Resident Evil: Afterlife love

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Roxanne Rivaille
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Re: Resident Evil: Afterlife love

Mensaje por Roxanne Rivaille » 22 May 2012 19:12

Hoolaaa!! Gracias por los comentarios, chicos!!!

Capítulo 8. Heartbeat
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Capítulo 8: Heartbeat

Reynald vio por el rabillo del ojo que Roxan se había quedado dormida. Era normal, la última semana había sido agotadora. Ambos habían estado buscando alguna cura para la enfermedad que atormentaba a Roxan, sin éxito por desgracia. Sabía que la estaba matando por dentro, silenciosa y lentamente. Desconocían cuán desarrollada estaba ya la enfermedad, y preferían seguir sin saberlo, porque si no se agobiarían más y perderían el tiempo lamentándose de algo que ninguno de los dos tenía culpa.

Pero le he jurado por mi vida que lo solucionaría, y eso haré.

Sonrió de ver la tierna escena que se había montado: Roxan tenía la cabeza sobre las piernas de Reynald, y el resto del cuerpo sobre el largo sofá de su casa. Él había puesto su mano sobre el hombro derecho de ella.

De cuando en cuando, ella se giraba o cambiaba de postura. Él simplemente no rompía el contacto con ella.

Miró el reloj de la cocina que tenía en frente: las tres y cuarto de la madrugada. Lo curioso era que él no tenía sueño. Se había pasado muchas noches en vela buscando información sobre la enfermedad que ella tenía, sin hallar resultados. También había salido de cuando en cuando a tomar el aire, había ido al servicio o a por algo de comer.

Y mira por dónde, buscando comida en la despensa había encontrado escondida una escopeta Hydra de triple cañón junto con varios cartuchos, unos tres o cuatro con siete balas en cada uno. En la recámara del arma había metidos tres cartuchos, de punta hueca. Eran de los que hacían mucho daño si se disparaban de cerca, ya que al entrar en contacto con el objetivo lo perforaban y se destrozaban. Había visto sus efectos hace ya tiempo, una vez que unos Cerberus se habían escapado de las jaulas y por poco le matan, y justo en el momento preciso, había aparecido el mismísimo Albert Wesker con una Hydra en mano, y les había dado en plena cabeza a los perros mutantes. Habían estallado en pedazos. Se podría decir que le había salvado, pero no quería atribuirle al enemigo un mérito no merecido. Le habría salvado el pellejo, eso si no contaba las veces que le había intentado matar.

Reynald acarició el brazo de Roxan inconscientemente. Ella se aferró a él con fuerza, agarrando su camiseta de media manga negra. Entonces él se percató de que ella estaba teniendo una pesadilla. Le agitó suavemente el brazo e intentó despertarla. Puso su mano sobre la frente de Roxan, y se dio cuenta de que tenía fiebre. Estaba sudando y tenía tiritera, y no paraba de agitarse por el mal sueño.

-Hey, Roxie, despierta…-le susurró apartándola con delicadeza y situándose delante de ella en cuclillas.

Ella entreabrió la boca y lanzó un gemido de dolor y exasperación. Agitó la cabeza de derecha a izquierda varias veces, y Reynald se preguntó qué sería lo que estaba soñando para causarle tanto pánico.

-Wesker… No… Para…-dijo ella en sueños.-Por favor, no lo hagas… ¡No!

Roxan se levantó de un salto, con respiración agitada y con dolor de cabeza. Miró a ambos lados, dándose cuenta de que sólo era una pesadilla. Se llenó de alivio al comprobar que Reynald estaba a su lado.

-¿Qué pasa?-preguntó él con sincera preocupación.

Ella se abrazó las piernas con los brazos, haciéndose un ovillo.

-Ha sido horripilante…-dijo ella en un hilillo de voz.

Él se sentó a su lado y le puso una mano en el hombro, como gesto de comprensión y tranquilizador.

-Sólo ha sido un mal sueño, tranquila…

-Era tan real… Podía sentir el dolor… La sangre caliente saliendo de mis heridas… Unas heridas que no logran cicatrizar. Todas hechas por Wesker. Me torturaba, para conseguir lo que quería: una muestra del virus X.

Él le miró y asintió con lentitud.

-Calma, ése desalmado no se acercará a ti más, y menos para hacerte daño-aseguró él.

Ella le miró con un brillo en los ojos realmente espelúznate. Era puro dolor y odio. Ella sonrió de lado y se volteó a verlo.

-Ja. ¿Pero sabes qué era lo peor? Que se acostaba conmigo, y después me torturaba de maneras horribles.

En realidad eso se asemejaba a la verdad. Wesker ya lo había hecho, se había acostado con ella diciendo que la amaba y después la había torturado vendiéndola a una compañía. Le había dado una puñalada trapera.

Reynald se levantó y fue a la cocina a por agua fría. Tenía que lograr que a Roxan se le bajara la fiebre antes de que empeorase. Rezó en silencio porque la cosa no fuera a peor.

-Reynald, ¿te importaría hacer algo de comer? Tengo un hambre de mil demonios. Yo mientras me doy una ducha, a ver si me despejo-le gritó ella desde su habitación.

Él se echó a reír. No es que fuera muy bueno en la cocina…

-No te prometo nada bueno, pero se intentará-le respondió él.

Él se puso a cocinar. Logró romper un par de huevos en la sartén, en un intento de tortilla francesa, y en otra tenía unas verduras salteadas.

Y… ¡milagro! Logró que todo saliera bien. Jamás había hecho alguna comida sin haberla achicharrado en el proceso.

Y ahora qué Cassandra, ¿quién es el inútil y quién el trabajador?, pensó él lleno de alegría.

Cassandra siempre se había metido con él por no saber cocinar, aunque tenía los conocimientos básicos para hacer algo comestible. En realidad, cuando se le quemaba la comida era a propósito, ya que Cassandra se pasaba el día dándole órdenes y creyéndose la reina de todo. Y en cambio era la persona más inútil que había conocido en su vida. No hacía nada bien, ni siquiera un huevo frito. Y encima le reprochaba que él era un inútil. Un motivo más que añadir a la lista de "razones para dejar a tu insoportable novia", si se le podía llamar novia.

-Roxan, la comida ya está hecha… ¡Y te aseguro que tiene una pinta que se mete por los ojos! ¡Cómo no te des prisa me lo como yo!-le informó él con una ancha sonrisa de satisfacción.

Puso las dos raciones sobre la mesa y se sentó a esperar. Comenzó a preocuparse cuando vio que pasaban los minutos y ella no aparecía.

A los quince minutos, se acercó al cuarto de Roxan con sigilo. A lo mejor se había quedado dormida, cosa que dudaba, pero no lo descartaba.

Asomó la cabeza por la puerta del dormitorio, y por poco le da un ataque al corazón al ver la sensual escena que se estaba montando allí. Roxan sólo llevaba una toalla enrollada en su cuerpo, que le llegaba hasta un poco más arriba de la mitad de muslo. Estaba en frente de un espejo, mirando ceñuda su propio reflejo. Ella elevó ambos brazos para recogerse el pelo en una coleta, lo que hizo que se le subiera algo más la toalla. Oh Dios mío, dame fuerzas para no cometer una locura…, pensó Reynald. Sabía que las cosas no estaban como para ponerse a pensar en esas ocurrencias, pero sus hormonas de hombre no le permitían pensar con claridad en esos instantes.

Redirigió la vista hacia donde estaba antes ella. Ahora estaba delante de la cama, en una ropa interior de encaje negro y lila muy provocador.

-Qué suerte ha tenido el condenado de Wesker…-susurró para sí mismo.

Roxan no le oyó, para su suerte.

No supo ni cuándo ni cómo, pero en apenas un segundo tenía a Roxan plantada delante de él.

Ella enarcó las cejas y se apoyó en el marco de la puerta con el costado. Ladeó la cabeza y la cadera, y puso los pulgares de ambas manos sobre las tiras que sujetaban las braguitas negras a ambos lados de las caderas.

Reynald comenzó a mordisquearse el labio inferior con un creciente nerviosismo.

-Oye, en serio, no era mi intención… No pienses mal de mí, es sólo que tardabas en aparecer y…-intentó explicar él.

-Y te has puesto a disfrutar de las vistas. Ya veo. Tienes suerte de que no te arree una buena somanta, ya que en parte es culpa mía por dejar la puerta abierta-ella se pellizcó el puente de la nariz algo incómoda.

También es culpa tuya que me haya parado a mirar por estar tan buena… pensó él.

Ella se sonrojó más que un tomate, y tragó saliva nerviosa. Maldijo el poder meterse en la cabeza de él, el poder leer su mente y sus pensamientos aunque fuera sin querer.

-Por favor, dime que no me has estado leyendo el pensamiento todo este rato…-le rogó él sonrojándose también.

Ella sonrió y asintió lentamente.

-No, y me gustaría dejar de leértela así que…-Ella le miró, todavía sonriendo, y él le correspondió el gesto, sólo que mucho más nervioso.

Y si antes estaba nervioso, ahora se le iba a salir el corazón del pecho. Ella se había pegado a él, y tenía puesta una mano en su cuello y la otra en el abdomen de él.

-Si al final a la que se le van a revolucionar las hormonas es a ti…-dijo él en broma.

Ella tenía un semblante serio, y sólo le faltaban unas gafas negras para estar igualita que Wesker. Tenía su misma expresión seria e indescifrable.

A Reynald se le desvió la mirada accidentalmente al escote de ella. Carraspeó e intentó no cometer una locura en esos instantes. Pero se preguntó, ¿quién era la que estaba jugueteando con él? ¿Pheseans o Roxan? Y el mayor problema estaba en que ya no sabía en quién confiar. Jodeeeerrr… Me va a dar aalgo como sigamos en esta posee, se dijo con voz cantarina.

-Roxan, no esta vez no bromeo, como sigas así va a ocurrir algo que no sé si te haría mucha gracia-le advirtió él intentando mantener la compostura.

Ella sonrió con picardía y apoyó su cabeza en el pecho de Reynald, justo a la altura del corazón.

Él enarcó una ceja, algo confuso. ¿Qué pretendía hacer?

-Sabes, desde muy pequeña no sé qué has tenido, pero siempre has logrado que me olvidara de los problemas y me tranquilizara. La verdad, siempre me ha gustado oír tus latidos agitados o muy tranquilos-le comentó ella cerrando los ojos e intentando oír los latidos de su corazón.

Él le miró sonrojado desde donde estaba, y estuvo a punto de colocar su mano sobre la espalda casi desnuda de ella, pero se dijo que era mejor esperar a ver cómo seguía la cosa. Si se enfriaba, daba media vuelta y seguía con lo suyo, pero si se calentaba… No sabía con exactitud lo que ocurriría.

-¿Recuerdas la canción que me dedicaste aquél cumpleaños mío, cuando cumplí los 17?-le preguntó ella abriendo de nuevo los ojos y clavando sus ojos esmeraldas en los de Reynald. Bueno, en realidad en el ojo derecho y en el parche.

Reynald perdió la visión del ojo izquierdo en un combate contra un tal Jack-no-sé-qué, en una misión. El que se lo hizo era uno de los de SOCOM, y aquello había ocurrido cinco años atrás, justo antes de que se marchara de las garras de Drake.

Él contaba que ése Jack le había dañado la retina del ojo con un cuchillo. Era espeluznante.

Jack Krauser. Ése era el nombre del agresor. La verdad, sonaba bastante bien.

-¿La romántica?-dedujo Reynald.

Ella asintió. Él tragó saliva e intentó recordar la letra.

-Creo que era… "¿Qué haces aquí? Yo no te vi llegar. ¿Qué hace el amor si se vuelve a encontrar? ¿Qué fue de ti? Qué lejos el ayer. Se fue una niña, ¡hoy veo una mujer! ¿Cómo ocultar que el tiempo ya pasó? ¿Cómo callar el amor de los dos? Si eres feliz, dímelo por favor. Hoy sé que el mundo ha cambiado para siempre. Te amaré siempre así, aunque no seas mía. ¿Cómo decirte que te quiero? Y desafiar al mundo entero, ¿cómo gritar que hemos soñado? Si hemos perdido, hemos ganado. ¿Cómo decirte que te quiero? ¿Cómo decirte que me muero de amor? Si estoy, tratando de mentirle al corazón."

Ella le miró y sonrió. Hizo un gesto con la cabeza para que continuara.

-"¿Qué haces aquí? Si acabas de llegar. Dime por qué ya te empiezo a extrañar, ¿a dónde irás cuando termine el día? Yo sé que volverás a mi arrepentida. Te amaré siempre así, ¡Aunque no seas mía! ¿Cómo decirte que te quiero? Y desafiar al mundo entero, ¿cómo gritar que hemos soñado? Si hemos perdido, hemos ganado. ¿Cómo decirte que te quiero? ¿Cómo decirte que me muero de amor? Si estoy, tratando de mentirle al corazón. Lo que nunca fue nuca terminó, el amor, ¿no ves? Nunca se perdió. ¿Cómo decirte que te quiero? ¿Cómo decirte que me muero de amor? Si estoy, tratando de mentirle al corazón. Tratando de mentirle al corazón…"

-Hubiera sido precioso si hubiéramos tenido una guitarra a mano, ¿no crees?-comentó ella riendo.

Él le miró todavía sonrojado.

-Es una manera muy original de declararse, pero dime, aunque pertenezca a Wesker, ¿vas a luchar por mí?-le preguntó ella con repentina seriedad.

Él le miró unos segundos, y después, le tomó por los hombros y le acercó a él. Le plantó un beso en los labios rápido y salió por la puerta disparado.

-¡Jamás he dejado de luchar por ti!-le respondió él cerrando la puerta lentamente de su cuarto. –Buenas noches, princesa.

Roxan se quedó plantada en el sitio, mirando a todas y a ninguna parte a la vez. Le había entrado un repentino calor, aunque ya no tuviera fiebre, pero tenía calor.

Tenía sus sospechas sobre los sentimientos de Reynald hacia ella, pero jamás pensó que sería algo tan profundo. La verdad, creía que quien le gustaba era Cassandra… Seguramente que ahora mismo no estaba muy contenta de saber que su ligue estaba enamorado de otra. Pero no creía que eso fuera una novedad para Cassandra. En realidad usaba a Reynald para su propio beneficio y placer, y después, le daba la patada y lo volvía a usar.

Le extrañaba que Reynald soportara eso, sabía como él se las gastaba, y no era de esos que se dejaban manipular.

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Wesker miró a Fred unos instantes y después sonrió. Le caía bien el chico, era serio, responsable, reservado y odiaba a Chris Redfield. Eso eran muchos puntos a su favor.

Además, había descubierto que también compartían el odio hacia Irons. En realidad, ¿quién no le odiaba?

-Capitán, ¿quiere más café?-le ofreció Fred levantando un termo negro.

Wesker sacudió la cabeza en gesto negativo y reclinó un poco su silla de oficina.

-¿Cuántas tazas me he tomado?-preguntó Albert pellizcándose el puente de la nariz.

Fred sonrió y le respondió:

-Cuatro y media. Una con azúcar y las otras sin azúcar y apenas leche.

A Wesker le sorprendió lo analizador que era, no se le escapaba ni una. Quizá si todo marchaba bien, podría ofrecerle un puesto en la compañía.

-Fred, dime, ¿cómo llegaste aquí?-quiso saber Wesker. La verdad era que sentía curiosidad por saber de dónde había salido.

A Fred la pregunta le pilló por sorpresa.

-Oh, pues si mira mi historial seguramente…-

-He mirado en el historial y no pone absolutamente nade de valor-le interrumpió Wesker.

Fred resopló y de repente estuvo interesado en analizar el techo.

-Antes estuve con los del SWAT. Me iba bien, hasta que ocurrió un "accidentillo". Allí conocí a Laird Llauger, un buen soldado y compañero. Pero…-Fred dejó la frase en el aire.

Wesker prefirió no presionarle más y dejarlo estar. Otro día le sonsacaría información.

Fred se sorprendió al ver una foto algo extraña en la esquina del despacho privado de Wesker. La tomó entre sus manos y la analizó de hito en hito.

-Capitán, ¿es acaso esta chica quien yo creo que es?-le acusó disimuladamente alzando el marco de fotos hacia Wesker.

Albert miró desde la distancia la fotografía, y se quedó blanco como el papel al ver a cuál se refería.

Era una foto de Roxan, haciendo un saludo militar. Estaba guiñándole un ojo, y tenía la cadera ligeramente ladeada, con una de sus manos enguantadas sobre ella.

No era una foto escandalosa, ni mucho menos, pero era algo extraño encontrar una foto de uno de los agentes del equipo Bravo de STARS, a la que supuestamente odiabas.

Wesker se levantó y le arrancó de las manos a Fred la fotografía, y la dejó en uno de los cajones de su escritorio.

-Tranquilo, Capitán, yo no he visto nada de nada-dijo Fred en defensa elevando las manos en el aire como si le estuvieran apuntando con una pistola.

-Como se te ocurra decírselo a alguien, te prometo que haré que te despidan-amenazó el rubio.

-¿Decir el qué?

Wesker sonrió de lado.

-Así me gusta.

Fred se sobresaltó al oír el ruido de un teléfono sonar de repente. Últimamente tenía los nervios crispados.

-Si te asustas con tanta facilidad, no creo que dures mucho…-comentó Wesker descolgando el teléfono.

Fred simplemente sonrió y salió del despacho. Sabía que tenía que irse para dejarle algo de privacidad a Wesker y su llamada. Quizá sería uno de los superiores, Irons… Eran muchas las posibilidades. Ahora mismo, lo único que le cabía en la mente era que el mismísimo Capitán Wesker estaba teniendo un posible affaire con Roxan, a la que creía su enemiga. Jamás se imaginó a Albert Wesker teniendo relaciones no profesionales con alguien del trabajo, y menos con ella. Jill le había comentado de cuando en cuando la extraña relación que había surgido entre ambos, algo así como amor-odio.

Él mismo no es que se llevara genial con ella, pero tenía un algo… Que le hacía saltar su alarma de instinto protector. Ese mismo instinto es el motivo por el cual te echaron del SWAT, por si no lo recuerdas… Fred suspiró.

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Roxan al final se decantó por no volver a faltar al trabajo. No tenía ganas de ir, pero sería ya demasiado extraño faltar al trabajo durante casi toda una semana, por un "resfriado". Le entraron ganas de pegarle una patada en el culo a Reynald por ser tan poco ingenioso con este tema. Pero era tanta la holgazanería que le invadía, que estuvo pensándoselo durante un buen rato. No entraba en sus planes pegarse una caminata hasta el RPD, y sólo para soportar al mentiroso de Wesker, al loco-salido de Irons, la panda de inútiles de los equipos, el borde de Fred o a cualquiera, en realidad.

Al final decidió que sí iría a trabajar. Necesitaba despejarse un poco, aunque sea rellenando informes o escuchando batallitas o desvaríos de Irons. Suspiró y saltó de la cama, con unas energías no esperadas por ella. Sacó lo que necesitaba del armario y la cómoda y se metió en el baño, saliendo quince minutos después duchada y vestida. Hoy estaba realmente enérgica… Para estar muriéndose. Hundió los hombros al recordarlo, y su cara matutina de divertido cabreo se borró en un instante, siendo sustituida por una cara tan fría, seria y neutra como la de Wesker. Quizá se le estaban pegando algunas cosas de él… No sabía con exactitud si eso le gustaba o le asqueaba. Era una extraña mezcla de sensaciones que le hacían sentirse confundida.

Hacía ya rato que no se oía ni un solo ruido en toda la casa. Quizá era que Reynald se había marchado en mitad de la noche… Ni siquiera sabía dónde había dormido. Siempre se imaginó a Reynald como uno de esos tíos de aquí te pillo aquí te mato y si te he visto no me acuerdo… A saber cuántas mujeres esperanzadas o locas por él se han despertado sin encontrarle a su lado rompiéndoles el corazón. Salió por la puerta del cuarto a paso apresurado… Y por poco se mata cuando tropezó con "algo". Cayó de bruces contra el suelo, dándose un enorme golpe en la cabeza y con las piernas dobladas y doloridas sobre ése "algo". Se giró poniéndose boca arriba mientras se masajeaba las sienes e incorporaba el tronco del cuerpo quedándose sentada. No pudo evitarlo. Se echó a reír. El "algo", era Reynald más frito que una patata, con un café metido en un termo en una mano, y en la otra, unos cuantos folios. Tenía su mano puesta sobre el abdomen, y la pierna derecha reposando sobre la izquierda. Y encima, estaba tan sobado, que ni se inmutó. No se movió. Roxan se preocupó por ello, pensando que quizá…estaba…

Se incorporó rápidamente y comprobó el pulso… Casi nulo. El corazón se le aceleró, y comenzó a boquear. El corazón se le encogió dentro del pecho, pensando que quizá era alguna enfermedad de corazón o… Su respiración se volvió normal al ver que del bolsillo le sobresalía una pequeña caja de Valerianas. Era de las fuertes, había casos en los que, si hacían poco efecto y era necesario tomar dos, el pulso se reducía. Se percató de que faltaban dos de las pastillas. Roxan suspiro de puro alivio, y dejó la idea de matarle ella misma por el susto que le había metido. Fue a la cocina y llenó un vaso con agua fría. Volvió a donde se encontraba Reynald tirado y derramó todo el vaso en la cara y el cuerpo de él. Se levantó de un salto e hizo un saludo militar.

-¡Arnold Reynald presente, Señor!-dijo él sin apenas respiración.

-No señor no nada, que no estamos en el ejército-repuso ella dándole con brusquedad el vaso.- ¿Sabes que por poco me matas?

Reynald le miró unos instantes y sonrió.

-Perdona. Es que estoy habituado a que mi Capitán en el UBCS me despierte así… Es que duermo como un tronco. De eso seguro que te has dado cuenta…-Él dejó el vaso sobre la mesita de café.

Ella le miró de arriba abajo y también sonrió.

-Ve y date una buena ducha-le dijo ella en un tono exhortativo.-Necesito que hagas un par de cosas, si no te importa.

Él asintió y echó a andar en dirección al cuarto de baño de invitados. Antes, ella le agarró del brazo y le plantó un beso en la mejilla.

-Buenos días, Reynald-Levantó la taza a modo de saludo y le guiñó un ojo.

A él se le hizo un nudo en la garganta. Carraspeó varias veces y retomó la marcha hacia el baño. Entró y cerró la puerta, dejándose caer lentamente en ella. Soltó un profundo y largo suspiro, pensando en lo difícil que era tenerla tan cerca y tan lejos a la vez…

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Drake se sentó en la silla de su despacho y leyó con detenimiento cada una de las palabras y líneas de la larga carta. Trece páginas, ni más ni menos. Era una carta que había escrito Nathan un par de día antes de su "muerte". Iba dirigida a Roxan, y no pudo evitar sentir una enorme rabia y coraje. Nathan creía que Roxan era suya, que era su hija, y él sólo era el creador del problema, Pheseans. Cada día que pasaba con él, Roxan se volvía más humana. En cambio, cuando estaba con él, Pheseans hacía acto de presencia.

Pero Roxan, ni Pheseans ni Proyecto P son suyos. Son sólo míos… Mi creación, mi hija, mi virus…

Suspiró y continuó leyendo la carta. En ella hablaba de lo que era Proyecto P, qué era ella… Y había hablado de algo de lo que jamás debería haber hablado… Un antivirus, treinta mono dosis, junto con un informe de cómo elaborarlo y cómo suministrarlo. Pero, también decía tener las tres últimas muestras del Virus X.

Él pego un salto de su silla al leer eso. Tenía su preciado virus… junto con lo que podía destruirlo.

¿Pero dónde? ¡¿Dónde?

Leyó con mucha atención la última frase. Una posdata:
Y recuerda, sólo tu corazón abre la caja fuerte del mío. No supo qué significado brindarle a aquella frase. Estaba claro que no sería en sentido literal… ¿Pero entonces qué? ¿Qué corazón? ¿Qué caja fuerte?

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-Me estás gastando una broma, ¿verdad?-preguntó Roxan mirando anonadada el enorme cachivache.

Reynald estaba diciéndole que él le llevaba al trabajo… En su Harley Davidson Deluxe, negra y reluciente. Siempre había odiado las motos, así que nunca comprendió el fanatismo que compartían Nathan y Reynald por las motos.

-¿Quieres ir andando?-amenazó Reynald con el casco todavía en mano.

-Jooo… Sólo por esta vez…-cedió ella.

Se sentó detrás de Reynald en la amplia moto. Él le tendió un casco negro, que tenía el dibujo de un corazón en llamas rojo.

Reynald apretó el manillar y pulsó el acelerador, haciendo tronar el motor.

-Agárrate fuerte, nena.

Roxan sacudió la cabeza en gesto negativo. Él se encogió de hombros y arrancó la moto. Roxan por poco sale disparada hacia detrás, e inmediatamente se agarró a Reynald. Soltó unas cuantas blasfemias e injurias dedicadas a las motos y al conductor de ellas.

-Ésta me las pagas, Reynald…

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Wesker miró el pequeño montón de papeles que se habían acumulado en la mesa de Roxan. Los observaba ceñudo y con semblante serio. Se preguntó dónde se había metido, y en su fuero interno, deseó que estuviera bien. Sí, lo admitía, estaba preocupado por ella. No sabía ni cómo ni cuándo, pero Jones había logrado ganarse un poco de su afecto (de hecho descubrió que sentía afecto hacia alguien en el mundo), y sobre todo de respeto. Su inteligencia y perspicacia era admirable, y para qué hablar de su belleza. Algo que también le gustaba de ella era su toque de malicia, que sólo salía cuando se cabreaba de verdad.

Pasó los dedos por encima del respaldo de la silla, que tenía impregnado su embriagante perfume de rosas. Se sentó en ella y se recostó, cerrando los ojos durante unos instantes. Estaba muy cansado. El ser un agente doble, e incluso se podría decir triple, era muy agotador. Ya apenas tenía tiempo para atender sus propios asuntos personales, o pensar en los sentimientos hacia Roxan. Un día se odiaban, el otro tenía un extraño compañerismo, al otro se querían… Iba a acabar volviéndose loco de seguir así. Y en sus planes no entraba el perder el control por ella.

Lo reconocía: Había logrado algo que jamás había conseguido nadie, hacerle perder el control sobre sí mismo. Y lo que le rodeaba.

Se levantó lentamente y clavó su vista en un pequeño cuaderno que había medio oculto bajo el escritorio. Lo cogió y lo abrió, pasando las hojas. Estaban en blanco. Quizá era por la mala iluminación. Vio una pequeña linterna negra en uno de los cajones, la sacó y la encendió enfocando a la primera página. No pudo evitar sonreír al darse cuenta de que, estaba escrito en tinta invisible.

Muy audaz. ¿Qué hay en estas páginas que quiera ocultar?, se preguntó él.

Eran sólo algunas anotaciones, fechas y números. Cuando terminó de ojearlo, pasó las páginas de golpe, provocando que un sobre se cayera al suelo. Lo cogió y lo abrió.

Emitió un grito ahogado, sorprendido y conmocionado por primera vez en mucho tiempo. Leyó la carta, más bien el diagnóstico médico en voz baja:

Paciente: Roxan Jones Rex

Médico de cabecera: DR. Lorence Wallis

Edad: 23 años

Enfermedad: Síndrome de Ehlers-Danlos

El síndrome de Ehlers-Danlos (EDS, por sus siglas en inglés, Ehlers-Danlos Syndrome) es un grupo de alteraciones genéticas raras que afectan a los seres humanos provocados por un defecto en la síntesis de colágeno. Dependiendo de la mutación individual, la gravedad del síndrome puede variar desde leve a potencialmente mortal. No se conoce una cura y el tratamiento es de soporte.
Los síntomas varían ampliamente según el tipo de síndrome que padezca en paciente. No obstante, en cada caso los síntomas se deben en última instancia a la carencia o escasez de colágeno. Por ejemplo, en el tipo más común, el de la hipermobilidad, se encuentra frecuente entre los síntomas articulaciones flexibles e inestables con una tendencia a dislocaciones dolorosas y subluxaciones. Esto se debe a que los ligamentos carecen del tipo adecuado de colágeno y son demasiado elásticas.

También padece Creutzfeldt-Jakob:

Es un mal neurológico con formas genéticas hereditarias y también contagiosas, producidas por una proteína llamada prion (PrP). Si bien los casos hereditarios e infecciosos están perfectamente documentados, la causa de la aparición del prion es desconocida en la mayor parte de los casos informados.

Se trata de una enfermedad de naturaleza degenerativa y pronóstico mortal que afecta aproximadamente a una persona por millón (prevalencia de 1:106) a nivel global. En Estados Unidos hay 127 pacientes de ECJ y sus variantes (2006).

De acuerdo con la evidencia disponible, la ECJ resulta del plegamiento anormal de un prion. Este fenómeno parece estimular a que otras proteínas alteren sus formas, afectando su capacidad para funcionar. Por esto, se la clasifica entre las enfermedades priónicas o encefalopatías espongiformes transmisibles (EET), caracterizadas por presentar una forma anómala de la proteína priónica celular (PrPC).

Estas enfermedades pueden existir en formas esporádicas (idiopáticas), hereditarias, y adquiridas. El término espongiforme alude al aspecto esponjoso que presenta en la autopsia el cerebro afectado.

