Por cierto, me llamo Lucas tengo 19 años y vivo en una de las ciudades más aburridas del país. A diario me pregunto si mi vida será siempre la misma: una aburrida rutina diaria, en la que no pasa nada emocionante. Lo único que podría presumir de emocionante es andar en patineta…
Después de salir del baño me puse ropa para la escuela, metí mis cosas en mi morral y baje a la planta baja, en la sala estaba el televisor encendido pero no había nadie ahí, estaban pasando el noticiero local y una noticia en particular me llamo la atención: había una reportera a las afueras del hospital, y un guardia de seguridad le impedía entrar al inmueble, mucha gente enfadada porque querían entrar, la reportera decía algo sobre una extraña enfermedad en la que los pacientes sufrían convulsiones y coagulación de la sangre mientras seguían vivos, además de un gran apetito, vomito y aparición de grandes manchas ,que podían ser verdes cafés y hasta negras, en la piel. De pronto unos paramédicos llegaron corriendo con un hombre en una camilla, el tipo tenía un aspecto terrible se veía muy pálido, se convulsionaba y de repente vomito sobre uno de los paramédicos, la reportera intentaba acercarse más pero se lo impedían y la noticia se cortó, volvían a estar los conductores del noticiero comentando la noticia, dijeron algo sobre aproximadamente cien casos en una semana. Ya no le preste mucha atención, apagué el televisor y me fui a la cocina. Mi mamá escribía y checaba muchas cosas en su laptop y mi hermanita Angela estaba desayunando en la mesa.
-Date prisa ya tenemos que irnos- dijo mi mama sin despegar los ojos de su laptop.- Desayuna rápido.
Me senté a lado de Angela y empecé a desayunar.
-¿Hoy van a tener mucho trabajo en el hospital?- le pregunte a mi mamá, ella solo me volteó a ver de manera extraña.-Digo, porque en las noticias vi…
-No le hagas caso a las noticias. No mucho de lo que dicen resulta ser verdad.
Además me dijo que puede ser una tapadera a algo más grande (políticamente hablando) como los juegos olímpicos de hace varias décadas o ese extraño caso de la niña que desapareció en su propia casa. A pesar de las imágenes que vi en el noticiero, no quise seguir comentando.
Angela terminó de desayunar y yo a la vez con ella. Nos lavamos los dientes y bajamos a la sala mi mamá estaba guardando varias cosas en una maleta.
-¿Y eso para qué es?
-A tu papá le toca guardia, le voy a llevar algunas cosas. Ya vámonos
Salimos de la casa, afuera estaba muy frio y rápidamente nos metimos al auto y nos pusimos en marcha. Las escuelas estaban en el rumbo que mi madre siempre tomaba hacia el hospital por lo que no era problema para ella llevarnos, mientras avanzábamos mire por la ventana, hacia el inmenso “bosque de la ciudad” (en realidad es un parque inmenso, por eso el nombre) y noté que la calle estaba particularmente vacía, solo se veían uno que otro corredor por el parque.
Escuche un ruido extraño, reconocí que era de sirenas y de repente tres ambulancias y varios coches de policía pasaron a una gran velocidad a nuestro lado, los seguí con la mirada hasta que se perdieron al doblar en la esquina del parque.
Llegamos a la escuela de Angela y mi mamá detuvo el coche, mi hermana se bajó y se despidió de nosotros haciendo un gesto con la mano.
Cuando avanzamos unas calles volví a preguntarle a mi madre algo referente sobre lo del noticiero. Sabía que en la mañana no me había querido decir nada porque ahí estaba mi hermana y no quería asustarla, sabiendo muy bien que es demasiado miedosa.
-Ya te lo dije hace rato, no pasa nada.
Bien no era lo que me esperaba, pero seguía sintiendo curiosidad.
-Ya, enserio, dime. Sé que en la casa no querías asustar a Angela, pero ahora dime a mí. Las imágenes del noticiero se veían muy reales.- Insistí.
