotas, a duras penas echó a correr con el viento a favor hasta que estuvo suficientemente lejos del lugar del accidente para intentar llamar al señor Llinàs y, sin éxito, a su superior. La situación era realmente penosa: en medio de aquel huracán, apaleado, sin cobertura de ninguna clase y en plena emergencia recién declarada, empezó a darse cuenta de que todo se estaba yendo al infierno.

Ahora Landa, ya lejos del punto del accidente, avanzaba por la calle desierta, demasiado despacio y luchando contra los elementos, cuando oyó las ruedas de un automóvil abriéndose camino sobre el agua tras él. Reaccionando con rapidez, sacó un arma de debajo de su gabardina y dio media vuelta, quedándose en medio de la calle. Encañonó a la conductora del vehículo, quien realizó una larga frenada quedando a escasos metros del hombre.

–¡Fuera! –gritó Landa con firmeza.

La mujer y su acompañante bajaron del vehículo de inmediato, mientras un contenedor de basura vacío avanzaba lentamente en mitad de la calle empujado por el viento, hasta toparse suavemente con la retaguardia de Landa. Sin dejar de apuntarles en ningún momento, entró en el coche por la puerta del conductor. Posó el maletín en el asiento del acompañante y en seguida arrancó, llevándose el contenedor por delante.

No se encontraba lejos, pero no iba a ser fácil llegar hasta el instituto con el sistema de posicionamiento fuera de servicio. Procuró guiarse por el mapa del dispositivo que llevaba el automóvil incorporado, y siguió avanzando calle abajo, encontrándose pronto ante la inmensa y mal llamada Playa de Palma, que lucía un aspecto fantasmal envuelta en las tinieblas de esa mañana.
Oculto:
Primer piso, laboratorio de biología; 10:05

Andrea pudo tumbar a Alicia sobre la mesa del profesor con ayuda de algunos alumnos. Por suerte aquella aula contaba con un botiquín, con el que había podido desinfectar y vendar el corte del vientre de la chica. Habían colocado sobre su frente una bolsa con algo de hielo; hielo que producían en una pequeña nevera del laboratorio donde también se guardaban muestras de diversas plantas y tejidos animales usados en las prácticas.

La profesora estaba descalza: se había quitado sus zapatos y calcetines calados de agua. Sentada sobre el borde del respaldo de una silla, encogida por el frío, observaba frente a ella el cuerpo estático de aquella pobre joven. Con su cabello oscuro y ondulado, su tez blanca y sus finos rasgos, le pareció una especie de frágil Blancanieves esperando a ser rescatada de su sueño. Empezaba a ser preocupante que no se despertara… ¿Qué diablos estaba pasando? ¿Por qué los tenían allí encerrados?

Era demencial.

Gritar no servía de nada: no había nadie en esa zona del edificio, ya que todas las aulas de primer y segundo curso ese día se encontraban vacías.


Sí que deuen estar gaudint de la sortida… –pensó sarcástica observando la desalentadora panorámica que ofrecían las ventanas cerradas.

Sí que deben de estar disfrutando de la salida… –pensó sarcástica observando la desalentadora panorámica que ofrecían las ventanas cerradas.

Andrea miró la pantalla del móvil que sostenía en su mano derecha. Pulsó algunas teclas, y se lo llevó al oído por vez enésima.

–El número marcado no se encuentra disponible. Vu…

La mujer lanzó un sonoro suspiro al techo. Llevaban al menos diez minutos intentando contactar con el servicio de emergencia desde dos teléfonos que conservaban algo de cobertura. Quizás este se encontraba fuera de servicio, o podría ser también que estuviera recibiendo demasiadas llamadas en ese momento, opción que no supo decidir si le parecía exagerada. En cualquier caso, no debían cesar de intentarlo.



En cuanto a las otras doce personas recluidas en aquella sala, se distribuían sentados cerca de la mesa del profesor; algunos hablando, otros pensativos, pero todos conmocionados por la situación en mayor o menor medida.

–Es que es surrealista, ¿eh? Ha hecho entrar a la profesora y ha cerrado la puerta a toda leche –insistió Marcos, quien no podía dejar de recrear aquella escena usando grandes ademanes–. Parece una película, tío.

–Ya, y lo que le ha dicho a Maca… –recordó Fran.

–Sí, que no se acercara a ella.

–Querrás decir “a él”.

–Eso, a él.

–Esto es que sabemos demasiado. Hemos encontrado su reserva de anabolizante ilegal importado de Europa del Este, y va a tener que matarnos –bromeó Fran, sin poder contenerse.

–Sí, a ver si ahora la cría esta se levanta súper ciclada –intervino Alfredo.

–¡Sí! ¡Con los brazos como troncos, ahí! –exclamó Fran, antes de emitir un rugido propio de una bestia sanguinaria.

–Ya más marimacho no podría ser, la tía.

Marcos interrumpió las risas en un arrebato de hipocresía:

–Eh, menos broma, que la pobre… vete a saber qué será eso que se ha metido. Igual es lejía, o ácido clorhídrico de ese.

–¿Clorhídrico? Eso no existe. Será sulfúrico –observó Alfredo en una espléndida exhibición de conocimiento.

–Ay, sí, sulfúrico.

–Sí, venga, ahora te compadeces, ¿no? Pero antes sí que te cachondeabas cuando la grababas con el móvil –dijo Alfredo sintiéndose atacado.

Entre los tres se hizo un silencio efímero. Mirando el maletín que se encontraba en el centro de la mesa, Fran reflexionó:

–Trama algo. Está tramando algo. –Levantó la vista a sus interlocutores.– Ahora desde su despacho seguro que el director activa el sistema de liquidación y nos gasean aquí dentro; por eso decía que cerráramos las ventanas.

–Sí, pues será a nosotros y a todos en el instituto. ¿Crees que habrá cerrado las otras aulas con llave también? –propuso Marcos recordando la orden de Llinàs.

–Yo qué sé. Ni me extrañaría, aquí están todos locos. –Fran calló un momento, mirando hacia donde se encontraba la profesora.– ¡Venga, otra vez! –dijo agitando sus brazos indignado, tras lo cual bajó el tono de voz–. La tía esta me va gastar toda la batería del móvil.

En la próxima entrega de Aquella fatídica mañana...
Oculto:
Capítulo 10: La primera parte de Aquella fatídica mañana... culmina en un final apoteósico, terrorífico e inesperado, que de seguro no dejará indiferente a nadie. No hay más sitio para preámbulos. Asiste a la brutal transformación del relato en la próxima entrega, aquí, la semana que viene.

Guía de personajes
Oculto:
(Lista actualizada hasta el capítulo 8.)


Personal del instituto

Andrea Ruiz (profesora de laboratorio de biología): 5, 6, 7, 8
Begoña/Bego (encargada de la limpieza): 5, 7
Conserje: 4, 5*
Jaume Llinàs (director): 2, 4, 5, 7, 8
Marco Zapata (profesor): 2
Neus (profesora de educación física): 8
Profesor de guardia: 4
Profesor organizador de la visita al monasterio: 3
Profesora de biología: 5
Profesora de ciencias sociales: 3*, 4*
Profesora de guardia: 2
Profesora indefinida: 4
Secretaria (llama a la puerta del director): 2
Sofia (profesora organizadora de la salida al monasterio): 3, 4
Toni (profesor de educación física): 8


Alumnos de 3º C

Oliver: 4


Alumnos de 3º D

Alicia: 1, 3, 6, 7, 8
Alfredo: 6
Alonso: 3, 5
Ángel: 2, 4, 5
Diego: 4
Fernando: 3
Francisco/Fran: 6
Isaac: 2, 3, 4
Joan Ferrer: 2, 3, 5
Macarena/Maca García: 8
Marcos: 3, 6
Marta: 3


Otros alumnos

Alberto: 4, 5
Alumno de 4º curso (golpeado en la nariz): 4
Alumno herido en el gimnasio: 8
Amigas de Sonia: 8
David: 2
Lázaro: 8
Matones: 1
'Sanjordinianos': 2, 3*
Sonia: 8


Otros

Angela Zimmerman: 7
Guardaespaldas: 2, 4*
Hombre desconocido: 8
Jefe de Angela y Luis: 7*
Luis: 7
Operador de radio: 8
Pablo Landa (hombre de negro): 2, 4, 7, 8
'Pequeña multitud' (se hallan con el director cuando Andrea baja a conserjería): 7


Nota: En los capítulos marcados con un asterisco (*), el personaje en cuestión no aparece personalmente, sino que es de alguna manera mencionado por otro personaje o por la voz narrativa.

Por favor, reportad cualquier posible bug o error en la lista.

Comentario de conclusión (spoiler del capítulo 9)
Oculto:
La muerte de Dominico, la primera de que deja constancia el relato, no es más que un ligerísimo aperitivo de cara a la nueva situación en que se va a desarrollar la historia. Insisto en que el próximo capítulo va a suponer un cambio radical, el que cualquier lector que haya llegado hasta aquí ha estado esperando desde que Alicia atravesó las puertas del instituto (es una forma literaria de referirme al capítulo 1 xD). Reshi, espero que aún no te hayas muerto, porque querré tu opinión al respecto. xD

Bueno, pues eso... ¡no os lo perdáis!
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Re: Aquella fatídica mañana...