En un principio, se creyó que en el origen de la ECJ y otras EET existía un "virus lento" (Lentivirus) u otro organismo desconocido. Sin embargo, estos nunca han podido ser aislados. Además, el agente que ocasiona la ECJ tiene varias características que son raras en microorganismos tales como los virus y las bacterias. Es inmune a todos los métodos comunes de esterilización, no contiene ninguna información genética en forma de ácidos nucleicos (ADN o ARN) y presenta generalmente un largo periodo de incubación antes de que aparezcan los síntomas. En algunos casos, este lapso puede ser de hasta 40 años. La teoría científica principal —demostrada en la actualidad para el kuru, la EEB y los casos adquiridos de ECJ— afirma que estas EET no son ocasionadas por un microorganismo sino por un tipo de proteína llamado prion.

Los priones se presentan en forma normal como una proteína inocua hallada en las células del cuerpo, que controla ciertos aspectos de la vida celular. Sin embargo, el prion puede tomar también una forma infecciosa capaz de ocasionar la enfermedad. Este es el motivo de que el sistema inmune no sea capaz de luchar contra el prion, ya que se trata de una proteína propia, cuya presencia es normal en todas las células del cuerpo.

Las formas inocuas e infecciosas de la proteína y el prion son casi idénticas, pero la forma infecciosa adquiere una configuración plegada diferente a la de la proteína normal.

En la ECJ adquirida, el prion ingresa al organismo a través del contacto con priones infecciosos. En la ECJ hereditaria, el gen responsable de producir la proteína normal ha sufrido una mutación tal que sólo es capaz de producir la proteína patológica. Acaso la causa de la inexplicable forma esporádica sea que los priones normales se transforman —por razones aún desconocidas— en la versión infecciosa de la proteína.

La característica más letal de estos priones patológicos es que aunque haya uno solo de ellos, esta única molécula es capaz de "reconfigurar" a sus similares normales, produciendo una especie de imparable reacción en cadena que deja al organismo sin moléculas "sanas".

Una vez que aparecen, las proteínas de los priones anormales se unen y forman fibras o acumulaciones llamadas "placas amiloides", que pueden verse al microscopio. Las fibras y las placas pueden comenzar a depositarse años antes de que empiecen a aparecer los síntomas de las ECJ. Todavía no está claro el papel que desempeñan estas estructuras en la enfermedad o cómo pudieran afectar a los síntomas.

En las EET hereditarias, se han identificado varias (hasta 20) mutaciones diferentes en el gen de los priones. La mutación específica que se encuentra en cada familia afecta posiblemente al tipo de EET que experimentará, a la frecuencia con que aparece la enfermedad en la familia y al tipo de síntomas más notables. Sin embargo, no todas las personas con mutaciones en el gen de los priones adquieren la ECJ. Esto indica que las mutaciones pueden meramente aumentar la susceptibilidad a la ECJ y que tal vez existan otros factores aún desconocidos que también desempeñan un papel en la enfermedad, sin descartar el contagio por diversas vías.

Observaciones: Ambas enfermedades muy avanzadas. En búsqueda de una cura posible, en continuo tratamiento. Diagnóstico: Enfermedad sin remedio. Queda poco tiempo de vida, quizá unos cuantos meses.

-Por favor, que sea mentira…-dijo él en un susurro.

-Wesker… Yo…-dijo una voz femenina desde la puerta.

Albert elevó la vista y le miró. Los ojos esmeraldas de Roxan estaban enrojecidos y algo acuosos. Estaba a punto de echarse a llorar.

-¿Cuándo pensabas contármelo?-preguntó él con un tono de voz aparentemente cabreado, siendo en realidad de preocupación.

Ella tragó saliva con dificultad. Avanzó con dos zancadas la distancia que los separaba.

-¿Y tú cuándo pensabas decirme que me estabas engañando? ¿Que aún trabajas para Umbrella y pretendes venderme?

Se produjo un enorme silencio. Durante unos instantes, se miraron, con una intensidad nunca antes vista. Ella acabó derrumbándose y se echó a llorar.

-¿Por qué? No sabes cuán enamorada estaba de ti… Yo… pretendía contártelo enseguida. Pero descubrí lo que pretendías hacerme, y…

Wesker se quitó las gafas y le tomó de la barbilla.

-No voy a cumplir ésa misión…-le dijo él.

-¿Cómo?-Ella parpadeó varias veces incrédula.-¿Por qué?

-Porque he descubierto que… Porque me has hecho abrir los ojos.

Roxan entreabrió la boca para decir algo, pero Wesker le interrumpió con un beso, pausado y muy distinto al que antes había probado. Le gustó.

-No voy a hacerte daño… Voy a abortar la misión…-comenzó a decir entre las pausas de los besos.- Porque me he acabado enamorando del objetivo.

--------------------------------------------------------------------------------

Éste capítulo está basado en la canción de Enrique Iglesias y Nichole Scherzinger; Heartbeat. La canción qeu canta Reynald es de Axel, "Cómo decirte que te quiero".
Os quería comentar que, he fundado un club de fans en Facebook, el "Afterlife Love'rs". ¡Animáos y uníos! Habrá actividades, concursos... A parte de información exclusiva sobre la historia!
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Anny Wesker
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Re: Resident Evil: Afterlife love

Mensaje por Anny Wesker » 22 May 2012 21:50

Ya termine de leer todo. Bien Roxan, sin dudas me encantó, que bien que escribes y narras todo, la historia es y esta muy interesante. Muy buen trabajo. Te felicito Imagen
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Ramsei
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Re: Resident Evil: Afterlife love

Mensaje por Ramsei » 02 Jun 2012 17:42

Muy buen capitulo!!!!!lo narras todo a la perfeccion y no se te escapa detalles me a encantado

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Roxanne Rivaille
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Re: Resident Evil: Afterlife love

Mensaje por Roxanne Rivaille » 05 Jun 2012 19:32

Capítulo 9

Capítulo 9: A por Stracciatella Parte 1

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Roxan le miró unos instantes. No daba crédito a lo que acababa que escuchar. El mismísimo Albert Wesker, enamorado de ella. No sabía si era otra mentira más para ganarse su confianza o si era en serio. Le habría leído la mente si no fuera porque, no lograba acceder a ella. Ese hecho le descolocó aún más: era probable que la única persona que era inmune a sus poderes, era él. En esos momentos, no supo qué hacer ni qué decir, le acababa de pillar con la guardia bajada… Y eso no era muy agradable para ella. Las palabras no le salían, sus cuerdas vocales no daban de sí y menos su cuerpo ni su confusa mente. Después de unos instantes mirándose el uno al otro, con los ojos grises de Wesker clavados en los de ella, Roxan estuvo a punto de abrir la boca para decir algo, pero la cerró inmediatamente. Wesker pudo notar el desconcierto que invadía a Roxan, y lo comprendía, ¿quién se lo iba a creer después de lo que le había hecho y había estado a punto de hacer? Nadie. Sólo un auténtico iluso… Y ella podría ser muchas cosas pero no ilusa.

Su cara sincera se transformó en una de sorpresa cuando vio que Roxan le lanzaba una mirada furibunda, y le retiraba de sí en un movimiento brusco e impropio de ella. La fuerza que tenía era increíble.

-¿Y por qué te iba a creer? ¿Acaso crees que te mereces mi perdón?-le preguntó ella con un tono de voz ligeramente despectivo.-Eres un hipócrita y un mentiroso compulsivo.

Wesker entreabrió la boca, totalmente sorprendido. A él sí que le había pillado con la guardia bajada. Esperó un "Yo también estoy enamorada de ti", o "Te perdono, pero necesito tiempo", pero jamás esa sarta de insultos… No esa respuesta tan… Fría. Borde.

-¿Perdona?-inquirió él enarcando las cejas, todavía incrédulo.

Ella dio un paso hacia atrás y alzó la barbilla, desafiante. Sonrió con malicia y siguió echándole miradas furibundas.

-Lo que oyes. Estoy harta de que me trates como un mero objeto, de usar y tirar. Soy humana, aún, y tú me tratas como si no tuviera un corazón, ya que como tú aparentemente no lo tienes…-dijo ella intentando sacarle de sus casillas.

Y para qué mentir, lo consiguió. Logró que Wesker se sintiera herido y atacado, aparte de muy cabreado.

-¿Qué puñetas te pasa? Te confieso lo que siento y vas y me tratas como un perro. ¿A qué viene este rollito de orgullosa?-preguntó Wesker cruzándose de brazos.

Roxan se rió por lo bajo.

-Entonces ya sabes cómo me siento-espetó ella torciendo los labios en una mueca de desprecio.

A Wesker le hervía la sangre. Tenía unas ganas enormes de cogerla por los brazos y sacudirla hasta hacer que le crea.

-¿Qué es esto? ¿Un jueguecito psicológico, para que sepa cómo te sentías?-dedujo él.- ¿Qué quieres, que te pida perdón?

-No quiero tu perdón. Quiero que te alejes de mí… Si de verdad me quieres, me dejarás en paz.

Wesker no daba crédito a lo que estaba oyendo. Imposible. ¿Le estaba diciendo que no le quería volver a ver? ¿Qué puñetas estaba ocurriendo?

Ella echó a andar, dispuesta a irse en cuanto antes de allí. Se detuvo en la puerta unos instantes, y le dijo:

-La confianza es muy difícil de ganar, pero muy fácil de perder, ¿sabes?

Él se dejó caer en la silla. Bufó y miró con detenimiento cómo ella se marchaba, con un aire de superioridad que no era la primera vez que veía. Había heredado todo el temperamento de Drake, no cabía duda, y toda la elegancia y gracilidad de su madre.

--------------------------------------------------------------------------------

Dios, ¡cuánto trabajo le había costado! No supo cómo logró mantenerse tan seria. Santo… Le había dolido tanto, lo que ella le había dicho como las respuestas de él. Nunca había sabido con exactitud qué debía hacer, así que por primera vez, Pheseans le dio un "empujoncito".

-Ahora es él quien deberá luchar por ganarse tu cariño y confianza-le había dicho ella en su mente.-No siempre serás tú la que lo de todo por él, ¿no?

Y le había hecho caso. Al final no era un estorbo del todo… Su malicia le había servido de algo.

-Bien. Has conseguido que él se cabree, ahora lo mejor es que te apartes de él, no ocurre nada bueno cuando se le dan calabazas-le había advertido también.

-¿Y cómo lo sabes?-le preguntó ella.

-Por experiencia propia-le respondió ella.

-¡¿Qué quéeeeeeeeeeeeeeeee?

-Bueno, una vez hace tiempo… Nada, olvídalo.

No insistió. No quería saber qué ocurrió entre ambos… Ya que eso le implicaba a ella también, y no le agradaba la idea saber qué había hecho Pheseans con su cuerpo o su mente.

Se sobresaltó al sentir la mano de alguien en su hombro. Por puro acto reflejo, le cogió de la muñeca y le tiró hacia delante, como llave defensiva. Oh my god…, pensó. Se tapó la boca con una mano, avergonzada y sorprendida.

Acababa de tumbar a un chico; atlético, de pelo negro azabache algo revuelto, y ojos del mismo color. Quizá tendría unos cuantos años más que ella.

-Perdón, yo… En serio, no le había visto y…-intentó disculparse ella.

Él se incorporó tambaleante y sonrió.

-No te preocupes. Ha sido culpa mía, no debería haberla sorprendido así…-repuso él.

-Es la primera vez que le veo por aquí. ¿Es nuevo?-preguntó ella.

-Oh, no, soy un simple turista…-le dijo él.

Roxan supo a la primera que le mentía. No le hizo falta sondearle la mente para ello. Enarcó las cejas y puso los brazos en jarras.

-Vale, me has pillado. Vengo de visita con unos chicos del SWAT y nuestro capitán-terminó cediendo él.

-Ya decía yo… Uno no se levanta de una llave como esa como si nada.

-Laird Llauger-dijo él tendiéndole una mano.

-Roxan-le estrechó la mano y le miró con detenimiento.

-Me he perdido. ¿Me echas una mano?-preguntó él.

-Claro. Yo cuando llegué también me perdí… ¡Esto es gigante!

Caminaron un rato hasta que Laird se frenó en seco delante de la sala de conferencias de prensa.

-Bueno, yo ya he llegado a mí destino…-dijo él.

-Vaya, qué pena, y yo que estaba disfrutando del paseo…

-Si quieres cuando termine la charlita de Irons podemos tomar un café-ofreció él.

Ella caviló unos instantes en lo que le decía. Quizá podría averiguar algo sobre Fred, ya que había averiguado sondeándole la mente que era un antiguo amigo suyo, y que trabajaron juntos. No le dio tiempo a nada más, ya que él se metió en la pequeña sala de conferencias y no pudo hacer nada. Si aceptaba, podría leerle la mente o preguntarle sobre Fred directamente. Ya se vería… Y ahora se preguntaba, ¿qué hacían allí los del SWAT? No es que los STARS y ellos se llevaran de maravilla… Tenían una extraña rivalidad entre sí algo estúpida.

-¡Roxaaan!-oyó decir a alguien en un susurro.

Ella se giró y buscó con la mirada quién era el que le llamaba. Valentine. ¿Qué querría? Se acercó con sigilo hasta el pequeño cuarto donde estaba escondida. Se paró delante de la puerta y miró ceñuda a Jill, que le arrastró bruscamente hacia adentro.

-¿¡Qué demonios te pasa, Jill!-preguntó bastante enfadada Roxan.

Jill sonrió.

-Ya echaba en falta tus contestaciones y actitud borde…-comentó Jill con cara sonriente.-Ya creía que no volvería a ver a nuestra Roxan.

Roxan le miró algo confundida.

-¿Cuándo he dejado de ser yo misma?-preguntó ceñuda.

-Cuando se te subió a la cabeza lo de tu romance con Wesker…-dijo Jill como si nada.

Los ojos de Roxan se abrieron como platos. ¿Cómo sabía que había tenido un affaire con el Capitán? ¿Le seguía, le espiaba o él mismo lo había divulgado? Y Jill, como si le leyera la mente, le aclaró:

-Era un secreto a voces, Roxan. Además de que, os he visto mirándoos…. Además de que a ti se te quedaba cara de boba cuando el veías aparecer.

-…-Roxan estaba sin palabras.-¿Se me quedaba cara de boba?

-Sí -le interrumpió Valentine sonriente.

Roxan también sonrió. La suya era algo nerviosa, y sus mejillas se habían teñido de rojo.

-No te preocupes, no pienso decir nada…-le aseguró Jill.

Roxan estaba algo confundida. ¿Por qué de repente quería tanto compañerismo?

-Sé que no nos hemos llevado muy bien tú y yo… Pero me gustaría cambiar eso. Pronto tendremos que ir a por Stracciatella, y tendremos que apoyarnos y ayudarnos. Y no podemos estar matándonos mientras, ¿sabes?-dijo Jill intentando sonar lo más amable posible.

Roxan enarcó una ceja y sonrió con sincero interés. Recapacitó unos instantes en la idea de hacerse amiga suya. Y entonces recordó un dicho: Ten cerca a tus amigos… y más aún a tus enemigos. Y eso iba a hacer, tenerla cerca y hacerse pasar por su amiga.

-Bueno… Quizá sea hora de sacar bandera blanca. ¿No crees?-dijo Roxan sonriendo con algo de falsedad. Jill no lo notó.

Jill le abrazó aún sonriente. Roxan intentó apartarse sin parecer antipática, diciéndole que, poquito a poco.

-¿Y para esto me has arrastrado aquí?-preguntó Roxan mirando el pequeño armario en el que se habían metido.

-Oh, justo de eso iba a hablarte. Irons me ha avisado de que quiere que vayamos a su despacho. Dice que tiene algo muy importante que contarnos, ¿vamos?-Jill abrió la puerta.

Ambas salieron, y Roxan se limpió del pantalón un poco de polvo que le había caído del techo. Las dos se quedaron tiesas como palos cuando se dieron cuenta de que Fred, les observaba atónito. Con la boca entreabierta y los ojos abiertos como platos.

-Hola… Jill…-saludó Fred todavía algo incrédulo.-Chavala…

-Hola, "chaval"-dijo Roxan devolviéndole lo de "chavala".

-Esa me la tenía merecida.-Reconoció él acercándose a Roxan con una sonrisa algo extraña. Llevaba un termo en la mano que echaba humo, así que debería estar ardiendo.

Roxan hizo un gesto de cabeza señalando al termo.

-¿Y eso?-preguntó.

Fred lo miró de reojo.

-Es para el Capitán Wesker… Está algo nervioso. Cuando se pone nervioso siempre se harta de café… El otro día se bebió cinco de éstos-le contestó él.- También le voy a llevar un par de valerianas, a ver si se tranquiliza.

Jill frunció el ceño.

-¿Qué le ha pasado? ¿Está bien?-preguntó Jill preocupada.

-La única que lo sabe es ella-respondió Fred algo serio mirando hacia Roxan.

Jill se giró hacia ella y puso los brazos en jarras.

-¿Qué ha pasado?

-Yo…-articuló Roxan titubeante.

Jill le cogió del brazo y le dijo que fueran ya al despacho de Irons.

--------------------------------------------------------------------------------

Wesker golpeó con los puños la pared de su despacho. Se comenzó a resquebrajar la pared. Fred le miraba mientras apoyado en la puerta, de brazos cruzados y expresión preocupada. No sabía exactamente lo que había ocurrido, pero intuía que tenía algo que ver con Roxan, ya que Wesker no paraba de soltar blasfemias y algunas frases inteligibles con su nombre de por medio. ¿Qué habría hecho para ponerle así? Estaba a punto de cargarse la pared porque el despacho suficiente lo había destrozado ya. La lamparilla y el ordenador estaban tirados en el suelo, hechos añicos, con un montón de papeles esparcidos por todas partes. También había destrozado la estantería donde antes reposaban varias fotos. Wesker miró de reojo la única foto que seguía en pie, la de ella haciendo el saludo militar. Se acercó a la estantería y la cogió con no mucho cuidado, y después la tiró al suelo. La pisoteó hasta que el marco se hizo añicos, y después cogió la fotografía y le prendió fuego. La arrojó a la papelera que había en la esquina de la habitación y miró con detenimiento como comenzaba a consumirse poco a poco, reduciéndolo a cenizas. Durante unos momentos quiso que fuera la Roxan de verdad la que se redujera a cenizas. Nadie, absolutamente nadie, le plantaba cara ni le daba esquinazo de esa manera. Nadie era más que él.

-Capitán… Yo… ¿Puedo ayudarle en algo?-preguntó Fred mientras apoyaba una de sus manos sobre el hombro derecho de Wesker.

El capitán le dirigió una mirada fulminante. Fred no se lo tomó a mal, sabía que él era así de "amable".

-Dudo muchísimo que puedas hacer algo por mí en estos instantes-contestó Wesker en un tono muy cortante.

-Como quiera. Yo sólo…

-Y te lo agradezco-dijo Wesker algo más calmado.

Fred sonrió algo incrédulo. Albert Wesker dando las gracias por algo que ni siquiera él mismo sabía.

-¿Por qué me da las gracias, Capitán?

-Por no preguntar-contestó Wesker cayendo rendido en su silla.-Creo que me voy a echar una siesta. Nunca me han gustado, pero quizá me ayude a tranquilizarme.

Fred captó la indirecta y salió del despacho de Wesker, echando antes una última mirada preocupada hacia él.

--------------------------------------------------------------------------------

Jill y Roxan se habían dirigido a la carrera hacia el despacho de Irons.

Roxan se pasó el camino pensando en lo que había dicho Fred. ¿Tan mal se l había tomado Wesker? Hombre, era normal que no se lo tomara genial, pero tampoco que formara semejante follón. Había buscado lo justo en la mente de él como para saber que se había cargado todo su despacho. La verdad, se sentía bien con ello. Sí, sonaba fatal, pero le provocaba cierta satisfacción.

Jill y Roxan tocaron a la puerta del despacho de Irons. Él les abrió al instante.

-Ah, por fin llegáis… Ya creía que os había comido un monstruo o algo-dijo Irons serio pero bromeando.

Ambas chicas le asesinaron con la mirada.

-Al final le has pegado a la Srta. Valentine el mal humor, Roxan-comentó Brian levantándose de su enorme silla de despacho.

Roxan torció el labio en un gesto de enfado y desagrado.

-Agente Jones-replicó Roxan dando un par de pasos hacia delante.

-Perdone, Agente Jones. Pero no están aquí para discutir sobre ética o modales, así que vayamos al grano-Irons sacó dos bolsas de tintorerías de al lado de su mesa. Una se la dio a Roxan, la otra a Jill. No sabían que había dentro, era obvio que ropa, pero no de qué tipo.

Irons les miró con gran seriedad a los ojos y les dijo:

-Chicas, tengo mi confianza puesta en vosotras. No me defraudéis.

Ambas asintieron y sonrieron.

-La operación Stracciatella está en marcha-les anunció él señalándoles con la cabeza a puerta para que fueran a realizar la misión.-Y recordad: total discreción. Tenéis un transporte en el garaje.

--------------------------------------------------------------------------------

Reynald mira a Nicholai. Nicholai mira a Reynald que a su vez mira a su padre. La tensión palpaba en el aire.

Reynald había ido al trabajo después de un par de semanas sin aparecer. Eso merecía una expulsión inmediata, pero tenía la suerte de que a su padre todavía le quedaba un ápice de compasión. Aunque no sabía si Nicholai lo que quería era que le echaran o que se que quedara, porque no hablaba a penas, y cuando lo hacía, no contribuía a quitarle hierro al asunto. Por otra parte, estaba Mikhail, que estaba muy cabreado, pero menos que Dmitry Svirnov, su padre. Su madre se llamaba Larisa Ivanova, por lo que, él se llamaba Arnold Reynald Svirnov Ivanova. ¿Cortísimo, verdad? Su padre siempre quiso llamarle Arnold, mientras a su madre le gustaba más Reynald. Y al final, pues Arnold Reynald, pero a fin de cuentas, todos le llamaban Reynald. Muchos decían que no parecía ruso. Y era verdad, ya que su madre era mitad rusa mitad americana, y desde pequeño se crió en Raccon City, así que al final nadie adivinaría que era tan ruso como Nicholai, sólo que había aprendido a disimular el acento y pronunciación rusos.

-Вот дерьмо, Рейнальд!- ¡Mierda, Reynald!, dijo su padre en ruso dando un golpe en la mesa que provocó el sobresalto del nombrado.

-Вы преувеличения, папа- Estás exagerando, papá, había respondido Reynald también en ruso.

Si Roxan hubiera estado allí, lo más seguro es que hubiera sacado una de sus sonrisas coquetas y se habría arrimado a él, diciéndole que siguiera hablando en ruso. Durante montones de ocasiones se había puesto a decir cosas en ruso para sí mismo, sin saber que ella le observaba. Siempre le decía que le parecía muy sexy su acento ruso. Por un momento, dejó su mente divagar en sus propios pensamientos y cosas. La mayoría relacionadas con ella.

-¡Arnold Reynald, escúchame!-gritó su padre colérico haciéndole volver a la realidad no deseada de su hijo.

Nicholai pegó un salto del susto en su asiento. Jamás había visto a Dmitry tan enfadado, ni perdiendo los estribos. Siempre se había imaginado de él una persona tranquila, seria y en sus cabales cuyos sentimientos paternos no le influían. Es por eso que siempre, Nicholai Ginovaef había pensado que él mismo era el mejor candidato a ser el capitán del UBCS, y no Mikhail ni Dmitry. No se lo merecían, según él. Pero esos pensamientos siempre se los reservaba para él. Dmitry se acercó a paso bamboleante, con la clara dificultad de cargar con ese enorme y bárbaramente musculado cuerpo. Vio perfectamente por el rabillo del ojo como Reynald sostenía entre sus manos un papel, seguramente una fotografía. Y al parecer Dmitry también. Le quitó con brusquedad la foto de las manos y la observó unos instantes, respirando dificultosamente. El padre de Reynald arrojó la foto a la mesa, y se deslizó hasta llegar a Nicholai. Éste la cogió y sonrió al ver la foto. Era una hermosa chica, aparentemente alta y con muchas curvas. De sólo mirarla sabía que era inteligente. La chica de la foto tenía el pelo castaño y rubio recogido en una coleta, con algunos mechones que caían en su frente. Tenía puestas unas gafas de la vista algo caídas sobre la nariz, de montura negra metálica. La mirada esmeralda de ella era pícara, como insinuante. Tenía algunas pecas por la nariz y pómulos, apenas visibles. Los labios, pintados de rojo nacarado, formaban una pequeña pero seductora sonrisa, que dejaba entrever unos blancos y perfectos dientes. Llevaba puesto un vestido negro de palabra de honor, bastante pegado, y bastante corto. Nicholai se humedeció los labios con la lengua, sin dejar de sonreír. A Reynald eso no le gustó ni un pelo, porque aparte de que esa foto de Roxan para él era algo íntimo y sagrado, a Nicholai se le veía un destello de lujuria en la mirada. No hacía falta ser adivino para saber lo que pensaba.

-Es por esa chica, ¿verdad?-dijo Dmitry mirándole con algo de desprecio.

Quién diría que ése hombre era su padre.

-No tiene nada que ver-aseguró Reynald, aunque sabía que sí tenía mucho que ver.

-¿Qué es, tu nuevo ligue? ¿Una amante? Porque si bien no me equivoco, tú sigues… Prometido con Cassandra-comentó su padre con malicia.

Reynald no se acordaba. Miró su mano, y allí vio la discreta alianza en su dedo meñique. La verdad, es que aquello fue algo muy confuso, porque ocurrió después de que él ganara diez mil dólares al póker en un casino de Las Vegas, gracias a Cassandra. Joder, estaban bebidos, no sabían lo que hacían ni el meollo en el que se metían. Quizás antes pudiera pensar que de verdad le quería, que ambos de verdad se querían, pero después del trato animal que ella le había dado y lo del barman en aquél avión de regreso… ¿Qué qué sucedió? Pues que Cassandra se levantó de su asiento en el avión, con la excusa de ir al baño, y después de media hora sin aparecer, Reynald se preocupó y fue a buscarla al baño. La puerta estaba entreabierta, y vio lo suficiente como para saber que Cassandra estaba acostándose en el baño de un avión con un maldito barman.

-Ahhhh… Joder… Sólo es una amiga… Nadie importante…-contestó Reynald algo nervioso.

-Pues, si es sólo una amiga, no te importará darme su teléfono o dirección… Quizá podría entretenerla un rato…-dijo Nicholai mientras se echaba a reír.

Reynald cogió a Nicholai del jersey negro y le miró amenazante.

-Como se te ocurra acercarte a ella, te juro que te la arranco de cuajo….-ladró Reynald.

-No te atreves, amigo mío-retó Nicholai. Cogió la foto y jugueteó con ella entre sus labios.-Espero algún día poder disfrutar de una velada con ella y que lleve ese vestido… Aunque lo más seguro es que le dure poco.

Ahí es cuando le tocó los botones necesarios a Reynald como para que le metiera un puñetazo tan fuerte como para partirle la nariz. Nicholai retrocedió trastabillando, sujetándose la nariz. Un enorme chorro de sangre comenzó a fluir de ella, pero nadie intervino. Es más, Mikhail vio que Ginovaef se lo tenía merecido. Dmitry se había salido a fumar hace rato. Nicholai siguió riéndose.

-Lo más seguro es que lo hagamos en el coche mismo…-dijo Nicholai provocando aún más a Reynald.

Eso fue suficiente para que Nicholai se ganara una patada de las fuertes en la entrepierna, que le dejó retorciéndose de dolor en el suelo. Reynald le quitó la foto de entre las manos y cogió su chaqueta de cuero motera. Salió por la puerta y dirigió una mirada asesina a su padre, que estaba fumando. Se colgó la chaqueta al hombro y se detuvo a mirar a Dmitry un instante. Su padre sonrió mientras se masajeaba la frente con la mano libre.

-¿Qué le has partido a Nicholai?-preguntó su padre en tono divertido.

Reynald sonrió.

-La nariz y creo que las pelotas-contestó él algo alegre.- Actúas genial, papá.

-Lo sé. Sabes que si se enteran de mi trato de preferencia hacia ti es probable que me echen, ¿verdad?

-Sí, lo sé… Pero te agradezco mucho lo que estás haciendo por mí.

-¿Le quieres?

-¿Cómo dices?

-Que si de verdad quieres a Roxan.

-¿Cómo sabes que es… ella?

-Yo también pasé mucho tiempo con ella. No sé si seguiré siendo el tío Dmitry para ella, pero le aprecio. Es muy lista y tiene la voluntad de diez hombres juntos. Le veo mejor partido que Cassandra, que es una furcia.

-Le quiero más que a mi propia vida, papá. Y tú lo sabes bien.

-Y yo lo acepto. Seguro que el sentimiento es mutuo.

-Lo dudo.

-Verás, te voy a contar un secreto. Hace tiempo, cuando tú no estabas aquí y te marchaste a Rockford para completar tu entrenamiento, la chica no paraba de preguntar por ti. Te admiraba y mucho, Reynald. Además, un día se le cayó una hoja de un cuaderno…

-¿Y qué ponía?