-¡No es que no quisiera asustar a tu hermana, simplemente no está pasando nada, Lucas!- Mi madre alzó la voz, así que, simplemente, me quede callado.
El salón de clases casi se llenaba cuando yo llegue, varios de mis compañeros estaban afuera, y muchas de sus mochilas estaban en las butacas del aula. Cuando entré de inmediato vi a mi amiga Gazlene, estaba sentada donde siempre la segunda butaca de la primera fila a lado de la ventana, y los tenues rayos de sol que entraban hacían que su hermoso cabello negro tuviera unos destellos violetas.
Siempre dejaba la primera para mí, sabe que me gusta ir al frente. No es que sea muy estudioso ni nada de eso, de hecho mis notas apenas si son aceptables, pero siempre me ah gustado ese lugar.
-Hola, Gazy-. La salude antes de sentarme y voltear la butaca para hablar mejor con ella.
Su nombre siempre se me hizo un poco extraño, jamás lo había escuchado hasta que la conocí y prefería decirle Gazy, como muestra de cariño.
-Hola, Lucas.
Casi suelto una pequeña risa al oírla hablar, tenía gripa desde hace unos días y su voz sonaba “chistosa”
-Sigues enferma.
-Si lo noté. En la mañana casi no podía ni respirar.
Me quería reír, se escuchaba muy graciosa.
Tengo apenas dos años de conocer a Gazlene, pero aun así la consideró como mi mejor amiga, aunque me gustaría que no solo fuera eso.
Estuvimos platicando en lo que llegaba el profesor, y por unos momentos olvide el tema del hospital.
Sonó el timbre, pero después de quince minutos, aun no llegaba el profesor de derecho, pero el que si llegó fue mi gran amigo Eduardo. Se veía cansado y apurado.
-¿No ha llegado el profe?- nos pregunto al sentarse detrás de Gazy.
-Ahh, no- le contesto ella.
-Sigues enferma.
-Ay, otro.- Dijo algo molesta.
Me reí un poco y mejor cambie de tema
-¿Porqué llegas a esta hora? Tú siempre llegas temprano.- Le pregunté a Eduardo.
-Si es que, mi hermana también se enfermo y se me hizo tarde.
-¿Elizabeth? – pregunté.
-¿Qué otra hermana tengo?
-Sí, es que estoy medio dormido.
No hice la pregunta de una forma en la que diera a entender si tenía más hermanas, sino que, conozco muy bien a su hermana y jamás se había enfermado, según palabras de su madre.
-Oye, Lucas, ¿tú sabes cuál es esa enfermedad que tiene a tanta gente en el hospital?-me preguntó Eduardo, y así me volvió a la mente el tema.
-No, ni idea.- le contesté un poco desanimado.
-Pero tus papás son doctores, ¿no les preguntaste?-intervino Gazy.
-Sí, le pregunté a mi mamá pero no me quiso decir nada, según ella son puros inventos del gobierno como hace unas décadas lo fueron los juegos olímpicos y el caso de esa niña que desapareció en su propia casa. Y mi papá está en el hospital desde anoche, no le he podido preguntar.
Ya no tuvimos tiempo de seguir hablando del tema, porque la maestra de la siguiente clase llegó unos segundos antes de que sonara el timbre.
Se acabaron las clases del día.
-Adiós, Ed.- me despedí.
-Adiós, Lucas. Adiós, Gazlene. Disculpen que me vaya tan rápido, pero tengo que cuidar a mi hermana.- Nos dijo Ed y se fue rápidamente.
-Bueno, Gazy, hasta mañana, que te recuperes.
-Gracias, Lucas.- Me dijo y se acercó para darme un beso en la mejilla.-Hasta mañana.- agregó.
Gazy dio media vuelta y se fue, yo hice lo mismo.
A diferencia de en las mañanas mi mamá no puede pasar a recogernos al salir de clases, por lo que yo pasó por mi hermana, la secundaria está un poco retirada de la preparatoria, pero yo me voy caminando para hacer tiempo y no llegar tan temprano, el horario de clase que tengo acaba media hora antes que el de mi hermana.