Mensaje por Mataformigues » 03 Dic 2013 20:13

Un pequeño aviso... he añadido a la tercera escena del capítulo 9 un enlace a la localización de Playa de Palma en Google Maps. No me puedo creer que se me pasara por alto... xD

Por lo demás, como es habitual, preveo publicar el capítulo 10 este jueves. Me retiro a preparar las traducciones. xD
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Aquella fatídica mañana... - Octava publicación

Mensaje por Mataformigues » 06 Dic 2013 12:38

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Comentario sobre la octava publicación
Oculto:
Con esta entrega se pone punto final a la primera parte del relato, con una escena que pretende romper con lo visto hasta ahora y dar una idea de lo que será la temática de la segunda parte, que empezaré a publicar a partir de la próxima entrega.

Ahí va.

» Descargar en versión PDF


Capítulo 10: Sche'óhl
Oculto:
Bloque 4, gimnasio; 10:13

Neus entró en el despacho mirando inquieta su reloj de pulsera.


–Ja fa més de vint minuts que en Toni ha anat a consergeria. Començ a pensar que això no és normal, eh? –dijo mientras devolvía a su lugar la manga de su jersey deportivo de color rosa.

–Ya hace más de veinte minutos que Toni ha ido a conserjería. Empiezo a pensar que esto no es normal, ¿eh? –dijo mientras devolvía a su lugar la manga de su jersey deportivo de color rosa.

Erik estaba sentado en el único asiento del despacho, una silla de oficina, con su pierna vendada en posición horizontal, apoyada encima de una caja de cartón que probablemente contenía material de deporte. No se había movido de allí en todo el rato, desde que entró en la oficina para ponerse la venda.

–No podria ser que no el deixen tornar, per allò del toc de queda…? –propuso el chico.

–¿No podría ser que no le dejan volver, por aquello del toque de queda…? –propuso el chico.

–Jo què sé, jo no entenc res… però si tu estàs aquí ferit, com creus que poden pretendre deixar-te tirat? –dijo la profesora abriendo el bolsillo de una pequeña mochila que se encontraba sobre el escritorio.

–Yo qué sé, yo no entiendo nada… pero si tú estás aquí herido, ¿cómo crees que pueden pretender dejarte tirado? –dijo la profesora abriendo el bolsillo de una pequeña mochila que se encontraba sobre el escritorio.

–Bé… tampoc no és res urgent… i tenc la cama ben embenada –respondió el chico, pensando lógicamente que con toda seguridad era mejor quedarse allí resguardado que intentar ir a cualquier otro sitio.

–Bueno… tampoco es nada urgente… y tengo la pierna bien vendada –respondió el chico, pensando lógicamente que con toda seguridad era mejor quedarse allí resguardado que intentar ir a cualquier otro sitio.

Ante esta sugerencia, Neus apartó la vista un segundo de la pantalla de su teléfono móvil, que acababa de sacar de la mochila, y echó un discreto vistazo a la pierna de Erik. En efecto, el torniquete parecía estar cumpliendo bien su función, pero el testimonio del calcetín ensangrentado que reposaba en suelo de la sala no dejaba lugar para la tranquilidad. No quiso hacer ningún comentario desalentador, pero lo cierto es que la herida le había parecido bastante grave desde que la había visto por primera vez, y más aún viendo lo agónicos que habían sido los diez pasos que el joven había tenido que dar hasta la oficina.

–Saps què? –dijo cortando en seco el silencio del lugar.

–¿Sabes qué? –dijo cortando en seco el silencio del lugar.

La profesora volvió a dejar el inutilizado teléfono en su mochila, sin cerrar la cremallera, y resolvió:

–Vull creure que han cridat a urgències, i estam esperant que arribin. Vaig a consergeria a veure què passa.

–Quiero creer que han llamado a urgencias, y estamos esperando que lleguen. Voy a conserjería a ver qué pasa.

Sin dar opción de hablar al muchacho, Neus salió del despacho entrando en el pabellón, donde unos altos tragaluces de plástico translúcido en la pared contraria al patio vibraban con el empuje fuerte y variante del viento. La profesora torció su camino a la izquierda para echar un vistazo al pasillo de los vestuarios. Por allí el camino a conserjería sería más corto, y con suerte también un poco más seguro, si es que el techo de la terraza de la cafetería servía de algo un día como ese. Al llegar a la puerta de vidrio, contempló el pasillo en penumbra. La inspección resultó en que el suelo estaba cubierto de agua hasta tres o cuatro dedos de altura. Aunque pareciera mentira, la hermeticidad de la puerta había impedido que entrara al gimnasio una sola gota a través de ella, de modo que parecía buena idea mantenerla sellada.

–Déu meu, quin desastre! Què hi farem amb tot això?

–¡Dios mío, qué desastre! ¿Qué haremos con todo esto?

La mujer se giró hacia el fondo del gimnasio, donde se encontraban hacinados los demás alumnos.

–Ei, al·lots! Vaig un moment a consergeria, tornaré de seguida. No us acosteu a les portes, val?

–¡Hey, chicos! Voy un momento a conserjería, volveré en seguida. No os acerquéis a las puertas,
¿vale?


Acto seguido, entendiendo que no tenía mejor opción, se dirigió hacia los ventanales de acceso al patio.

El exterior era para entonces un lugar de una hostilidad extrema. De ello testificaban una portería de fútbol caída en la distancia, y las cuatro canastas de baloncesto, cuyos tableros, mecidos por el viento, oscilaban peligrosamente con una gran amplitud.

Nada más pisar el suelo anegado del patio, Neus sintió cómo el cielo explosionaba directamente sobre su cabeza, homogéneamente, en todas las direcciones y sentidos. Un rayo espectacular –tanto como otro cualquiera– hacía resplandecer las nubes con implacable gentileza, descargando su ingente energía sobre una de las torres de alumbrado del complejo. La explosión produjo al momento un cegador estallido de chispas, que descendieron lentamente hacia el suelo junto con uno de los focos, que cayó descolgado.

La mujer no tuvo ocasión de admirar la belleza de la escena. Una racha de aquel viento desmesurado sacudió en seguida su ligero cuerpo, arrojándolo a varios metros de la puerta, casi como si de una frágil hoja se tratase. Recobrándose del aturdimiento, se levantó del agua y se arrastró agazapada de nuevo hacia la entrada del gimnasio, aferrándose a la cristalera. Allí lo esperaba un alumno corpulento de cuarto curso, tendiéndole la mano.


–Es troba bé?

–¿Se encuentra bien?

–Sí… gràcies. Crec que acab d’entendre perquè no ha tornat en Toni.

–Sí… gracias. Creo que acabo de entender por qué no ha vuelto Toni.
Oculto:
Carrer Cabussó; 10:15

Pablo Landa frenó el vehículo en seco –y mojado– frente a la entrada del instituto e hizo sonar la bocina. Se apeó y rodeó el morro del coche con dificultad, intentando proteger su cara de las inclemencias meteorológicas con el cuello de su gabardina, ayudándose de una mano, y sosteniendo su maletín con la otra. La cerradura de la entrada emitió un zumbido en cuanto hubo alcanzado la puerta.

Una vez dentro del instituto, frente al bloque 1, la puerta se cerró a sus espaldas empujada por el viento, causando un fuerte estruendo metálico, y haciendo resonar la valla que rodeaba las instalaciones, como un campanario anunciando gravemente su regreso. Unos metros más adelante alguien lo esperaba sosteniendo la puerta de la entrada norte del bloque.
Oculto:
Santuario de Lluc; 10:16

–Amèlia, tu queda’t aquí amb els al·lots, val? –dijo Sofia sosteniendo sus manos.

–Amèlia, tú quédate aquí con los chicos, ¿vale? –dijo Sofia sosteniendo sus manos.

Amèlia pasaba ya los sesenta años, aunque la vejez parecía no tenérselo en cuenta en muchos aspectos. A pesar del blanco de su cabello y algunas veteranas arrugas que se dibujaban en su rostro, la mujer gozaba de una salud férrea, que muchos, más jóvenes que ella, bien podrían envidiar. De carácter apacible y enérgico, era difícil encontrarla sin la gran sonrisa que le hacía las veces de tarjeta de presentación. Solo algunas minucias de lo que conducía a que se tratara en definitiva, para todos sus conocidos, de una mujer simplemente encantadora. Y en ello se podía incluir a la mayoría de sus alumnos, lo cual no es poco decir.

Con todo, ninguno de estos atributos hizo que Sofia, Artur y Alexis cedieran al negarse a dejarla salir del monasterio. Alguien debía quedarse allí con los chicos y, a pesar de su gran insistencia, ¿quién podía ser sino ella?


–Aneu amb compte, per favor! –rogó Amèlia en un tono dramático–. Ai…

–¡Id con cuidado, por favor! –rogó Amèlia en un tono dramático–. Ay…

Sofia se giró hacia ella.

–No pateixis, tornarem de seguida amb els al·lots! –la tranquilizó mirándola sonriente con sus hipnotizantes ojos azules, al tiempo que se acordonaba la capucha de su abrigo–. Va, som-hi!

–No te preocupes, ¡volveremos en seguida con los chicos! –la tranquilizó mirándola sonriente con sus hipnotizantes ojos azules, al tiempo que se acordonaba la capucha de su abrigo–. ¡Va, vamos!