-Tenía un dibujo. Era un enorme corazón de color rojo, y en su interior estabais dibujados tú y ella de espaldas y agarrados de la mano. No creo que sea simple amistad lo que tenéis, Reynald.

Reynald se puso más rojo que un tomate y salió de allí a paso apresurado. Tenía la esperanza de que su padre tuviera razón

--------------------------------------------------------------------------------

Jill apretó la mano de Roxan, intentando tranquilizarla. Estaba algo nerviosa, y no paraba de maldecir a Irons.

-¡Pero si parecemos putas, joder!-había exclamado Jones colérica.

Jill sólo había asentido. Dentro de las bolsas de tintorerías, había un par de trajes muy poco católicos. Para Jill, un vestido corto de palabra de honor negro con rayas blancas presidiario, con esposas y botas hasta la rodilla negra. Para Roxan, otro vestido corto negro de palabra de honor caqui, un cinturón con tachuelas, un escudo de policía, una gorra también de policía y botas hasta un poco más arriba de la rodilla de charol negro. Shaundi, la que iba a supervisar la misión y la experta en informática, silbó nada más verlas.

-¿Agente Jones y Valentine?-preguntó la chica, delgada y rubia con aspecto inteligente e inocente.

Las dos asintieron.

-El señor Irons sabe cómo escoger la ropa adecuada para cada momento…-comentó Shaundi aguantándose la risa.

Un hombre alto y atractivo, de pelo castaño con algo de tupé y reipenado hacia atrás, con una barba de un par de días, apareció de la cabina delantera de la furgoneta en marcha. Llevaba un traje negro con una camisa blanca con cuatro o cinco botones desabrochados. A las tres por poco no se les cae la baba.

-Phill Cooper, agente del FBI. Creo que estamos juntos en la misión-dijo él mirándolas a las tres de hito en hito. Le guiñó un ojo a Roxan, que se sonrojó.

Jill le hincó el codo amistosamente a Roxan, y le dijo en susurros:

-Qué, ¿otro más a la cola?

-No estoy de humor-contestó Roxan.

-Bien, chicas-esta vez era Phill- Aquí tenéis unos pendientes con chips rastreadores además de unos intercomunicadores para poder hablar discretamente, y unas pistolas… De plástico que lanzan dardos tranquilizantes.

Roxan enarcó ambas cejas y le miró.

-Esto es una misión suicida.-Dijo con poco convencimiento ella.- ¿pretendéis que nos enfrentemos a esa panda de pirados con pistolitas de plástico?

Phill sonrió.

-Síp, justamente eso-contestó él con malicia.

-Esto es un suicidio, ¿sabes?

-Agente Jones, permítame decirle que no debería temerle a nada. He leído su informe y perfil personal, además de haberle observado en entrenamientos del RPD. Usted podría tumbar hasta al maldito Chuck Norris-objetó el Federal.

Jill y Shaundi se echaron a reír.

-Más quisiera tumbar a Chuck Norris-dijo Shaundi entre risas.

-Te puedo asegurar que Roxan Jones es capaz de tumbarle-contrarió Jill.

La furgoneta se frenó, quedando aparcada en el callejón trasero de La Bella Mafia, el club de strippers donde se reunía la chusma mafiosa. Drogas, alcohol, mujeres que venden su cuerpo a completos desconocidos y sin papeles… Un sitio para nada legal, pero si tenías dinero, podían hacer la vista gorda. Jill y Roxan bajaron de un salto de la furgoneta, y comprobaron que no había nadie por allí, a excepción de un vagabundo solitario que se refugiaba bajo un montón de mugre y basura. Encima de la puerta trasera, había un pequeño letrero de neón rojo y rosa en el que ponía La Bella Mafia, con un obsceno dibujo de una mujer en una barra también fluorescente. Phill les tendió los pequeños pendientes, que ambas se colocaron. También les dio las supuestas pistolas, a las que Roxan miró con escepticismo. Simplemente suspiró y la cogió con poco convencimiento. Ambas miraron la puerta del club, sin saber qué decir.

-Suerte. La vais a necesitar-les dijo Phill antes de cerrar la puerta de la furgoneta.

Jill pudo ver perfectamente como Roxan aferraba con fuerza su camafeo y cerraba los ojos, diciendo algo en voz baja que no logró oír. Le puso una mano en el hombro y le dijo que se calmara.

Ésta puede que sea mi última misión. Mi última calada de aire. Mi último momento con la persona a la que más quiero en el mundo y voy y le digo que no se acerque más a mí, pensó ella con amargura.

Jill abrió la puerta del club, con algo de miedo por lo que podía pasar a partir de ahora.

Las cartas ya estaban echadas. No había vuelta atrás.
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Re: Resident Evil: Afterlife love

Mensaje por Ramsei » 06 Jun 2012 16:41

Que capitulazo Roxan!!!!!lo acabo de leer y estoy deseando leer el 10º,sacalo pronto ehh!!

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Re: Resident Evil: Afterlife love

Mensaje por Roxanne Rivaille » 24 Jun 2012 12:19

Capítulo 10: A por Stracciatella-Parte 2

Jill abrió la puerta del club, con algo de miedo por lo que podía pasar a partir de ahora.

Las cartas ya estaban echadas. No había vuelta atrás.

Roxan contuvo las ganas de vomitar, e intentó no contraer la cara en una mueca de asco, cosa que Jill no pudo evitar. Había estado recibiendo clases de cómo reaccionar ante cualquier cosa que pudiera ocurrir. Hasta había hablado con strippers que habían tratado con Víctor, y para disgusto de ella, le habían narrado con total detalle qué hacer y qué no hacer con él. Gustos y frivolidades, manías, de todo. Stracciatella, curiosamente, odiaba el helado con el que compartía nombre. Era alérgico. Al contrario que toda su familia, él no era un mafioso corriente en plan "El Padrino", ni tampoco consumía droga alguna. Estaba limpio. Él actuaba con más clase, ni se involucraba en los asesinatos a sangre fría que cometía el resto de sus congéneres. La verdad, si no fuera un mafioso y se conocieran en otras circunstancias, ella estaría encantada de ir a cenar con Víctor. Decían que era todo un galán, que cuidaba bien de sus amantes, aunque, según ciertas especulaciones, era algo posesivo y dominante. No sabía hasta dónde podría ser capaz de llegar, pero dudaba que llegara a maltratar a alguna mujer. Eso sí, era ególatra, frío, calculador, manipulador, narcisista, mujeriego, y bastante frívolo.

En realidad, en cierta manera Wesker y él se parecían en algunos aspectos.

Jill le acarició el brazo en un gesto amistoso, al ver que Roxan estaba con la mirada algo perdida. En el aire había una mezcla de tabaco, alcohol (Roxan sólo era alérgica al alcohol médico, que era más concentrado, aunque las bebidas alcohólicas le dejaban más borracha que Reynald después de pelearse con Cassandra y ser echado a patadas de su propia casa con maletas incluidas; Una sola copa para ella hacía por tres), y otros aromas indescifrables y extraños cuyo origen ambas STARS no querían saber.

Había una larga barra acolchada de terciopelo rojo, iluminado vagamente con colores de neón. Detrás, una chica con falda corta negra, camisa algo ajustada blanca y chaleco negro, que apenas tendría veinte años. Llevaba el pelo rubio recogido en una coleta desordenada, y para confusión de Jill, era singularmente parecida a Roxan. Sus mismos labios carnosos, las mismas pecas, y la misma cara redonda y aniñada. Jill miraba ceñuda cada uno de los rápidos movimientos de la chica tras la barra. Servía, sobre todo, cubatas y whiskys. Estaba a punto de girarse a comentárselo a Roxan, pero vio que no estaba.

Roxan estaba hablando con un hombre, unos cuantos centímetros más alta que ella, de pelo negro y engominado. Camisa blanca a rayas azules y pantalón de traje gris, impecablemente planchado. Tenía una cicatriz en la sien derecha. Probablemente de entre treinta y cuarenta, pero bien conservado. Jill lo reconoció. Víctor Stracciatella. Qué rápido se había acercado él a Roxan.

Vio perfectamente como Víctor se acercaba a Roxan y, mientras le tomaba de la cintura, le susurraba algo al oído y le tendió un fajo de billetes. Ella le dedicaba una sonrisa coqueta y parecía susurrarle algo al oído. Víctor echaba la cabeza hacia atrás y soltaba una carcajada. Roxan le puso la mano en el pecho, y comenzó a acariciárselo con picardía. Qué rápido va. No me he dado cuenta de que se había ido de mi lado y le veo ganándose al objetivo. Bueno, al menos es parte del plan, pensó Jill sonriente. Decidió acercarse a la barra y hablar con la chica que guardaba gran parecido con Roxan. Se apoyó con los codos en la barra y le miró ir y venir. De repente todos los hombres que había allí salieron corriendo hacia un atrio central y se sentaron a su alrededor. En el centro del atrio había una barra, al igual que en otros lugares del club.

-¿Qué ocurre?-preguntó Jill dirigiéndose a nadie en concreto.

La chica se sentó en el taburete de al lado suya y sonrió.

-Debes de ser nueva, ¿verdad?-dijo la chica mirando a Jill.

-Sí… Acabo de llegar-respondió Jill.

-Normal. Si no sería demasiado raro que no supieras lo que pasa. Es el baile principal de la noche, cuando más se calienta la cosa y más dinero gana la stripper, que usualmente es Mikaela.

-¿Mikaela?

-Síp. Es la "princesa" del lugar-dijo la chica con un tono despectivo.-Oh, perdona que sea tan maleducada. Soy Roselyn, pero puedes llamarme Rose.

-Yo soy...Eh...Helena. Encantada. Oye… ¿cuántos años tienes?

-Diecinueve. ¿Por qué lo preguntas?

-Porque pareces muy joven para estar trabajando en un sitio como este-comentó Jill mirando todo el lugar.

-De algo tendré que vivir... Además de que, son escasos los sitios que aceptan a personas tan jóvenes y una formación profesional-contestó Rose repentinamente seria.

-¿Y tus padres? ¿No te ayudan?

-Dejemos el tema, ¿vale?-le cortó Rose sin contemplación alguna.-¿Vas a beber algo o te vas a quedar mirando a la princesa?

Jill pensó que hasta en lo que se parecía a Roxan a la hora de hablar. Cortaba cuando el tema no le interesaba o no le convenía. Se preguntó cómo le iría.

Reynald esperaba en la puerta del RPD a que Roxan apareciera. Hacía quince minutos que debería haber salido del trabajo, y comenzaba a preocuparse. Y mucho. Temía que alguien le hubiera secuestrado, aunque era algo que dudaba teniendo en cuenta lo temperamental que Roxan era. Pensó que quizá hacía doble turno, salía un poco más tarde de lo previsto o simplemente charlaba con alguien... Lo dudaba también. Jamás fue una persona muy sociable o extrovertida. Justo lo contrario, introvertida, e incluso sociópata. Pero, cuando quería, podía ser muy sociable... Reynald sonrió de lado apoyando uno de ellos codos en el manillar de la moto y colocando la barbilla sobre la palma de la mano. Una cálida brisa primaveral le azotó el rostro. Sintió el peso de algo en el hombro, así que se giró y se topó con Wesker. Su cara era tan indescifrable como siempre, pero pudo notar un aura maligna a su alrededor... Sonaba raro, pero era verdad.

-Hola...-saludó secamente Reynald. Ahora mismo, podría haber arrancado la moto y dejarle allí tragando humo, pero no tenía ganas de pelea.

Wesker le fulminó con la mirada. Reynald sonrió. Elevó una mano en señal de silencio, y con la otra se masajeó la sien.

-Déjame adivinar...-Reynald tenía un tono divertido. Cerró el ojo sano e imitó a un adivino.-Hoy te han dado una pedazo de calabaza. Te han fastidiado el juego, ¿no?

A Wesker no le hizo gracia la broma. En parte porque sabía que era verdad. Wesker agarró a Reynald de la chaqueta y le miró desafiante.

-Oye, oye, que no busco...-Wesker ignoró lo que le decía y le tiró de la moto, haciéndole rodar un par de metros hasta chocar con un arbusto.-...pelea...

Reynald se levantó impulsándose con las piernas y la espalda, haciendo gala de sus habilidades físicas. Reynald se rió de Wesker.

-¿Qué te hace tanta gracia?-preguntó Albert mosqueado.

-Lo estúpido que puedes llegar a ser... Me hace gracia. Culpas a Roxan de un mal que tú mismo has creado, ¿crees que acaso Roxan iba a seguir amándote después de tu tejemaneje con la HCF?

Wesker se acercó a él y elevó el puño, dispuesto a darle la paliza de su vida. Pero lo único que hizo fue bajarlo de nuevo y echarle una de esas miradas "amistosas" características suyas.

-Tú le has dicho que no se acerque a mí, ¿no? ¿Es eso?-preguntó Wesker ladeando la cabeza.

-Roxan es una persona libre. Puede hacer lo que quiera, aparte de que yo no le he dicho nada en contra tuya-respondió Reynald serio.-Aparte de que eres un capullo insoportable.

Wesker sonrió de lado.

-Sabes que, ahora mismo no estás muerto por que tienes algún tipo de valor sentimental para Roxan, no sé si te ve como un hermano mayor o como su alma gemela. No lo sé. Pero respeto sus decisiones, como persona en su sano juicio, y me gustaría que vosotros también respetarais las mías como adultos que somos-dijo Wesker.

Reynald le miró ceñudo y gruñó por lo bajo.

-Sé que Roxan no quiere que me acerque a ella, porque le he pretendido vender, lo reconozco, pero no como vosotros pensáis-añadió Albert.-Pero jamás permitiré que un tío, que además de estar prometido, es un mujeriego, trate de cuidar de Roxan.

Reynald hundió los hombros y le miró resignado.

Wesker tenía sus motivos para preocuparse por la relación que había entre Roxan y Reynald, sabía que Roxan era muy dócil e inocente, era joven e inexperta. Hacía apenas unos años era una adolescente. Y, si había algo que Wesker sospechaba con total seguridad, era que Reynald estaba intentando ganársela del todo, volverle contra los demás y acostarse con ella cuando le viniera en gana. Él por desgracia no podía meterse en su cabeza y adivinar sus pensamientos, pero desde hace tiempo llevaba viendo a Reynald mirando, bueno, no mirando, comiéndose con la mirada a Roxan. Había días en los que, Wesker no podía evitar el impulso de desear hacerle daño a Reynald cuando pensaba en el tipo de relación que él buscaba con Roxan. Los pensamientos de Wesker se vieron interrumpidos por la estática de su radio. La descolgó y pulsó el botón de transmisión.

-Aquí el Capitán Wesker. ¿Qué ocurre?-preguntó él mirando de soslayo a Reynald, que intentaba escabullirse.-Cambio.

-Capitán. Aquí Fred-contestó. Su voz sonaba algo nerviosa.-Tengo que hablar con usted ya. Cambio.

Wesker frunció el ceño y miró de nuevo a Reynald.

-Ahora mismo estoy ocupado-replicó Wesker con tono cortante.-¿Ocurre al-

-El hijo de perra de Irons ha mandado a la novata y a Jill a la Operación Stracciatella-le dijo Fred interrumpiéndole.

Wesker se puso lívido. ¿A quién se le ocurría mandar a la novata y a Jill a una misión de magnitud D? Roxan no tenía experiencia de campo, y Jill sería buena en combate y en forzar cerraduras, pero ninguna de las dos estaba preparada para enfrentarse a Víctor. Reynald retrocedió al escuchar a Fred y miró a Wesker preocupado.

-¿Ha dicho Stracciatella?-preguntó Reynald arqueando las cejas y disminuyendo la voz.

Wesker asintió. Él se puso las manos en la cabeza y entreabrió la boca.

-¡Dios mío! ¡Roxie, pero en que embrollo te has metido!-exclamó Reynald ahuecándose el pelo con ambas manos.

Wesker le miró con una ceja enarcada. Pensó que dramatizaba mucho aquel chico.

-Tranquilo, tenemos la situación... ¡Qué demonios, no tenemos nada bajo control! Están a merced de Stracciatella...-susurró Wesker a la vez que negaba con la cabeza.

Reynald comenzó a hiper ventilar. El pecho le subía y bajaba con una rapidez anormal, y había comenzado a sudar. Wesker pensó que a Reynald le iba a dar un ataque o algo por el estilo, así que no le ayudó. Prefirió ver como su cara se contraía en una mueca dolorida y asustada.

-¿Quién es Víctor Stracciatella? ¿El mafioso ese que no es tan mafioso?-preguntó Fred desde la radio.

Wesker se acercó el aparato a la boca.

-Ése tipo es un sádico. ¿Alguna vez has oído hablar de Emily Clarkson?-dijo Wesker.

Fred le respondió que no. Reynald negó con la cabeza. Albert comenzó a contarles la historia que había conmocionado a toda la ciudad allá por el ochenta y ocho, cuándo él tenía veintiocho y era investigador con William:
"Hace diez años, Emily Clarkson, una joven de apenas veintiún años, entró a formar parte de un clan cuyo nombre aún desconocemos. Era una secta de personas privilegiadas, formada por estudiantes de entre dieciocho y veinticinco años. La mayoría eran mujeres, de notas envidiables y vida de pijos. Emily era la hija del director de la universidad, y su madre era modelo. Emily aspiraba a ser lo también, pero primero quería probar con la medicina. Allí, era una marginada social, ya que a parte de ser autista, era muy rebelde e independiente. Pero, su rechazo, se debía en parte a la envidia que generaba entre sus compañeros. Lo único que no tenía esa chica era una compañía constante. Los supuestos amigos iban y venían, y la pobre estaba harta de que le utilizaran. Un día, le asignaron a un tal Víctor como compañero de laboratorio. Ambos eran parecidos. Se hicieron íntimos amigos, iban a todas partes juntos y hasta el momento no se conocía de alguna pelea entre ambos. Un día, Víctor intentó tener algo más con ella. Emily se negó y la relación se echó a perder. La secta, indignada con ella por aquel acto de cobardía, le encerraron a solas con Stracciatella en mitad de la nada. Víctor, que iba algo colocado, trató de propasarse con Emily. Ella le dio un guantazo e intentó escapar. Víctor, herido en su orgullo, le asestó un golpe con una tubería vieja que encontró. Emily quedó noqueada, y Víctor, totalmente fuera de sí, siguió golpeándola hasta el punto de aplastarle el cráneo y la caja torácica. El cuerpo no habría sido reconocido si no fuera porque llevaba un colgante que su madre le había regalado, con una grabación personal. Víctor despareció, y misteriosamente, quedó libre de los cargos. Se le prohibió rotundamente retomar la carrera de medicina, y tampoco le quisieron aceptar en ninguna otra parte. Al final, aceptó el cargo de llevar el Bella Mafia, el club de strippers de su padre. Se rumorea que, él es el responsable de las desapariciones de varias de sus propias chicas. Dicen que él, las tortura y experimenta con ellas, intentando poner en práctica sus no demasiado convencionales habilidades quirúrgicas."
Cuando Wesker terminó de narrarlo, se escuchó un incómodo pero corto silencio.

-Y me temo que, Víctor se encapriche de Roxan al verle cierto parecido con Emily...-dijo Wesker.-Y, creedme, no creo que Roxan se esté quieta si le intenta hacer algo...

Wesker hundió los hombros y sacó un reloj de bolsillo del chaleco. Hizo presión en él y se abrió, mostrando el reloj con manecillas de plata. Era un regalo anticuado, no sabía de quién. Creía recordar que se lo regaló Spencer cuando apenas tenía quince años... Nunca llevaba reloj y Ozwell estaba harto de que nunca supiera la hora. En el otro lado, había una foto. Roxan sonriendo. Dudaba que ella se hubiera dado cuenta de que se la había hecho. Los móviles de hoy en día eran muy útiles. Wesker sonrió de lado. Se puso a pensar en ella, y...

Se oyó el sonido de algo que se caía. Elevó al vista y vio a Reynald tirado en el suelo, aparentemente desmayado. Wesker se rió de verdad en mucho tiempo.

-Lo que daría por tener un rotulador a mano...-musitó Wesker.

-¿...?-Fred llevaba un rato oyéndole.

-Fred. Llama a Irons. Voy a tener unas cuantas palabras con él. Cambio.

-Sí, señor. Cambio y corto.

Roxan se salió al callejón. Le había dado la excusa a Víctor de que necesitaba algo de aire. Pero, la verdad es que estaba harta de los sermones sobre burocracia, política... Le había hablado de su familia y las cosas que hacían. La verdad, es que había dicho mucho en poco tiempo. Roxan se apoyó en la pintarrajeada pared de ladrillo del callejón y suspiró. Un hombre de unos cuarenta y tantos, algo regordete, y con algo de calva. Estaba fumando un cigarrillo, apoyado contra la puerta de un coche. Le miraba de una manera... Que le ponía los vellos de punta. Al final del callejón, un grupo que parecía de mafiosos, charlaba animadamente. En el centro, un hombre de avanzada edad fumaba un puro habano.

El del cigarrillo se despegó del coche y se encaminó hacia ella. Tenía una ancha sonrisa ladina y ligeramente lasciva. Roxan le miró de arriba a abajo y entrecerró los ojos.

-Hola, preciosa...-dijo él.

Ella frunció el ceño.

-Adiós-respondió ella y se giró para marcharse, pero el individuo le cogió de la muñeca con gran fuerza.

Se comenzó a formar un morado en la articulación, y el hombre no dejaba de apretar. Ella forcejeó para soltarse.

-¡Suelta!-exclamó ella, a punto de meterle una patada en la entrepierna.

-Tú no eres stripper...-dijo él sin dejar de sonreír.

Roxan le miró sorprendida.

-Tú eres la STARS a la que emplumaron, ¿verdad?

-No... Yo...-Roxan estaba sin palabras. ¿Cómo le habían pillado?

-Has venido a por Stracciatella. Pues, permite que te diga, que no dejaré que nadie se lo lleve.

-Tú... Eres el policía ese que siempre está tirándole los tejos a la cocinera... Nolan. ¿Cuánto te dan por hacer la vista gorda?
-Mucho dinero. Y no voy a permitir que una sabelotodo entrometida me lo arruine.

Nolan desenfundó el arma dispuesto a pegarle un tiro. Roxan cerró los ojos, pensando en qué podría hacer. Se vio sorprendida al ver que, Nolan caía redondo al suelo, después de sacudirse violentamente al recibir una descarga eléctrica. Detrás, un hombre de elevada estatura, pelo corto moreno y cara seria sostenía en alto una máquina de defensa personal, con la que habría electrocutado a Nolan. Roxan le miró desde el suelo, con una mezcla de confusión y agradecimiento. Él le tendió una mano, que ella aceptó gustosamente. Ambos se miraron unos momentos. Ella se quedó prácticamente hipnotizada por él.

-¡Michael, ven aquí! ¿Dónde te has metido?-vociferó el hombre del puro habano.

-Ya voy, Sr. Stracciatella...-respondió él.

Miró a Roxan y sonrió. Ella le correspondió la sonrisa.

-Ande con cuidado, Agente. Suerte con su misión-dijo Michael dándose media vuelta y regresando al grupo.

Roxan siguió mirándole con el ceño fruncido. Un mafioso le acababa de salvar la vida, y encima el que parecía ser la mano derecha del padre de Víctor. Roxan apretó con disimulo el pendiente y entró en contacto con Phill.

-Roxan. ¿Cómo vas?-preguntó él.

-Bien. A excepción de que Nolan Harrys me ha intentado meter una bala entre ceja y ceja-espetó ella.

-Oh. ¿Pero ése no es...?

-Sí. Era un agente del RPD.

-¿Un agente corrupto,eh? ¿Crees que Brian sabía algo de esto?

-No lo sé. Pero, te voy a pedir un favor: Averigua todo lo posible acerca de un tal Michael.

-Hay muchos Michael en el mundo.

-Pues, reduce la búsqueda a Raccon City, y que esté relacionado con Stracciatella-dijo en tono imperativo Roxan.

-En cuanto tenga algo te aviso. Cambio y corto.

Roxan retiró la mano del pendiente y se metió de nuevo en el local. Lo escrutó con la mirada, sin llegar a saber con exactitud qué hacer a continuación. Quizás buscar a Jill, por si había encontrado algo nuevo. Se sorprendió al encontrar a Jill discutiendo con una chica que era un 99% silicona. Una muchacha rubia miraba con gran interés la disputa entre ambas, con una ancha sonrisa ligeramente malévola. Oyó como Jill le decía algún insulto a la Siliconas, que apretaba con tal fuerza los nudillos que se pusieron blancos. Al contrario que su cara, que estaba roja de ira. Roxan se aproximó a la barra y miró a la chica con cara de pocos amigos.

-¿Qué les pasa?-preguntó haciendo un gesto con la cabeza hacia las otras dos mujeres.

La chica le miró unos instantes y salió de detrás de la barra, a paso apresurado. Estaba huyendo de ella.

-¡Eh!-Roxan fue tras ella.

Pasó por un pasillo sombrío y mal iluminado, con varias parejas intimando más de lo necesario públicamente. La chica desapareció tras una puerta, cerrándola de un porrazo. Roxan también pasó por allí. Miró a todos lados. Estaba tan oscuro que no veía nada. Sintió algo metálico contra su nuca: el cañón de una pistola.

-¿Te ha mandado mi padre, verdad?-preguntó la chica con serenidad.

Roxan intentó girarse para encararla, pero la chica apretó aún más el cañón contra la nuca. Ella elevó ambas manos en un gesto pacífico.

-No sé de qué hablas...-respondió Roxan.

La muchacha gruñó por lo bajo.

-Mi padre te ha mandado a matarme, ¿verdad?-insistió de nuevo.-¿Cuánto te pagan Drake y Caroline para que me lleves de vuelta con ellos?

Roxan procesó la información que acababa de recibir. Drake y Caroline. Padres. Chica asustada y vengativa.

-Roselyn Jones Rex. ¿No?-dijo Roxan con el ceño fruncido.

Rose bajó el arma y le miró con las cejas enarcadas.

-¿Quién eres?

-Roxan. ¿Te ha hablado alguna vez papá de mí?-contestó Roxan con los ojos acuosos.

Rose negó con la cabeza. Se tapó la boca, captando lo que intentaba decir.

-Es imposible... Yo... Soy hija única...

-Yo también creí que lo era. Hasta ahora...-añadió Roxan con un tono de desaprobación.

-¿Y entonces como sabes mi nombre?-preguntó Roselyn confundida.

-Te he leído la mente. He nadado en tus recuerdos, por decirlo de alguna manera. Veo que a ti también te intentaron administrar el Virus X. Hiciste bien en marcharte; al menos tú conseguiste salvarte.-Roxan torció el labio hacia abajo y sacudió la cabeza.

A Roselyn le comenzaron a temblar las manos. Miró desafiante a Roxan, e intentó asimilar lo que estaba pasando. Roxan se encogió de hombros y sonrió. Rose corrió hacia ella y se abrazó a su cintura. Roxan notó como las lágrimas de Rose le empapaban el vestido.

-¿Has venido a sacarme de aquí, verdad?-preguntó Rose entre sollozos.

Roxan fue a abrir la boca para responderle, pero le dio pena decirle que no.

-Dios, si supieras lo que he tenido que hacer...-dijo ella algo más tranquila.

Roxan le cogió firmemente por los hombros y le obligó a mirarla.

-¿Te has... prostituido?-le preguntó Roxan impotente.

-No exactamente... Stracciatella me amenazó con mandarme de nuevo con esos monstruos, y te puedo asegurar que prefiero acostarme con el excéntrico de Víctor antes que permitir que vuelvan a experimentar conmigo.

Roxan le miró con los ojos como platos.

-Te juro que le voy a arrancar las... Bueno, que le voy a hacer pupa-dijo Roxan sacando su sonrisa más convincente.-Roselyn, quiero que te vayas con la chica que estaba discutiendo con Siliconas y le digas que eres mi hermana. Ella te sacará de aquí.

-¿Helen?

-Jill. Es Jill Valentine.

-Un momento... ¿Sois de STARS, verdad?

-Deja de hacer preguntas y vete con Jill-espetó Roxan intentando sonar autoritaria.

Roselyn asintió y salió de allí corriendo.

Roxan se sentó en un sofá con forma de corazón que había en la habitación. Se recostó y bufó, y comenzó a masajearse las sienes. No le terminaba de entrar en la cabeza que, Roselyn fuera su hermana. Eso explicaría el por qué Caroline se marchó de viaje durante un año, cuando ella misma acababa de cumplir cuatro. Pero, ¿qué iba a hacer con Rose? Si le dejaba irse, Umbrella le daría caza y captura. Pero podría quedarse bajo su tutela... Ninguna de las dos ideas le convencía demasiado. Rose era una adolescente rebelde que se había marchado de casa hace no se cuántos años. Roxan se puso en pie y se dirigió hacia donde se encontraba Stracciatella, en la habitación de al lado. Pensó en qué iba hacerle a aquel desgraciado.

Llegó a la puerta y la abrió sin preguntar. Entró y vio a Víctor preparando un par de copas de champán. Se giró con una copa en cada mano y sonrió de lado. Roxan se percató de que se había desabrochado unos cuantos botones de la camisa, lo que le hizo enarcar una ceja.