Llegué a la secundaria y me quede esperando afuera, sentado en una de las bancas que hay ahí.
Angela no es una niña pequeña, tiene catorce años pero, mi mamá se preocupa mucho por ella. Y el que yo tenga que pasar por ella suele ser algo molesto, no solo para mí, que tengo que soportar el terrible frío (o calor, depende de la temporada), sino para Angela también.
En lo que estaba ahí afuera, una ambulancia volvió a pasar, pero esta iba a una velocidad moderada y sin las sirenas encendidas. Ver tantas ambulancias en tan poco tiempo me hizo sospechar aun mas de mi madre. Era demasiado extraño que, pese a las circunstancias en las que estaba la ciudad, no me quisiera contar nada, ¿por “protegernos”?
A los pocos minutos escuché el timbre y los alumnos iban saliendo poco a poco, de entre un grupo salió mi hermana.
-Hola-. La salude.- ¿Ya nos vamos?
-Sí, hoy no tengo ganas de quedarme.- me contesto algo indiferente.
Caminamos hasta la esquina y esperamos a que pasara un taxi. Mientras el taxi nos llevaba a casa, me di cuenta de que pasaron muchas patrullas y una ambulancia, igual que la ambulancia pasada, iban a una velocidad relativamente reducida y sin sirenas. Aunque, se dirigían al hospital.
Cuando entramos a la casa sentí un fuerte dolor de cabeza, era un dolor inhumano, me lleve las manos a las sienes, pegué un grito ahogado y me deje caer en el sofá.
-¡Lucas, Lucas, ¿qué tienes?!-. Gritó Angela frenéticamente, corriendo a mi lado.
Y de pronto, el dolor se fue, y sentí como si no hubiera sucedido nada. Debido al dolor no me di cuenta de que Angela estaba muy asustada.
-Lucas, ¿qué te pasó?- me preguntó casi llorando.
Tarde unos segundos en contestarle y lo hice muy agitado.
-No sé, me dolió mucho la cabeza.- Angela estaba por decir algo más pero la interrumpí.- Así déjalo ya, no fue nada.
Fuimos a la cocina y buscamos algo para comer, en el refrigerador encontré algo de caldo de pollo, lo calenté y lo comimos en silencio. Intenté no darle importancia al problema anterior, esperaría a que mi mamá llegara para comentárselo. Por la tarde Angela y yo hicimos la tarea, cuando acabé me la pasé un rato en la computadora.
Alrededor de las once de la noche Angela se durmió, yo iba a esperar a mi mamá, usualmente llega a las diez o diez y media. A las doce decidí llamarla pero el celular me mandaba inmediatamente al buzón de voz. Ya era casi la una de la madrugada cuando decidí dormirme, ya no aguantaba más, mañana le diría a mi mamá la que había ocurrido, además el dolor ya no había regresado, ni un poco.
A la mañana siguiente me desperté por que escuchaba mucho ruido en la planta baja. Bajé rápidamente para ver qué pasaba, con mi bate de beisbol en mano. Era mi mamá, se veía muy cansada y traía la misma ropa que ayer.
-… ¿Mamá?, ¿Qué buscas?
Mi mamá se dio vuelta hacía donde yo estaba, exaltada.
-Ah, Lucas, disculpa pero me ocupé mucho en el hospital.- Dijo mientras checaba unos documentos que traía en las manos y los separaba del resto.- Alístate y despierta a tu hermana, por favor.
La obedecí sin decir nada más, entonces noté que hacía mucho frío, mucho más que ayer. Debíamos de estar alrededor de seis grados centígrados.
Cuando estuvimos listos, tuvimos un desayuno rápido, y aproveche ese momento para decirle a mi mamá sobre el dolor.
-¿Qué? Oh no te preocupes, a lo mejor fue solo una pequeña jaqueca.
-Una jaqueca no duele tanto. Sentía que la cabeza me iba a explotar.