Abrieron el portón de la entrada, y los tres profesores se aventuraron en el infierno que se había formado allí afuera. Al momento de salir, el temporal les dio la bienvenida derribando varias tejas a su izquierda, a poca distancia de ellos. Los árboles se zarandeaban y sacudían su follaje en el jardín a su frente, y todo tipo de objetos, como ramas y las sillas de plástico de una terraza, se desplazaban fantasmalmente a lo largo y ancho de la plaza.

–Ostres, mirau allò! –gritó Alexis elevando su voz sobre el silbido del viento, y su dedo índice sobre las copas de los árboles.

–¡Ostras, mirad eso! –gritó Alexis elevando su voz sobre el silbido del viento, y su dedo índice sobre las copas de los árboles.

En la dirección en que señalaba, a unos pocos centenares de metros de distancia, una fina manga de agua se elevaba hacia las nubes, arrastrando con ella miles de pequeñas hojas; fenómeno que no les había sido visible desde el interior del monasterio.

–Sembla un cap de fibló –contestó Artur alzando la voz–. Va, hem d’anar al camí de la creu!

–Parece un tornado* –contestó Artur alzando la voz–.¡Va, tenemos que ir al camino de la cruz!

Desde el cálido resguardo del santuario, Amèlia desempañó de vaho una elevada ventana y observó a través de ella cómo los profesores, corriendo, pronto se perdían en la lluvia y desaparecían de su campo de visión.

* Cap de fibló es una expresión del catalán difícil de traducir, que hace referencia a un pequeño tornado (normalmente dado en el mar, aunque en ocasiones puede tener lugar también en tierra firme). Por eso, tal vez el término utilizado no sea un buen equivalente en lengua castellana, pero no he encontrado una alternativa mejor.
Oculto:
Planta baja del bloque 1; 10:17

El director del instituto se llevó una desagradable sorpresa al apreciar la desmejorada imagen de Landa, cuando este entró chorreando al vestíbulo y desabotonó su gabardina. Su aspecto era penoso: tenía el pelo empapado y totalmente despeinado por el viento, y de una pequeña brecha en su ceja izquierda brotaba sangre dibujando un surco alargado hasta su mandíbula.

–¡Por Dios! ¿Se encuentra bien? ¿Qué le ha pasado?

–No importa, vamos a su despacho –contestó como suspirando, pero lejos de perder el inconfundible tono de autoridad que lo caracterizaba.

Mientras avanzaba deprisa por el pasillo, Landa dirigió su mirada a su izquierda a través de una ventanilla, donde pudo entrever al conserje en la lobreguez de la salita de conserjería. Sentado en su asiento, el conserje no pudo contener una expresión de sobresalto ante su horroroso semblante. Seguía a Landa con la mirada a medida que se adentraba en el edificio a oscuras cuando, de repente, la puerta de la oficina se abrió a su izquierda, irrumpiendo el director por ella y provocándole un nuevo susto.


–Disculpa –pronunció Llinàs asomándose y dirigiéndose al botiquín.

–Disculpa –pronunció Llinàs asomándose y dirigiéndose al botiquín.



Pocos segundos más tarde, el director entraba en su despacho con una gasa y desinfectante en las manos.

–Rápido, infórmeme de la situación –ordenó Landa, de pie y alumbrado por el monitor del ordenador.

–Sí…

La voz del director sonaba insegura y nerviosa. Dejó el material que traía sobre el escritorio, comprendiendo que aquello no era lo más importante en ese momento.

–Verá… Hará cosa de una hora, cuando le he llamado… una profesora acababa de bajar diciendo que una chica…

–Sí, que una chica estaba inconsciente en el laboratorio y se había clavado un frasco. Y usted cree que ese frasco era parte de la mercancía –interrumpió Landa impaciente y hablando deprisa–. Eso ya me lo ha contado. ¿Está usted seguro de que lo era?

–Sí, me temo que sí. He podido ver el maletín abierto a través de las cámaras. Sin duda, era el mismo.

Calló y recordó un detalle que, pensó, podría ser importante, así que lo comentó deprisa y trabando sus palabras.

–Las cámaras, y todo el sistema domótico del edificio, funcionan gracias a un generador de gasoil que se encuentra en el sótano.

–Bien. –Landa hizo una breve pausa enfática.– Y lo más importante: ¿Ha seguido mis instrucciones? –el hombre miraba a su interlocutor fijamente a los ojos y gesticulaba con sus ojos.

–Sí, todas las aulas están cerradas, y… me he asegurado de que la profesora volviera al laboratorio.

–¿Y ella ha tenido contacto físico con usted o alguna otra persona fuera del laboratorio?

El director lamentó la respuesta que tuvo que dar.

–Conmigo no, pero con alguien más… no puedo asegurarlo. Durante la llamada ella estuvo fuera del despacho con otras tres personas: un alumno y dos profesores.

Se produjo un breve e incómodo silencio en la sala.

–Y esas tres personas… ¿qué ha sido de ellas?

Llinàs empezaba a sentirse más abrumado aún ante este aluvión de preguntas. Intentó calmarse a sí mismo, pensando que no le quedaba más remedio que tragárselo, ni tenía ningún derecho a quejarse por ello.

–Pues… envié al muchacho a su aula y perdí de vista a los dos profesores cuando llevé a Andrea al laboratorio, pero en cualquier caso deben de encontrarse ahora mismo en sus despachos, siguiendo mi orden.

–Perfecto, porque supongo que habrá usado las cerraduras, ¿cierto?

–Sí. He bloqueado todas las puertas con cerradura automática del instituto, excepto las de la planta baja del bloque 1, donde nos encontramos. Y también el ascensor.

–Lo cual no incluye los despachos de la planta baja de los bloques 2 y 3, donde se encuentran ahora los dos docentes que dejó con la profesora que había estado expuesta al producto

Landa había conocido esa carencia durante la reunión sobre seguridad que había tenido con Llinàs esa misma mañana. El director lanzó una maldición en su interior.

–Pero… ellos tienen la orden de permanecer en sus despachos.

Landa, quien no dejaba de andar errático por la sala, pensó en la poca importancia que tiene eso al hablar de infectados, pero se retuvo de efectuar un comentario innecesario. Dio la espalda al director mirando a través de la persiana entrecerrada y procuró sentir el bulto de su arma bajo su gabardina antes de efectuar la siguiente pregunta.

–Ahora… ¿podría usted explicarme cómo ha llegado el maletín hasta…

Landa se volvió hacia Llinàs rápidamente. Al hacerlo, sintió un intenso dolor en su cuello, viéndose obligado a interrumpir sus palabras por un momento con un gesto de dolor.

–…hasta el laboratorio, estando almacenado en el depósito bajo un código que tan solo usted y yo conocemos, según lo que me dijo?

A pesar de llevar una hora haciéndosela a sí mismo, el director se estremeció al encontrarse ahora ante esta pregunta.

–Me temo… que eso no puedo explicarlo. El sistema de seguridad abrió la cerradura automáticamente al cortarse el suministro de corriente, poco después de que usted se marchara; pero quién llevó el maletín al laboratorio… eso es algo que desconozco, e insisto en que no logro explicármelo.

–¡Por Dios! ¿Y qué hay de las cámaras de seguridad?

–Todas las cámaras dejaron de funcionar al cortarse la corriente.

Landa suspiró. El interrogatorio se podía dar por terminado, al menos por el momento, si bien seguía habiendo numerosas e inquietantes cuestiones que quedaban lejos de resolverse.

–Está bien. Deprisa, conecte el ordenador a la cámara del laboratorio. Veamos cómo está la situación allí, y después decidiremos cómo actuar.
Oculto:
Primer piso, laboratorio de biología; 10:21

–Amem, esperau un moment…

–A ver, esperad un momento…

Andrea Ruiz estudiaba la repisa de los ventanales asomada a la ventana más cercana a la pizarra. Ya habían esperado ahí dentro suficiente tiempo: había llegado el momento de actuar.

–Bé… està ple d’aigua, però crec que podré arribar a l’aula contigua. Necessitaré que m’ajudeu per no caure, val? –la profesora se dirigía a dos de sus alumnos, que se encontraban con ella al lado de la ventana.

–Bien… está lleno de agua, pero creo que podré llegar al aula contigua. Necesitaré que me ayudéis para no caer, ¿vale? –la profesora se dirigía a dos de sus alumnos, que se encontraban con ella al lado de la ventana.

Los dos pisos –es decir, sin contar la planta baja– de la parte del edificio formada por los bloques 1 a 3 tenían todas sus ventanas situadas en dos de sus lados, los más alargados, dando uno al patio y el otro a la calle Martinet; los mismos lados en que se disponían las aulas del instituto. Todos los ventanales se extendían contiguos de un extremo al otro del edificio, formando en total cuatro largas filas, una por cada piso y fachada. Estas estaban cubiertas en su lado exterior por unas peculiares persianas, consistentes en conjuntos de placas metálicas alargadas dispuestas en posición vertical, pudiendo rotar cada una de ellas alrededor de un eje. Estas placas eran un buen recurso ecológico, al permitir pasar más o menos luz según la iluminación deseada, y estando superpuestas de manera que podían además impedir que los rayos del sol entraran directamente en las aulas.