-¿Bebes?-preguntó él ofreciéndole una copa. Su voz era algo ronca pero clara.

Ella negó con la cabeza. Víctor se encogió de hombros y dejó la copa sobre la mesilla. Se sentó en el borde de la cama y le ofreció que se sentara a su lado. Roxan le obedeció y le miró con algo de desprecio disimulado. Víctor se puso serio y se bebió la copa del tirón. Roxan sonrió pícaramente y sacó unas esposas de detrás de la espalda. Víctor se echó a reír y junto ambas muñecas.

-¿Me va a esposar, agente?-dijo él en broma.

-Pues sí, Señor Stracciatella-contestó Roxan enormemente seria.

Víctor frunció el ceño por lo seria que se había puesto. Pensó que se estaría metiendo en su papel. Roxan le hizo levantarse y le puso las muñecas a la espalda.

-Víctor Stracciatella. Queda detenido en el nombre del Departamento de Policía de Raccon City, y del Equipo de Rescate y Tácticas Especiales. Tiene derecho a guardar silencio, todo lo que diga puede ser usado en su contra-le dijo Roxan deteniéndolo de verdad.

Ahora sí que estaba mosqueado.

-Espera, espera... ¿No te lo estás tomando demasiado en serio, mia bella?-preguntó él algo molesto.

-Sr. Stracciatella, esto es en serio. Queda detenido. Se acabó-le respondió ella.

-Cazzo cagna...-le insultó él en italiano. Roxan se sintió herida por aquél insulto.

-Sadici bastarda-le contestó ella. Sádico bastardo, le había dicho.

-Parla Italiano?

-Lo sono metà italiana, Víctor-Soy medio italiana, Víctor, le dijo ella.

-Ah, la puttanna di Wesker, giusto?-La furcia de Wesker, ¿no?, le preguntó él.

-Non ne sono la puttana di chiunque-No soy la furcia de nadie, le replicó.

-Certo,tu sei la puttana di tutta RPD. Chi non hai sparto?-Cierto, eres la furcia de todo el RPD. ¿Con quién no te has acostado?

Roxan estaba harta de él. Le amordazó la boca y le esposó a la cama. Víctor refunfuñó por lo bajo. Roxan soltó un gruñido proprio de un gato, que hizo que Víctor se encogiera del susto. Roxan fue a desenfundar la Samurai... Pero recordó que las pistolas que llevaban eran de plástico y disparaban tranquilizantes. La miró con curiosidad, y, por un despiste, apretó el gatillo de plástico, que disparó un dardo directo al cuello de Víctor, que dejó caer la cabeza hacia delante sedado.

-Eh... ¿Ups? Bueno, de todas maneras, de una manera o otra tendrías que callarte...

Roxan decidió devolver la pistolita a su cintillo antes de que sedara a alguien más por error. Salió por la puerta y, soltó un grito ahogado al ver que tenían a Jill, Rose y Michael rodeados. Las stripeprs habían salido por patas, al igual que los clientes, pero, los mafiosos... Se habían armado hasta los dientes con escopetas de pistón y pistolitas incluso más ridículas que la que llevaba ella. Se escondió detrás de una columna y analizó la situación. Se puso a pensar... Y de repente, como si fuera un sms, Rose se puso a pensar en la Killer7 que había debajo de la barra. No supo cómo Rose había logrado eso, pero se lo agradeció. Agachada, se metió detrás de la barra, y, justo debajo del grifo de cerveza, la encontró pegada con celofán. La quitó de ahí y comprobó que no tenía cargador. Roxan soltó un suspiro de exasperación y miró un par de centímetros por encima de la barra. Vio el cargador disimulado en el bolsillo del pantalón de Michael. Él lo miró de reojo y sonrió. Roxan adivinó lo que pensaba y sacó una sonrisa ladina. Vio como Michael lanzaba al ire el cargador, en dirección hacia ella. Roxan saltó desde detrás de la barra y arrojó hacia arriba la Killer7. El mafioso que más cerca tenía se giró dispuesto a meterle un escopetazo, pero ella le dio una patada al arma, que salió volada. Le asestó una patada baja y después otra alta en la mandíbula. El mafioso cayó KO. Rose abrió la boca sorprendida. Roxan hizo una voltereta hacia atrás, dándole al cargador que se metió dentro de la Killer7. La cogió al vuelo y apuntó a los allí presentes.

Los mafiosos soltaron las escopetas, con un violento temblor de piernas. Roxan no se dio cuenta de que Pheseans le estaba poseyendo.

-¡Joder!-exclamó uno de ellos y empuñó la escopeta.

Se abrió paso entre la muchedumbre.

-¿Por qué he de temer a una...?-Al hombre no le dio tiempo a hablar. Pheseans nsoltó una estridente carcajada al ver que una mancha de orina se comenzaba a formar en el pantalón del "valiente".

-Cuan patéticos sois... No me dais ni pena-dijo Pheseans con una malvada sonrisa ladina.

-¿Qué cojones le pasa a Roxan?-preguntó en un susurro a Jill, que le respondió con un encogimiento de hombros.

-Es muy buena...-comentó Michael.-Me tiene que decir dónde aprendió a hacer eso.

-Si me disculpáis, tengo que encargarme de un asuntillo-les dijo Pheseans echando a andar hacia la habitación de nuevo.

Jill y Michael le hicieron la señal a Phill para que entrara con los refuerzos. Se llevaron detenidos a unos quince mafiosos, que extrañamente, estuvieron encantados de alejarse de allí.

Mientras, Pheseans entró de nuevo a la habitación y se puso a rebuscar por los cajones en busca de información. Quería meter a ese maldito entre rejas en cuanto antes, y si había más pruebas, tendría muchos puntos a su favor. Víctor seguía dormido, aparentemente. Roxan volvió a ser ella y se entretuvo en buscar algo que valiera la pena. Pero, tan enfrascada estaba, que no se dio cuenta de que Víctor llevaba despierto un rato, y que se había soltado. Estaba detrás de ella con un bate en alza. Roxan se giró lentamente para ver qué era lo que sentía en la nuca, que era la entrecortada respiración de Víctor. Stracciatella, sin contemplación alguna, le asestó un batazo en las costillas. Roxan cayó al suelo, retorciéndose de dolor. Le acababa de romper unas cuantas costillas, y no conseguía respirar. Supo al instante que se le estaba perforando un pulmón. Mientras, Víctor rociaba de gasolina el local. Los refuerzos estaban a fuera con Jill, Rose y el enigmático Michael. Y también estaban Reynald, Wesker y Fred. Los tres muy nerviosos. A Reynald lo habían tenido que sujetar para que no entrara a por ella.

Víctor admiró lo que había hecho y miró a R oxan, que estaba tendida en el suelo. Él le puso el pie encima del pecho, y comenzó a ejercer presión. Roxan notó como comenzaba a salirle un hilillo de sangre por la nariz y la boca, y sintió que se quedaba sin fuerzas para continuar viva.

-Espero que te achicharres viva, perra...-dijo Víctor dándose la vuelta.

Roxan, en su último aliento, sacó la Killer7 y apuntó al pecho de Víctor.

-Nos achicharraremos juntos, maldito desgraciado-espetó ella, sacando una sonrisa de lado que puso a Víctor los pelos de punta.

Apretó el gatillo, la bala atravesó el pecho de Víctor y cayó desplomado. El sonido de una explosión retumbó en toda la manzana. Roxan dejó de oír, tocar, sentir o ver cualquier cosa. Se había rendido. Fuera, Reynald caía de rodillas al suelo soltando blasfemias en ruso, mientras lloraba. Wesker se colocó detrás de una de las ambulancias y se recostó contra la pared del camión. Notó como los ojos se le humedecían. No, no podía derrumbarse... Ahora no...

Fred cogió un hacha de la mano de un bombero, que le miró con cara de no entender lo que pasaba. Echó a correr en dirección al local, y derrumbó la puerta de una patada. Entró adentro y miró a todas partes. El fuego se eextendía, el local se consumía. Se tapó la boca con unha mano y entró a todas las habitaciones que había. Encontró a Roxan cuando oyó un gruñido en una puerta de la que antes no se había percatado. Estaba cerrada con llave. Le propinó varios hachazos, y después metió la mano en el agujero. Abrió la puerta y vio que había una viga caída. Debajo, Roxan estaba totalmente inmóvil , con las piernas sepultadas por la viga. Fred se acercó, y vio que no había nadie más. Stracciatella no estaba. Hizo fuerzas para levantar la viga, y ligró sacar a Roxan de debajo. Le cogió en brazos y le examinó. Tenía el rostro magullado y ensangrentado, y el pecho algo hundido.

-Dios mío... Qué te ha hecho...-musitó Fred a la vez que comenzaba a andar.

Salió al exterior y comenzó a gritar pidiendo ayuda. Unos paramédicos con uan camilla se acercaron y colocaron a Roxan en ella. Reynald fue corriendo a ver cómo estaba, y no pudo evitar pensar que... Quizá se hubiera rendido de verdad en su lucha entre la vida y la muerte. Uno de los médicos dijo que no tenía pulso. Sacaron un desfibrilador y comenzaron a intentar reanimarla. Nada. Intentaron varias técnicas, sin resultado alguno. Reynald preguntó cómo estaba ella, y los médicos negaron con la cabeza. Reynald hundió los hombros y se dejó caer al suelo. Fred colocó una mano en el hombro de él.

-Lo siento mucho...-dijo Fred.

-No... Dios mío... ¿Por qué? ¿Por qué me la habéis tenido que quitar, y más de este modo tan cruel e inhumano?-Reynald siguió llorando.

Mientras, Albert Wesker aferraba la mano de Roxan. Se sentó en el interior de la ambulancia, y comenzó a besarle la mano. Sabía que no le iba a reanimar, pero le consolaba al menos un poco. Se puso en pie y beso la frente de Roxan.

Y por primera vez, Albert Wesker derramó una lágrima. Una insignificante gotita de agua ocular que bastó para darle a Roxan un incentivo para volver a la vida.
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Roxanne Rivaille
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Re: Resident Evil: Afterlife love

Mensaje por Roxanne Rivaille » 14 Jul 2012 22:14

Capítulo 11: No me rendiré

Luces. Gritos. Llantos y sollozos. Una cegadora luz blanca me iluminaba, así que tuve que poner la mano a la altura de los ojos para que no me deslumbrara. Caminaba por un oscuro pasillo, sin puertas, sin ventanas. No oía; no tocaba; no sentía; no respiraba: no vivía. La lucha entre la vida y la muerte se acababa. Si cruzaba el umbral de clara luz, todo se habría acabado. Pero, una duda me reconcomía: ¿Cielo, infierno... purgatorio? Las chicas buenas iban al cielo... Y las malas, a todas partes. Era curiosa la ideología que tenían los católicos y cristianos: un Dios misericordioso que envió a su hijo y lo sacrificó para salvarnos. Concebido por el Espíritu Santo y resucitado al tercer día. Yo no creía en esas cosas. De pequeña, sí podría llegar a creer en Dios, pero después de ver todo lo que le pasa al mundo y todo lo que sufren, incluyéndome a mí y mis seres queridos. Quizá la culpa no era del Gran Jefe, sino mía. Puede que, un halo de muerte me rodeara. Probablemente lo mejor sería que dejara ganar a la Parca, y que se llevara mi alma. De la luz, surgió una puerta blanca. Me acerqué y agarré el pomo. Cuando fui a abrirlo, sentí como mi rostro se humedecía. Una gota resbaló por mi frente, descendió por la nariz y llego al pecho. Observé la curiosa gota. Entonces, sentí como el aire comenzaba a llenar mis pulmones, mi piel recuperaba su color canela, y mis ojos volvían a ver.

Vi, mi cuerpo sobre una camilla. Wesker me sujetaba una mano y la besaba, y comprendí que la gota era una lágrima de Wesker. Detrás, Reynald lloraba y pegaba a un muro. La rabia y la cólera se habían apoderado de él. Los puños le chorreaban sangre. Observé a Fred, que también lloraba. Roselyn, que estaba siendo arropada por Michael. Jill tenía los ojos hinchados y rojos de llorar. Me sentí egoísta... En esos momentos, quise acercarme y abrazarlos, decirles que todo saldría bien. Pero sabía que no podía. O quizás sí. Me senté en el borde de la camilla. Miré mi cuerpo. Me daba pena de mí misma. Puse mi mano en el lugar donde se suponía que tenía el corazón. Noté como mi corazón volvía a palpitar.

--------------------------------------------------------------------------------

Roxan volvió a la vida. Wesker observó cómo su espalda se arqueaba y comenzaba a toser. Una ancha sonrisa de alegría cruzó el rostro de Wesker, que rápidamente se esfumó y fue sustituida por su habitual cara inexpresiva. Soltó la mano de Roxan y le miró con gran concentración.

-Wesker...-musitó ella, haciendo un amago de sonrisa.

Él sólo asintió y le indicó que mantuviera el silencio.

-Roxan, espero que algún día puedas perdonarme por lo que te he hecho...-dijo él.-Mientras, creo que en vez de odiarnos... E intentar matarnos mutuamente... Podríamos ser...

Roxan le miró expectante.

-¿Colegas? ¿Es así como llamáis a los amigos hoy en día, verdad?-preguntó Wesker con el ceño fruncido y la mirada perdida.

Roxan se sintió algo decepcionada. Esperaba que él diera ese gran paso... Pero resulta que sólo quería que fueran amigos.

-Creo que es lo mejor para ambos. Podríamos colaborar... y quizás intentar hallar una cura a la enfermedad. ¿Socios?-Wesker le tendió una mano. Ella se la estrechó.

Roxan cerró los ojos, y sintió que los párpados le pesaban una barbaridad... Iba a decirle que gracias a esa simple lágrima ella había vuelto a vivir, pero, ¿para qué aumentarle más ese enorme ego? ¿Para qué se lo estuviera restregando durante toda la vida? Prefería quedarse callada y no estropearlo más. Vio que Wesker salía de la ambulancia y hablaba con Fred. Juraría que una sonrisa de alegría llenó su rostro. Después de todo, debería estar agradecida. Se había jugado la vida y el puesto por rescatarla... Quizás no le odiaba tanto. En el fondo, podía intuir que era una gran persona. Los dos paramédicos entraron y pusieron en marcha la ambulancia. Reynald se separó del muro y miró el furgón médico.

-¿Qué puñetas pasa? ¿Por qué se la llevan?-preguntó con nerviosismo aproximándose a Wesker y Fred.

-Está bien, Reynald, sólo se la llevan al hospital para que se cure del todo-respondió Wesker, con un tono propio de un adulto que le explica a un bebé algo.

Reynald soltó un gruñido y fulminó a Wesker con la mirada. Sintió un enorme alivio al saber que ella estaba bien, dentro de lo que cabían en esos momentos. Durante unos momentos, sintió que todo se esfumaba... Que de verdad ella se moría... Y si eso ocurría, la culpa se la echaría a él mismo, por permitir que fuera a aquella misión. Pero no sabías que ella iba a realizarla. No es tu culpa. Reynald se miró la mano, concretamente la alianza. Se la quitó y la guardó en el bolsillo. Y, por pura coincidencia, comenzó a sonar el móvil.

-¿Diga?

-¿Reynald? ¡Cariño, soy yo, Cassie!-respondió una estridente voz femenina desde detrás del teléfono.

-Oh. Hola, Cassandra-dijo él sin mucho entusiasmo.

-¿Qué te pasa, osito mío? ¿Tanto tiempo sin mí te ha deprimido?-preguntó Cassandra. Reynald casi pudo notar cómo ella sonreía.

Tú sí que me deprimes...

-Pues, osito, quería decirte que para mañana por la tarde estaré en Raccon City de nuevo-le comunicó ella.

-Ehmm... Qué bien...-respondió él.

-Tenemos que pulir los últimos detalles de la boda, cari... Es el mes que viene, ¿recuerdas?

Reynald se pasó una mano por la cara y se rascó la nuca. No se acordaba, ni se quería acordar.

-Prepárate, que en cuanto llegue, te aseguro que no duras ni un asalto... Me he comprado una lencería que seguro que te encanta...-dijo ella intentando sonar sensual, saliéndole un tono de voz algo singular.

Reynald frunció el ceño.

-Sí, sí... ¿Pero mañana? ¿No es demasiado pronto?-replicó Reynald.

-¡No! ¡Por supuesto que no!

-Como quieras... Pero te aviso que tengo la casa patas arriba...

-Pues ponte a limpiar, vaguete. Adiós.

Cassandra colgó. Reynald se sentó en el suelo, y se masajeó las sienes. Le esperaba una semana muy larga.

--------------------------------------------------------------------------------

En cuanto Roxan abrió los ojos, vio que estaba en una habitación de hospital. Paredes azules de papel con franjas blancas y suelo de mármol blanco y azul. Era un cuarto más lujoso de lo normal, y no sabía cómo se iba a permitir pagar eso después. Pero la verdad es que se sentía como en casa. Un sofá-cama negro de imitación a piel debajo de un ventanal de cortinas blancas; un armario de madera grisácea; mesitas a juego y un baño también bastante lujoso. Era una de las habitaciones más buenas del hospital, y había sido reservada por Umbrella para personas importantes. Y, Caroline había movido algunos hilos para que su hija tuviera lo mejor de lo mejor. Le vio por el rabillo del ojo, tan elegante como siempre, mirando por la ventana y con la mirada perdida. Tenía ambas manos apoyadas a lo largo de la repisa, y la cabeza estaba ligeramente ladeada. El cabello rubio estaba recogido en un impecable moño gracias a unos palillos chinos decorativos. El traje de chaqueta blanco estaba algo arrugado. Roxan dedujo que sería por haber estado durmiendo con él puesto. Entrecerró los ojos, jurando para sí misma haber visto a alguien escondido en el baño. Y no se equivocaba. Roselyn había estado durante aquella crítica semana con ella, le había hecho compañía, le había hablado durante tardes enteras, habían escuchado música juntas y Roselyn había sido la que siempre había estado cogiéndole de la mano cuando detectaba algún movimiento de su hermana. Y, se había escondido en cuanto había oído que Caroline venía de visita. No le dio tiempo a saltar por la ventana ni a salir, así que recurrió al baño. De cuando en cuando, abría la puerta lo justo para ver algo. Le sorprendió ver que, un hombre, se acercaba a Caroline. Ambos se abrazaban y Caroline lloraba en su hombro. El hombre, al que nada más verle la cara supo que no era Drake, se acercó al cuerpo dormido de Roxan. Le acariciaba una mejilla y luego le besaba una frente. ¿Quién sería? No lograba escuchar nada de lo que ambos decían ya que hablaban en susurros. Lo único que alcanzó a oír, fue cuando el hombre se marchaba, y Caroline le decía: "Cuídate, Nathan". No sabía quién era Nathan, pero Roxan sí, pero ella aún estaba inconsciente. Cuando Caroline se marchó, unos treinta minutos después, intentó salir. Oyó un tintineo de llaves. Oh no, no puede ser... ¡Me ha encerrado en el baño!, Roselyn añadió un motivo más a los por qué odiaba a su supuesta madre.

Rose forcejeó y empujó la puerta con todas sus fuerzas. Apenas se movió. Tiró del frío picaporte sin lograr nada. Pensó en hacer como en las películas: se pegó a la pared y cogió carrerilla. Fue a estamparse contra la puerta, pero justo en ese instante, Reynald abrió la puerta. Miró ojiplático a Rose pasar como una bala por delante suya, y luego caer en el suelo.

-¿¡Qué cojones ha sido eso!-exclamó él todavía paralizado del susto.

Rose se incorporó como pudo y le miró de arriba a abajo. ¿Y este bombonazo? ¿Quién es?, pensó Rose sacando su mejor sonrisa.

-Miau. ¿Y tú quién eres, guapo?-preguntó Rose aún sonriente.

Reynald enarcó una ceja e hizo retroceder ligeramente la cabeza incrédulo. A Rose le pareció aún más sexy.

-La cuestión es, qué hacías encerrada en el baño y quién puñetas eres-replicó él.

-Soy Roselyn, pero puedes llamarme Rose. Soy la hermana de ella-le dijo señalando a Roxan.

Reynald parpadeó varias veces y le miró. Entrecerró los ojos y se acercó a ella; en un simple movimiento la tenía reducida en el suelo. Estaba sentado a horcajadas sobre la espalda de ella. Rose tenía la cara pegada al suelo.

-¡Hey! ¡Suéltame!-Rose movió las piernas intentando quitárselo de encima.

-Escúchame bien, Roselyn. No quiero que te acerques a Roxan bajo ningún concepto, ¿te queda claro?-preguntó él.

Rose simplemente bufó.

-¿Por qué? ¿Qué crees que le voy a hacer a mi propia hermana?

-Os conozco a ambas desde que erais pequeñas. Yo mismo presencie el día en que os separaron. Tú siempre has odiado a Roxan. Y sé que la culpas a ella de que te pasaras casi toda tu vida en aquella habitación, mientras que ella vivía como una persona normal, tú estabas sufriendo por pruebas y experimentos-dijo él.-Sé que tú sabías desde un primer momento que era tu hermana, aunque todos te hubieran hablado de ella como una chica con la que experimentaron y que fue tu compañera durante el tiempo que pasasteis juntas. Ella quizá no te reconozca, porque no tiene recuerdos de aquella época, pero tú sí. Y sé que ni loca volverías a meterte en este embrollo por nada del mundo, ni siquiera por recuperar a tu supuesta hermana a la que detestas.

Rose se quedó sorprendida. No supo cómo Reynald conocía aquello. Rose frunció las cejas hacia abajo y dejó de resistirse. Ah, como se acordaba de aquél tiempo, en el que ella se pasó diez años de su vida encerrada en una supuesta habitación de hospital. Apenas salía de allí una vez al mes. Le realizaban pruebas, experimentos y exámenes tanto psicológicos, como físicos y mentales. Le sorprendía a sí misma que hubiera logrado escapar de aquel siniestro lugar. Ella sabía que todo aquello que le hicieron, fue para ver si tenía los dones de su hermana. Si era una digna portadora de los poderes, si era lo suficientemente buena para ser el nuevo Proyecto P. Resultó ser que no. Según los investigadores, científicos y demás, ella era un simple saco de carne andante que no servía para anda. Estaba harta de que la compararan con Roxan: "Que si no parece ni su hermana", "Que si es una mocita de polvo en comparación con Roxan", "Que la belleza de Roxan era incomparable con la de aquella desgarbada y enfermiza chiquilla". ¿Acaso Roxan era mejor que ella? ¿Era necesario degradarla y humillarla de acuesta manera?

-No quiero hacerle daño...-susurró Rose mientras negaba con la cabeza. Un par de lágrimas de cocodrilo salieron de sus ojos.-Sólo quiero enmendar los errores del pasado.

Reynald no le creía. Ni le creería. Pero le daba pena, eso sí, y quizás no fuera igual que Roxan, pero cuando miraba aquellos ojos esmeralda no podía evitar pensar en ella. Reynald se incorporó lentamente y suspiró.

-Se lo dejo pasar por esta vez, Sta. Jones-dijo Reynald cruzándose de brazos.-Pero he de avisarla que no tendré remordimientos en actuar mediante fuerza bruta o por otro medio si intenta hacerle algo a Roxan.

Rose se levantó de nuevo y se miró las amoratadas muñecas.

-Sabes que ahora mismo podría llamar a seguridad para que te sacaran de aquí a rastras, ¿verdad?-musitó Roselyn.

-Y sabe usted, Sta., que si llama a seguridad, yo llamaré a ciertas personas que la llevarán de vuelta donde debería estar, ¿no?-respondió él con una ancha sonrisa.

A Rose, aunque le estuviera amenazando, y supiera quién era y aquello resultara un peligro, le estaba embaucando. No intencionadamente, pero lo estaba haciendo.

-¿Eres del UBCS?-preguntó Rose de repente.

Reynald le miró, y luego desvió la vista hacia el escudo del chaleco verde militar. Él asintió con la cabeza.

-¿De qué me conoces?

-¿Qué estás tratando de hacer?-Reynald le respondió con otra pregunta. Eso quería decir que ocultaba algo.

Reynald miró de reojo a Roxan. Está tan guapa cuando duerme... Incluso magullada lo es, pensó sacando una sonrisa ladina.

-Reynald... Me vas a hacerme sonrojar...-dijo Roxan en un susurro, mientras abría lentamente los ojos.

Reynald se acercó a ella y le agarró la mano.

-Hola, Roxie. ¿Cómo estás?

-He estado mejor. ¿Sabes lo que es tener un tubo que te llegue desde la boca al pulmón, y notar como se te va hinchando, que vuelves a respirar, como si fuera un globo? ¿Cómo las siete costillas que tenías rotas se van regenerando?-repuso Roxan.

-Ah, a mí también se me partieron un par de costillas. ¿O es que no lo recuerdas?

Roxan puso cara pensativa y sonrió.

-Mmm... ¿Te refieres a cuando te tiré de aquél columpio?-preguntó ella.

-Sí... ¿Por qué lo hiciste?

Las mejillas de Roxan se tiñeron de rojo. Apartó la cabeza como pudo; aún estaba conectada a varias máquinas un tanto molestas. Miró de reojo a Roselyn. No quería que ella supiera el por qué. Indicó a Reynald que se acercara: le susurró al oído algo que Rose intentó oír pero no logró. Roxan le dijo a Reynald que era porque estaba enfadado con él por estar coqueteando con Cassandra. Para Roxan, Reynald era como un hermano mayor cuando eran más jóvenes, y para Reynald, ella era una hermana pequeña. No sabían cuándo empezaron a verse como algo más que amigos. Solo sabían que empezaron a gustarse, y que si Cassandra no se hubiera interpuesto, quizás ahora... Fueran... La verdad, no sabían lo que serían...

-Hey, tortolitos, que estoy también aquí-exclamó Rose con un tono algo molesto.

Roxan y Reynald sonrieron. Él le guiñó el ojo a Roxan, que le devolvió el guiño.

-¿Ya os habéis presentado?-preguntó Roxan mirando a Rose, que asintió levemente.

-Bueno, les tengo que dejar, señoritas-dijo Reynald mientras le acariciaba la mano a Roxan.-Tengo que volver al trabajo, antes de que se den cuenta de que me he escabullido.

-Seguro que a tu padre no le importará que te secuestre un par de horas, ¿no?-insinuó Roxan poniendo carita de cordero degollado.

-No me pongas cara de cachorrito, Roxie. No me hagas verme en este compromiso, por favor-rogó él.

-Hmmmm... ¿Volverás pronto?

-Lo dudo. ¿Quieres que venga a visitarte a las tantas de la madrugada?

-No, no. Pero visítame pronto, ¿eh?

Reynald asintió.

-Yo también me voy, Roxan. Tengo algunas cosillas que hacer-dijo Rose cogiendo una bolsa de deporte.

-¿Tú también? Bueno, no pasa nada. Me gusta estar sola de todas maneras.

Roselyn cogió una revista bastante mal camuflada de hombres ligeritos de ropa y con mucho músculo y poco cerebro. Reynald salió de la habitación en silencio.

-Eres una pequeña pervertida, ¿lo sabías?

-Oh, es por la revista, ¿no?-preguntó Rose algo sonrojada.-Tú me dirás pervertida, pero tú tampoco te cortas cuando miras a Don Musculitos Pirata.

-¿Don Musculitos Pirata?-replicó Roxan.- ¿En serio? Reynald no parece un pirata.

-Es por el parche, Roxan. Pero, sí que debes reconocer que se te van los ojos cuando le ves aparecer-comentó Rose poniendo los ojos en blanco.

Roxan no respondió. Pensó que quizás debería controlarse un poco con respecto a esas cosas.

-Buenas noches-dijo Rose secamente mientras cerraba la puerta de la habitación.