-Ya no te preocupes, apuesto a que ya no te volvió a doler ni un poquito, ¿verdad?
Asentí.
-Ves, no es para preocuparse.
Acabamos de desayunar y fui a la sala unos minutos, mi mamá se acercó a la mochila de Angela y le metió la carpeta que había estado observando hace rato.
-Cuida mucho esta carpeta- le dijo a mi hermana- es muy importante…y no la veas hasta que te diga, ¿ok?
-Sí, mami.- Contestó Angela, mientras asentía.
Eso me pareció muy extraño.
Salimos de la casa y apenas abrimos la puerta una corriente de aire friísimo entró, me estremecí por el frío que estaba haciendo. Estaba muy nublado, las nubes del cielo eran casi de color negro. Este clima me gusta mucho.
Subimos al auto y nos pusimos en marcha.
Durante el camino Angela llevaba puestos sus audífonos, y como los escuchaba muy alto, sabía que podría preguntarle varias cosas a mi mamá.
-Oye, ¿ya me dices qué es lo que está pasando?
-Ay, Lucas, como eres terco, no pasa nada.
-Mamá no estoy menso, se que algo pasa.- Insistí.- Y ya dime Angela no escucha.
Mi mamá soltó un suspiro y luego de un pequeño silencio me contestó:
-Lucas, ya habrá tiempo para hablarte de lo que está pasando.- Volvió a suspirar.- Ahora no te tienes que preocupar por eso.
-Está bien.- dije, luego de una pausa.
Al menos ya había obtenido un poco de información, todo era cuestión de tiempo para que me contase todo.
Empecé a mirar por la ventana como de costumbre, hasta ese momento noté que las calles estaban casi desiertas, no había nadie en corriendo en el parque ni caminando por las aceras, y solo unos cuantos automóviles transitaban por las calles. En ese momento pensaba que sería por el frío que estaba haciendo.
Y luego pasamos por la calle en la que mi mamá siempre da vuelta para llevarnos a la escuela, pero la pasó de largo.
-Ahm… te pasaste la vuelta.- le dije algo extrañado, nunca le había pasado eso.
-Escucha, Lucas. - Empezó mi mamá, muy seria.- No los voy a llevar a la escuela.
Estaba a punto de preguntar el porqué, pero ella continuó:
-En este momento hay cosas que no debieron de suceder. Esa enfermedad es muy extraña y no hemos podido encontrar un antídoto. Así que tu papá me dijo que los tuviera a salvo.
-¿A salvo?-pregunté, temeroso.- ¿Qué quieres decir con eso?
-Qué los voy a llevar a un refugio, esta a las afueras de la ciudad.
Eso hizo que me diera un escalofrío.
-Entonces, ¿eso significa que habrá una epidemia?
-Esperemos que eso no llegue a suceder. Y escúchame muy bien.- Cerró los ojos y suspiro, se notaba asustada, antes de continuar.- Si alguna vez llegas a estar solo con tu hermana cuídala mucho, ella te necesita.
-¿Qué? ¿Tú no vas a estar con nosotros?
-No creo poder, tengo que volver con tu padre.
No podía creer lo que estaba pasando. Quería reclamarle, por dejarnos en aquel refugio, solos, pero me quede callado al ver que mi mamá intentaba contener las lágrimas.
-Oye, mamá.- Intervino Angela.- ¿No tenias que haber dado vuelta hace rato?
-Sí, hija, disculpa, es que me distraje. Siéntate bien, ahorita llegamos.
Pero jamás llegaríamos a ningún lugar.
Apenas dos calles más adelante se escucho un ruido ensordecedor y un auto salió patinando a una gran velocidad, interponiéndose en nuestro camino. Me aferré al asiento y escuche que Angela gritó. Mi mamá intentó esquivarlo pero no pudo. Los autos se impactaron con gran fuerza y el nuestro salió disparado hacia un edificio, mi mamá no pudo frenar y nos estrellamos contra el muro de cemento…
Bien ese es el primer capitulo, espero lo disfruten y pronto subiré el segundo