Además de la gracia de ser unas persianas eficientes, le concedían un interesante toque de personalidad al edificio, adornando su fachada. Un defecto que impedía cerrar del todo dos de las persianas, que casualmente pertenecían a sendos pisos y estaban situadas exactamente una sobre la otra, en el lado que daba al patio, suponían de hecho una importante marca que saltaba a la vista desde el exterior, como una cicatriz que llevaba allí desde su fundación; y creaban un curioso perfil que, lejos de afearlo, se había convertido casi en un icono inconfundible del instituto.

Andrea tenía la intención de pasar caminando por la repisa de los ventanales, situada entre las persianas y las ventanas. La improvisada pasarela se encontraba mojada a causa de la lluvia, siendo, obviamente, peligrosamente resbaladiza. Peligrosamente, ya que entre dos placas contiguas de la persiana había suficiente separación para que por ella pudiera caer una persona. Cerrando las persianas este peligro se desvanecía, pero esto impedía el acceso al aula de al lado, debido a un pilar de cemento que sobresalía unos centímetros entre ambas.


–Molt bé, ara vaig a intentar obrir des d’aquí la persiana de l’aula del costat, i després m’ajudareu a passar. –Los chicos asintieron.– Aniré a cercar ajuda… sigui com sigui.

–Muy bien, ahora voy a intentar abrir desde aquí la persiana del aula de al lado, y después me ayudaréis a pasar. –Los chicos asintieron.– Iré a buscar ayuda… sea como sea.



Ajeno a esta escena, Marcos abría los ojos.

¿Me he dormido? ¿Cuánto tiempo ha pasado?

La cabeza le daba vueltas y le pesaban las extremidades, como si se levantara de una siesta de varias horas, aunque no parecía que hubiera permanecido más de cinco minutos en ese estado. Sentía que estaba a punto de vomitar.

En la sala reinaban la oscuridad y un inusual silencio; tan solo se podía oír la voz lejana de la profesora hablando junto a la ventana, y el leve murmullo de unas chicas un par de mesas más adelante. Marcos miró primero a Alfredo, sentado justo enfrente de él en la misma mesa. Este le respondió alzando ligeramente la mirada con mala cara y sin pronunciar palabra, dando la extraña impresión de encontrarse tan mal como él. Marcos llevó después su mirada a su izquierda. El asiento de Fran estaba vacío. No lo había visto levantarse. Tampoco recordaba en qué momento habían dejado los tres de conversar para caer en ese extraño sopor.

Marcos se limpió con la manga de su jersey algo de saliva que impregnaba su mejilla, e hizo un esfuerzo por levantarse apoyándose en el respaldo de la silla y la mesa a la vez. Todas las articulaciones le chirriaban.

Mientras Marcos se alejaba de la mesa, Alfredo posaba su mirada perdida sobre el maletín que se encontraba en el centro de ella. En seguida algo le llamó la atención. Estiró su brazo lentamente hasta alcanzar uno de los frascos que contenía.

Inexplicablemente, estaba vacío. No recordaba que ningún frasco estuviera vacío cuando abrió el maletín, ni tampoco tras el incidente. Se acercó el tubo y advirtió que estaba parcialmente mojado, pero no parecía que el frasco estuviera perforado o abierto. Alfredo se había manchado la mano de suero al sostener aquel artefacto, de modo que lo devolvió a su sitio y se secó con su pantalón.



Marcos deambulaba lentamente entre las mesas, como sonámbulo, buscando a Fran en silencio. De repente algo extraño lo impulsó a detenerse. Se frotó sus ojos algo inflamados. Volvió a mirar lo que lo había puesto en alerta, y una vez más lo notó. Algo se movía en las sombras, junto a una mesa apartada y solitaria casi al fondo del aula, a ras de suelo. Extrañado, Marcos se acercó al lugar.

–¿Fran? ¿Eres tú?

Lo era. Ahí estaba Francisco dándole la espalda a Marcos, agachado entre la mesa y un mueble sanitario con fregaderos, que se extendía a lo largo de la pared de las ventanas. La situación era por lo menos extraña, de modo que el joven se agachó junto a su compañero con intención de averiguar qué diablos estaba haciendo.

–¡¿Pero qué…?!

Marcos se apartó perturbado al descubrirlo. Levantándose precipitadamente, golpeó con su codo un soporte con varios tubos de ensayo posado sobre la mesa sanitaria a su derecha, rompiéndose estos al caer al suelo tras él. Con su cara pegada al suelo, como en un ataque de histeria, Fran sorbía la sangre del charco que había dejado Alicia.




–Val, dóna’m la mà.

–Vale, dame la mano.

Andrea había abierto con éxito la persiana del aula contigua, y se disponía a pasar al otro lado cuando oyó el sonido vítreo proveniente del interior del aula.

–Eh, què feis?!

–¡Eh, ¿qué hacéis?!

Marcos daba algunos pasos hacia atrás aplastando el vidrio roto, mientras observaba aquella escena perplejo. Fran pareció reaccionar en ese preciso momento. Primero elevó su cabeza del suelo, y unos segundos después comenzó a erguir su largo cuerpo con una gran parsimonia, sin dejar de darle la espalda, y con las piernas temblorosas. Parecía que en cualquier momento fuera a perder el equilibrio y caer de nuevo, pero no tardó mucho tiempo en lograr ponerse en pie.

Entonces, tras una pausa y con la misma lentitud, empezó a girar sobre sí mismo dando unos pequeños pasos, lentamente, como si le costara horrores moverse, hasta poner al descubierto su rostro ojeroso y manchado con la sangre de su compañera. A Marcos le habría costado reconocer esa cara, que ahora presentaba un aspecto y un color enfermizos.

–Fran… ¿qué te pasa? –preguntó Marcos visiblemente asustado.

Francisco no se inmutó. Miraba a Marcos con la cabeza algo inclinada a un lado y unos ojos vítreos, totalmente inexpresivo. Pasaron así algunos segundos, durante los cuales de su boca entreabierta emanaba una mezcla de saliva y sangre, escurriéndose por su barbilla y cayendo de ahí directa al suelo.

–¡Joder, Fran!

Marcos finalmente se decidió por acercarse a su compañero con un movimiento quizás algo brusco, al que Fran reaccionó de una forma imprevista. Abriendo la boca y mostrando sus fauces sangrientas, con un rugido gutural, se abalanzó sobre él y clavó sus dientes en su cuello con una furia inaudita.

Marcos ni siquiera pudo gritar. Los dos jóvenes, agarrados el uno al otro, dieron unos pasos hacia las espaldas de Marcos, coreografiando un vals macabro. En su torpe avance, precipitaron con sus chaquetas otros varios objetos del mueble, hasta finalmente caer ambos al suelo a la vez que un chorro de sangre salía eyectado de la vena yugular del herido. Macarena y Marta, sentadas muy cerca de allí, recibieron aquel plasma cálido sobre su cabeza y su cuerpo, estallando en unos justificados gritos de terror.

Mientras los alumnos que se encontraban sentados se levantaban de sus asientos y huían despavoridos de la escena, por instinto hacia la puerta, la profesora miraba al interior del aula desde la repisa, totalmente aturdida, sin sentirse capaz de procesar reacción alguna. Pero poco tiempo después, como una revelación, pudo verlo todo con claridad.

Andrea saltó, volviendo a entrar en el laboratorio.


–Sortiu d’aquí! Ràpid! Per la finestra!

–¡Salid de aquí! ¡Rápido! ¡Por la ventana!

Ángel e Iván, los dos que iban a ayudar a la profesora, saltaron sin dudarlo hacia la repisa superando rápidamente y sin dificultad el pilar que separaba las dos aulas. La profesora corrió hacia la esquina del laboratorio donde estaban los demás para instarles a hacer lo mismo.

Algunos de ellos chillaban. Otros lloraban por pura histeria. Alguno se agarraba a los muebles o aporreaba la puerta como si por una extraña razón le fuera la vida en ello. Pero Andrea no sentía miedo. Solo pensaba en sacarlos a todos de allí, mientras el cuerpo poseído de Fran seguía destrozando la garganta de Marcos.


–No us quedeu aquí, passau a l’aula de devora per la finestra!

–¡No os quedéis aquí, pasad al aula de al lado por la ventana!

Andrea no razonaba sus acciones, únicamente los agarraba uno por uno convenciéndolos de ir a la ventana, hasta que le pareció que todos ya habían salido o estaban en ello. Fue llegado ese momento cuando, repentinamente, un fuerte grito de furia la hizo girarse hacia el interior del laboratorio.

–Alfredo!

–¡Alfredo!

El chico corrió hacia Fran saltando sobre las mesas, y le asestó una fortísima patada en la cabeza, estampándola contra la dura mesa de piedra. El cuerpo del joven quedó tendido boca abajo, aparentemente inerte, y Alfredo se quedó de pie frente a él y Marcos, hiperventilando, traumado. Andrea se acercó por detrás y agarró suavemente sus hombros, diciéndole en el oído:

–Deixa-ho fer.

–Déjalo.

En medio de su locura, Fran empezó a moverse de nuevo entonces. Parecía como si intentara torpemente levantarse, apoyando en el suelo las palmas de sus manos.

–No és ell, ha perdut el seny.

–No es él, ha perdido la cordura.