Roxan dejó caer la cabeza contra la almohada y suspiró. Estaba realmente destrozada, tanto físicamente como mentalmente. Se miró la pierna por encima de las sábanas. EL médico le había dicho que aquella viga por poco le destroza la pierna, y si llegan a sacarla más tarde, quizás hubieran tenido que amputar. Estuvo a punto de que se achicharrara, y aunque la tenga bastante deteriorada y los huesos estén rotos, se recuperaría. Gracias a su factor de curación rápida lo hacía de una manera más progresiva y efectiva que en una persona normal. Con las costillas pasaba igual. Miró de reojo la mesita blanca y alargó la mano, tanteando a ver si daba con su colgante. Frunció el ceño al no dar con él. Intentó volverse hacia la mesita, pero un agudo dolor en el costado le clavó de nuevo en el sitio. Dejó el brazo colgando por el lado izquierdo de la cama y cerró los ojos. Bah, ya mañana lo intento coger..., se dijo. Intentó dormirse, pero no pudo, ya que llevaba una maldita semana haciéndolo. De todas maneras, era una trasnochadora, así que no era nada nuevo. Echó en falta su ordenador o una televisión. Lo que daría por tener algo con lo que entretenerse, ¡incluso rellenando informes! Al pensar en informes no pudo evitar que le viniera una imagen a la cabeza: Wesker. Aquél maldito rubio engreído. ¿Le creía estúpida? Sabía lo que él quería no era salvarle la vida, si no investigar su sangre y sus poderes. Y, si para tener acceso a eso tenía que buscarle una cura y hacerse pasar por su "colega" o su "socio", lo haría. Roxan sabía desde el momento en el que le dio la mano en la ambulancia la fachada de buen samaritano que Wesker se iba a intentar forjar con ella para tener ciertos favores a cambio. No, no eran favores físicos. Él quería que ella le dejara investigarla a fondo libremente, para ver si era como los otros experimentos que acababan en mutación o muerte instantánea o ella tenía algo especial. Pero, entonces, ¿por qué había llorado? Bueno, si a llorar le llamamos derramar una simple gotita, pues ha llorado. Quizá de verdad le tenía cierto cariño o afección. No lo sabía, y dudaba que algún día él fuera a aclarárselo. Wesker era de esos que no exteriorizaba los sentimientos, quizá algún pensamiento sí... Pero Wesker era un libro cerrado, cuya llave nadie tenía. Y no sabía por qué, ella sentía esa necesidad de conseguirla, saber qué pensaba, qué sentía... Que dejara de ser un enigma andante al menos para ella, porque le sacaba de quicio. No podía usar sus poderes con él, por lo que no podía leerle la mente. La única persona a la que no podía acceder. ¿Pero qué tendría tan especial? Roxan supuso que sería porque, probablemente, era la única persona que estaba a su nivel intelectual y que tenía el ingenio suficiente como para esquivarla mentalmente. Un hombre con un propósito desconocido: con un plan fantasma y una lista invisible. ¿Quién era en realidad Albert Wesker? ¿Qué había visto en ella? ¿Por qué estaba intentando estar a su lado fuera como fuese? ¿Qué tramaba? Cuántas incógnitas sin respuesta. Y aquello no le agradaba, Roxan quería ser quien descubriera esas respuestas. Y sabía perfectamente que era peligroso jugar con fuego y que en cualquier momento se iba a quemar. Quizás lo mejor fuera pagarle con su propia medicina; entrar en su terreno y jugar a su juego.

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Sherry se sentó en el sofá del salón, en la casa de Wesker. Era tan fría y vacía como él. Reinaban los colores oscuros y las cosas modernas de última generación. A Sherry no le resultaba para nada reconfortante aquél sitio, pero era mejor que quedarse sola en casa. ¿Y si alguien entraba? ¿Y si le hacían daño? La culpa la tendría principalmente a sus padres. Observó con cara melancólica los dibujos animados que echaban en la tele. Esos mismos teletubies los solía ver cuando era más pequeña, y le encantaban, ahora los ve extraños y estúpidos. Además, el morado era siniestro con aquél bolsito rojo... ¿Era Twinki-Winki? Bah, qué más le daba. Era un simple muñeco de fieltro morado cantarín. Sherry se terminó las palomitas algo quemadas que Wesker le había hecho. Estaba claro que a Wesker lo que no se le daba mal en bioquímica se le daba en cocina, porque de milagro había metido aquello en el microondas. Le daba miedo de sólo pensar qué le esperaba a la hora de cenar. Intentaría convencerle de que pidiera algo, comida china o una pizza, pero sabía que no querría, porque Albert Wesker era la persona más cabezota del mundo; y se había empeñado en que sabía cocinar. Algún día se daría cuenta por sí mismo que no estaba hecho para preparar comida ni para cuidar de nadie aunque fuera un adulto. Wesker perdía los nervios con facilidad si se le daban motivos, así que prefirió no dárselos.

Sherry giró la cabeza al oír los pasos apresurados de él al bajar por las escaleras. Vio cómo se ponía una larga gabardina negra que había colgada en el perchero junto a la puerta principal. Ella frunció el ceño y sintió algo de angustia, a quedarse sola otra vez.

-¿Tío Wesker?-dijo Sherry con voz algo temblorosa.

Wesker alzó la cabeza y le miró.

-¿Qué ocurre? ¿Por qué te vas, y más con tanta prisa?-preguntó ella poniéndose de rodillas en el sofá para poder verle.

-Me ha surgido un asunto muy urgente, así que tengo que acudir de inmediato-respondió él.- ¿Te importa quedarte sola un rato? Será poco, te lo prometo.

Sherry asintió lentamente y sonrió. De todas maneras, estaba acostumbrada a estar sola, y reconocía que le gustaba.

-Eres muy valiente, Sherry.

-Una al final se acaba acostumbrando. Después de todo, ¿qué van a ser un par de horas más?-dijo ella encogiéndose de hombros.

A Wesker le sorprendía cada día más la niña. Se notaba que no estaba acostumbrada a la compañía y que le había perdido el miedo a no tenerla. Le pareció algo maduro por parte de ella.

-Vuelvo pronto, ¿vale?-Wesker le guiñó un ojo y cerró la puerta tras de sí.

El viento introdujo en la casa un aroma húmedo, de lluvia concretamente. Sherry se levantó del sofá y se acercó a la ventana. Descorrió las cortinas y vio que estaba prácticamente diluviando. Se atemorizó al pensar en que Wesker podría tener un accidente en cualquier momento, pero al instante supo que él no era tan tonto como para ir conduciendo con tanta lluvia, pero sí como para ir andando. Y justamente Wesker iba a coger el coche, pero se vio sorprendido al ver que los frenos estaban arrancados de cuajo. Habría sido de estúpidos no haberse dado cuenta, pero lo que ahora ocupa su mente, era quién y por qué habría hecho eso. La verdad, eran demasiadas las personas que querrían verle con un pie en la tumba. Entre ellos, Arnold Reynald: pero no le veía capaz de hacerle eso. Sabía que él quería darle una paliza, pero en persona y no haciendo que tuviera un accidente de coche.

Y, ahora, ¿qué hacía? El hospital no quedaba tan lejos... Iría andando, pues no le gustaba usar taxis o cualquier otro vehículo público que no fuera el tren. Había mentido a Sherry con respecto a los motivos por los que se iba a esas horas, ya que no era nada relacionado con el trabajo, pero sí con Roxan.

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Una hora antes-Hospital General de Raccon City

Roxan había logrado, con la ayuda de un Valium, dormirse de una maldita vez. Una enfermera había apagado la luz de la habitación, al ser ya las once de la noche, y al salir se había olvidado de cerrar la puerta. Ahora, entrecerrada, dejaba paso a una débil luz. Las ventanas también estaban abiertas de par en par, haciendo que la lluvia salpicara de cuando en cuando el rostro de Roxan. Cuando logró dormirse, le habían colocado de nuevo el tubo para que respirase, ya que cuando se adormila, le cuesta muchísimo más trabajo inhalar y exhalar aire. Ahora, dormida o prácticamente inconsciente por el Valium, apenas era consciente de lo que ocurría a su alrededor. Por lo que, no se percató de nada de lo que ocurría en esos precisos instantes. Se despertó justamente cuando dejó de llegarle el aire a través del tubo azul que le habían colocado, y las máquinas que regulaban su pulso pitaban. Vio perfectamente como alguien sacaba una jeringuilla y la insertaba en la vía del cuentagotas. Notó como algo líquido comenzaba a fluir por sus venas, y no era el suero. El corazón se le encogió, y el pulso se fue disminuyendo. Roxan trataba de respirar por la nariz, a duras penas. Mientras, el atacante miraba sin terminar de quedarse conforme, así que, cogió la almohada y la puso sobre el rostro de la indefensa agente. Comenzó a presionar, intentando asfixiarla. Él, notó que no hacía efecto, así que lanzó la almohada a un lado y colocó ambas manos sobre el cuello de Roxan.

Él ejerció algo de fuerza con los pulgares sobre el cuello. Roxan comenzó a arañarle las manos, pero vio que no tenía fuerzas ni para eso. Pero sí que las tenía para alcanzar el botón que avisaba a la enfermera. Roxan cogió el pequeño mando y pulsó el botón. Él se dio cuenta y le dirigió una mirada cargada de odio, y acto seguido, saltó por la ventana como escapatoria. Roxan boqueó, intentando respirar. La enfermera entró a la carrerilla dentro de la habitación y lo vio todo patas arriba y a la pobre Roxan a punto de asfixiarse.

A Wesker era al primero que habían llamado, ya que Roxan había estado diciendo su nombre todo el camino a la sala de reanimación y urgencias. Y también había dicho que no avisaran a nadie más, no quería preocuparles, aún a sabiendas de que debía hacerlo. Pero, en aquellos críticos instantes, a quién más necesitaba tener a su lado era a Albert Wesker. Sentía esa necesidad de sentirlo cerca, aunque no fuera del modo que ella anhelaba, pero con que estuviera ahí le bastaba.

Justo a las doce de la noche, una hora después del ataque misterioso, le trasladaron de nuevo a la habitación, esta vez con una escolta personal en la puerta que vigilaba quién entraba y salía de allí. El médico les había dicho a un par de agentes que vinieron a interrogar a Roxan que se pasaran en otro momento, ya que en esos precisos instantes no estaba en condiciones para hablar. Los agentes, que eran Michael O´Brian (el infiltrado en la mafia y el que ayudó a Roxan) y Phill Cooper (su contacto), dejaron el recado de que les avisaran en cuanto estuviera en condiciones óptimas.

Wesker, que acudió al instante, empapado pero de una sola pieza, tuvo unos cuantos problemas con los dos agentes que custodiaban la habitación. No fue hasta que les mostró su tarjeta identificativa de S.T.A.R.S, que le dejaron pasar. Cuando Wesker entró y dejó el abrigo sobre el tresillo, Roxan giró la cabeza y le miró con tal desconfianza que logró que Wesker se sintiera algo intimidado. Y mira que eso es muy difícil en Albert Wesker, pero no sabía cómo lo lograba aquella muchacha para intimidarle.

-¿Cómo te encuentras?-inquirió Wesker intentando sonar interesado.

Roxan hizo un amago de sonrisa.

-No eres nada convincente, Wesker-objetó ella.

-¿No crees en mi preocupación?-insistió él.

-Para nada. Wesker, que no pueda meterme en esa retorcida cabecita tuya no quiere decir que no te conozca-evidenció Roxan mirando al techo.

Albert estaba contemplando el cielo nocturno a través de las ventanas y con ambos brazos cruzados sobre el pecho.

-No soporto tus aires de autosuficiencia, y menos tu fachada de jefe preocupado-manifestó Roxan mientras hacía una mueca de desagrado.- ¿Creías que me tragaría lo de "seamos amigos" o el "me he enamorado del objetivo"?

Wesker le escuchaba algo ausente. Tenía una sonrisa ladina dibujada en su rostro.

-Wesker, la amistad puede ascender a amor, y a menudo lo hace, pero el amor nunca desciende a amistad-apuntó ella.

-Eres rápida-dijo Wesker girándose y mirándola aún con la sonrisa ladina.

Roxan se rio por lo bajo mientras acudía la cabeza.

-Dios, y pensar que llegué a confiar en ti…-comentó esbozando una sonrisa amarga.-Y lo peor de todo es que te creí. Eras muy convincente.

-¿Era?-musitó él ladeando la cabeza.

-Exacto, eras. Ya te tengo calado, y he de decir que eres un rubio peligroso, mentiroso, seductor y tramposo-soltó Roxan enumerando cada uno de los adjetivos que le dedicaba a Wesker.

-Con que seductor…-recalcó él.

-Cállate y no te intentes hacer el chulo-prorrumpió levantando la mano para que se callara.- Nunca digas nunca, nunca digas siempre, nunca digas te amor si de verdad no lo sientes…

Roxan dijo lo último con voz cantarina.

-Ya te pedí perdón en su momento-masculló Albert comenzando a irritarse.

Roxan se echó a reír y le respondió:

-Si quieres mi perdón, te perdono, pero a cambio te regalo todo mi odio, Albert-dijo ella encogiéndose de hombros con indiferencia.

Wesker se sorprendió al oír su nombre salir de la boca de Roxan. Hacía tiempo que nadie le llamaba así.

-Y yo todo el mío, Roxan-sentenció Wesker sonriendo de manera burlesca y logrando sacar un poco de sus casillas a la aludida.

Wesker pensó en cómo descolocarla un pelín más.

-Entonces, si ambos nos odiamos, he de deducir que no querrás mi ayuda…

-Albert:-y, otra vez, a Wesker le encantó oír su nombre salir de los labios de ella-Veo mi vida pasar por culpa de mi enfermedad, vivo a contra corriente, con miedo a lo que vendrá, lucho y lucho por no dejarme apagar, no lo logrará la enfermedad, no me arrastrará. Por lo que, haré cuanto sea necesario por salir viva de esta.

Wesker se vio sorprendido por las palabras de ella. Era la persona más luchadora e inteligente que jamás había visto, y menos tan joven. ¿Cómo se puede ser tan sabio, incluso más que alguien que lleva viviendo durante más de cincuenta años, con esa longevidad?

-Pues entonces, yo buscaré una cura y tú me dejarás investigar a fondo Proyecto P-ofreció Wesker repentinamente serio.

Roxan enarcó una ceja e hizo una mueca de conformidad.

-De acuerdo-ambos se estrecharon la mano.

Wesker recogió su abrigo y se lo puso, y salió por la puerta no sin antes mirar de reojo a la chica, que le dedicó una última frase:

-Te aviso de que cada vez que tropieces mi odio estará detrás de ti recordándote que nunca debiste jugar conmigo…

Una vez fuera, fulminó con la mirada a todo el que se le pasaba por delante y se fue a casa. Esperaba que Sherry estuviera bien. Antes de dormirse, algo llamó de nuevo la atención de Roxan: había un sobre algo vetusto sobre la mesilla de noche, que cogió y abrió con delicadeza. Era una combinación de números aleatorios, sin sentido alguno. Pero algo logró hacer que Roxan se atemorizara: la firma de la carta, en la que simplemente ponía "tienes un día para resolverlo", logró identificar cada una de las curvas y líneas de aquella frase. Y supo quién la había escrito. No puede ser…

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Anny Wesker
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Re: Resident Evil: Afterlife love

Mensaje por Anny Wesker » 15 Jul 2012 21:55

No deja de sorprenderme tu historia, es maravillosa y esta tan bien escrita. Eres muy buena Roxan, me encanta tu trabajo y me encanta Weskerr claro.
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Roxanne Rivaille
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Re: Resident Evil: Afterlife love

Mensaje por Roxanne Rivaille » 26 Ago 2012 12:51

Capítulo 12: No podrás resguardarte de la oscuridad
Roxan contempló la nota con gran atención y curiosidad. Sabía de quién era la letra, pero dudaba que Víctor se hubiera levantado de su tumba para mandarle aquél mensaje codificado. Si no le habían informado mal, el cadáver de Stracciatella se había recuperado de entre los escombros del local. Estaba totalmente carbonizado, lo que dificultó su reconocimiento, pero tras haberle hecho las pruebas dentales y una autopsia, se confirmó que era él. Quizás se estuviera confundiendo y aquella caligrafía no fuera suya, si no de otra persona. Pero… ¿de quién?,se preguntó.

Roxan agitó el sobre, y encima de la cama cayeron un pequeño lote formado por quince fotografías echas supuestamente con una cámara instantánea. Frunció el ceño y las escrutó con la mirada, ahora desparramadas sobre las sábanas: en una, se le veía a ella, desde una perspectiva alejada y ligeramente desenfocada (del mismo modo que en el resto), levantando unas pequeñas pesas en el gimnasio; en otra, aparecía sentada frente al escritorio de Brian Irons, con aspecto cansado; y, había una, que le llamó especialmente la atención, en la que Roxan estaba tumbada en el césped de su pequeño jardín en compañía de Reynald. Así había otras once fotos más, de su día a día y en distintas situaciones cotidianas. A excepción de una, donde se le veía con Wesker en una situación "comprometida". Es un simple beso… Nada más…, se dijo intentando , aparentemente la tenía acorralada en la pared, sujetándole ambas muñecas por encima de la cabeza, mientras que con la otra le sujetaba la barbilla.

A Roxan le recorrió un escalofrío por toda la espalda, producto de aquél recuerdo.

Les dio la vuelta a todas, descubriendo que tenían una letra en cada fotografía. Seguramente formaría alguna frase o palabra, porque por alguna razón estarían ahí las letras, ¿no?

Comenzó a cavilar en la reacción que tendría Reynald al enterarse del ataque, y de que ella no le había mandado llamar. Espero que no se cabree mucho… Conociéndolo, pudo deducir que se pondría hecho un energúmeno. Gritaría cosas en ruso… Hmpf. Y con un acento muy sexy… ¿Pero en qué demonios pienso? También le reprendería por no haberle avisado, y juraría que mataría al individuo que la atacó. Quizás era muy sobreprotector, como un hermano mayor quizás. Y hablando del rey de Roma…

-Se-señorita Jones, un tal Arnold Reynald desea hablar con usted-le dijo una enfermera entrando en la habitación y tendiéndole un teléfono.

Reynald desea demasiadas cosas de mí, pensó Roxan mientras sonreía con cierta picardía. La enfermera le dirigió una mirada confusa, y se retiró. Roxan suspiró y cerró los ojos, poniéndose el teléfono en la oreja.

-¡Roxanna Jones Rex!-exclamó Reynald al otro lado de la línea.- ¡¿Cómo demonios se te ocurre hacerme esto?!

-Yo también me alegro de oír tu voz, Arnold Reynald Svirnov Ivanova-respondió ella con cierta sorna.

-Un loco psicópata te intenta matar, ¿y lo único que se te ocurre es ponerte a bromear?-replicó él. Ella casi pudo jurar que él estaba sonriendo, por cómo hablaba.

-¿Y para qué llamas? ¿Para reprenderme lo impertinente que soy? ¿Para echarme la culpa de que un maldito chiflado y perturbado me haya tratado de matar?

-He llamado porque me preocupo por ti, y me sentiría muy responsable de cualquier cosa mala que te ocurriese-contestó Reynald.

-Tú no tienes por qué sentirte responsable de lo que me ocurra. No eres ni mi padre, ni mi niñera y tampoco mí-

-¿Hablo con Roxan o con Pheseans?-le preguntó abruptamente Reynald, interrumpiéndola y logrando sacarle de sus casillas.

Roxan se sintió herida por aquella pregunta.

-¿Pe-perdona?-logró articular ella.

-Como comprenderás, eso de tener dos personalidades es… Confuso. Además, son tan distintas… De repente estás bromeando, y ahora me tratas como un don nadie.

-¿Me estás llamando bipolar?

Reynald deseó no haber hablado. Sabía que acababa de ser tocado, y hundido sin salvación alguna.

-Yo… Eh… Roxan, no pretendía…

-Que te den, Reynald-espetó ella colgando el teléfono y lanzándolo contra el sofá del cuarto.

¿Pero cómo demonios osaba siquiera insinuar que tenía una psicosis maníaco depresiva? Quizás simplemente no escogió las palabras adecuadas, y yo las he malinterpretado poniéndome enseguida a la defensiva. Un nudo se comenzó a formar en su garganta, y un extraño cosquilleo en el estómago le empezó a alertar de que algo iba mal. No sabía el qué, pero presentía que algo estaba ocurriendo, y no era bueno. Trató de ignorar sus instintos, y volvió de nuevo a Reynald.

A Roxan no le daba miedo que se cabreara también él, ya que sabía que al final ambos se reconciliarían… Pero era aquella sensación, la que le advertía de que por ventura, podría perderle: que quizás no querría volver a hablar con ella. ¿Por qué temes que te retire la palabra? Es una discusión con remedio fácil y sin importancia. Si no fueras tan cabezona, y tan orgullosa, cosa que has heredado de papá, todo sería tan sencillo como quitarle un caramelo a un niño, y podrías salvar vuestra relación, le dijo Pheseans. ¿De qué relación hablas? No somos novios, por si no te fijaste, le replicó Roxan. Aun así, no negarás que le quieres, ¿verdad? No de la manera en la que amaste a Wesker, pero le quieres, y a tu modo.

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Wesker entró a su casa, con el semblante serio y empapado. Colgó la gabardina en el perchero situado en la entrada, y se remangó la sencilla pero elegante camisa negra que llevaba puesta. Comenzó a llamar a Sherry, asomándose al salón y a la cocina, para después subir las escaleras.

-Sherry, si estamos jugando al escondite, al menos podrías haber avisado-dijo Wesker, teniendo a cambio como respuesta un silencio absoluto. Un trueno se oyó a lo lejos.

Entró al baño y cogió una toalla, secándose el pelo y el cuerpo con ella. No surtió mucho efecto, pero al menos ya no estaba chorreando. Albert se echó la toalla sobre el hombro izquierdo, y se frotó las manos. Sintió un escalofrío recorrerle toda la espina dorsal, no únicamente por el frío, si no por un mal augurio, y se giró con el ceño fruncido. Se sentía observado, pero quizás fuera una simple imaginación suya. Volvió a llamar a Sherry, también sin respuesta.

-Sherry Birkin, sal inmediatamente de donde sea que estés, o te juro que sufrirás las consecuencias-amenazó él, mientras se cruzaba de brazos.

La niña asomó la cabeza, desde dentro del cuarto de Wesker. Tenía los ojos acuosos, y temblaba. Los dientes le castañeaban sobremanera. Albert sonrió al verla, y Sherry echó a correr hacia él, abrazándose a su cintura mientras lloraba. Él acarició la cabeza de la pequeña, a la vez que le decía palabras tranquilizadoras.

-Sherry, ¿ocurre algo?-preguntó Wesker poniéndose de cuclillas apoyando ambas manos sobre los hombros de ella.

-Tío Wesker…-musitó, gimoteando. Él le dio un pañuelo.-Creo que… Que alguien entró a casa…

-¿Y te… encerraste en mi cuarto?-cuestionó Wesker con cierto tono de desaprobación.

-Sí… Perdona, tío Wesker, sé que me tienes prohibido entrar, pero me sentía más segura allí.

-De acuerdo, Sherry. Pero la próxima vez, si no te sientes segura o crees que ha entrado alguien, llámame y métete en la buhardilla-sugirió él.

Sherry asintió. Wesker le dijo que se bañara y que después le haría algo de cenar. Sherry no pudo evitar sonreír cuando lo mencionó, haciendo que Wesker se riera entre dientes mientras sacudía la cabeza.

-¿Tan mal cocinero soy?-preguntó él, apoyado en el marco de la puerta de su despacho.

-¿Quieres que te sea sincera o que te mienta?

-Miénteme.

-Eres el mejor cocinero del mundo-respondió Sherry sonriendo de forma burlona.

Wesker sonrió para sí y se encerró en su despacho. Abrió los ojos como platos tras las gafas al ver que su despacho estaba patas arriba. Folios, cajones, libros y otros objetos estaban desparramados por doquier. Sí que ha entrado alguien… ¿Pero qué buscaba? Wesker pasó la mano por el lomo de uno de los pocos libros que quedaban en la estantería, suponiendo que no había encontrado lo que buscaba. Albert tiró suavemente del libro hacia fuera, haciendo que la estantería se deslizase con un sonido mecánico pero suave hacia la derecha.

Detrás, había una pequeña caja fuerte. Giró la ruedecilla numerada hasta que se abrió con un sonoro clic. Dentro, una muestra, otorgada por Drake, de lo que sería un intento de Virus X. La muestra real no la tiene ni el propio Drake, y aquello era lo más cercano que habían hecho, a partir de un paradigma obtenido de un análisis de sangre que le hicieron a Roxan, realizado junto con el chequeo médico del RPD. A penas quedaba la mitad del líquido en el tubo, debido a que alguien trató de robarlo o probablemente destruirlo. Más bien "algo", un ser cuya procedencia estaba fuera de la comprensión de todos, que algunas cámaras captaron. Era a penas una sombra.

Nunca lo habían visto en "persona", pero sí había oído muchas historias y leyendas sobre aquél ser, que los científicos y militares seguramente se inventaban. Le apodaban Schwarzen Engel, ángel oscuro en alemán. Decían que era un ente oscuro, una especie de monstruo capaz de crear ilusiones ópticas, y que cuando se veía en peligro o su cuerpo le fallaba, se convertía en una neblina oscura. Si el nuevo portador no era digno, mutaba de manera desenfrenada y monstruosa. En cambio, si era meritorio de portarle, ganaba sus habilidades, su supuesta inmortalidad y fuerza. Pero le arrebataba casi todo el sentido común y la humanidad.

Wesker se puso a pensar en lo maravilloso que sería estar dotado de esos poderes, sería capaz de cualquier cosa. Pero aquél maldito virus… Estaba literalmente desaparecido. Nadie sabía si todavía quedaba aunque sea una simple gotita del Virus X. Sólo había una persona el mundo que podría tener los últimos ejemplares. Pero, después de tantos años, ¿por qué iba Nathan a salir de su escondite? Y, ¿por qué iba a otorgarle a él la muestra?

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Fred caminaba, con las manos entrelazadas tras la espalda, por los pasillos del RPD. Su ceño, fruncido, y su mirada preocupada, provocaban cierta curiosidad por parte de sus compañeros. Jill acostumbraba a ver a Fred serio, y casi sin emoción alguna en el rostro, al igual que Wesker. Quizás por eso se llevan también el Capitán y él, porque eran en cierta manera parecidos.

-¡Hey!-exclamó una voz, de hombre, a espaldas de Fred. Se giró y pegó un repullo al ver quién era.

-La-Laird…-musitó Fred, realmente sorprendido.

-Creí que no nos volveríamos a ver, amigo mío-dijo Laird sacando una sonrisa ladina.

-Eso esperaba yo también…-respondió Fred enarcando una ceja.

-Ahh, ese es el Fred que yo conocí… Tan borde y serio como siempre.

-¿Quieres algo, Llauger?-inquirió Fred de nuevo, logrando que Laird soltara una risita ahogada.

-Quería preguntarte si sabías algo de la chica esa, Roxan. Aun me debe un café.

A Fred no le sentó bien el humor de Laird. En realidad, en esos precisos momentos no le sentaba bien ningún tipo de humor.

-De todas maneras, ¿a quién se le ocurre mandar a la novata a una misión así? Esa chica no estaba cualificada para…-Fred dio una zancada, quedándose a escasos centímetros de Laird. Le miraba de forma amenazante, y una sonrisa socarrona se dibujó en su rostro.

-Que sepas, que esa novata que según tú no estaba cualificada para esa misión, ha sido capaz de lograr lo que los del SWAT no habéis logrado en cuatro años. La chica esa, ha arriesgado su vida, y ha estado al borde de la muerte para acabar con la anarquía del clan Stracciatella. Si no fuera porque la agente Jones entró ahí, aventurándose a cualquier cosa, probablemente el RPD y el SWAT habría perdido ya otras dos unidades más.

Laird se puso lívido. Quizás había subestimado y menospreciado a Roxan más de la cuenta. Fred dio media vuelta y retomó su marcha, dejando a Laird clavado en el sitio.

-Se nota que la aprecias-comentó Laird.

-Es sólo una compañera-replicó Fred.

-Amanda también era sólo una compañera para ti.

Cada uno de los músculos de Fred se tensó.

-Sólo espero… Que no se repita de nuevo lo de aquél día, Frederick-dicho esto, Laird se fue.

Fred aún estaba tenso. Lo de Amanda había sido un golpe bajo, que le sentó bastante mal. Pero, quizás tuviera razón Laird… ¿Y si se repetía la historia? Por eso mismo no se encariñaba a nadie. Porque temía perderles, como aquél día… Esos instantes en los que todo su mundo se fue al garete, para poder rescatarla a ella. Pero llegó tarde, y probablemente ahora ella estaría viva de no ser porque él se comportó como un egocéntrico e indolente. No logró salvarla, y perdió a demasiada gente aquél día…

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-¡¿Qué has hecho qué?!-exclamó Rose dejando caer el brillo de labios rosa al suelo estrepitosamente.

Roxan suspiró, mientras ponía los ojos en blanco y mostraba una cansada sonrisa.

-Me ha llamado bipolar, ¿qué esperabas?-replicó Roxan alzando las cejas.

Roselyn bufó y se encogió de hombros, en un gesto de disconformidad.

-Pero no te lo ha dicho directamente. Además, ¿cómo puedes decirle que le den a ese bombón?

-Pues el bombón cree que soy una loca bipolar, repito.-Insistió Roxan.- ¿Quieres dejar de llamarle bombón, por favor?

-¿Acaso te molesta que le llame así?

Roxan hundió los hombros y suspiró, derrotada.

-Sí, Roselyn, me molesta que llames a Reynald bombón-admitió frotándose las sienes con ambas manos.

Rose a veces podía ser un poco pesada en aquellos aspectos. Pero, a Roxan le pareció normal. Aún era una adolescente con las hormonas revolucionadas.

-Roxan, sé que por dentro estás deseando abalanzarte sobre Reynald y…-la aludida levantó la mano e hizo callar a su hermana. No quería oír lo que Roselyn pretendía decirle, porque sabía que no le ayudaría en nada.

-NO estoy deseando violarle, Roselyn.

-Y yo no digo que desees eso, simplemente opino que quieres con todas tus fuerzas hacer esto:-Roselyn se dio media vuelta y se abrazó a sí misma, simulando que besuqueaba a alguien.

Roxan no pudo evitar reírse de lo exagerada que era Rose, que empezó a imitar su voz y a decir cosas como si fuera ella.