Alfredo por fin respondió al estímulo. Furioso, sus ojos se llenaron de lágrimas. Y sin decir nada, giró su cabeza hacia la ventana abierta y corrió hacia ella saltando por encima del cuerpo de Marcos. Andrea, ya sola en el aula, sin poder ni intentar asumir lo que acababa de suceder, se dispuso a dirigirse ella misma también a la ventana, cuando sintió de pronto un estallido de dolor en su tobillo izquierdo; descubierto, pues seguía descalza. Minutos atrás había pensado que era más seguro saltar a la repisa con sus pies desnudos que con los zapatos y calcetines empapados y resbaladizos, y ahora esa decisión iba a costarle la vida.

La mujer lanzó un terrible aullido de dolor que resonó en aquella sala desierta, y acto seguido pisó la cabeza de Fran, librándose de sus dientes. No fue hasta ese momento que Andrea empezó a tomar verdadera conciencia de la situación. Sin deshacer su mueca de dolor, rompió a llorar y, apoyándose en los muebles, caminó hasta la ventana, y haciendo un esfuerzo casi sobrehumano la saltó por tercera vez. Desde la repisa, mientras se agarraba al pilar a punto para pasarlo, echó un último vistazo al laboratorio.

No pudo hacer más que maldecir su suerte. En completo silencio y reposo, desde la mesa, le pareció como si el cuerpo de Alicia clamara, llorando su abandono. ¿Cómo había podido olvidarse de ella?

No sabía qué podía hacer al respecto, pero Andrea se impulsó sin más pensarlo hacia el interior del aula. En el mismo instante, saliendo repentinamente de la oscuridad de aquel lugar, aquella criatura que otrora fuera Fran se precipitó contra ella, devolviéndola atrás de nuevo. Andrea chocó de espaldas con una placa abierta de la persiana, y frenó su caída agarrándose a ella con una mano. Pero eso no la salvó. Con medio cuerpo fuera del edificio, luchaba por volver al equilibrio con sus pies entumecidos por el frío, mientras Francisco caía de cabeza y se rompía el cuello contra el suelo, varios metros más abajo. El esfuerzo era vano: el dolor de la profunda herida de su tobillo le estaba poniendo las cosas realmente difíciles.

Andrea estaba cansada. Desde la pasarela, una mano anónima intentó agarrar la suya cuando sus dedos mojados soltaron la persiana, pero todo lo que logró con ello fue que su cuerpo rotara en la caída, siendo finalmente atravesado por el vientre por uno de los postes verticales que cercaban el instituto.



Como a la niña pequeña que en otro tiempo fue, la lluvia arropaba a Andrea y acariciaba tiernamente su rostro mientras ella se dormía.

En la próxima entrega de Aquella fatídica mañana...
Oculto:
Segunda parte, capítulo 1: Ahora que se ha confirmado el peor de los escenarios posibles, la Purga lucha por extenderse contra todo límite, a la vez que se inicia el desarrollo de un severo plan de contingencia. Paralelamente, fuera del instituto se abre una nueva línea argumental que conducirá a sus protagonistas a encontrarse ante un horror indecible.

En esta segunda parte, Aquella fatídica mañana... cobra nuevas dimensiones. ¿Te lo vas a perder?

Guía de personajes
Oculto:
(Lista actualizada hasta el capítulo 9.)


Personal del instituto

Amèlia (profesora en Lluc): 9
Andrea Ruiz (profesora de prácticas de biología): 5, 6, 7, 8, 9
Artur (profesor en Lluc): 3, 9
Begoña/Bego (encargada de la limpieza): 5, 7
Conserje: 4, 5*
Damià Coll: 7, 9*
Jaume Llinàs (director): 2, 4, 5, 7, 8, 9*
Luisa (profesora de prácticas de física y química): 9*
Marco Zapata (profesor): 2
Míriam Ballester: 7, 9*
Neus (profesora de educación física): 8
Profesor de guardia: 4
Profesora de biología: 5
Profesora de ciencias sociales: 3*, 4*, 9*
Profesora de guardia: 2
Profesora: 4
Secretaria: 2
Sofia (profesora en Lluc): 3, 4, 9
Toni (profesor de educación física): 8


Alumnos de 3º C

Alberto: 4, 5, 9
David: 2, 9
Dina: 9
Evo: 9
Nikolay/Niko: 9
Oliver: 4, 9
Rut: 9


Alumnos de 3º D

Alicia: 1, 3, 6, 7, 8, 9
Alfredo: 6, 9
Alonso: 3, 5
Ángel: 2, 4, 5
Diego: 4
Fernando: 3
Francisco/Fran: 6, 9
Isaac: 2, 3, 4
Joan Ferrer: 2, 3, 5
Macarena/Maca García: 8, 9*
Marcos: 3, 6, 9
Marta: 3


Otros alumnos

Alumno de 4º curso (golpeado en la nariz): 4
Alumno herido en el gimnasio: 8
Amigas de Sonia: 8
Lázaro: 8
Matones: 1, 9*
'Sanjordinianos': 2, 3*
Sonia: 8


Otros

Angela Zimmerman (madre de Alberto): 7, 9*
Conductor del vehículo siniestrado: 9*
† Dominico (guardaespaldas): 2, 4*, 9
Hombre desconocido: 8
Jefe de Angela y Luis: 7*
Luis: 7
Ocupantes del vehículo robado: 9
Operador de radio: 8
Pablo Landa (hombre de negro): 2, 4, 7, 8, 9


Nota: En los capítulos marcados con un asterisco (*), el personaje en cuestión no aparece personalmente, sino que es de alguna manera mencionado por otro personaje o por la voz narrativa. Los personajes marcados con una daga (†) han fallecido.

Por favor, reportad cualquier posible bug o error en la lista.

Comentario de conclusión
Oculto:
Para amenizar un poco el tema, planeo plantear un pequeño reto para los lectores con la próxima entrega. A ver quién lo cumple primero. xD
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Re: Aquella fatídica mañana... - Primera parte completada

Mensaje por Ele Alzerav » 06 Dic 2013 21:39

Tiempo ya sin pasarme por aquí,
hay que ver que ahora que empezaba ya la acción más entretenida no he podido leer xDD

Bueno ya me he puesto al día y parece que las cosas van tornando a un estilo peculiar de survival horror de instituto jeje
Que siga así, queremos leer a más gente sorbiendo sangre de charcos! xD

Nos has dejado con la curiosidad de lo del reto, a ver qué se te ha ocurrido :P

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Re: Aquella fatídica mañana... - Primera parte completada

Mensaje por Mataformigues » 06 Dic 2013 22:42

Ele Alzerav escribió:Nos has dejado con la curiosidad de lo del reto, a ver qué se te ha ocurrido :P
Buah, es una chorrada que no te puedes ni imaginar. xD A ver si se me ocurre alguna otra cosa mejor.
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Re: Aquella fatídica mañana... - Primera parte completada

Mensaje por Claire R » 09 Dic 2013 22:58

Vaya, he de felicitarte, Mataformigues. La verdad es que todo está bastante cuidado, y el conjunto agrada bastante.
Quizá el único punto molesto fuera al principio esos diálogos con el catalán y el castellano, que me costó un poco acostumbrarme, pero la verdad es que se acaba llevando bien, y fue una buena idea, cabe decir.

Estoy deseando saber qué pasara con Alicia, que si bien parece que se ha infectado me niego a creer que se va a levantar dispuesta a armar la de Dios (lo cual no dejaría de ser interesante si un personaje moldeado se convierte en zombi y no es eliminado a los dos minutos), o que Marcos, suponiendo que sí se despierte, vaya a devorarla tan tranquilamente. Parece una chica lista, así que creo que reaccionará con relativa calma (Al menos la suficiente para no armarla mucho, mucho más).

Por otra parte, Andrea parecía saber en lo que había derivado todo. La verdad es que siempre me he preguntado cómo los personajes de las películas actuales son capaces de ver un infectado por primera vez y acercarse siquiera o andar preguntándose qué son esas cosas.

Quizá sea solo yo, pero veo que últimamente (bueno, últimamente... Yo no me he pasado mucho por la sección de Arte Escrito, but) están floreciendo un montón de buenas historias, ya sea por la sección de E-Rol, Comunidad o aquí. Antes también las había, pero creo que están ganando protagonismo últimamente (Prueba de ello son los Retos Literarios).

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Aquella fatídica mañana... - Novena publicación

Mensaje por Mataformigues » 14 Dic 2013 01:09

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Comentario sobre la novena publicación
Oculto:
Parece que me he malacostumbrado a publicar los viernes en vez de los jueves (malacostumbrado porque si no publico el jueves es por pereza de ponerme xD) (vale, lo admito, en España ya es sábado, pero solo por una hora xD). Bueno, yo de ahora en adelante consideraría que los días de entrega pueden ser los jueves o los viernes, y listo. :3

Más allá de eso, hoy por fin traigo el estreno de la segunda parte. ¿Qué os puedo adelantar de esta segunda parte? Bueno, nada que no podáis suponer ya. Cualquier atisbo de normalidad que pudiera quedar en el instituto se ha esfumado. A partir de ahora todo se va a desarrollar con mucha más acción y en un ambiente más siniestro. Se puede decir que a esto es a lo que quería llegar, hasta que la historia vuelva a cambiar de rumbo en la tercera parte. xD De todas formas, para que no os llevéis una sorpresa, ya os aviso de que este primer capítulo es un comienzo bastante suave, mucho más que los siguientes.

Hablando de capítulos, veréis que al comenzar la segunda parte he reiniciado la numeración (el primer capítulo de la segunda parte es "capítulo 1", no "capítulo 11"). Así que, a partir de ahora, en la guía de personajes, el capítulo 3 de la primera parte (por poner un ejemplo) será 1.3, o el 5 de la segunda parte, 2.5.

Y, bueno, ya para terminar, que me estoy enrollando demasiado, hago saber que he propuesto un pequeño reto para los lectores al final de este post; y también, Claire R, respondo a tu comentario en el comentario de conclusión. ¡Y ya me callo! ¡Segunda parte, manifiéstate!

» Descargar en versión PDF (Si existe una versión más actual, el enlace no funcionará. » Descarga la última versión en el primer post.)


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Capítulo 1: Diez almas
Oculto:
Autopista de Llevant; 10:25

–Nada, nada. Lo que tiene que hacer Alonso el año que viene es coger y largarse de esa escudería de mierda.

–Bueno… yo he oído rumores de que lo quieren de vuelta en Renault. Podría ser que volviera para una temporada, y luego vería si puede meterse en Ferrari, u otro equipo decente.

–Pues sí. Le iba mucho mejor cuando estaba en Renault, ¿sabes? Los de McLaren no han dejado de fastidiarlo en toda la temporada, y todo por beneficiar al inglesito aquel. Que ya les vale, macho… recién llegado de la GP2 y ya lo quieren hacer campeón del mundo, en vez de darlo todo por Alonso. Desde luego, un piloto como él no se merece que le hagan esto.

–Hombre, ya… pero tampoco se han equivocado apostando por Hamilton, ¿no? El chaval, desde luego, es una pasada de piloto… no digo que sea mejor que Alonso, para nada; pero si no fuera buen piloto… digo yo que no estaría encabezando el mundial, por mucho apoyo que tuviera de su equipo.

–Mira, lo que pasa es que ese crío es un mimado. Se sale de la pista y le mandan una grúa para devolverlo a la carrera… ¿a ti eso te parece normal? ¿Quién conduciría la grúa? ¿Ron Dennis, o su padre? Dios… ¿Cuándo es la próxima carrera?

–Es este fin de semana, en China. Ya es la penúltima del mundial.

–Ojalá le pase algo. Que se le rompa el coche o se quede parado en medio de la pista, o lo que sea. Me gustaría ver su cara de humillación, y sobre todo la de su jefe. “Taxi for Alonso”… ¡Ja! Y que se lo llevaran en moto a él, esta vez.

–Pues… ojo, que aún quedan dos carreras, y Räikkönen podría darnos una sorpresa, ¿eh? Él todavía tiene posibilidades de ganar.

–¿Räikkönen? ¡La leche, Räikkönen! Eso sí que sería grande. Si Räikkönen ganara el mundial, me tomaría una copa de buen cava en su honor. Y unas patatas fritas.

–¿Cava?

–Sí, ¿por qué no?

–¡Espera! ¡Se oye algo!

El agente subió el volumen de la radio. Sonaba terriblemente distorsionada, pero por primera vez en mucho tiempo emitía algo parecido a una voz humana.

–A ver, no entiendo nada… Ha dicho Camí de Can Pastilla, ¿no?

–Parece que sí.

–Central, ¿nos recibe? No se oye casi nada. Estamos en la autopista MA-19, nos dirigimos a Camí de Can Pastilla de inmediato. Llegaremos en… –dudó mirando a su compañero antes de continuar– entre cinco y diez minutos, según el tráfico.

El conductor activó la sirena del coche patrulla.

–Va a ser imposible salir de la autopista y reentrar en sentido contrario, ¿no te parece?

Si el tráfico en la autopista era poco fluido para ellos, quienes se alejaban del centro de la ciudad, en sentido hacia Palma simplemente estaba detenido.

–Sí… me temo que tendremos que ir por el interior de Can Pastilla.

–Pues entonces… –tatareó algo breve– cogeré la siguiente salida, y tiramos por el Bosc de La Ribera. Con un poco de suerte llegaremos para ver la clasificación del sábado.
Oculto:
Planta baja del bloque 1, dirección; 10:33

Pablo Landa estaba sentado en el asiento de Llinàs; en su despacho, su escritorio, su trono. El lugar desde donde el director solía ejercer su servicio de responsabilidad sobre el instituto. Aquel desconocido se lo había arrebatado para dejarle en una situación incierta, de pie enfrente de él, observando expectante, sin saber qué podía hacer. Más aún, sin siquiera saber con certeza si su existencia era para algo provechosa en medio de aquella terrible tragedia.

Al finalizar la llamada, Landa posó su pinganillo sobre el teclado del ordenador portátil que había traído en su maleta.

–El equipo de respuesta NRBQ está en camino. Hay una unidad operativa en la misma isla. –Landa cambió entonces su tono de voz, como hablando para sí mismo.– No es gran cosa, pero debería ser suficiente para contener la infección.

NRBQ. Nuclear, radiológico, biológico y químico. El director del instituto había oído esas siglas antes, aunque lo cierto es que no tenía ni idea de a qué equipo de respuesta se refería Landa exactamente; mucho menos si pertenecía a la empresa o a una tercera entidad, militar o civil. Tampoco sintió una excesiva necesidad de saberlo.

Landa se levantó inquieto del asiento y se dirigió al director.

–El inspector de sanidad se encuentra ahora mismo en París. Vendrá de inmediato. –Esa era una afirmación muy poco realista, según cómo se viera. París se encontraba a más de una hora de vuelo; eso sin contar los retrasos y cancelaciones que con toda seguridad se estaban sufriendo en el aeropuerto de Palma a causa del temporal.– Hasta entonces, yo mismo estaré encargado de la supervisión y organización de la actuación del equipo. Señor Llinàs, sepa que desde este momento, y hasta el desenlace de la crisis, el control total del instituto quedará en manos de la organización. No obstante, supongo que podremos contar con su inestimable colaboración y apoyo. –Landa lo observó con una estudiada mirada de complicidad.

Dejar la responsabilidad de velar por la seguridad del personal del instituto en manos de unos completos desconocidos con unas más que dudosas motivaciones. Era una barbaridad impensable. Pero, ¿qué podía hacer él? Acababan de morir varias personas delante de sus ojos. Cualquier cosa que intentara hacer por dominar la situación supondría negar la única verdad latente en ese momento: estaba de mierda hasta el cuello, y se veía totalmente incapaz de nadar. Era culpable de derramamiento de sangre, y eso no iba a cambiar de ninguna manera. Se había convertido en una rata sin dignidad desde que aceptó mediar en aquel maldito intercambio, y no había podido percatarse hasta ese momento.

En contraste, Landa parecía estar muy lejos de perder la entereza. Todo lo que Llinàs podía hacer en una situación como esa era repudiarse a sí mismo, renunciar a su inútil criterio y responder positivamente a cualquier orden que recibiera de lo que parecía un ser superior a él, alguien como Landa. La seguridad que irradiaba lo subyugaba.

–Tenga eso usted por seguro.

La respuesta que recibió a cambio de su juramento de lealtad no fue la que más esperaba oír.

–En ese caso, puede hacer el favor de empezar por indicarme dónde se encuentran los servicios.
Oculto:
Primer piso, taller de tecnología; 10:34

Diez almas abatidas irrumpieron en el silencio de una nueva sala, tan oscura y vacía como la anterior. Acompañados por el rugir incesante del cielo se dejaban oír sus lamentos, sus sollozos y el crujir de sus dientes, brotaban lágrimas de sus ojos y algunos abrazos ansiosos de consuelo hacían acto de presencia. De todas ellas, la menos desesperada corría torpemente buscando una salida.

Alfredo fue el último en unirse a ellos entrando en el aula por la ventana.

–¡Dios! ¡¿Qué ha pasado?! –gritó Iván con su acento búlgaro, como si acabara de encontrarse violentamente con la realidad.

No había nadie que no estuviera haciéndose esa misma pregunta.

Alfredo, estirando sus brazos y con la mitad de su cuerpo flexionado hacia delante, se agarraba con sus manos al marco de la ventana que acababa de saltar, falto de aliento. Todo había sucedido demasiado rápido, de una forma tan imprevista… Y es que solo un rato atrás todo era normal. Un día más en su vida: estudio, examen, clases, profesores, compañeros, bromas, burlas, risas. La violencia no tenía para él más significado que el de una inocente forma de entretenimiento, presente en videojuegos y en películas, o a lo sumo en cutres peleas de puerta de instituto, mientras que la muerte ni siquiera entraba en su consideración como algo real o cercano. Pero un inesperado golpe del azar o del destino había dado al traste con todo eso en un momento. ¿Cómo podía explicarse lo que acababa de suceder? ¿Cómo puede la vida de tres personas ser segada de una manera tan despiadada y contundente? ¿Y qué clase de fuerza, natural o sobrenatural, lleva a un joven sano de la cordura a una demencia tan extrema en cuestión de minutos?

Demasiadas imágenes delirantes y cuestiones trascendentales saturaban la mente de Alfredo, pero… ¿qué era eso? Le parecía como si un pequeño detalle, una minucia frívola e insignificante luchara entre todas ellas por ocupar su mente de forma absurda. ¿Acaso estaría él también perdiendo la cabeza?



–¡La puerta está cerrada! –se oyó desde el fondo de la clase.