-Ohm, Reynald, que bien beesaas-Rose tenía un cierto tono cómico. Roxan se aguantaba la risa, y le lanzó una almohada para que se callara. Rose se giró y sonrió débilmente.-Hey, que estaba en la cúspide de mi actuación…

Roselyn dejó que las palabras muriesen en su boca, al ver a un hombre muy alto y exageradamente musculado, de pelo rubio y corte militar, con una cicatriz que le llegaba desde el labio superior hasta la sien derecha. Un uniforme del UBCS entre verde y ocre le confirmó a ambas la idea de que era un militar. Él dio un paso hacia delante, con la ceja enarcada.

-Veo que no se aburren, señoritas-comentó él, sonriendo.

-¿Quién es usted?-preguntó Roxan incorporándose en la cama y mirándole, con desconfianza y un pequeño atisbo de curiosidad.

-Hmmmm… ¿No sabe quién soy, Agente Jones?

Roxan negó con la cabeza, y un pequeño y fugaz brillo desilusionado y triste marcó la mirada del militar.

-Soy el padre del que besa tan bien, Roxan-contestó sonriendo.

-Un momento… ¿Es usted el padre de Reynald?- curioseó Rose.

Él asintió débilmente. Roselyn se sonrojó, y salió corriendo hacia el baño y se encerró en él, muerta de vergüenza.

-Oh, qué mona-comentó acercándose a Roxan.

-Discúlpala, no es consciente de las sandeces que dice-dijo ella negando con la cabeza.

-¿Cómo te encuentras?

-Bueh, he estado mejor, pero no me puedo quejar.

-¿Tienes idea de quién pudo querer matarte?

Roxan se sorprendió de que se hubiera enterado. En Raccon City las noticias volaban, al parecer.

-No, Dmitry. Si lo supiera, ¿no cree que habría alertado a todo el RPD?-masculló Roxan entre dientes.

-Ya, ya lo sé… Sólo era por asegurarme.

-¿Cómo…? ¿Cómo está…?

-¿Qué cómo está Reynald?-dijo por ella.

-Sí…

-Mal. Humillado y dolido contigo.

A Roxan aquello le caló hondo. ¿Humillado? Ella en ningún momento trató de humillarle. Ahora se daba cuenta de lo mucho que se había pasado.

-Dígale que… Que…-Roxan no pudo terminar de hablar, ya que enterró el rostro entre sus manos e intentó no llorar.

Dmitry se acercó a ella y le puso una mano en el hombro. Comenzó a pensar en si debía decirle lo que en realidad había venido a contarle, pero le daba tanta pena… Aunque sabía que si no se lo decía ahora ya no habría oportunidad alguna de contárselo.

-Roxan…-lo mejor en esos momentos era ser directo. Pero fue verle la cara, llena de tristeza y confusión, y decidió no decírselo.-No sé si te habrás dado cuenta pero…

-¿Pero qué?

-Reynald te aprecia muchísimo, más de lo que tú crees…

-No me está ayudando a sentirme mejor, ¿sabe?

Dmitry sonrió un poco.

-Ya… Ya sé que Reynald me "aprecia mucho"-admitió ella.

-Entonces por qué-

-Mire, Dmitry, quizás me he pasado con él, porque estoy teniendo un mal año, y unos malos días… Pero a pesar de eso, le quiero mucho-interrumpió Roxan.-Le conozco desde que tenía apenas dos meses de vida. Sé cuando se enfada, cuando está alegre, incluso cuando se ha empachado con solo ver sus gestos. Era imposible no darse cuenta de todo lo que me aprecia. Pero, como comprenderás, para mi es como un hermano mayor.

-No se por qué, pero creo que no me lo estás contando todo-replicó Dmitry, dedicándole un mirada paternal.-Te conozco desde hace tiempo, y he logrado ir reconociendo cuando mientes, cuando dices la verdad, o cuando me ocultas algo.

Roxan soltó un suspiro y tragó saliva. Sí, era cierto, quizás le ocultaba alguna que otra cosa.

-Yo… Para mi ha sido muy difícil escucharle hablar de sus ligues de una sola noche, de las fiestas que montaba por las noches y el montón de chicas con las que había flirteado. Y, ahí estaba yo, escuchándole, intentando que no me afectara el hecho de que… Una de las muchas chicas que suspiraban por él, era yo.

-¿Eras?-recalcó Dmitry.

-Sí, era. Reconozco… Reconozco que quizás pude estar enamorada de él en su momento. O probablemente era simplemente atracción, o un sentimiento algo confuso.

-¿Un sentimiento confuso?

-Sí, jolín. Mire, nunca he sido una persona amigable, por lo que no es que haya tenido una larga lista de amigos, y la única persona, el único chico con el que pasaba el tiempo era con él.

Pues, no entiendo nada; Reynald siempre estaba rodeado de chicas, y se fijó precisamente en ella, pensó él, realmente confundido. Miró su reloj y se percató de que había pasado más tiempo del debido en el hospital. Debía regresar de inmediato al trabajo. Que fuera uno de los jefes no quería decir que se pudiera escaquear, justo al revés. Era el que más responsabilidades tenía de allí, y el UBCS no se iba a manejar solo. Aunque Mikhail estuviera por allí, aquello era como tratar de amansar a unas fieras. A veces, eran muy serios y responsables: otras, eran bastante inmaduros… Cuando una chica rondaba por allí.

-Me tengo que ir-dijo él, dirigiéndose a la puerta y echándose sobre un hombro la chaqueta que traía.

Ella asintió, y agachó la cabeza.

-Dmitry… Si no es mucho pedir… Me haría un gran favor si no le comenta nada de esto a Reynald-le rogó ella, mientras se frotaba los ojos algo somnolientos.

-Claro. Esto no saldrá de estas cuatro paredes, ¿verdad señoritas?

-Sí…-respondió Rose a la vez que Roxan, saliendo del baño.

-¿Cómo está su mujer, Larisa?-preguntó repentinamente Roxan, ganándose a cambio una sonrisa nerviosa de Dmitry.

-Eh… Llevamos ocho años separados… No nos hablamos desde entonces-aclaró Dmitry.

-Oh, lo siento mucho. No sabía que…

-No pasa nada. El divorcio ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Si Larisa no quiere hablarnos a mi y nuestro hijo, pues allá ella. De todas maneras, no es que habláramos mucho… Su trabajo como modelo le quitaba tiempo de estar con los que le querían… Y tuvo que elegir entre el trabajo y nosotros, y como supondrás, eligió el trabajo.

Roxan recordaba perfectamente a la madre de Reynald. Era alta, delgada y pálida. Pero de una belleza propia de una muñeca de porcelana, con su largo cabello negro y unos ojos esmeraldas que dejaban petrificados a quien los mirase. Reynald, ahora que ella se daba cuenta, se parecía a su madre. Lo único que había heredado Reynald de su padre era su complexión física (Dmitry seguramente se habría dado algún que otro chute de esteroides, porque daba incluso miedo), aunque mucho menos exagerada. Y su ímpetu guerrero, su valentía y astucia. Su madre nunca fue una mujer de… letras. Ni de números. Sí, desde luego, la inteligencia la había heredado también de su padre.

Dmitry se despidió de ellas y se marchó, dejando a solas a Rose y Roxan de nuevo. Ninguna de las dos habló: Roxan estaba meditando, sobre las palabras de Dmitry, y Rose no se atrevía a interrumpirle. Así que simplemente se tumbó en el sofá, se acurrucó y terminó durmiéndose al poco rato. Roxan le miraba de cuando en cuando de reojo. Rose se levantó al par de horas, sobre las siete u ocho de la tarde, mirando a todas partes como si no supiera donde estaba. Se incorporó y vio que aun algunos rayos de sol pintaban el cielo de un tono anaranjado, signo de que el verano no estaba tan lejos. Tan sólo tres meses más. Roselyn se giró y vio que su hermana tenía la mirada perdida, así que le pasó una mano varias veces por delante del rostro, y ella casi ni se inmutó. Estaba… Como hipnotizada. Hablaba muy bajito, no sabía si con ella misma o con alguien, aunque fuera imposible porque la única en la habitación a parte de Roxan era Roselyn. Su hermana mayor susurraba cosas, en un idioma desconocido para Rose, que se estaba asustando. Roselyn vio su salvación cundo una enfermera abrió lentamente la puerta, con un enorme ramo de rosas rojas en una mano, y algo envuelto en papel de aluminio en la otra. Se acercó hasta la enfermera, cogió ambas cosas y las colocó en la mesita de noche de al lado de la cama hospitalaria. Ahora Roxan le miraba a ella, con gran fijeza y el ceño fruncido.

-¿De quién son?-preguntó, aun susurrando.

-No lo sé-respondió Roselyn.-Voy a comprobar si tiene alguna tarjetita o algo por el estilo.

Buscó con cuidado por el ramo, al final encontrando la tarjeta. La letra era curvada y fina, digna de un manuscrito de la edad media. Rose no la entendía, así que Roxan se la arrebató de las manos con brusquedad. La examinó y sonrió con cierto rubor en las mejillas, y la soltó de nuevo sobre la mesilla. Rose iba a preguntar de quién era y a qué venía aquel sonrojo, pero Roxan habló primero:

-Uf… Me siento… Extraña. Tengo un cosquilleo muy raro en el estómago.

-Sí, se les suelen llamar "mariposas en el estómago". Eso significa que estás enamorada, ¿sabías? Anda, dime de quién son las rosas.

Roxan rodó los ojos y suspiró.

-¿Mariposas en el estómago? Pásame el bocadillo ése, que fijo que es hambre-dijo, negando levemente con la cabeza.

Rose río entre dientes y le pasó el susodicho bocata, que Roxan se comió con pocas ganas, pero fingió que tenía hambre para no delatarse a sí misma. En efecto, aquellas rosas se las había enviado su odiado rubiales. Lo que ella no sabía, es que esas rosas eran para la aun desconocida Dra. Ellen Smith, que las había rechazado de una manera poco cortés. Albert, por no tirarlas, había escrito algo en la tarjetita blanca y se las había mandado a Roxan. Si ella lo supiera, seguramente habría tirado el ramo por la ventana. Bueno, quizás un pequeño fallo le hiciera enterarse.

-¿Quién demonios es Ellen Smith?-inquirió Roxan, alzando más el tono de voz y poniéndose ligeramente roja. No, esta vez no era de rubor. En esta ocasión, era pura rabia lo que reflejaba su rostro.

En el lazo de raso estaba escrito, con un rotulador negro permanente, "Para la Dra. Ellen Smith".

-Dame el maldito teléfono, Roselyn-ordenó Roxan, con un tic en el ojo derecho. Rose se lo dio con manos temblorosas.

Roxan marcó el número de Wesker de memoria. Él precisamente estaba enseñándole, junto con un par de científicos más, unas nuevas armas anti-BOW al equipo del UBCS.

-Y, este es el nuevo lanzallamas anti-BOW. Utiliza un pequeño cartucho de gas, el cual se conecta en la parte inferior del mismo. Sirve para contener a las bioarmas. Su cargador permite d segundos de fuego continuo-explicaba él, mientras los allí presentes miraban el arma como un niño al pasar delante de una tienda de pasteles.

Su teléfono sonó. Lo cogió y le dio la espalda al equipo, que cuchicheaban entre sí.

-¿Diga?-dijo él, descolgando el auricular.

-Eres un hijo de la gran…

-¿Roxan? ¿Eres tú?-Wesker sonrió de lado y se apoyó con una mano en la mesa.-Espero te haya gustado mi pequeño incentivo de recuperación.

-Eres un descarado. ¿Qué te has creído, que soy la segundona a la que le das los regalos que tus ligues no quieren?

Wesker se puso lívido e hizo tronar el cuello. El UBCS entero le miró con caras confusas, excepto Reynald, que seguía con la misma cara de mosqueo que antes.

-¿Algún problema… Doctor Wesker?-preguntó Reynald, sacando una de sus más socarronas sonrisas.

Albert tensó la mandíbula, y una de las venas de la frente comenzó a marcársele.

-Roxan, ¿no lo podemos discutir en otro momento?-inquirió Wesker.

-Maldito desgraciado escúchame bien…-Wesker puso los ojos en blanco y separó el auricular de su oreja, por si las moscas.-En cuanto te pille, te voy a realizar tales métodos de tortura que desearás no haber nacido…

-Oh, qué miedo me das… ¿Qué harás, hacerme cosquillas hasta la muerte?-dijo Wesker con sarcasmo.

Albert no pudo adivinar la maquiavélica y maléfica sonrisa que había surcado el rostro de ella.

-Pues, voy a usar contigo una Cuna de Judas*, mitomane. È sempre più trascurabile-dicho esto, Roxan colgó el teléfono.

La cara de Wesker era indescriptible. Una mezcla de confusión, porque no sabía mucho de Italiano; reproche, por haberse olvidado de quitarle el condenado lazo, y rabia por la satisfacción que le debía estar dando ahora mismo a Reynald. Cómo le gustaría borrarle esa sonrisa del rostro… Le daba igual como, pero quería. Solía sentir indiferencia por la opinión de los demás, o lo que sentían con respecto a él, pero odiaba cuando el orgullo y el ego de Reynald se hinchaban aun más con algo malo, catastrófico o torpe que le sucediera. Y para qué hablar cuando discutía con Roxan, y ella le insultaba o le arrojaba cosas, Reynald estaba que irradiaba felicidad. Porque pensaba que Wesker no iba a volver con ella, que eran punto y aparte. Pero, Reynald no sabía cómo, pero Wesker siempre lograba engatusarla. Por eso se alegraba que, ahora que ella y él no tenían nada, Reynald se sentía tranquilo. Lo que le preocupaba era que Wesker siguiera intentándolo, como acababa de demostrar. Roxan era inteligente, y si sabía lo que hacía, no se acercaría más a él.

-Por cierto… Mitomane significa "mentiroso compulsivo", y la otra frase, quiere decir "Eres cada día más despreciable"-le dijo Reynald, recibiendo a cambio una dura mirada de parte de su padre, una fulminante de Wesker y otra divertida de su equipo.-La chica sabe lo que dice, Doctor…

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Michael O'Brian se aproximó con paso cauteloso a la recepción del hospital. Preguntó por Roxan Jones, para saber su estado, y una cordial enfermera le dijo que le dieron de alta. Aquello le sorprendió bastante, ya que el FBI había ordenado que no se la dieran hasta que ellos dieran el visto bueno. Estuvo discutiendo con médicos y enfermeras, hablándoles de protocolos y reglas que habían puesto y ellos se habían saltado. Al final desistió, pero antes de marcharse, se paso por la habitación que ella ocupó. Entró y encendió la luz, viendo de primeras un ramo de rosas en el suelo machacadas. Deben de haberle dado el alta hace poco, porque aun no se han pasado a limpiarlo…, dedujo. Lo segundo que le llamó la atención, fue el sobre que había en la mesita de noche. Se dirigió hacia él, lo cogió y lo abrió. Las fotos y la nota cayeron sobre la cama pulcramente hecha. Primero miró la nota, en la que ponían, sin ningún sentido obvio: "ON SARDOP ETRADRAUGSER ED AL DADIRUCSO". Michael era alguien inteligente, y nada más verlo puso el papel ante un espejo. En realidad ponía "NO PODRÁS RESGUARDARTE DE LA OSCURIDAD". ¿Era una amenaza? ¿Por qué la Agente Jones no le había dicho nada sobre aquello? Metió la nota en uno de los bolsillos traseros de su pantalón, y se concentró en las fotografías. Algunas más comprometidas que otras, pero no le prestó atención a las imágenes, sino a las letras que había por detrás. Pasó la mano por el reverso de la fotografía, denotando cierto relieve. Frunció el ceño y se acercó más la imagen, y pudo adivinar unos débiles números marcados.

Tanteó su chaqueta, en busca de un bolígrafo o un lápiz. Vio uno sobre la mesita, que cogió y pasó sobre creía haber divisado los números. Entonces, apareció un siete por encima de una A. Repitió el proceso con el resto de fotografías, encontrando números del uno al quince. Y si eran quince las fotografías que había… Las puso en orden, del más pequeño al mayor, dejando ver una frase: Mientras duermes.

Roxan corría un grave peligro. Alguien querría hacerle daño durante la noche, y en su casa, donde no había nadie que pudiera protegerle de aquél psicópata. Ella llevaría por lo menos unas dos horas en su casa, y comenzaba a llegar la noche cerrada. Michael se preguntó si podría llegar a tiempo, y si lograría alertar a los demás de la desgracia que podía ocurrir. Michael se dio media vuelta, para ir corriendo hacia el domicilio de Roxan a la par que llamaba al RPD y al FBI.

Pero, entonces, de la nada, surgió una sombra que le engulló y le sumió en la más profunda y fría oscuridad.

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Hala, por fin lo publico XD Lamento mucho la tardanza, pero es que tuve un bloqueo impresionante... Y de repente, se hizo la luz =) Bueno, ahora voy a explicar qué es la Cuna de Judas:

*La cuna de Judas es un instrumento de tortura utilizado principalmente para sacar confesiones. Consiste en una pirámide puntiaguda, sobre la cual se alza a la víctima para después dejarla caer una o varias veces, de modo que la punta topara con la zona genital o anal con mayor o menor presión dependiendo de
cómo evolucionara la confesión.

... Tiene que doler, ¿verdad? Bueno, ¿soy yo la única que ha querido matar a Wesker en este capítulo? ¿No? ¿Sí? Ah, y Ellen Smith es la doctora del libro de S.D Perry "La Conspiración de Umbrella".

Nos leemos ;D
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Azrael
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Re: Resident Evil: Afterlife love

Mensaje por Azrael » 10 Sep 2012 14:34

muy buena la historia, en realidad solo leí los primeros capitulos :oops:
pero es bueno igual XD continúa pronto y si queres pasate por RE Black Origins a ver como voy con la historia de Rand
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Roxanne Rivaille
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Re: Resident Evil: Afterlife love

Mensaje por Roxanne Rivaille » 16 Sep 2012 01:40

Muchas gracias por el comentario, Rand ^^ Espero que te guste el resto de la historia. Bueno, dejo el capítulo trece:
Capítulo 13: Wesker al rescate
La verdad era que se sentía observada. Caminaba, y tenía la extraña sensación de que había alguien detrás de ella, cerca o lejos, siguiendo sus pasos. Roselyn había ido al apartamento de mala muerte que antes ocupaba para recoger sus cosas y traerlas a casa de Roxan. Al final había decidido que Roselyn estaría con ella hasta que terminara los estudios de enfermera. Le había dejado una calle más debajo de su casa, mientras ella iba a por sus cosas restantes. Roxan andaba con ayuda de sus muletas, con la noche ya llegada, además de la pobre iluminación que aportaban las farolas de la calle. No le temía a la oscuridad, ni ahora ni de pequeña, y aquél era un barrio muy tranquilito. Nunca había robos, ni nada por el estilo, y los únicos alborotos que se podían oír en pocas ocasiones eran los de algún que otro grupo de muchachos que venían borrachines de alguna fiesta, o el llanto de algún bebe hambriento. Sí, aquél lugar podía resultar hasta anodino. Era como una zona a parte de Raccon City, que vivía despreocupada y sosegada. Roxan continuó caminando a tientas con las muletas, ligeras pero incómodas. Roxan volvió a sentir la presencia de alguien, mucho más cerca y de manera más precisa. Así que no dudó ni un instante en coger una de las muletas e intentar darle en las rodillas a quien quisiera que le estuviera siguiendo. Inmóvil seguro que le dejaba, y con un buen dolor en las articulaciones.

Su sorpresa fue que el individuo, agarró la muleta con fuerza y tiró de ella hacia atrás, atrayéndola hacia sí. Le arrebató la muleta con un simple movimiento, y le agarró suavemente de la muñeca con la mano que tenía libre.

-¿Vas dándole muletazos a todo el que se te pone por delante, Roxan?-le preguntó el hombre.

-Maldita sea, Reynald, por poco me da otro infarto más… ¿Y tú, vas siguiendo a la gente por ahí?-replicó Roxan girando el rostro y topándose con la cara de Reynald, que se mostraba divertida y extrañada a la vez.

-Es que iba al hospital a pedirte perdón, y en el camino te he visto dando trompicones con las muletas... Así que, lo siento. Tanto por haberte hablado así por teléfono como por provocarte casi otro infarto.

-Yo… Yo también te debo una disculpa. Soy demasiado impulsiva… No debí haberte tratado así. Eres la única persona que de verdad se preocupa por mí, y el único en quien puedo confiar-dijo ella.

-¿Entonces, confías en mí?

-¡Por supuesto! Si asesinara a alguien, eres la persona a la que llamaría para que me ayudara a arrastrar el cadáver.

-Es una forma algo macabra de decirlo, la verdad. ¿Quieres que te ayude a arrastrar algún cadáver?

-Oh, no estaría nada mal matar a Wesker de la forma más lenta y dolorosa que hay… Como meterle en una dama de hierro.

-¿Me estás leyendo el pensamiento?-inquirió Reynald, sonriendo, y ganándose una risa de Roxan.

Reynald se percató del sonrojo de Roxan. Llevaban un rato así, pegados el uno al otro, y él tenía la barbilla apoyada en el hombro de ella. Ya le había soltado la muñeca, pero no la muleta.

-¿Tú también sientes como si te estuvieran siguiendo?-musitó Roxan, casi sin aliento.

-La verdad es que sí… Tengo esa sensación desde hace rato.

Reynald soltó la muleta y ella comenzó a caminar de nuevo. Él le acompañó, yendo al lado de ella, en un silencio sepulcral. Lo único que se escuchaba era el silbido del viento y el crujir de las ramas de algún árbol. Reynald frunció el ceño al oír un castañeteo, que provenía de los dientes de Roxan. A ella le temblaban de manera violenta las piernas, y andaba con paso torpe. Ella elevó la vista al sentir un repentino y confortante calor: Reynald se había quitado su chaqueta y la había colocado sobre los hombros de Roxan. Ella se la acomodó y le dedicó la sonrisa más cándida que pudo. Roxan se tuvo que poner de puntillas para darle un beso en la mejilla, ya que Reynald era bastante alto, a pesar de que ella midiera un metro ochenta y tres, él medía unos diez centímetros más. A pesar de no ser mucha la diferencia de altura… Ella se sentía tan pequeñita a su lado… Pero quizás eran esos centímetros los que hacían que se sintiera protegida cuando estaba con Reynald. Él se puso más rojo de lo que ya estaba (efectos secundarios del frío), y sintió un repentino calor que le inundó el cuerpo entero. Aquél simple beso le había hecho tan feliz… Dicen que la felicidad es un instante, ¿pero acaso la vida no era un conjunto de instantes?

-Muchas gracias por evitar que me siguiera congelando por el frío, y por acompañarme a estas horas a casa…-le susurró ella al oído, sonando sin querer ligeramente sensual.

Entonces, de repente, una voz en su cabeza le dijo: "Por favor, ¡un aplauso para aquellos besos que estaban destinados a los labios y que murieron en la mejilla!" ¿Qué le estaba insinuando? Serán imaginaciones mías… La otra vocecita volvió: "No, no son tuyas, son en una parte mías. Y, sé lo que piensas. No, Roxan no se ha metido en tu sucia mente, si no yo." Oye, que yo no tengo la mente sucia, si no la imaginación sexy… ¿Y entonces quién puñetas eres y por qué te metes en mi cabeza? Si no eres Roxan… Ah, ya caigo… Phesy, querida, ¿te importaría salir de mi mente, mi cuerpo o de donde sea que estés? Me estás metiendo cosas en la cabeza que no son. ¿Cómo podía estar teniendo una discusión mental con Pheseans? "Reynald, sólo te digo esto: algunas cosas es mejor no desearlas demasiado…" Reynald se sintió aliviado de que ella hubiera salido de su cabeza. Roxan le miraba con una ceja enarcada y con los labios fruncidos. ¿Por cuánto tiempo más tendría que retener esas ganas de besarle cada vez que le veía? Roxan siguió caminando, con una pequeña sonrisa. ¿Tanto se le notaba? ¿Tan atontado estaba? Roxan, como buena amiga suya que era desde hace tiempo, había aprendido a identificar en los ojos de él lo que sus labios no pronunciaban, y esta vez podía notar un sentimiento, que desconocía, pero que se guardaba dentro de sí.

-¿Vas a quitar esa cara de bobo y vas a empezar a caminar, o te vas a quedar ahí congelándote?-le dijo ella, poniendo los ojos en blanco.

Reynald sacudió la cabeza y la elevó, mirándola a ella.

-Perdona, es que… Me ha pillado por sorpresa… Tu beso, quiero decir-respondió él, esbozando una sonrisa ladina.

-Eso es lo que hay, un beso para el que me desee el bien, y una patada en el culo al que me desee el mal… O alguna tortura china…

Reynald soltó una risa por aquél comentario.

-Estás loca… En el buen sentido, quiero decir.

-Una loca como yo necesita un tornillo como tú-objetó ella, guiñándole un ojo.

Reynald comenzó a pensar que Roxan disfrutaba poniéndole nervioso.

-Oh, está bien saber que soy una pieza de ferretería para ti-replicó él, con tono divertido.

-No, yo… A ver…

-Da igual, Roxie. Sé que es un… ¿Halago?-le dijo él, ladeando la cabeza.

Reynald y Roxan se estaban helando de frío, y al paso que iban, se congelarían. Reynald se tomó la libertad de pasar una mano tras la espalda de ella, que le miró con el ceño fruncido. En un rápido y fluido movimiento, la alzó en volandas con su brazo izquierdo.

-¿Qué… qué haces?-le preguntó ella, ruborizada.

-Íbamos muy lentos, tú te ibas a matar con las muletas y nos estábamos congelando. Así que, lo hago por el bien de ambos-le contestó él, serio y caminando con ella en su brazos.

-No… No era necesario… No quisiera resultar una carga para ti, de verdad-protestó Roxan.

-Tú jamás serás una carga para mí…

Roxan no puso más pegas. Simplemente, se acurrucó en el pecho de él, con las muletas sobre ella. Sintió un inconfundible calor invadirle, al igual que sintió como un extraño vacío se llenaba. Porque a veces, un gesto tan simple como abrazar, podía curar las heridas que no eran expresadas con palabras. Él la apretó más contra sí, ella, si fuera una persona normal se habría quejado por el dolor. Pero, de repente, se había desvanecido. Lo único que sentía en esos instantes era el calor que emanaba el cuerpo de él, y sus latidos acelerados. Era la primera vez que estaban tan cerca el uno del otro en tanto tiempo, y aunque Reynald pareciese tranquilo, sentía que las piernas se le hacían mantequilla. Había personas que decían que cobardía es amar y no ser capaz de decirlo, pero para Roxan era mucho peor decirlo y no sentirlo.

Era curioso. Aun estando a finales de marzo, hacía un frío digno de diciembre. La verdad era que hacía un día raro, bastante nublado y con el cielo encapotado: olía a humedad, así que seguramente llovería de un momento a otro.

Tras unos cinco minutos más caminando, Reynald dejó a Roxan de nuevo en tierra firme. Ella agarró de nuevo las muletas y caminó hasta la puerta de su casa, sacando de debajo del ojo de un búho de madera las llaves para abrirla. Las introdujo dentro de la cerradura, oyendo un clic. La puerta se entreabrió, y antes de poner siquiera un pie dentro, Roxan giró la cabeza para mirar a Reynald, que le observaba apoyado en la valla de madera blanca.

-¿No quieres entrar?-le preguntó ella, haciendo un gesto con la cabeza hacia el interior de la casa.

-No sé… Ya es muy tarde, y no quiero molestar. Además, si me entra la pereza o el sueño, vas a tener difícil sacarme de tu mullido sofá-le contestó él, con una pequeña sonrisa.

-Tú nunca me molestarías. Y no me importa si te quedas frito en el sofá, al fin y al cabo, te debo una-insistió ella.

Él se encogió de hombros, todavía indeciso. Roxan sabía qué decir para convencerle.

-Si entras, preparo un par de chocolates calentitos…

-Uh, chocolate…-dijo Reynald, oyendo el gruñido de su estómago hambriento. Se apartó de la valla y siguió a Roxan.

Tampoco le resultó tan difícil. Una cosa más que compartían él y Roxan, era su pasión por el chocolate. Nathan, cuando aun vivía, les hacía unos chocolates exquisitos a ambos. Ah, jamás se les olvidaría aquél exclusivo aroma que le aportaba, junto con el barquillo de galleta que le ponía para adornarlo y la hojita de menta. Si les pusieran a ambos varias tazas de chocolate, y entra ellas estuviera una preparada por Nathan, la identificarían al instante. Pero, al fin y al cabo, sabían que no podrían volver a catarlo.

Reynald entró al interior de la casa y se sentó en uno de los taburetes de la barra que dividía el salón con la cocina. En frente, Roxan se movía como se podía cogiendo cosas. Después metió dos tazas dentro del microondas y bufó, intentando apartarse un par de mechones de pelo rebeldes que le caían en la frente y le dificultaban la vista. No era la primera vez que él le veía hacer eso, ya que era una vieja costumbre de ella. Reynald sonrió, y tuvo que apartar a un lado la tentación de retirarle él mismo esos dos mechones y colocárselos tras las orejas, como en esas películas románticas que a veces echaban los fines de semana en cadenas cutres. Ella se fue a su habitación, dejando a Reynald pensando en cosas varias, y al rato reapareció con un bastón en mano, en vez de las muletas.