Decir eso o no decir nada era equiparable: por supuesto la puerta estaba cerrada. Demasiada casualidad habría sido que no lo hubiera estado.

–¡Voy a ver en el aula de plástica!

El taller de tecnología y el aula de plástica tenían la particularidad de estar unidos mediante un cuartito, donde se guardaban los proyectos de los alumnos y objetos varios en grandes cajas de cartón, colocadas ordenadamente en varias estanterías. Las dos puertas de esta sala, que la conectaban a sendas aulas, solían dejarse siempre abiertas, cosa que podría permitirles acceder a la de plástica.

Ángel abrió la puerta de la salita y desapareció en la negrura de su interior. Por su parte, Macarena e Iván se dirigieron a la puerta del aula, siguiendo los pasos que había dado Ángel antes que ellos, preguntándose cómo iban a salir de allí sin tener que volver a arriesgar su integridad física, de ser posible. Cada uno externalizaba su desesperación de una forma muy distinta, con histeria la primera y rudeza el segundo. En un rincón del taller, Marta acurrucaba su pequeño cuerpo junto a la pata de una mesa, sentada en el suelo, encogida de brazos y tiritando. Parecía encontrarse en completo estado de shock. Sus lágrimas empapaban sus mejillas, y varios mechones de su pelo se aferraban entre sí gracias a la sangre pegajosa de Marcos. Su fuerte hedor de hierro oxidado, impregnado en ellos, suponía para ella una vil tortura.

Iván se dedicó durante unos escasos segundos a aporrear la puerta y gritar, esperando ser oído por alguien. No tardó en desistir y alejarse de ella, volviendo sobre sus pasos. El estrés extremo al que estaba sometido se hacía patente en su mirada distraída y sus continuos resoplidos.

–Esos frascos…

Iván, que se encontraba con los brazos en jarra y sacando pecho, miró a quien hablaba. Alfredo ahora estaba apoyado de costado en la misma ventana, ligeramente más erguido, y a duras penas entreveía el cuerpo de Andrea en el exterior, metros más abajo. Se giró sin dejar de sostenerse en la pared, y continuó.

–Creo que pasa algo con esos frascos.

Iván despreció con crueldad ese comentario, volteándose para dar la espalda a Alfredo. No fue ese el caso de Beatriz, quien mostraba su interés observándolo ansiosa a la espera de que continuara. Como si estuviera poniendo todas sus fuerzas en ello, y clavando su mirada en la nuca de Iván, continuó diciendo:

–Uno de los frascos estaba vacío.

Iván volvió a encarar a Alfredo.

–¿Y qué?

El joven dudó antes de responder. Lo cierto es que él mismo no tenía ni idea de a dónde quería llegar con eso.

–Que no había ningún frasco vacío cuando abrimos el maletín.

Iván desvió su mirada a la ventana. En pocos segundos vio cómo un destello iluminaba el cielo en el horizonte. Exhaló con fuerza antes de volver a dirigirse a Alfredo.

–¿Estás hablando en serio, o acaso sigues con la broma?

Alfredo se sintió profundamente ofendido ante este cuestionamiento.

–¿Crees que estoy para cachondeo? ¡Pues claro que hablo en serio! –su exclamación acabó en seco con un tosido.

Mientras Alfredo pronunciaba estas palabras, Ángel volvía al taller.

–Nada, no hay nadie en plástica, y las puertas de allí también están cerradas.

Iván corrió entonces los pocos metros que lo separaban de Alfredo. Lo hizo con tal furia que Beatriz se vio haciendo un amago de detenerlo para evitar que lo agrediera físicamente, cosa que por poco no llegó a suceder. En ese mismo arrebato de ira le gritó en la cara:

–¿Qué insinúas? ¿Que era droga? ¿Que Fran se lo ha chutado? ¿O qué?

–¡Eh! ¿Pero qué hacéis? –Ángel corrió hacia el lugar.

Alfredo ni siquiera miraba a Iván, ni tampoco se inmutó cuando estuvo a punto de embestirlo. Lo único que su expresión mostraba era un profundo malestar físico, como cansancio o mareo, o quizás ambas cosas.

Iván sin más dio media vuelta y se adentró en la oscuridad del aula. Así como lo hacía, a Alfredo le sobrevino una sonora arcada, seguida de varias convulsiones. Con una mano sobre su rodilla y otra en la ventana, vomitó una asquerosa sustancia, de un color presumiblemente oscuro, aunque indefinido por la falta de iluminación.

Ángel y Beatriz se acercaron a él y echaron sus manos a sus hombros y brazos.

–Alfredo, ¿te encuentras bien? –le dijo Ángel preocupado.

–Estamos todos muy nerviosos –resolvió Bea compasiva–. Mira, al fondo del aula hay un fregadero. ¿Por qué no vas a beber un poco de…?

Un ruido ensordecedor detuvo sus palabras en ese instante. Todos se volvieron hacia él, llegando a intuir la figura de Iván, que se ensañaba a martillazos con el pomo de la puerta. En medio de aquella oscuridad, la escena les pareció propia de una película de suspense. Después de dejar la cerradura machacada, sin perder su ritmo pausado característico, el chico se alejó de ella un paso y medio y elevó su rodilla tanto como pudo. Tras calcular el golpe, estiró la pierna asestándole una limpia patada con la parte delantera de la suela de su zapato. Al impacto le siguió el sonido metálico del pomo exterior cayendo al suelo del pasillo, magnificado por el eco y el silencio sepulcral del edificio. Iván introdujo sus dedos en el orificio donde había estado incrustado el picaporte y tiró de él, consiguiendo al fin abrir la maltrecha puerta.

Maca se apresuró a agacharse para ayudar a Marta a levantarse.

–Venga, Marta, vámonos de aquí.



Nueve almas errantes fueron las que de este modo salieron de su cautiverio, sin sospechar ninguna de ellas que no hacían más que caer apresadas en uno mucho mayor.
Oculto:
Carrer Octavi August; 10:35

La patrulla de la Policía Local avanzaba rápidamente por aquella caótica calle, que se encontraba prácticamente desierta. Una situación nada parecida a la que habían vivido minutos atrás en la salida de la autopista, causa principal de su retraso, si bien el viento y la intensa lluvia acumulada sobre el asfalto habían hecho también su buena aportación a la causa. Desde el asiento del conductor, Antonio ponía toda su atención en el manejo, consciente del riesgo de sufrir un accidente en las condiciones en que se hallaba la calzada.

–Menos mal que ya no quedan árboles para caérsenos encima, ¿eh? –dijo dando cuenta de las innumerables ramas y troncos destrozados que ocupaban parte de las calles.

Tras decir esto, el policía bajó la guardia un instante mirando a la cara a su compañero.

–Bueno, Nadir, ya llegamos a Camí de Can Pastilla. Ojo cuando estemos… porque no sabemos si hay que ir a la izquierda o a la derecha.

–Si no vemos nada al llegar, yo giraría a la derecha… la calle es más larga en ese sentido.

–Hombre, no sé tú… pero el que sea más larga en ese sentido me hace pensar que deberíamos echar primero un vistazo rápido por la izquierda, ¿no crees?

El vehículo se detuvo al alcanzar la intersección mencionada. Ambos agentes escrutaron los alrededores en busca de la más mínima señal de vida inteligente.

–Bueno… yo no veo nada, ¿eh? –concluyó Antonio poco después.

–¡Espera! ¡Mira, ahí! –dijo Nadir señalando hacia la izquierda, a través de la catarata que caía por la ventanilla del conductor.

En mitad de la calle, una pareja de jóvenes de veintitantos años, con aspecto de turistas frustrados y su ropa y pelo empapados, se acercaba corriendo hacia ellos haciéndoles señas con las manos. Los dos policías bajaron del coche, que seguía haciendo centellear las luces de su sirena.

–¿Podemos ayudarles? –se ofreció Antonio colocándose la visera sobre la cabeza, como si eso fuera a protegerlo del agua que lo asediaba desde todos los ángulos y direcciones.

La chica, con un cabello rojo oscuro empapado, agitándose con el viento y dándole latigazos en la cara, fue la primera en pronunciarse de los dos.

–Disculpad… no hablamos muy bien español –gritó.

Turistas en apuros. Un millón de razones había aquel día para no dar abasto en alarmas, y Antonio estaba ansioso por saber cuál de ellas les habría tocado atender. Una ráfaga de un viento desmesurado lanzó su gorra al suelo. Nadir se apuró en recogérsela antes de que el viento se la llevara para siempre.

–No se preocupe. Hagamos una cosa, entren en el coche.

Así lo hicieron. La pareja se situó en los asientos traseros, mientras Nadir volvía con la gorra.

–¿Cuál es el problema? –el agente se esforzó por ser claro y elevar su tono de voz por encima del sonido de la molesta lluvia.

–Nos han robado. Un hombre… con un arma –imitó la forma de una pistola con su mano derecha–. Nos ha hecho bajar del coche, y… después se fue con él.

A Antonio no le costó discernir que su interlocutora era francesa. Se alegró por no tener que sacar a relucir sus escasas habilidades con el inglés.

–Comprendo –dijo Antonio sin apenas inmutarse mientras Nadir abría la puerta del copiloto–. Les han atracado. Díganme, ¿cuánto tiempo ha pasado desde entonces?

Antes de haber entrado, Nadir vio llegar por la misma calle otro coche patrulla con las luces de la sirena activadas. El vehículo paró a un lado del suyo, y se abrió a medias la ventanilla del acompañante. El policía corrió al encuentro de sus compañeros.

–¿Venís por el aviso? –gritó asomándose por la ventanilla.

–Sí –dijo uno de ellos–. ¿Y vosotros?

–También. A una pareja de guiris le han robado el coche a punta de pistola.

Los dos agentes recién llegados se mostraron extrañados.

–Pues… el aviso no era por un robo, sino por un accidente de tráfico, más abajo.

Nadir frunció el ceño. Tras permanecer con la vista puesta en el interior del vehículo unos instantes, contestó:

–Está bien. Entonces id al accidente; nosotros nos encargamos de esto.

El copiloto asintió con la cabeza y cerró la ventanilla mientras el vehículo reanudaba su marcha. Nadir giró noventa grados a la derecha y voló adentro del coche, donde su compañero lo esperaba en el asiento del conductor.

–¿Qué?

–¿Sabes qué? El aviso no era por esto.

–Ah, ¿no? ¿Y por qué era?

–Por un accidente al fondo de la calle –dijo señalando la dirección en que se había marchado la patrulla.

Antonio observó a Nadir con la misma mirada peculiar de este al recibir la noticia segundos atrás.

–Me acaban de decir que el atracador estaba herido. Puede que tenga relación con el accidente.

Nadir apartó la mirada, pensativo.

–Bueno… podría ser –dijo en voz baja, no muy convencido.

–¿Qué? –Antonio no logró captar esas últimas palabras.

–Vayamos a ver el accidente –dijo en tono más alto.

Antonio se giró entonces hacia los turistas.

–¿Les importa acompañarnos? Es posible que haya algún otro testigo que haya visto a ese hombre. Nos ayudarán a encontrarlo –dijo buscando complicidad.

Los dos jóvenes se miraron e intercambiaron algunas palabras en su idioma. Segundos después se encontraban de camino al lugar del accidente.

En la próxima entrega de Aquella fatídica mañana...
Oculto:
Capítulo 2: ¿Cómo podía explicarse lo que acababa de suceder? ¿Cómo puede la vida de tres personas ser segada de una manera tan despiadada y contundente? ¿Y qué clase de fuerza, natural o sobrenatural, lleva a un joven sano de la cordura a una demencia tan extrema en cuestión de minutos?

Dicho de otra forma: ¿Qué se siente al ser sometido al juicio de La Purga? Esta cuestión es contestada en uno de los capítulos más demenciales de Aquella fatídica mañana...

Guía de personajes
Oculto:
(Lista actualizada hasta el capítulo 1.10.)


Personal del instituto

Alexis (profesor en Lluc): 1.10
Amèlia (profesora en Lluc): 1.9, 1.10
† Andrea Ruiz (profesora de prácticas de biología): 1.5, 1.6, 1.7, 1.8, 1.9, 1.10
Artur (profesor en Lluc): 1.3, 1.9, 1.10
Begoña/Bego (encargada de la limpieza): 1.5, 1.7
Conserje: 1.4, 1.5*, 1.10
Damià Coll: 1.7, 1.9*, 1.10*
Jaume Llinàs (director): 1.2, 1.4, 1.5, 1.7, 1.8, 1.9*, 1.10
Luisa (profesora de prácticas de física y química): 1.9*
Marco Zapata (profesor): 1.2
Míriam Ballester: 1.7, 1.9*, 1.10*
Neus (profesora de educación física): 1.8, 1.10
Profesor de guardia: 1.4
Profesora de biología: 1.5
Profesora de ciencias sociales: 1.3*, 1.4*, 1.9*
Profesora de guardia: 1.2
Profesora: 1.4
Secretaria: 1.2
Sofia (profesora en Lluc): 1.3, 1.4, 1.9, 1.10
Toni (profesor de educación física): 1.8, 1.10*


Alumnos de 3º C

Alberto: 1.4, 1.5, 1.9, 1.10*
David: 1.2, 1.9
Dina: 1.9
Evo: 1.9
Nikolay/Niko: 1.9
Oliver: 1.4, 1.9
Rut: 1.9


Alumnos de 3º D

Alfredo: 1.6, 1.9, 1.10
Alicia: 1.1, 1.3, 1.6, 1.7, 1.8, 1.9, 1.10
Alonso: 1.3, 1.5
Ángel: 1.2, 1.4, 1.5, 1.10
Diego: 1.4
Fernando: 1.3
† Francisco/Fran: 1.6, 1.9, 1.10
Isaac: 1.2, 1.3, 1.4
Iván: 1.10
Joan Ferrer: 1.2, 1.3, 1.5
Macarena/Maca García: 1.8, 1.9*, 1.10
† Marcos: 1.3, 1.6, 1.9, 1.10
Marta: 1.3, 1.10


Otros alumnos

Alumno de 4º curso (1): 1.4
Alumno de 4º curso (2): 1.10
Amigas de Sonia: 1.8
Erik (alumno herido en el gimnasio): 1.8, 1.10
Lázaro: 1.8
Matones: 1.1, 1.9*
'Sanjordinianos': 1.2, 1.3*
Sonia: 1.8


Otros

Angela Zimmerman (madre de Alberto): 1.7, 1.9*
Conductor del vehículo siniestrado: 1.9*
† Dominico (guardaespaldas): 1.2, 1.4*, 1.9
Hombre desconocido: 1.8
Jefe de Angela y Luis: 1.7*
Luis: 1.7
Ocupantes del vehículo robado: 1.9
Operador de radio: 1.8
Pablo Landa (hombre de negro): 1.2, 1.4, 1.7, 1.8, 1.9, 1.10


Nota: En los capítulos marcados con un asterisco (*), el personaje en cuestión no aparece personalmente, sino que es de alguna manera mencionado por otro personaje o por la voz narrativa. Los personajes marcados con una daga (†) han fallecido.

Por favor, reportad cualquier posible bug o error en la lista.

Reto de investigación
Oculto:
Bueno, queridos lectores. Hoy, para romper con la monotonía y daros la oportunidad de participar un poco en el tema, voy a proponeros el siguiente reto. Es bastante sencillo: Quiero que averigüéis en qué fecha exacta tiene lugar el incidente de La Ribera (que, por si hay algún despistado, es el conjunto de sucesos que son narrados en el relato).

Aviso para navegantes: no os dejéis confundir por fechas que nombro en la presentación del relato, o las de los vídeos de YouTube. El 4 de octubre de 2007, por ejemplo, es la fecha en que tuvo lugar una de las dos tormentas en que se inspira la de AFM. El 10 de octubre fue el día que tuvo lugar la otra tormenta, y además, el día que pensé por primera vez en escribir este relato. Así que, como la tormenta que se describe en la historia en realidad es ficticia, la respuesta no es tan sencilla. xD En el relato no se menciona en ningún momento (de forma explícita) cuál es la fecha, pero sí se da la información suficiente para saberlo si se investiga un poquito. Así que ahí lanzo el reto.

El ganador será el primero que postee aquí la fecha exacta, y dé argumentos sólidos (claro, no vale si se acierta de casualidad xD). El premio será el reconocimiento para el ganador, y... quién sabe. Lamentándolo mucho, no soy bueno haciendo userbars, ni se me ocurre nada más... pero el ganador siempre puede hacerle un escrache a Reshi para que le conceda un Reshipunto... recientemente he descubierto que es fácil manipularlo. xD ¡Au, a correr!

Comentario de conclusión
Oculto:
Como prometí, aquí te respondo, Claire R. Pues bueno, antes que nada, muchas gracias por tu comentario, y sobre todo por leer mi relato (porque además, si hace mucho que no te pasas por aquí, entiendo que lo has leído todo seguido).

Te habrá alegrado ver que este capítulo no tiene ni un comentario en catalán. xD Bueno, ya ves que el relato es un poco bilingüe... es algo que decidí hacer así en su momento sin preocuparme de qué le iba a parecer a quien lo leyera (como dije, esta historia la voy escribiendo a mi medida). Quizás no tiene mucho sentido que lo publique aquí conservando el texto en catalán, pero en fin... si viera que todo el mundo se queja al respecto dejaría ya de hacerlo. Así que me alegro de que al final te acostumbrases. xD

No te preocupes por Alicia: ella es la personificación de la calma. Aunque se levantara como una bestia furiosa, seguro que contrastaría con las demás en ese aspecto. xD

Y me parece interesante el comentario que haces sobre Andrea: ella parece haberse dado cuenta de de qué va la cosa. Es algo que se tratará un poco más en el próximo capítulo. La cuestión sobre qué es exactamente lo que está pasando en el instituto se mantendrá a lo largo de toda la historia, no solo qué les pasa a los infectados, sino también qué hay detrás de todo. Y por lo de ver a un infectado y siquiera acercarse a él, en vez de directamente pegarle un tiro en la cabeza... bueno, yo creo que en las historias sobre zombies, lo habitual es que los personajes no hayan oído hablar nunca de ellos; no forman parte de la cultura popular en el universo de ficción, como sí pasa en la realidad. Ese es el caso de mi relato, así que no te sorprendas si ves que los personajes creen que los infectados siguen siendo sus compañeros en cierto modo. Es lo que haríamos todos si estuviéramos en su situación y no estuviera Resident Evil (o similares) presente en nuestras vidas. xD
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