Cuando él se giró y le vio con aquél pijama azul de ositos, que parecía bastante abrigado, tuvo que esforzarse mucho para no sonreír o reírse. Se limitó a enarcar una ceja. Ella también llevaba unas zapatillas de andar por casa azules con un oso en la punta.

-Ni se te ocurra reírte, o te juro que te daré un bastonazo donde más os duele a los hombres…-le amenazó ella, sacando las tazas del microondas: colocó una delante de Reynald y la otra se la quedó ella.

Ahora que Reynald se fijaba, la parte de arriba del pijama le quedaba algo ajustado. Se había dejado sin abrochar tres botones, permitiendo ver un insinuante escote; también se le entreveía una parte de abdomen. Sí, ahora aquél infantil pijama le gustaba mucho más.

-Estás muy… Bien-una sonrisa burlona surcó el rostro de Reynald mientras hablaba. Se acarició inconscientemente la perilla que le habían dejado: había ido al peluquero y… Y bueno, le dijo que de paso le arreglara aun poco la barba sin llegar a quitársela toda, y le dejó eso.

-Oh, si te has dejado perilla…-comentó ella acercando el rostro un poco más.

-¿Ridícula, verdad?

-A mi no me parece ridícula para nada-le contradijo, negando con la cabeza.-Al revés, me parece muy sexy…

-¿En…serio?

-Sí, enserio. Te queda genial.

Reynald sonrió, y pensó que quizás no estaba tan mal. Vio cómo Roxan se sentaba de un salto sobre la barra y tomaba un sorbo del chocolate, dejándole un cerco en el labio superior.

-Pareces estar mejor de la pierna…-le comentó él, girándose en el taburete para encararla.

Roxan se encogió de hombros y bebió de nuevo del chocolate.

-Aun me duele un poco…-apuntó ella haciendo una mueca de dolor al intentar flexionar la pierna.

-Pues no la fuerces mucho, bruta. Que te crees que por que te duela un poco menos puedes hacer lo que te dé la gana-le regañó él. No pretendía sonar enfadado, si no divertido. Y ella se o tomó mejor de lo que él esperaba, la verdad.

-Bueno. Ya sabes que sufro de hiperactividad y no puedo estarme quieta mucho tiempo en el mismo sitio-le contestó ella, dejando la taza vacía a su lado. Se percató de que la taza de Reynald estaba casi intacta.- ¿Tan mal hago los chocolates, Svirnov? ¿O tan traumatizado te ha dejado mi discretísimo pijama?

Reynald sonrió de forma picarona y elevó la vista. Roxan no pudo predecir nada de lo que iba a hacer él; Reynald se puso en pie y la acorraló en la encimera, colocando ambos brazos a los lados de sus caderas. Roxan abrió los ojos como platos y se quedó totalmente paralizada.

-Que quede claro… Me encanta tu chocolate… Y sobre todo tu pijama…-le susurró él al oído, con un tono de voz grave y bastante… ¿Sensual? Roxan jamás le había escuchado hablar con ese tono de voz. Y lo más extraño era que le gustaba.

Ella suspiró con fuerza y le preguntó qué estaba haciendo, en un hilillo de voz apenas audible. Reynald le acarició con un dedo la clavícula, mientras que con la otra le acariciaba el muslo. Entonces, él le contestó:

-Me llevas provocando todo el día: el pijama, lo de ponerme ojitos, el beso en la mejilla, el ataque con la muleta…

-¿Cómo te voy a provocar atacándote con mi destartalada muleta?-le contradijo ella, en un leve balbuceo.

-Sabías que era yo. También sabías que agarraría la muleta, quedándonos en esa posturita…

Para qué mentir. Era cierto, supo que era él nada más oler su colonia unos cuantos metros más atrás. Lo que no sabía por qué le había estado provocando, porque no era su intención en ningún momento ponerle nervioso a él. Roxan era inocente y dócil, y jamás se le ocurriría todo lo que él decía que había estado haciendo… Pero Pheseans sí era capaz de controlarle inconscientemente para que hiciera todo aquello: ella tenía mucha más picardía, y se veía que tramaba algo con respecto a Reynald.

-Yo…-Roxan no sabía que decirle. Y, cuando Reynald estaba a punto de besarle, se fue la luz.

La habitación se sumergió en una escalofriante oscuridad, que Roxan encontró distinta a la de la calle. Reynald se despegó y miró a todos lados, con el ceño fruncido. Roxan se bajó de la encimera con cuidado de no hacerse daño, y se colocó detrás de Reynald, aferrándose a uno de sus brazos. Una repentina corriente de aire gélido les golpeó los rostros. Después, se cerró una puerta de golpe. Reynald apenas se percató, pero aun así desenfundó la pistola y le hizo un gesto a Roxan para que se quedara detrás de él.

-¿Llevabas esa pistola encima?-le preguntó ella, frunciendo el entrecejo.

-Sí. Siempre voy con ella… Por si las moscas.

-Ya, ya… ¿Por qué no vas a ver si le pasa algo a los fusibles? Y mientras compruebo si se ha sido un apagón general.

-Vale, pero no hagas nada raro.

-¿Qué iba a hacer yo?

-Pues no sé, salir por la ventana o algo.

-Ja, muy gracioso.

Roxan se fue cojeando hasta su cuarto y sacó una Samurai Edge de su mesita de noche. Encendió un tubo fluorescente que había al fondo del mismo cajón, y lo dejó sobre la cama mientras comprobaba que tuviera el cargador lleno. Había algo que le decía que no era sólo un apagón. Roxan estaba ensimismada comprobando el arma, y no se percató de que la puerta se estaba cerrando lentamente. Salió de su trance cuando oyó un golpe en el salón, y después un sonoro "¡Pum!". Tras eso, la puerta se cerró, dejándola encerrada en su dormitorio. Trató de girar el pomo o forzar la cerradura, dándole patadas y empujones a la puerta, todo en vano. Roxan comenzó a llamar a Reynald, y él no le respondía. Temió lo peor, y esperó que estuviera bien. Cogió el tubo fluorescente y se lo colocó en la cinturilla del pantalón del pijama, empuñando la pistola. La sujetaba con manos firmes, a pesar de que sentía un miedo enorme. Apuntó a la cerradura, sintiendo cierta pena por destrozar la puerta de su propia casa, pero antes de poder apretar el gatillo, algo, o más bien alguien, se lo impidió. Roxan apenas pudo girarse para ver a su agresor: él(o ella), sacó un cable y lo enrolló en el cuello de Roxan. Sujetó el cable por ambos extremos, tirando hacia sí y tratando de estrangularle. Roxan intentó quitarse el cable de sí, pero el atacante tenía una fuerza… Sobrehumana. Roxan comenzó a sopesar las posibilidades de que no fuera una persona normal y corriente, si no… Un B.O.W como ella. Como Pheseans.

Pero aun así, este tenía algo distinto. Roxan podía notar el declive en el que estaba sumergiéndose él (había determinado que era un hombre por su complexión física), y el estado de éxtasis en el que se hallaba ahora mismo. Estaba disfrutando viendo cómo ella se revolvía entre sus brazos, luchando por librarse de su final. Pero él no quería que aquél inmenso placer que estaba sintiendo se acabara tan pronto. ¿Por qué no jugar un poco más con su delicado cuerpo?

Una sonrisa perversa surcó su rostro, y en sus ojos se pudieron notar un brillo de cierta complacencia. Retiró el cable del cuello de cisne de ella, y con el mismo le ató las manos. Roxan habría gritado con todas sus fuerzas de no ser porque apenas tenía aire en el cuerpo, y le dolía hasta el respirar. Él la lanzó contra la cama, y cogió las esposas que había en el cajón entreabierto de la mesita. Enganchó uno de ellas al cabecero, y la otra al cable. Roxan al instante supuso que iba a… Le iba a violar. Sí, era eso lo que intentaba ahora. Él se puso a horcajadas sobre ella, e intentó desabrocharle los botones del ajustado pijama. Parecía ser que los botones se resistían, así que directamente rasgó la tela del pijama. Roxan se revolvía debajo de él, y en uno de sus frenéticos movimientos por salir de debajo de él, logró asestarle una patada en el abdomen. Su atacante se echó para atrás un poco y alzó la mano, asestándole un guantazo con bastante fuerza en el rostro a ella. Roxan ladeó al cabeza por inercia, y después la dejó ladi caída. Un pequeño hilillo de sangre comenzó a descender por una de las comisuras de sus labios, junto con una lágrima solitaria de pura rabia.

Él sonrió satisfecho, y cuando fue a retirarle los pantalones del pijama, ella elevó la cabeza. Sus ojos de serpiente brillaban con un rojo sangre, que logró asustar un poco a él. Una sonrisa socarrona enmarcó el rostro de Roxan, seguido de una risa grave y profunda.

-Sabes, acabas de firmar tu sentencia de muerte…-le advirtió ella.-Tengo una amiga con mucha mala leche, que quiere que la deje salir para poder matarte de una vez, y no voy a dudar en permitírselo…

Ella hizo tronar el cuello y se puso seria.

-Te presento a Pheseans, maldito desgraciado.

La susodicha enrolló ambas piernas alrededor del cuello de él, impulsando su cuerpo hacia delante y estampándolo contra la pared. Por suerte no llegó a atravesarla. Aprovechó para escabullirse hacia un lado y tirar del cable y las esposas. Se hizo un corte circular alrededor de ambas muñecas, del que emanaron unos cuantos regueros de sangre. Las heridas se cerraron casi al instante, y mientras él sacudía la cabeza aun aturdida, ella rompió lo único que le impedía moverse. Las esposas saltaron por los aires, al igual que el cable. Con una voltereta hacia delante, Pheseans se bajó de la cama sin dificultad o dolor alguno. Él se giró y emitió un gruñido, bajándose también de ésta.

-Zorra…-le insultó él, con un desprecio enorme.

Pheseans reconoció la voz, y no se sintió sorprendida.

-¿Es que no puedes morirte de una maldita vez, Víctor?-le dijo ella, respirando con fuerza.

Stracciatella se quitó el pasamontañas, revelando su rostro. Tenía una pequeña parte de la cara quemada, pillando justo la mitad de la boca, convirtiéndola en una mueca de enfado continuo. Todo empezó a encajar: Víctor recibió el disparo, pero se sanó al instante, pudiendo huir. Debió de pillarle por sorpresa alguna llamarada, que fue la que le desfiguró una cuarta parte del rostro.

-¿Qué eres?-le preguntó Pheseans, apretando los puños y frunciendo las cejas hacia abajo.

-Soy como tú. Otro producto de Umbrella. ¿Sabes qué? Tu padre, Drake, es el culpable de que yo dejara de ser humano…

-Drake no es mi padre-le replicó ella, haciendo una mueca de desagrado.

-¿Entonces qué, fuiste concebida por el Espíritu Santo?-dijo él con sarcasmo, entrecerrando los ojos.-No, perdona, quería decir Satanás…

Pheseans rodó los ojos y torció una de las comisuras de los labios hacia abajo. Resopló y entreabrió la boca, a punto de decirle algo sobre su comentario, pero cambió a lo que le incumbía en esos instantes.

-Entonces no trataste de violar a Emily. Trataste de comértela… Y ella opuso resistencia. Intentaste luchar contra la necesidad de ingerir carne humana, pero ya era demasiado tarde… Le habías mordido. Así que decidiste hacer lo necesario para que pareciera que todo había sido una mala jugada de la Hermandad. El virus que te mantiene con vida te va a acabar matando, Víctor.

-Lo sé. ¿Por qué crees que estoy empeñado en ti?

-Por el sistema inmunológico de Roxan… ¡Claro! Ella ha desarrollado unos anticuerpos que no me permiten tomar el control. Tiene las ventajas del virus, sin llegar a padecer los efectos secundarios… Pero al quedar aun un pequeño retazo de él, se están debilitando, matándola poco a poco… ¡Por eso yo aun sigo aquí! Reynald debió de hacerme algo al reactivar Proyecto P.

-Gracias a él aun sigues aquí y yo aun no te he despedazado.

-Tú lo que querías era violarme, Víctor. Y después despedazarme-apuntó ella, mirando a Víctor con asco.

-Sí, justo eso. Y si te callas de una maldita vez y te estás quietecita, podré hacerlo.

-En tus sueños, Stracciatella. Creí que eras un auténtico caballero, pero sólo eres un cobarde con complejo de superioridad con el que han experimentado. No te voy a calificar de hombre, porque no lo eres.

-¿Es que tu amado Albert lo es más que yo? Mira cómo te trata. Le importas un comino, Roxan, Pheseans o como te llames. Seguirás siendo una perra llorona y abandonada, ¿o es que crees que Wesker y el tonto ese… Reynald, te quieren de verdad? Lo que quieren es utilizarte y después tirarte, como si fueras su pañuelo personal. Y si no me equivoco, Wesker ya lo hizo, y tu amiguito ha estado a punto de hacerlo si no fuera porque he aparecido yo. Ahora que lo pienso, deberías estarme agradecida.

-¿Qué has hecho con Reynald?-le preguntó ella, con una enorme sensación de culpabilidad. ¿Y si le había… le había matado?

-Tranquila, sólo lo he dejado inconsciente. Y, no, a él si que no me lo pienso comer-le respondió Víctor, elevando las comisuras de los labios en un amago de sonrisa ciertamente amarga.

Pheseans fue a lanzarle un cuchillo a la cabeza (que había sacado de la cómoda mientras Víctor le hablaba de sus planes para ella), pero fue a parar a la pared. Víctor ya no estaba ahí.

-¿Y ahora qué, vamos a jugar a los ninjas?-dijo ella con sarcasmo, suspirando.

No recibió más respuesta además de un completo silencio. Pheseans comenzó a pensar que de verdad Víctor podía tener habilidades ninja, por muy ridículo que sonara. Sí, claro, él es un ninja italiano medio zombi y yo soy una sayayin telépata amiga de Vegeta y Goku. Ja. Menudas chorradas se me ocurren. Pheseans no pudo evitar sonreír para sí de las cosas que se le pasaban a veces por la cabeza. Y se supone que yo soy la seria y madura. Fue a recoger el cuchillo de la pared, y maldijo a Víctor por aquél calvario que le estaba haciendo pasar. Se giró con cautela, con cuchillo en mano, e intentó adaptarse a la oscuridad. El tubo fluorescente había desparecido, sumiéndola en una completa oscuridad, que no le aportaba nada de seguridad a ella. Pheseans reconocía que tenía una pizquita de miedo, tan sólo un poquito… A pesar de que podía derrotar a Víctor casi sin esfuerzos si se lo proponía. Se miró las manos, comprobando que las heridas de antes no estaban, aunque seguía doliéndole un poco el cuello y la garganta. Tenía unas ganas enormes de encajarle aquél cuchillo entre ceja y ceja a Víctor. Estaba causando demasiados males, a parte de que quería comérsela. Escucho un ruido proveniente del baño, que parecía ser el del agua corriendo en la bañera. Frunció el ceño y suspiró.

-Si lo que quieres es que me meta en la bañera contigo, lamento decirte que no estoy de humor-le dijo ella sarcásticamente y empujando la puerta del baño suavemente para abrirla.

Nada mas entrar, vio la bañera llena.

-¿No te rindes, verdad?

-Yo siempre consigo lo que me propongo, querida-le contestó él, con petulancia.

-Pues no siempre se consigue lo que uno quiere… Pero tarde o temprano la vida nos concede aquello que merecemos. Y tú lo que te mereces es ir directo al infierno, Víctor Stracciatella.

-Entonces ambos arderemos allí, princesa.

Víctor apareció detrás de ella, y le asestó una patada en las pantorrillas. Pheseans trastabilló, y él aprovechó para cogerla del pelo tirando hacia detrás. Víctor aspiró el aroma a rosas que desprendía su piel, y luego le acarició la curvatura de la espalda.

-Es una pena tener que destrozarte sin antes poder haberte disfrutado. Ah, adoro esa carita tuya de ángel…

-Tendré cara de ángel, pero espérate a ve lo que el diablo me enseñó-le respondió ella, tratando de sonar sensual.

Víctor sonrío de lado y fue aflojando la presión sobre la cabellera de ella. Bajó la otra mano hasta su abdomen y comenzó a acariciarlo de manera lasciva.

-¿Sabes una cosa, tesoro…?-susurró ella, torciendo el labio hacia abajo.-Soy demasiado pan para tan poco jamón…

Dicho esto, ella le dio un golpe con el talón en la entrepierna. Esta vez Víctor sí aulló de dolor y cayó de rodillas al suelo mientras gimoteaba. Pheseans le dio otra patada, esta vez en la mejilla. Víctor giró el rostro por el golpe, y luego escupió un poco de sangre. Pheseans oyó que Víctor soltaba algunas palabrotas e improperios en italiano, seguramente dirigidas a ella. Miró de soslayo la bañera y se acercó a ella, para cortar el grifo.

Lo último que vio fue la sonrisa perversa y sádica de Víctor antes de tomarla por el cuello y meterle la cabeza bajo agua.

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Wesker no tenía noticias de Roxan desde las últimas seis horas. A pesar de que una enfermera llamó para decirle que se le había dado de alta y se había marchado junto con su hermana a casa, tenía un mal presentimiento. ¿Cómo puedes esperar que recibir una llamada suya después de lo del ramo? Wesker reconocía que no había hecho bien enviándoselo a ella. Al menos sin haberle quitado el lazo, aunque eso hubiera sido un despiste suyo. Pero nunca lo admitiría. Se recostó en la silla de cuero negro de su despacho. Encendió su ordenador, sonando de fondo la musiquita de inicio típica de las computadoras de Umbrella. El logo de la empresa apareció en pantalla y se fue dividiendo en segmentos, y después apareció el fondo de pantalla rojo y blanco junto con los iconos típicos del escritorio. Antes de poder hacer nada más, tuvo que introducir su clave y nombre de usuario. Tecleó con rapidez los datos que le pedía, y después volvió a parecer su escritorio. Pulsó un par de teclas y una ventana con archivos de vídeo ocupó la pantalla. Clicó en la carpeta que contenía los vídeos de la cámara de seguridad instalada en casa de Jones.

Sí, tenía vigilada a Roxan. Desde que se la llevaron en ambulancia del Bella Mafia, mandó instalarlas en puntos clave de la casa de ella y de manera disimulada. Ahora que estaba en ella, podía vigilarla. Por su propio bien, claro. Albert Wesker siempre cumplía con su palabra, y si le dijo que lograría que sobreviviera. Abrió la carpeta en la que ponía cocina, y seleccionó el primer y único vídeo. Miró algo aburrido los primeros cinco minutos, en los que no ocurría nada interesante. Avanzó diez minutos, y se vio desagradablemente sorprendido con la escena entre Roxan y Reynald.

-Espera… ¿Qué? ¿Pero qué hace él, con ella y manoseándola?-se dijo a sí mismo en voz alta.

¿Qué era aquél sentimiento que le estaba invadiendo en aquellos instantes? ¿Celos, quizá? No… Albert Wesker no podía tener celos de nadie ni por nadie. No… era… Era algo imposible. Pero los tenía, no sólo de lo que estaba viendo, si no de lo que se estaba imaginando que podía ocurrir. De repente, la cámara se corta y se queda en estática.

-Lo que me faltaba. Aunque no sé si agradecerlo o enfadarme...

Al menos había dejado de ver la escena. ¿Pero y si…? ¿Y si Roxan corría peligro? En parte, ella es su responsabilidad. ¿Por qué? Porque ella es lo único que uno de los peces gordos de la HCF desea, y su única condición para poder entrar. Simplemente le habían ordenado obtener muestras del Virus X y datos sobre Proyecto P, pero aquél hombre misterioso le había dicho que la trajera con él. Nunca le dice los motivos ni el por qué, pero Wesker tampoco le pregunta. Se limitaba a acatar órdenes y ganar puntos a su favor, tratando de ser discreto. Umbrella aun no se había percatado de nada de lo que estaba haciendo con respecto a la HCF. Wesker se levantó de golpe de la silla y cogió el teléfono, marcando el número de Fred.

-¡Fred! ¿Dónde estás?

-Señor… ¿Sabe usted la hora que es?

Wesker miró el reloj y vio que eran las una y media de la madrugada.

-Sí, lo sé, perdona que te llame a estas horas y te despierte, pero es urgente.

-Capitán, ¿ocurre algo?

-Creo que a la agente Jones le ha sucedido algo malo.

-Yo también.

-¿Sí?-musitó Wesker, ligeramente sorprendido.

-Sí. El agente O'Brian despareció hace tres horas. La última vez que se le vio fue entrando en la habitación de hospital donde ella estaba. No se le vio salir. Encontraron una libreta con anotaciones suyas, y en una de las páginas se encontró una nota que al parecer encontró en la habitación vacía. Era una posible amenaza de muerte hacia Jones, señor. ¿Necesita algo más?

-No estaría nada mal que me acompañaras a la casa de Roxan, a ver si está bien. Alguien le arrancó los frenos, y tardaría mucho andando.

-Estoy aparcando ahora mismo en su puerta, señor.

Wesker enarcó una ceja.

-Pues mejor entonces.

Albert colgó el teléfono y se dirigió a la habitación de Sherry. Abrió la puerta teniendo cuidado de no despertarla, y la vio plácidamente dormida. Sacó una manta azul de uno de los armarios y sacó a Sherry de la cama en brazos. Le echó por encima la manta y bajó las escaleras con cautela, con Sherry a cuestas. No se despertó. Salió por la puerta principal, descubriendo que llovía a mares. Fred apareció delante con un paraguas en mano, y lo puso sobre ellos para resguardarles de la lluvia.

-No debería traer a la niña-le advirtió Fred, mirándola a ella de soslayo.-Podría correr un peligro innecesario.

-Pues no pienso dejarla sola.

-Según me ha dicho usted muchas veces, la señorita Birkin gusta de estar sola y está acostum-

Wesker le interrumpió de manera abrupta:

-NOvoy a dejar a Sherry sola. También correría un peligro innecesario si la dejo aquí, Fred. Y yo soy el responsable de ella.

Albert le dirigió una mirada dura y seria que intimidó a Fred.

-Como quiera. Es su sobrina, no la mía-Fred se encogió de hombros.

-Pues tampoco es mía, para que lo sepas. Es hija de unos amigos-le respondió Wesker, sonando indiferente.

-No se ofenda, pero me sorprende que usted quiera hacerse cargo de un niño o quiera hacer un favor.

-Sherry no tiene a nadie más…

Wesker miró el dulce rostro dormido de Sherry y sonrió para sus adentros. La dejó tumbada con suavidad en los asientos traseros del volvo negro. Él se fue a sentar en el asiento de copiloto, pero antes le preguntó a Fred:

-¿Sabes cómo llegar a su casa?

-Pues…

Wesker rodó los ojos y terminó sentándose en el asiento del piloto. Se puso el cinturón y comprobó los espejos. Luego puso ambas manos al volante y arrancó.

No supo por qué, pero Wesker rezó en silencio por que Roxan estuviera bien.

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Apenas habían aparcado y Wesker ya estaba quitándose el cinturón y abriendo la puerta. Salió lo más deprisa que pudo y se dirigió al caminillo de piedra que daba acceso a la casa. Fred se quedó vigilando a Sherry, con poca gana. Albert tocó el timbre unas cuantas veces sin respuesta alguna. Harto, sacó la llave de repuesto del búho. Había visto a Roxan usarla unas cuantas veces, y siempre le había dicho: "Úsala en caso de que no te responda los primeros quince timbrazos". Después ella sonreía de la manera tímida que a Wesker tanto le gustaba. "Y, recuerda, ésta llave es sólo para emergencias", insistía ella. Tras eso, Wesker le respondía: "Claro, dearheart. Pues entonces creo que la voy a usar mucho". Roxan fruncía el ceño y los labios. "Para mí es urgencia tener que verte… Y besarte". Y con conversaciones cómo esa, Wesker la había tenido comiendo de la palma de su mano. Pero se le había acabado el chollo, porque Roxan había reaccionado y no de buena manera. Y Wesker sabía que era posible que jamás lograra recuperar su confianza. Y Albert reconocía que echaría en falta algunas cosas de ella, como la ya mencionada sonrisa tímida; las veces en las que le ponía ojitos de corderito; sus frases con sarcasmo; sus largas piernas… Y, ya estaba desvariando. Albert, céntrate.

Entró a la casa. De primeras vio el salón con la cocina al lado. Estaba totalmente a oscuras. Encendió el móvil para poder alumbrar un poco. El sonido de un relámpago y varios truenos sonaron en la lejanía. Wesker no divisó nada.

Se exaltó un poco al oír un golpe proveniente del dormitorio de Roxan. Se dirigió hacia allí, y al intentar abrir la puerta, se dio cuenta de que había un bastón tirado en el suelo. Se agachó y lo recogió, y lo empuñó en la otra mano libre. Le dio un golpe a la cerradura de la puerta, y ésta se abrió con un chirrido bastante molesto.

Para qué mentir: Wesker temió por la vida de Roxan. El cuarto estaba patas arriba; la cama deshecha, el cabecero abollado, unas esposas rotas en el suelo, un agujero en la pared y lo que parecía ser pedazos de ropa. ¿Sería de algo que llevara puesto ella? Wesker los recogió, y el invadió aquél olor tan característico a rosas suyo. Al parecer, aquello había tenido que ser arrancado de cuajo, y no hace mucho, porque aún estaba caliente. También estaba manchada de sangre, al igual la moqueta del suelo y la colcha.

Wesker comenzó a sentir los pies húmedos. Miró al suelo con el entrecejo fruncido. De debajo de la puerta del baño salía un pequeño charco de agua. Intentó girar el pomo, pero estaba encasquillado. Le dio varios empujones a la puerta pero tampoco resultó.

-¡Roxan! ¡¿Estás ahí?!

No le respondió nadie. Al otro lado sí escuchó un grifo correr.

Wesker, ya mosqueado, le asestó varias patadas a la puerta. A la décima patada, la puerta cayó derribada. A Wesker se le encogió el corazón cuando vio a Roxan, con la cabeza metida en la bañera llena de agua, cortes en los brazos y en el torso. Tan sólo llevaba los pantalones del pijama, y el sujetador estaba hecho jirones, pero aun le cubría los pechos. Había un secador conectado a un enchufe, cuyo cable terminaba en el interior de la bañera.

-Oh Dios mío…

Wesker dio dos zancadas y sacó a Roxan del agua. Tenía varias quemaduras en el rostro y el cuello, y estaba realmente pálida. Sus labios ahora estaban de color violáceo, y tenía unas pronunciadas ojeras.

-No, no, no, nooo…

Wesker sacudió a Roxan. El pelo empapado se le pegaba al rostro y al cráneo. Le retiró los mechones de pelo de la cara y le acarició la mejilla. Le tomó el pulso, y no tenía. Tumbó a Roxan en el suelo y le trató de hacer una reanimación cardio pulmonar.

-No, Roxan, por Dios no te mueras… Ahora no, pedazo egoísta. Como te vayas, te juro que me las pagarás muy caro.

Albert le volvió a tomar el pulso. Nada.

-Espero que no te importe lo que voy a hacer…

Wesker le tapó la nariz a ella con una mano y posó sus labios sobre los de Roxan: comenzó a practicarle el boca a boca.

-Roxan… Por favor, no me hagas esto. Te… Te necesito, ¿vale? Te necesito. Sí, lo reconozco. Te necesito, aquí conmigo.

Roxan se incorporó de golpe y comenzó a toser, cogiendo bocanadas de aire.

-We-wesker…

Ella temblaba de manera violenta.

-No hables. No estás en condiciones de ello.

Roxan se acurrucó en su pecho y entre sus brazos, gimoteando.

-Gra-gracias…

-Ya me lo agradecerás después.

-¿Wesker al rescate, no?

Albert sonrió de lado y le frotó la espalda.

-Ja. Muy graciosa.

Ella sonrió débilmente.

-¿Puedo echarme una siesta? Estoy… Estoy exhausta.

-Claro, duerme lo que quieras, oso perezoso.

-No… No tengo fuerzas para replicarte… Pero ya te enterarás después…

Roxan cerró los ojos y se durmió entre los brazos de Wesker. Él le pasó un brazo tras las rodillas y le levantó. Le llevó hasta la cama, tumbándola en ella y echándole las sábanas por encima. Él salió y puso a Fred al corriente. Intentó entrar dentro de la casa, pero Wesker le dijo que no.

-¿Aviso a la policía?-le preguntó Fred, con el semblante preocupado.- ¿A la ambulancia?

-Espera a ver que nos cuenta.

Wesker dio media vuelta hacia a la casa.

-Capitán… No es por nada, pero le conozco, y sé que ahora mismo está muy preocupado por ella. Aunque usted diga lo contrario…

-Fred, ¿te has planteado buscarte una novia?

-Ehmm… ¿A qué viene eso?

-No sé. Un chico normal estaría en casa durmiendo, con su novia o de fiesta por ahí. Y… tú estás aquí.

-Pero como usted sabe, yo no soy un chico normal. Además, ¿para qué estar de fiesta o durmiendo, pudiendo estar aquí ayudándole a resolver un caso? A parte, la gente de por aquí es insoportable… Mucho politiqueo y rollos de esos.

Wesker siguió entró a la casa, y pegó un repullo al abrirse de golpe las puertas de la despensa. Cayó un… Paquete gigante, por así decirlo. Era Reynald, atado, amordazado y cabreado. Albert sonrió y le quitó de golpe la cinta que cubría su boca, recibiendo a cambio un alarido de dolor.

-¡Ostias! ¡Jodeeeerr, como duelee!-se quejó Reynald.-Un momento… ¡¿Sigue mi perilla ahí?!

-Sí, tu estúpida y ridícula perilla sigue ahí, pedazo de mequetrefe inútil.

-¡Roxan! ¿Dónde está? ¿Se encuentra bien?

-Ugh, ahora que lo reconsidero, estabas mejor dentro del armario y calladito…

Reynald le dirigió una mirada fulminante. Wesker rodó los ojos y le desató. Reynald quiso ir al dormitorio de ella, pero Wesker puso una mano en el pecho de él y le detuvo.

-Te dejaré que la veas, pero te aviso una cosa: te vuelvo a ver acariciándola, toqueteándola o cualquier cosa similar… Te romperé las dos manos y terminaré de dejarte ciego-le dijo Wesker, en tono amenazador.

-¿Acaso eso que noto son celos? ¿Envidia, quizá?

-No te lo voy a repetir. Además, sería una pena que vuestra amistad se destrozara si por descuido se me escapara que estás comprometido…

-No te atreverías…

-Sí que me atrevería.

-No eres capaz.

-Por Roxan soy capaz de cualquier cosa, Reynald.

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Re: Resident Evil: Afterlife love

Mensaje por Anny Wesker » 24 Sep 2012 21:59

Que buen capítulo Roxan, se nota que te esmeras mucho con tu historia, la llevas muy bien y sobre todo son muy interesantes las interacciones con los personajes. Amo a Wesker!!! (bueno eso ya lo sabe todo el mundo aquí Imagen) Te super felicito por tu trabajo y por tu dedicación Imagen
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Roxanne Rivaille
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Re: Resident Evil: Afterlife love

Mensaje por Roxanne Rivaille » 26 Oct 2012 23:34

Disclaimer: No me pertenecen ni Resident Evil ni sus personajes, si no a Capcom. Lo único mío son Roxan, Reynald, etc. Esta historia esta hecha por entretenimiento y diversión sin ánimo alguno de lucro.
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Caminando entre sombras, evitando lo inevitable, culpabilidad es la pregunta, irracionalidad, la respuesta.
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[center]Capítulo 14 No caeré en la tentación[/center]

Roxan está en frente del RPD. A su lado, estaban Jill Valentine, con un top azul ceñido y una falda corta negra, y Brad Vickers. Brad grita que vendrá por ellos, que los van a cazar. Roxan no sabe a qué o quién se está refiriendo. Jill empuñaba la Beretta con una mano, mientras alarga la otra mano hacia Brad para tranquilizarle. Una enorme sombra se cierne sobre ellos, dejándolos en penumbra. A Brad le tiemblan las piernas con violencia, y grita: "¡Ya está aquí! ¡Corred!". Jill y Roxan se miraron confusas y con el ceño fruncido. Jill le pregunta a qué se refiere. De quién habla.

Entonces el cuerpo de Brad se eleva, con sacudidas espasmódicas sobrecogedoras. Su boca se abre, y de ella sale un viscoso tentáculo. De entre las sombras aparece un enorme monstruo, de por lo menos dos metros y medio, que sujeta la cabeza de Brad con su enorme mano cual balón fuera. Le falta un ojo, y una línea de grapas une dos retazos de piel de la cara de aquél ser. Tenía una enorme dentadura blanca a la vista, junto con una encía violácea y una mueca rabiosa continua. Su cuerpo está tapado por cuero negro, y de sus hombros sobresalen varios tentáculos más.

Jill y Roxan retroceden, con los ojos abiertos de par en par. El cuerpo endeble de Brad cae al suelo como un saco de carne inservible. El monstruo lanza un rugido gutural: "S.T.A.R.S". Va por nosotros, piensa Roxan aterrada. Jill y ella echan a correr al interior de la comisaría, pero Jill la encierra adentro y se queda afuera para combatir al monstruo. "JILL", grita Roxan, aporreando la puerta. Oye el silbido de un cohete. Roxan se da la vuelta y se dirige corriendo a la oficina de los S.T.A.R.S. Todo el RPD está en silencio. Pasa por delante de varios cuadros, figuras y esculturas. Irons siempre decoró aquello como si un museo se tratase.

Abrió la puerta de golpe, esperando encontrarse a sus compañeros. Pero a quien más desea ver, es a su Capitán, su querido Capitán Wesker. Quiere correr hasta él y abrazarle, pero no hay nadie en la oficina. Sólo papeles y silencio. Busca el armario de armas con la mirada, y cuando lo encuentra va hacia él. Está cerrado a cal y canto. Jill podría abrirlo, piensa Roxan. Le asesta un puñetazo a la pequeña armería de S.T.A.R.S, aboyándola. Frunce las cejas hacia abajo y entreabre los labios, mostrando su dentadura apretada hasta el extremo de dolerle. Lo que más destaca son sus afilados colmillos dignos de un vampiro. Gruñe con una enorme rabia creciéndole en su interior. Retira el puño de la astillada madera y trata de relajarse. "¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué todos se han vuelto caníbales? ¿Qué demonios es ese bicho que ha matado a Brad?" murmura para sí misma, masajeándose las sienes.

Roxan mira el escritorio de Wesker y se sienta en él. Coge una fotografía que hay entre los papeles. Son ellos dos, en un enorme jardín, que al instante reconoce: es el de su casa en los bosques de Raccoon. ¿Pero cómo es posible, si esa casa lleva cerrada casi diez años? ¿Cuándo han estado ahí? "Wesker… dónde estás metido…"

Roxan cierra los ojos unos momentos. Tan sólo un par de segundos. Y cuando los abre, no está en la comisaría.

Está en un pequeño laboratorio lleno de máquinas y ordenadores. En el centro hay varios contendores de cristal gigantescos, pero el que más le llama la atención es uno pegado en la pared central. Contiene otro monstruo, no muy distinto al del RPD. Éste no lleva ropa o cualquier tela en el cuerpo. Carece de sexo alguno, y tiene la piel lívida. Es muy grande, y al igual que el otro, sus dientes quedan al descubierto en una mueca siniestra. Parece que le hubieran arrancado los labios. De su pecho sobresale un palpitante bulto rojo, que parece ser el corazón. Su brazo izquierdo acaba en unas afiladas garras de hueso, al contrario que su mano derecha, que es normal.

Wesker está detrás de ella sujetándole del cuello con suavidad y con una sonrisa arrogante en el rostro. Con la otra mano apunta a Jill, con su Samurái Edge en alza. Ahora le susurra algo al oído a Roxan: "Cuando yo diga ya, agáchate". " ¿Por qué?", le pregunta ella, en voz bajita. "Tú sólo hazlo cuando te diga", le responde él.

Roxan mira por el rabillo del ojo el enorme tubo de crista central. Se percata de que el líquido de su interior se está drenando y el ser abre sus lechosos ojos. Golpea el cristal con su garra, resquebrajándolo. "¡Agáchate!", le ordena Wesker, dándole un empujón hacia delante. Roxan se cae al suelo y mira a Wesker por encima del hombro. La sangre de él le salpica el rostro, provocando que ella aparte el rostro y arrugue la nariz, sin terminar de creerse lo que estaba viendo.

Wesker ha sido brutalmente empalado por el Tyrant, que eleva su cuerpo inerte con su garra y lo lanza como si fuera un saco de patatas al suelo.

Roxan se tapa la boca con ambas manos y retiene las lágrimas, pero no puede. Rompe a llorar desconsoladamente mientras gatea hasta el cadáver de Wesker. El Tyrant parece ignorarla, centrando toda su atención hacia Jill, que le dispara sin tregua mientras corre de él.

Roxan pone las manos sobre la herida, intentando taponar la herida. Pero sabe que él está muerto y que no puede hacer nada para remediarlo, aunque intenta consolarse pensando que él tan sólo está desmayado y que puede salvarle. Se empapa en la sangre de él, que le mira con sus ojos grises ausentes y muertos tras las gafas de sol. "Wesker, quédate, aquí, conmigo… ¡Te necesito, por favor! ¡No te mueras!", le grita Roxan.

Roxan se incorpora y mira el cuerpo de Wesker con rabia e impotencia. Aprieta los puños, provocando que sus nudillos se tensen y se pongan blancos. "Vengaré tu muerte, te lo juro."

"¡Roxan, cuidado!", le avisa Jill, desde el otro lado de la sala.

La aludida eleva la vista y cierra los ojos llenos de lágrimas. El Tyrant hace retroceder su garra, preparado para un nuevo ataque, y descarga el golpe sobre el abdomen de Roxan. De su boca salen un par de hilillos de sangre, al igual que de la nariz. El Tyrant eleva sus garras, en las que se encuentra el cuerpo de Roxan, y la lanza al lado de Wesker.

Ella, con sus últimas fuerzas, estira su mano derecha hasta la de Wesker y entrelaza sus dedos con los de la mano de él.

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Reynald tenía el rostro enterrado entre las manos. Se había sentado hace ya rato en la pequeña barra, concretamente en un taburete. No se atrevió a entrar a la habitación de Roxan, ya que sentía culpable por lo ocurrido. Pero, en aquellos instantes, una de las cosas que más le rondaban la mente, era la amenaza de Wesker. Sabía perfectamente todo el daño que ese hombre podía causar cuando quería, y a Reynald no le agradaba la idea de estar entre los damnificados: Pues aquél hombre rubio de misteriosas intenciones, sabía muy bien dónde pinchar para que alguien sangrara, y que ésta sangre le salpicara también a los demás. En el sentido metafórico, por supuesto. Albert Wesker conocía los temas y cosas que debía contarle a alguien para crear disputas entre más de una persona, y salir siempre airoso. Reynald reconocía que Wesker era audaz, por muy poco que le gustase.

El ruido de una puerta abrirse sacó a Reynald de su dilema mental. Roxan salió de su habitación alicaída, triste, confundida y seria. En su mente sólo estaba aquella pesadilla que acababa de tener, junto con lo sucedido hace apenas cinco horas con Víctor.

-Roxan, yo… Lo siento muchísimo… Ha sido mi culpa.

La aludida elevó una mano e hizo callar a Reynald.

-Tú no tienes la culpa, ni mucho menos.

-Pero te dejé sola. Podría haber hecho algo al respecto…

-Reynald, nadie podía saber que ese loco iba a estar aquí. Deja de auto culparte, ¿vale?

Reynald suspiró y asintió. Roxan se frotó los ojos, algo grogui.

-¿Dónde están todos?-le preguntó ella.

-Roselyn está en su apartamento. Wesker se marchó hace ya varias horas: decía que necesitaba dormir, y Fred lo mismo.

-¿Fred estuvo aquí?

-Sí. Al parecer fue el que trajo a Wesker. Estaba muy preocupado por ti…-le respondió Reynald, un tanto receloso.

-¡Quién lo diría! Quizás me equivoqué con él… Al fin y al cabo, me salvó la vida una vez.

Reynald soltó un suspiro y le miró a ella de reojo: Roxan se dirigió hacia uno de los armarios de la cocina para coger un vaso, que fue a llenar de agua, pero se detuvo en seco tras la barra y delante de Reynald. Apenas parpadeaba, y estaba rígida.

-¿Roxan…?-inquirió Reynald, algo preocupado.

A Reynald le pareció que ella ni siquiera respiraba.

-Roxan, esto no tiene ni una pizca de gracia, ¿sabes?

Ella seguía igual. Reynald se levantó y se dirigió hasta ella. Le tomó de los hombros y le sacudió con delicadeza. Reynald se percató de que las pupilas de ella estaban bastante dilatadas. Roxan murmuró algo inaudible para Reynald, al que le concedió un pequeño momento de tranquilidad.

-Reynald… Estoy… Estoy viendo cosas…

-¿Qué cosas, Roxan?

-Cosas horribles. Pero…

-Serán imaginaciones, Roxan. Aun estás medio dormida…

-Sí, llevas razón.

Roxan agachó la cabeza y miró fijamente el suelo. Después, coloco una de sus manos en su abdomen y frunció el ceño. ¿Y si…? No. Aquello era imposible. Una idea completamente descabellada… Pero que no descartaría. Roxan se dio media vuelta, encaminándose a su habitación de nuevo para ducharse y ponerse más formal. Antes de cerrar la puerta de su habitación, le dijo a Reynald con una pequeña y tímida sonrisa:

-¡No desayunes sin mí!

Reynald asintió, correspondiéndole la sonrisa. A Reynald le llenó de alegría ver la sonrisa de ella nada más empezar el día. Aquello era para él como tomarse dos vasos de café.

Roxan cerró con pestillo la puerta del baño, y apoyó la frente contra la puerta. Cerró los ojos con fuerza y se puso a pensar en las posibilidades que había de que ocurriera eso… Pero era algo tan horrible, que decidió apartarlo de su mente y dejar de torturarse a sí misma. Se desnudó y se metió en la bañera, accionando el agua caliente. Tras unos minutos en los que dejó el agua correr, Roxan recordó algo que Víctor le había dicho cuando estaba tratando de electrocutarle en la bañera:

-"Acabas de sentenciarte a ti misma, y a todos tus seres queridos…"

Víctor era un monstruo con letras mayúsculas. Había que serlo para pensar en hacerle daño a una cría de doce años. Pero, sabiendo de lo que Víctor era capaz, Roxan se temía lo peor. Aquella idea de que Víctor atacara a Sherry Birkin le golpeó la mente con fuerza y le atemorizó. Terminó de ducharse y salió de la bañera, enrollándose una toalla alrededor del cuerpo.

Una parte de sí le preguntaba por qué le preocupaba tanto aquella niña. No era un familiar ni el hijo de un amigo, pero se llevaba bien con ella.

Pero quizás uno de los mayores motivos por los que sentía la necesidad de proteger a Sherry, era porque le recordaba a sí misma cuando era más pequeña. Solitaria, dulce, ingenua, con unos padres a los que apenas veía y una persona que se desvelaba por ella sin ser de la familia. Sherry tenía la suerte de contar con Wesker, que sorprendentemente sacaba a relucir con ella un instinto paternal que Roxan, y todos creían inexistente. Y la verdad era que, a Roxan le encantaba ese lado tierno de Wesker, aunque no lo admitiera.

Roxan salió de su habitación con el ceño fruncido y expresión preocupada. Se había puesto una camiseta negra de licra con una rebeca de manga larga de punto del mismo color, ligeramente más ancha al final de las mangas, y unos pantalones vaqueros grises algo gastados. Roxan se asustó bastante al no divisar a Reynald en el salón.

-¿Reynald?-inquirió ella, en voz alta, mirando por todas partes.

Roxan se asomó a la cocina y le vio sentado aun en el taburete.

-Hey, Reynald, ¿podrías contestarme al menos, no?

Roxan colocó una mano en su hombro y le sacudió levemente, pero él ni se inmutó. Roxan no pudo reprimir una sonrisa al comprobar que su amigo estaba dormido como un bebé, con la frente pegada a la encimera y los brazos colgando inmóviles a los lados del cuerpo.

Ella sabía que él tenía un sueño muy difícil de interrumpir, así que no tuvo problemas en tratar de llevarlo hasta el sofá. Aunque tuvo ciertas dificultades por el camino, entre tropiezos y miradas culpables a Reynald, logró dejarlo sobre el sofá tumbado, y después le echó una manta por encima. Del bolsillo de él se cayeron las llaves de la Harley, que Roxan recogió. Las alzó en el aire y las escrutó con la mirada, sintiéndose bastante atraída por la idea de conducir una moto. Pero Roxan no sabía como. Ya, puede que tú no tengas recuerdo de no saber, pero yo sí. Y te puedo asegurar que soy muy buena conduciendo motos… Aunque, no puedo decir lo mismo de la conducción de un coche, le dijo Pheseans.

Roxan sonrió de lado y miró a Reynald.

-Espero que no te importe prestármela durante un rato. Te prometo que te la devolveré de una pieza… Si Pheseans no me acaba estrellando contra algo, claro.

Ella le dio un beso en la mejilla a Reynald y salió corriendo afuera, sintiendo unas ganas enormes de montarse y conducir esa moto. Cogió el casco de Reynald.

-¡Ni se te ocurra hacer ninguna locura mientras no estoy!

Dicho aquello, Roxan salió de la casa y cerró la puerta. Se dirigió a la flamante Harley dando saltitos de colegiala.

De repente, todo dolor, toda preocupación, cualquier cosa negativa se había esfumado de su cabeza. Ahora sólo quería sentir la adrenalina invadiendo su cuerpo, haciéndole cometer locuras que jamás llevaría a cabo de no ser por la necesidad de despejarse. Roxan sabía muy bien a dónde dirigirse.

Cuando Wesker decía que necesitaba dormir, quería decir que lo que quería era pensar con tranquilidad acompañado de un café.
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El parque estaba que daba asco. No es que hiciera mucho frío, pero estaba muy nublado. Los bancos estaban tan mojados que no se podía sentar uno en ellos. Era tan deprimente que de vez en cuando se le ponía a uno la carne de gallina. No parecía que la primavera estuviera cerca.

Wesker paseó, con café de Starbucks en la mano, por el lúgubre y sombrío parque. El largo abrigo negro ondeaba con el viento, y de cuando en cuando, alguna gota de lluvia le salpicaba el rostro. A Wesker le llamó la atención una figura esbelta y curvilínea que vio en el mirador del parque, con las manos apoyadas en las barandillas.

Le extrañaba ver a alguien allí por ser tan temprano, y más por el tiempo tan asqueroso que hacía.

Wesker reconoció quién era cuando la chica se soltó la coleta que llevaba y dejó caer una cascada de pelo castaño precioso. Wesker se aproximó hasta ella, sigiloso.

Roxan se había puesto nerviosa. Había vuelto la cabeza hacia la derecha, haciendo bailar el peso de su cuerpo de un pie a otro, cambiando un vaso también de Starbucks de mano. Parecía estar buscando a alguien con los ojos. A él. En esos instantes fue pretencioso y pensó que a quién buscaba era a él, dando en el clavo. Roxan se queda quieta en el sitio. Sí, ya le había visto a él. Le mira. Le sonríe. Es una sonrisa que nadie veía: sólo Wesker sabía que ella estaba sonriendo.

Wesker se situó a su lado en silencio. Roxan miró de nuevo al horizonte, en el que se podía empezar a ver unos cuantos rayos anaranjados de sol. Ella se abrazó a sí misma, con algo de frío. Pero no se quejó.

-Deberías estar en cama, impertinente-le dijo Wesker, en un reproche.

-Ya, pero sabes que sufro de hiperactividad. Además, me siento… Bien-replicó ella, con las cejas fruncidas hacia abajo.

-No importa cómo creas sentirte. Es algo que está en tu cabeza, que no es real. Tú deberías estar en reposo y punto-insistió Wesker.

-¿Acaso es preocupación lo que noto en tu voz, Albert?-le preguntó ella, dándose la vuelta y apoyando los codos en la barandilla y colocando una pierna sobre la otra.

Wesker resopló e hizo un gesto indiferente.

-Que no sea la alegría de la huerta no quiere decir que sea un-

Roxan interrumpió a Wesker:

-Por favor, Wesker, no digas más mentiras. Tú no salvarías a nadie a no ser que te interesara para algo. ¿O es que salvarías a Chris Redfield, o a Irons de estar al borde de la muerte?

-Qué bien me conoces-Wesker alzó las cejas. O eso crees, querida…pensó él, sacando una sonrisa de lado que no pudo evitar.

Roxan deseaba más que nada poder meterse en la mente de Albert Wesker, tan misterioso y enigmático, que le sacaba totalmente de quicio. Pero, si Roxan lograba algún día leerle la mente a Wesker, quizás dejara de resultarle especial e indescifrable, que eran dos de las cosas que más le atraían de él.

-Entonces, ¿qué quieres exactamente de mí, rubiales?-le preguntó Roxan en definitiva.

-¿Qué quieres tú de mí, Jones?-replicó Wesker, cruzándose de brazos.

Roxan se quedó bastante parada con la réplica de Wesker. Le había pillado con la guardia baja.

-Pues… ¡Yo he preguntado primero!-exclamó Roxan, sonrojándose en sobremanera.

-Y yo después. Pero eso no quiere decir que tenga que contestar primero, ¿no crees?-Wesker alzó una ceja.

Roxan emitió un gruñido y apretó los puños. Soltó una palabrota en voz inaudible y le dio un empujón a Wesker, al que no movió no un solo centímetro.

-Tienes un humor de perros, Jones. ¿Has desayunado? La primera comida del día es la más importante, y con un café no vas a hacer nada…-le preguntó Wesker, echando a andar.

Roxan se quedó un poco más atrás, rígida en el sitio. Wesker se detuvo y le lanzó una mirada inquisitiva por encima del hombro.

-Hoy estás espesa, ¿eh? Te estoy invitando a desayunar, por si no te has percatado de la indirecta-le aclaró Wesker, negando con la cabeza.

Ella le alcanzó al instante y caminó al lado de él, en silencio, hasta llegar a una cafetería pequeña y modesta, que despedía un exquisito olor a chocolate caliente. Roxan se detuvo en la puerta y aspiró aquél embriagante aroma. Wesker se giró y le dijo:

-¿Entras o no?

Roxan asintió. Una joven y risueña camarera les condujo hasta una mesa apartada del resto de clientes, junto a un ventanal. La camarera les dejó un par de cartas en la mesa y se marchó. Wesker retiró la silla de Roxan para que se sentara, e hizo un gesto galante. Roxan tomó asiento y le agradeció aquél detalle a Wesker. Albert se sentó en la suya y cruzó una pierna sobre la otra, tomando la carta entre sus manos. Pero apenas la miró un par de segundos cuando llamó a la camarera y le tendió un papelito diminuto. Wesker le guiñó un ojo a la chica y ella se marchó con una risita tímida. Roxan miró todo aquello con el ceño fruncido y mala cara.

Wesker se percató de ello, y alzó una ceja.

-¿Qué?-articuló Albert.

-Nada, nada. ¿Qué has pedido?

Wesker sonrío, y se encogió de hombros.

-Ahora verás. Ah, espero que no te importe que haya pedido por los dos…

-Qué amable-dijo Roxan, con cierto sarcasmo.

La camarera volvió con una bandeja, y dejó sobre la mesa dos chocolates calientes con un barquillo de galleta y una hojita de menta. Roxan sintió que se le encogía el corazón. Tomó la taza y le dio un sorbo, emitiendo un suspiro. Wesker se inclinó hacia delante, juntando las manos.

-¿Cómo está?

-Es cómo el de Papá… Exactamente igual. ¿Cómo…?

Roxan dejó que las palabras muriesen en su boca cuando vio aparecer a la chica de antes con dos platitos, en los que había un pedazo de tarta de queso con sirope de chocolate por encima. Al lado había un trozo de tableta de chocolate.

-Oh Dios mío…-musitó Roxan, cogiendo una cuchara y probando la tarta.

-¿Cómo está?

-Es… Es… ¡Genial! Mi padre hacía chocolates y tartas como éstas… Exactamente iguales.

-Me alegro que te guste. Me ha costado mucho trabajo encontrar un sitio que hiciera cosas de éstas.

Roxan frunció el ceño.

-Verás… Hablé con tu madre, y me dio la receta del chocolate y la tarta de queso que hacía tu padre. Y no creas que fue fácil sonsacárselo a tu madre… Es muy terca. Igual que tú-Wesker negó con la cabeza.-Y después, tuve que buscar un lugar que quisiera hacer las recetas en exclusiva: lo habría hecho yo si no fuera porque yo y la cocina somos incompatibles.

-Me han comentado las atrocidades que haces en la cocina…

-Calla y escucha. Después, encontré este café. Estaban a punto de cerrar y… Por casualidad descubrí que aquí fue donde tu padre y tú veníais a comer algo de vez en cuando, y que esa camarera, era sobornada en cierta manera por tu padre como yo lo he hecho.

-¿Perdona? ¿Sobornos?

-Sí, bueno… Algo así. Prosigo: tu padre le pagaba al cocinero para que hiciera la tarta y-

-¿Mi padre no hacía la tarta?

-No. La hacía el cocinero, que era amigo de tu padre, y la hacía pasar como suya.

-Eso no es posible. Yo le veía hacerlas. Las hacíamos juntos…

-Roxan… Eh… Era una especie de tapadera para encubrir los medicamentos que metería en ella. Para regular el virus, y todo eso. La compraría a medio hacer y le metería lo que tuviera que meterle.

-No tienes tacto para decir nada, salvaje.

-Para qué mentirte, ¿no? Bueno, yo le he pagado al cocinero para que haga esto y punto.

-¿Y no habría sido más fácil ir al supermercado?

Wesker resopló.

-Ya, pero…

-Pero querías que fuera algo especial-terminó de decir Roxan por Wesker.

Los dos terminaron de comerse la tarta y de tomarse el chocolate y se levantaron. Wesker dejó un billete de veinte dólares sobre la mesa y salió de la cafetería con Roxan. Caminaron hasta donde estaba la moto de Reynald. Roxan se sentó en el sillín de la moto y miró detenidamente a Wesker, que le observaba algo incrédulo.

-¿Sabes conducir una moto?-le preguntó él.

-Eh… Más o menos.

-No creo que a Reynald le guste ese arañazo-le dijo Wesker señalando la parte de atrás de la moto.

Roxan abrió los ojos de par en par y soltó un grito ahogado.

-Me va a matar… Me va a matar-murmuró, nerviosa.

-Como te ponga una mano encima yo sí que le voy a matar.

Roxan miró a Wesker y sonrió.

-Será mejor que me vaya antes de que a Reynald le de un ataque epiléptico…

Roxan se fue a subir de nuevo a la moto, pero Wesker le tomó del antebrazo y le acercó a él. Roxan se estremeció de pies a cabeza cuando se dio cuenta de que quería robarle un beso, así que ella le hizo "la cobra" y se sentó en la Harley, colocándose el casco. La cara indiferente de Wesker se sustituyó por una de pura rabia. Como cuando un niño va a coger una galleta y su madre se la arrebata antes de que ni siquiera haya tenido oportunidad de catarla. Roxan arrancó la moto y, antes de marcharse, le dijo a Wesker:

-No te creas que siempre vas a conseguir lo que quieres y cuando desees. Te agradezco que me salvaras, y el desayuno, pero eso no va a hacer que te perdone con tanta rapidez lo que me has hecho en este tiempo. No soy así de fácil y punto. No vas a convencerme tratando de ponerte sentimental, porque sé que no eres así. Si quieres ganarte mi confianza, lo vas a tener difícil. Pero, conociéndote, seguramente insistirás… Pero no caeré en la tentación.
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Hola ^^ Ehem, hallase aquí una servidora con un nuevo capítulo tras mucho tiempo. Perdonen el retraso, los estudios me estaban ahogando un poco XD

Además, si os gustaría ver algo en concreto en Afterlife Love, tengáis una idea/sugerencia/petición, no dudéis en decírmelo en un review o por MP, que yo veré lo que puedo hacer con mucho gusto.

Por cierto, he fundado un club de fans en Facebook, donde cuelgo algunas curiosidades de la historia y sus personajes, fichas de ellos, el vestuario, imágenes y entrevistas a los personajes, por lo que podéis preguntar por lo que queráis a los personajes de la historia allí. Buscad en Facebook en el buscador Afterlife Love'rs XD

See you later ;D

PD: Los párrafos en cursiva del principio son una pesadilla de Roxan #-o
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Re: Resident Evil: Afterlife love

Mensaje por Raven Bellamy » 28 Oct 2012 23:42

Y se fue otro capitulo fabuloso *0*
Me ha gustado mucho, no importa que hayas tardado, la espera valió la pena >w<
Ahora voy a pedirte de rodillas que no vayas a tardar con el siguiente capi [-o< esto cada vez se pone más y más bueno, y si no se que es lo que sigue me arrancaré el cabello XD ok no .__.
Pero bueno, ahi le dejo, muy buen cap y estaré esperando el siguiente ;)
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Re: Resident Evil: Afterlife love

Mensaje por Roxanne Rivaille » 28 Oct 2012 23:46

Raven Bellamy escribió:Y se fue otro capitulo fabuloso *0*
Me ha gustado mucho, no importa que hayas tardado, la espera valió la pena >w<
Ahora voy a pedirte de rodillas que no vayas a tardar con el siguiente capi [-o< esto cada vez se pone más y más bueno, y si no se que es lo que sigue me arrancaré el cabello XD ok no .__.
Pero bueno, ahi le dejo, muy buen cap y estaré esperando el siguiente ;)
Muchas gracias por tus palabras, Raven :oops:
Te prometo que el próximo estará para Halloween, o como sea que se escriba XD Dentro de poco tengo puente y más tiempo de escribir. Además, ya tengo escritas 1,110 palabras justas del capítulo 15. Y doy aviso de que es un tanto... "Hot", por así decirlo. Aseguro que os encantará... Veréis una faceta de Roxan completamente desconocida, que os dejará boquiabiertos.
See you later 8)
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